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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de enero de 2009
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otesanek, cuento popular de la Europa del Este (Pequeño Otik), es llevado al cine por el sugerente director checo Jan Svankmajer quien muestra un talento similar al de David Lynch (hay mucho en esta obra que me recordó a Cabeza Borradora) o al disuelto tandem Caro-Jeunet como constructor de imágenes y escenas barrocas. En este sentido, los fotogramas que constituyen Otesanek se encuentran preñados de morbo e inquietud configurando una obra que no dejará a nadie indiferente. Quizá la odies o quizá la ames, pero desde luego no se puede negar la fuerza cautivadora de esta película. Gore, stop-motion y bizarría se conjugan en una extraña combinación visual de la que depende en gran medida el resultado final, resultado desde luego marcado por la extrañeza de lo narrado, con esa estética barroca y surrealista que acrecenta el desasosiego y la fascinación que la pantalla, llena de esta película, desprende. Los ángulos, los objetivos, los planos y las tomas son manejados con deliverada exactitud desde posiciones escéntricas para crear una distorsión visual acorde a la que sufre la realidad en las películas de Svankmajer. Se podría afirmar que toda la obra de este checo es un espejo a través del que pasar al otro lado de la realidad, a una mágica dimensión que no deja de resultar, por momentos, aterradora.
Difícil de encontrar, si cae en tus manos no dudes en visionarla para comprender las nuevas dimensiones a las que un cuento puede llegar en las manos adecuadas.
Recomendable.
26 de diciembre de 2019
52 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me enteré de que se iba a realizar una adaptación de la saga de novelas de Geralt de Rivia, me interesé. Como igualmente me ocurrió al conocer que Conan iba a recibir el mismo tratamiento seriado (prometiendo además fidelidad a la cronología de las novelas y a las tramas con las que Robert Howard tanto nos deleitó). Reconozco mi afición a la fantasía heroica, la fantasía épica, la espada y brujería o como cada cual la quiera denominar. Ese subgénero literario (y no sólo literario) que comparte ciertos elementos que lo hace característico y fácilmente reconocible a sus lectores habituales (y no tan habituales). Y si además está bien realizado, el resultado es siempre sumamente disfrutable.

Netflix fue quien anunció la adaptación y, como productora, la ha llevado a cabo. Y esto se percibe claramente en el producto final. Mal que nos pese, Netflix no deja de ser una suerte de “Ikea de las series”. Con la salvedad de su magnífica Mindhunters o la honrosa La Maldición de Hill House, el resto de sus producciones, tanto formato serie como película, adolecen de una manufactura visual más bien cutre. Incluso los productos que tienen algo más de calidad traspiran ese aspecto televisivo, un acabado de telefilm que lastra otras virtudes que la obra pueda tener, dejando siempre la sensación de “pudo ser mejor”.

Y esto mismo lo adolece The Witcher, a veces más próximo a Xena, La Princesa Guerrera o a El Joven Hércules, que a la gran serie que se nos quiso hacer creer que es (y que algunos, pertinazmente, siguen insistiendo que es). Pero es que además de ese empaque televisivo made in Netflix, los guiones y el desarrollo de las tramas tampoco están a la altura. Todo resulta mal hilvanado, acelerado, confuso, impreciso y poco convincente. No hay coherencia, conexión ni continuidad aparente en las tramas, resultando algunas de ellas realmente lamentables, cuando no risibles (la del capítulo 4, con Duny, el hombre-erizo, es de vergüenza. Y eso sin mencionar a la reina Calanthe, ejemplo de cómo no ha de construirse y hacer actuar a un personaje).

Y no se puede aducir, como no pocos hacen, que haya que leerse los libros para comprender lo que ocurre. Un buen guion tiene que bastarse a sí mismo, sin referencias externas, para atrapar al espectador, introducirle en lo que cuenta y hacerle partícipe de la historia que narra. Pero más allá e independientemente del material en que se inspire, los guiones de esta serie están mal construidos, sin mimo a la ficción que relatan y sin cuidado hacia su desarrollo: la historia de Yennefer ejemplariza esa malísima ejecución del tiempo narrativo, pasando aceleradamente, sin graduación o matices de ser una joven tullida y deforme, desconocedora de sus poderes y de la forma de controlarlos, a adquirir un físico estupendo y unas capacidades mágicas impresionantes y bajo su voluntad (algo que por otro lado, todo aquel que vea la serie anticipa desde el principio mismo de su historia). O el pasaje del bosque de Brokelin, un verdadero anuncio de Benetton rebozado de feminismo a la moda, frívolo y de consumo fácil, de masas. En general, la narrativa me ha parecido precipitada, inconsistente y mal desarrollada.

Todo lo dicho supone un gran problema a nivel narrativo. Pero no es el único. Íntimamente relacionado con la construcción de los guiones y su desarrollo, está el diseño de los propios personajes. Éstos no tienen ningún carisma y el espectador no empatiza con ninguno de ellos, sus intereses o motivaciones en ningún momento. Empezando por el propio Geralt y pasando por Ciri, a uno termina por darle igual qué busca cada cual, qué le mueve, cuáles son sus intereses y qué les define. Se nos muestran planos, sin matices ni complejidades, meras herramientas que vehiculan una historia que parece no ir con ellos. Y qué decir de Jaskier, el odioso bardo como secundario graciosillo, o del insípido acompañante de Ciri, ese insípido elfo negro (hasta dónde va a llegar la corrección política)… personajes de pegote que no aportan nada a la historia, incluso -como en el caso del bardo- la hunden en el sopor y la vergüenza ajena. Y la ya mencionada reina Calanthe…

Empero, no todo es malo en la serie, ni mucho menos. Las secuencias de acción están muy bien rodadas y son sumamente disfrutables. Bien coreografiadas, dirigidas y montadas, suelen ser una delicia visual a lo largo de esta primera temporada. También algunas escenografías son resaltables y, en líneas generales, los efectos especiales –CGI a cholón– no están tan mal como algunos comentaristas señalan maliciosamente que son. Pero poco más. Espero que la ya anunciada segunda temporada mejore lo visto. Porque realmente empeorarlo, es poco probable (aunque todo es posible).

Estamos en una época de consumo acelerado y masivo, de productos de usar y tirar, de atención efímera y de hypes que en una semana son olvidados para dejar paso al siguiente. Lo que hoy es una maravilla, un hito en la historia televisiva, en menos de un mes no se recuerda. Pero no importa. Ya ha sido sustituido por otra mercancía de idénticas características y mejor promoción. Obras fáciles para nuestras actuales mentes cortoplacistas. The Witcher es uno más. Un producto de videoclub con algunos aciertos pero que se olvidará rápido en beneficio de su reemplazo, el nuevo hype del momento que las mentes preclaras, siempre al tanto y a la última, pregonarán como lo mejor desde…
6 de abril de 2009
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Carpenter, a veces perdido en vulgares producciones, vuelve por sus fueros y nos regala a los amantes del terror una gran obra de fantástico. Puro Lovecraft, pesimismo cósmico y negro final se imbrican acertadamente para consumar un convincente ejercicio de cine. Fiel al espíritu del creador de Providence, repleta de negra escatología, la película fascina visual y conceptualmente. Carpenter, reencontrado con el Terror, sale con buena nota de la prueba. Su veteranía queda patente en el buen hacer y en el contundente resultado final. Como el experto que es, sabe recurrir a todo el arsenal de que dispone el terror y la ciencia ficción para crear atmósferas y situaciones sobrecogedoras.
Un descreído investigador de seguros es contratado para encontrar a un escritor de terror, líder en ventas, quien ha desaparecido misteriosamente. Aceptado el caso, convencido de ser éste un mero reclamo publicitario, es atacado por un enajenado, hacha en ristre, que resultará ser el mismísimo representante del novelista en cuestión. En el transcurso de su búsqueda las cosas empiezan a enturbiarse, cediendo la realidad ante los embistes de una locura que llega desde espacios cósmicos de demencia y horror ancestrales.
Acertados actores, con el incrédulo Sam Neill a la cabeza y cameo de Charlton Heston incluido, para una obra llena de referencias, con inolvidables momentos que quedan grabados en la retina. Correcta en el uso de efectos pero consciente de su abuso, escenas que incomodan sin el uso de gore y brillan simplemente por su tratamiento formal. Los monstruos tentaculares y amorfos solo se entrevén, consciente el señor Carpenter de que sugerir vale más que mostrar en cuanto a seres primigenios de bajo presupuesto se refiere. Maestro del terror y gran conocedor de los recursos del género, el director norteamericano maneja a su antojo los resortes visuales, jugando con los colores y la fotografía para generar malestar y desasosiego, angulares amplios y un retorcido ritmo. El guión resulta notable así como su desarrollo sostenido, virtudes ambas que acompasan las características formales ya mencionadas para concluir una gran película que todo amante del género fantástico debiera visionar. Si eres fan del terror, de Howard Philips Lovecraft y de la buena ciencia ficción, esta película no te decepcionará y te reencontrará con el Carpenter más querido por su gente.
27 de octubre de 2008
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veintiocho años después de Inferno, película donde Dario Argento se adentraba confusamente en la brujería y el mito de las Tres Madres (una de las más interesantes creencias desde la prehistoria euroasiática hasta casi nuestros días), el director italiano concluye la trilogía que abriera, involuntariamente, Suspiria. Si bien la primera de las tres obras es la que visualmente alcanza las mejores cotas, no ya solo de las tres partes que componen el tríptico, sino posiblemente de toda la filmografía de Argento, la conclusión plasmada en esta La Terza Madre supone una sustancial mejora sobre los anteriores trabajos del autor. Decir que su última buena obra fue Inferno, película que data de 1980, es decir mucho. Desde ese momento, en mi opinión, el director italiano ha vagado a la deriva entre el giallo y el terror con escasos méritos, peor fortuna y menor reconocimiento de sus seguidores. Entre ellos, el que suscribe, había perdido la esperanza de recuperar a aquel director y productor que, en otra época, fuera estandarte del terror europeo, azuzando festivales con obras de acendrada estética y fotografía mientras se codeadara con los maestros del género (Romero, Cronenberg, Carpenter, Buttgereit...). La Tercera Madre nos devuelve a su época dorada, con un ambiente tenebroso, preñado de referencias ocultistas y a la tradición de la brujeria medieval europea, un buen uso del gore (las muertes son realmente salvajes) y contundentes efectos especiales de los cuales, pese a la tendencia actual del cine comercial y de terror, no abusa en demasia. La banda sonora, de Claudio Simonetti, y los efectos ambientales son muy acertados, potenciando el desasosiego y tensión a la que el espectador es sometido. Estando las cosas como están, cuando ya nadie daba un céntimo por Argento, el italiano ha resurgido cual ave fénix para regalarnos una película que, sin ser grandiosa, de esas que marcan con el visionado y van ganando con los subsecuentes, retorna a sus mejores momentos y entretiene a los amantes del género durante todo su espectral desarrollo. Brujas, magia negra, violencia gáfrica, atmósfera apocalíptica,... se conjugan de manera acertada para componer un final más que aceptable a la trilogía que, sin proponérselo, Dario Argento abriera 31 años atrás. Recomendable.
1 de febrero de 2010
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan mala como divertida, Story of Ricky (Riki-Oh) es una exagerada salvajada de serie z oriental, con todo lo que dicha etiqueta implica. Manga, gore artesanal a raudales, artes marciales, caspa a toneladas, malas actuaciones, deplorable guión… todo ello, como debe ser, adobado en excéntrico humor oriental (voluntario e involuntario). Estas características hacen de este atentado contra el cine un divertimento para los forajidos sin escrúpulos de este séptimo arte, tomado demasiado en serio en muchas ocasiones.

Plagada de errores, la película recorre en su hora y media de ínfimo presupuesto los rincones de una futurista y viciada cárcel donde, al más ortodoxo estilo arcade, el protagonista se enfrenta a diversos enemigos hasta llegar a los “malos finales de cada fase”, la temible Banda de los Cuatro que, bajo la supervisión de un cruento alcaide, controlan la prisión y sus turbios negocios. La premisa, irrelevante y banal, solo vale para mostrar las tropelías surgidas de enfermas mentes cultivadas en soja. Los efectos especiales, hijos del momento histórico, son de pasmosa cutrez pero consiguen lo que persiguen: adornar lo que de otra manera no pasaría de ser un catálogo de lo que en cine no se debe hacer.

Cabezas que estallan por los golpes, tripas arrancadas, tendones cercenados, exageradas armas, tanto cortantes como romas, que mutilan o aplastan miembros y extremidades, ojos arrancados… son algunas de las sutilezas que pululan por la obra, con la sana intención divertir y, menos mal, ornar el escasísimo (por no decir nulo) interés que la trama pueda generar.

Vamos, que si no te va la caspa, el cutrerío oriental salpicado por tremendas dosis de hemoglobina y tripas, la psicotronía más pura y dura pasada por el cedazo amarillo, puedes ahorrarte esta pieza underground menor del cine del extremo oriente. Si, por el contrario, eres curioso, transiges o simplemente (¡no lo confieses en público!) disfrutas con la bizarría oriental y sus obsesiones más viles y sevicias, esta peli te hará pasar un entretenido rato. Eso sí, no olvides frotarte los ojos de vez en cuando para comprobar que lo que ves es "real" (en tanto en cuanto, alguien lo escribió, produjo, rodó...).

Mala como ella sola. Mala como solo la Serie Z oriental debe ser.

Y, por ello y solo si te consideras un irremediable e irreverente cinéfago, recomendable.
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