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Críticas ordenadas por utilidad
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7,6
36.500
10
30 de junio de 2011
30 de junio de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Buck, ingenuo, creído, algo bonachón quizá -pese a que su infancia y adolescencia no han sido precisamente felices-, quiere olvidarse de lavar platos y se lanza a la aventura, a tratar de ser un "vividor" como dice él, en NY. Pero... ¡Ay, cowboy, qué distinto es de lo que esperabas...!
Para mí, la relación, yo diría simbiosis, entre Joe y Rico (como le gusta que le llamen sus familiares y amigos, aunque no tenga, paradójico y triste ¿no?) es muy interesante y digna de análisis. Al principio, Joe está con Rico sólo porque no tiene techo, prefiere vivir en un cuchitril antes que dormir en la calle. Rico, ladrón, tuberculoso, tullido, vive en la miseria y de lo que roba. Según avanza la película, Joe descubre el buen fondo de Rico -él no ha escogido ser una rata callejera, contradiciendo así la sentencia de Dennys (Redford) en "Memorias de África": "Somos lo que hemos escogido"-; por su parte, Rico se siente, en cierto modo, cuidado, apoyado, amado, por alguien por una vez en su vida. Así explicamos el cierto impulso homosexual que siente Rico hacia Joe en las escenas en que Rico sueña con una nueva vida idílica en Florida. En definitiva, podríamos decir que, aunque ninguno de los dos, ni Joe ni Rico, lo manifiestan exteriormente, pasan de necesitarse a quererse.
Si tuviera que elegir tres películas sobre la amistad, me quedaría con "Toy Story", "El cazador" y, sobre todo, con "Cowboy de medianoche". ¿Deprimente? Quizás. Pero no importa. Una oda melancólica y sórdida pero profundamente bella al hombre, a los sueños rotos, a los olvidados, a la amistad.
P.D.: Te quiero, Dustin.
Para mí, la relación, yo diría simbiosis, entre Joe y Rico (como le gusta que le llamen sus familiares y amigos, aunque no tenga, paradójico y triste ¿no?) es muy interesante y digna de análisis. Al principio, Joe está con Rico sólo porque no tiene techo, prefiere vivir en un cuchitril antes que dormir en la calle. Rico, ladrón, tuberculoso, tullido, vive en la miseria y de lo que roba. Según avanza la película, Joe descubre el buen fondo de Rico -él no ha escogido ser una rata callejera, contradiciendo así la sentencia de Dennys (Redford) en "Memorias de África": "Somos lo que hemos escogido"-; por su parte, Rico se siente, en cierto modo, cuidado, apoyado, amado, por alguien por una vez en su vida. Así explicamos el cierto impulso homosexual que siente Rico hacia Joe en las escenas en que Rico sueña con una nueva vida idílica en Florida. En definitiva, podríamos decir que, aunque ninguno de los dos, ni Joe ni Rico, lo manifiestan exteriormente, pasan de necesitarse a quererse.
Si tuviera que elegir tres películas sobre la amistad, me quedaría con "Toy Story", "El cazador" y, sobre todo, con "Cowboy de medianoche". ¿Deprimente? Quizás. Pero no importa. Una oda melancólica y sórdida pero profundamente bella al hombre, a los sueños rotos, a los olvidados, a la amistad.
P.D.: Te quiero, Dustin.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sorprendente me resultó la escena final, la de la muerte de Rico. Él muere cuando el autocar está a punto de entrar en Miami. En ese instante, pensé que Rico era una especie de Moisés, que muere sin llegar a la Tierra Prometida, pero puede ver algo de ella antes de morir. En caso de Moisés, murió después de ver Canaán desde la cima del monte Nebo; en caso de Rico, aunque no baja del autocar, es cierto que antes de morir puede contemplar el paisaje de Florida. Muere contemplando su Tierra Prometida
Nada, las pelis que me emocionan despiertan el filósofo que llevo dentro.
Nada, las pelis que me emocionan despiertan el filósofo que llevo dentro.

7,4
35.623
8
5 de agosto de 2011
5 de agosto de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Advertencia previa: si, tras leer la sinopsis, se sientan a ver la película con el aliciente de disfrutar de un épico enfrentamiento final Eastwood - Costner, han cometido un craso error.
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Tristemente poco conocida entre los no incondicionales de Eastwood –probablemente por haber aparecido entre sus más célebres filmes “Unforgiven” (1992) y The bridges of Madison County” (1995)-, “A perfect world” constituye una road movie “made in Clint”: terriblemente tierna, envolvente y profunda, como lo fuera su deslumbrante “Mystic River”, diez años posterior. A partir de aquí, Eastwood comenzó a demostrar que su manera de entender el cine iba más allá de héroes duros (véanse Wales o Munny); más bien se orientaba hacia la exploración de la condición humana, en todas sus formas.
La trama, hasta cierto punto inverosímil, no centra la atención del espectador tanto como el proceso de aprendizaje mutuo que experimenta la pareja protagonista secuestrador (Costner en su mejor trabajo) – niño secuestrado (fantásticamente creíble Lowther). Mientras el pequeño e inocentón Philip –ahora con ocho años no son tan inocentes- desarrolla un previsible aunque atípico síndrome de Estocolmo (aprecia a Butch aunque le cuestiona muchos de sus aspectos morales), el avispado y cruel Butch Haynes se encariña en no escasa medida de su rehén, y le enseña cosas para hacer de él un hombre, algunas de ellas inmorales, otras útiles. Ambos actores, aparte de brillar con luz propia, lo hacen como conjunto, demostrando una compenetración que constituye una buena parte de la grandeza de la película.
La trama paralela (investigación policial) parece no aportar demasiado, pero luego verá el espectador que será necesaria para comprender hasta qué punto ha llegado el apego entre la pareja principal. Se agradece que Clint se otorgara un papel secundario, pues su personaje de ranger pasota y chulo no necesita más minutos que los que tiene.
En síntesis, podríamos decir que, aparte de ser un producto brillante, emocionante y lacrimógeno para algunos, “A perfect world” representa el punto de inflexión en la filmografía del gran Clint Eastwood: con esta película conocimos al verdadero Clint. El Clint que conoce como pocos los entresijos de las emociones humanas y, lo que es mejor, los sabe plasmar 24 veces por segundo.
Inferior a “Mystic River”, aun así es una auténtica joya.
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Tristemente poco conocida entre los no incondicionales de Eastwood –probablemente por haber aparecido entre sus más célebres filmes “Unforgiven” (1992) y The bridges of Madison County” (1995)-, “A perfect world” constituye una road movie “made in Clint”: terriblemente tierna, envolvente y profunda, como lo fuera su deslumbrante “Mystic River”, diez años posterior. A partir de aquí, Eastwood comenzó a demostrar que su manera de entender el cine iba más allá de héroes duros (véanse Wales o Munny); más bien se orientaba hacia la exploración de la condición humana, en todas sus formas.
La trama, hasta cierto punto inverosímil, no centra la atención del espectador tanto como el proceso de aprendizaje mutuo que experimenta la pareja protagonista secuestrador (Costner en su mejor trabajo) – niño secuestrado (fantásticamente creíble Lowther). Mientras el pequeño e inocentón Philip –ahora con ocho años no son tan inocentes- desarrolla un previsible aunque atípico síndrome de Estocolmo (aprecia a Butch aunque le cuestiona muchos de sus aspectos morales), el avispado y cruel Butch Haynes se encariña en no escasa medida de su rehén, y le enseña cosas para hacer de él un hombre, algunas de ellas inmorales, otras útiles. Ambos actores, aparte de brillar con luz propia, lo hacen como conjunto, demostrando una compenetración que constituye una buena parte de la grandeza de la película.
La trama paralela (investigación policial) parece no aportar demasiado, pero luego verá el espectador que será necesaria para comprender hasta qué punto ha llegado el apego entre la pareja principal. Se agradece que Clint se otorgara un papel secundario, pues su personaje de ranger pasota y chulo no necesita más minutos que los que tiene.
En síntesis, podríamos decir que, aparte de ser un producto brillante, emocionante y lacrimógeno para algunos, “A perfect world” representa el punto de inflexión en la filmografía del gran Clint Eastwood: con esta película conocimos al verdadero Clint. El Clint que conoce como pocos los entresijos de las emociones humanas y, lo que es mejor, los sabe plasmar 24 veces por segundo.
Inferior a “Mystic River”, aun así es una auténtica joya.

8,2
97.309
8
1 de julio de 2011
1 de julio de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, ese hombre que en "Sin perdón" se llama William Munny no es el hombre del poncho.
Munny es un auténtico asesino. No es Josey Wales. Wales mataba por venganza; Munny mata con el pretexto de que necesita el dinero de las prostitutas, pero mata porque ésa es su auténtica naturaleza. Había sentado la cabeza gracias a su mujer. Muerta ésta, consigue reprimir (aparentemente) su instinto bebedor y asesino y se decide a criar a sus hijos y mantener la granja. Pero vemos que, a la mínima que vuelve a sentir la llamada del pasado, no duda en dejar solos a sus hijos y embarcar a su antiguo socio Ned, con un pasado no muy diferente del de Munny.
Se unen al "Kid" (que había informado a Munny de la recompensa de las prostitutas); el trío es curioso en cierto sentido: Kid dice que ha matado a cinco hombres (sólo "dice"), Munny y Ed llevan mucho tiempo sin matar. Por eso, cuando vuelven a disparar, se sienten extraños, no se reconocen.
Little Bill (insuperable Hackman) es sádico, cruel. Lo único que le diferencia de Munny es que en la película Little Bill es el malo y Munny el bueno. Pero los dos son seres despreciables, dos asesinos imperdonables.
Por eso no reconocemos en Munny n¡ a Wales ni mucho menos al hombre sin nombre. No obstante, éste último sí que aparece un momento en la película: en la escena final. Ahí es cuando vemos por última vez en la historia del cine al hombre sin nombre.
Sórdida, oscura, desesperanzadora, amarga. Y sobre todo impactante. El western tuvo un más que digno final.
Munny es un auténtico asesino. No es Josey Wales. Wales mataba por venganza; Munny mata con el pretexto de que necesita el dinero de las prostitutas, pero mata porque ésa es su auténtica naturaleza. Había sentado la cabeza gracias a su mujer. Muerta ésta, consigue reprimir (aparentemente) su instinto bebedor y asesino y se decide a criar a sus hijos y mantener la granja. Pero vemos que, a la mínima que vuelve a sentir la llamada del pasado, no duda en dejar solos a sus hijos y embarcar a su antiguo socio Ned, con un pasado no muy diferente del de Munny.
Se unen al "Kid" (que había informado a Munny de la recompensa de las prostitutas); el trío es curioso en cierto sentido: Kid dice que ha matado a cinco hombres (sólo "dice"), Munny y Ed llevan mucho tiempo sin matar. Por eso, cuando vuelven a disparar, se sienten extraños, no se reconocen.
Little Bill (insuperable Hackman) es sádico, cruel. Lo único que le diferencia de Munny es que en la película Little Bill es el malo y Munny el bueno. Pero los dos son seres despreciables, dos asesinos imperdonables.
Por eso no reconocemos en Munny n¡ a Wales ni mucho menos al hombre sin nombre. No obstante, éste último sí que aparece un momento en la película: en la escena final. Ahí es cuando vemos por última vez en la historia del cine al hombre sin nombre.
Sórdida, oscura, desesperanzadora, amarga. Y sobre todo impactante. El western tuvo un más que digno final.

8,2
24.128
10
14 de julio de 2011
14 de julio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ninguna película como "Freaks" repartió nunca tanta sordidez como amor a partes iguales.
Ninguna película como "Freaks" ha mostrado jamás la capacidad no sólo de amar, sino también de odiar ferozmente de aquellas personas que no son como los "normales".
Sólo "Freaks" nos escupe la asquerosidad del creerse superior a cualquiera.
Una película necesaria e indispensable. Hay que verla.
Ninguna película como "Freaks" ha mostrado jamás la capacidad no sólo de amar, sino también de odiar ferozmente de aquellas personas que no son como los "normales".
Sólo "Freaks" nos escupe la asquerosidad del creerse superior a cualquiera.
Una película necesaria e indispensable. Hay que verla.
7
8 de julio de 2011
8 de julio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Por un puñado de dólares" o el inicio de una leyenda en la historia del cine. ¿O debería decir dos? Por un lado, la de Leone, que con sus películas marca de la casa consiguió darle otra vuelta de tuerca a este bendito género, que por aquellos años (1965) andaba tambaleándose (su último gran título, "El hombre que mató a Liberty Valance", de 1962, supuso el fin del western clásico), creando el controvertido subgénero del spaghetti western. Por otro lado, ésta película creó el mito de Clint Eastwood como el eterno hombre lacónico, de ceño fruncido, violento pero justiciero, que le ha acompañado siempre y que le ha convertido en figura de culto.
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