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5,4
7.987
7
17 de febrero de 2020
17 de febrero de 2020
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Color Out of Space es pura magia marca Spectrevision.
Una recomendadísima adaptación del cuento original de Lovecraft, y sólido despegue para una potencial trilogía de películas ambientada en Arkham y el mythos del legendario autor, consistente con el estilo de nostalgia ochentera de esta casa productora, además de ser SORPRENDENTEMENTE RESPETUOSA con el espíritu del relato original, haciendo sus respectivas vuelcas de tuerca para modernizar el relato.
No tiene a Panos Kosmatos dirigiendo, pero tiene al (más legendario que nunca) Richard Stanley a la cabeza, quién lideró la producción de la maldita Isla del Dr. Moreau de los 90s, antes de forzosamente cederla a John Frankenheimer, en una epopeya ridícula documentada para la posteridad en el interesantísimo documental Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley Island of Doctor Moureau.
Nic Cage en su registro habitual, en un descenso maniacal de cocción lenta, junto a un reparto de niños que funciona a la perfección y una maravillosa Joely Richardson en una película que huele añeja incluso para el 2019. La producción, con retazos de Mandy en su eclecticismo, que brilla más cuando hace brujería con los efectos analógicos, muy en línea con el estilo Carpenter.
De lo mejor del cine de género, y potencialmente la mejor adaptación de Lovecraft (y su feeling) desde At the Mouth of Madness. ¿Podría haber sido mejor? definitivamente, pero aun así, lo que se logró con el presupuesto me pareció maravilloso.
Una recomendadísima adaptación del cuento original de Lovecraft, y sólido despegue para una potencial trilogía de películas ambientada en Arkham y el mythos del legendario autor, consistente con el estilo de nostalgia ochentera de esta casa productora, además de ser SORPRENDENTEMENTE RESPETUOSA con el espíritu del relato original, haciendo sus respectivas vuelcas de tuerca para modernizar el relato.
No tiene a Panos Kosmatos dirigiendo, pero tiene al (más legendario que nunca) Richard Stanley a la cabeza, quién lideró la producción de la maldita Isla del Dr. Moreau de los 90s, antes de forzosamente cederla a John Frankenheimer, en una epopeya ridícula documentada para la posteridad en el interesantísimo documental Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley Island of Doctor Moureau.
Nic Cage en su registro habitual, en un descenso maniacal de cocción lenta, junto a un reparto de niños que funciona a la perfección y una maravillosa Joely Richardson en una película que huele añeja incluso para el 2019. La producción, con retazos de Mandy en su eclecticismo, que brilla más cuando hace brujería con los efectos analógicos, muy en línea con el estilo Carpenter.
De lo mejor del cine de género, y potencialmente la mejor adaptación de Lovecraft (y su feeling) desde At the Mouth of Madness. ¿Podría haber sido mejor? definitivamente, pero aun así, lo que se logró con el presupuesto me pareció maravilloso.

7,0
28.016
10
17 de diciembre de 2018
17 de diciembre de 2018
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un tipo de violencia que solo existe en Latinoamérica. Una violencia exclusiva y elitista; pero lo es mientras se baña en barro, en mierda, miseria y misoginia. Porque la violencia de género no son solo los mojones mentales que nos pinta el primer mundo.
La violencia de Roma es la violencia del tercer mundo con aires de primermundismo, que se está moviendo para allá. Que de verdad lo intenta, pero es incapaz de lograrlo. La violencia de los inadaptados, de los parias, los rechazados. Los adoptados.
La violencia que da bofetón tras bofetón, mientras los telones de fondo suben, y bajan, y pasan los políticos por el backstage; los partidos, las ideas, las mujeres y los hombres. Pero todo por el backstage, porque el centro de la acción para nosotros los latinoaméricanos no son ni las ideas, ni la política, ni las mujeres o los hombres.
Nuestra vida gira alrededor de la violencia. Violencia de los recién nacidos, los nacidos muertos, los adúlteros, los mentirosos, los criminales. Aquel que abusa del que no tiene poder. La violencia que destruye los sueños de aquellos que empiezan soñar. La violencia de México. La de Venezuela, la de Cuba. La violencia del hombre moreno. Violencia a la romana.
Cuarón hace su mejor película, y la mejor película mexicana de lo que va de siglo. La hace sin El Chivo; la hace a la antigua. La hace mejor.
No hace una película feminista. No hace cine panfletario, ni denuncia social hedionda a izquierda. Todas malas costumbres del continente. Hace cine humano, universal. Resonante y emocionalmente potente. Cine bello, cine puro.
El cine más bello y más puro no lo es porque sus planos secuencia hayan sido grabados con una Alexa 65, o porque sus actores se coman las emociones como un Kirby que se tragó El Método Stanislavsky. El cine más bello y más puro es aquel que desteje la memoria para exhibirla por nosotros, para nosotros. Tender un mosaico hecho de tiempo, como haya dicho mil y un veces Tarkovsky. Transportarnos a recuerdos que en primer lugar nunca tuvimos, porque la memoria es colectiva. El cine es colectivo.
Roma es cine. Cine hecho bien.
La violencia de Roma es la violencia del tercer mundo con aires de primermundismo, que se está moviendo para allá. Que de verdad lo intenta, pero es incapaz de lograrlo. La violencia de los inadaptados, de los parias, los rechazados. Los adoptados.
La violencia que da bofetón tras bofetón, mientras los telones de fondo suben, y bajan, y pasan los políticos por el backstage; los partidos, las ideas, las mujeres y los hombres. Pero todo por el backstage, porque el centro de la acción para nosotros los latinoaméricanos no son ni las ideas, ni la política, ni las mujeres o los hombres.
Nuestra vida gira alrededor de la violencia. Violencia de los recién nacidos, los nacidos muertos, los adúlteros, los mentirosos, los criminales. Aquel que abusa del que no tiene poder. La violencia que destruye los sueños de aquellos que empiezan soñar. La violencia de México. La de Venezuela, la de Cuba. La violencia del hombre moreno. Violencia a la romana.
Cuarón hace su mejor película, y la mejor película mexicana de lo que va de siglo. La hace sin El Chivo; la hace a la antigua. La hace mejor.
No hace una película feminista. No hace cine panfletario, ni denuncia social hedionda a izquierda. Todas malas costumbres del continente. Hace cine humano, universal. Resonante y emocionalmente potente. Cine bello, cine puro.
El cine más bello y más puro no lo es porque sus planos secuencia hayan sido grabados con una Alexa 65, o porque sus actores se coman las emociones como un Kirby que se tragó El Método Stanislavsky. El cine más bello y más puro es aquel que desteje la memoria para exhibirla por nosotros, para nosotros. Tender un mosaico hecho de tiempo, como haya dicho mil y un veces Tarkovsky. Transportarnos a recuerdos que en primer lugar nunca tuvimos, porque la memoria es colectiva. El cine es colectivo.
Roma es cine. Cine hecho bien.
10
17 de marzo de 2023
17 de marzo de 2023
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mejor contenido de Star Wars en más de una década. Reivindicando la sensibilidad política de Star Wars con inteligencia y gusto, repleta de personajes e interpretaciones memorables y con un desarrollo increíblemente visceral, Andor pasó de ser el producto que menos me interesaba dentro de la oferta moderna de Star Wars a mi serie favorita de todo el año 2022.
Imperdible, tanto para fanáticos de la franquicia como cualquiera interesado en la buena televisión. Tony Gilroy hilvana con destreza sin igual una exploración de la naturaleza política tras la maquinaria imperial, el lado más insidioso de la rebelión, y en general, comenta y hace preguntas difíciles respecto a la naturaleza de la incipiente alianza rebelde; ¿qué tanto se justifica el terrorismo ante el absolutismo fascista? y muchas más interrogantes que promete explorar a lo largo de esta serie.
Imperdible, tanto para fanáticos de la franquicia como cualquiera interesado en la buena televisión. Tony Gilroy hilvana con destreza sin igual una exploración de la naturaleza política tras la maquinaria imperial, el lado más insidioso de la rebelión, y en general, comenta y hace preguntas difíciles respecto a la naturaleza de la incipiente alianza rebelde; ¿qué tanto se justifica el terrorismo ante el absolutismo fascista? y muchas más interrogantes que promete explorar a lo largo de esta serie.
17 de septiembre de 2019
17 de septiembre de 2019
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una deliciosa gamberrada a medio camino entre las sensibilidades de un Tarantino muy Tornatore y un Quentin muy Tarantino. Sigue siendo cine de calidad, hecho con amor y respeto (profundísimo) por el medio; y es que por motivos perfectamente válidos a este señor le siguen llamando el último gran cineasta norteamericano (aunque no sea un criterio que comparto).
La manera en la que confecciona una estética que celebra el star system mientras lo denuncia y defiende las particularidades (arbitrariedades) e idiosincrasia de la élite artística recuerda mucho a los ejercicios de comentario metacinematográfico que hicieron en su momento genios como Fellini, Welles o el Tornatore de Cinema Paradiso.
Pero aunque ese ejercicio de comentarismo más o menos esté ahí, se queda tibio. He ahí mi problema con la película: el comentario tímido. No muestra la garra, ni el filo. Con un miedo atípico viniendo de un bestia que de tener que apuñalar al gremio de producción solo para que no le tocaran el color grading lo habría hecho, y sin embargo, aquí se muestra como somnoliento y sin ganas de entrar en polémica.
Como un artista derrotado que en una humillación final tenía que permitirle a la Sony el atravesar la retina del espectador con un ciclópeo logotipo antes de que los créditos iniciales (Siempre tan importantes en el cine de este hombre) hiciesen acto de presencia.
No logro sacarme de encima la sensación de que algo no terminó de germinar, a medio camino se pudrió y el hijo pródigo del nuevo Hollywood se dio por satisfecho aun estando a medio hacer.
Me emocionaba la idea de enfrentarme a la susodicha película más personal de Tarantino, como si eso fuese garantía de algún tipo de consistencia (al menos intelectualmente) en el comentario que buscaba hacer.
Una hora y 40 minutos de película y la primera tanda de gente ya había empezado a abandonar la sala.
Los entendí totalmente.
La manera en la que confecciona una estética que celebra el star system mientras lo denuncia y defiende las particularidades (arbitrariedades) e idiosincrasia de la élite artística recuerda mucho a los ejercicios de comentario metacinematográfico que hicieron en su momento genios como Fellini, Welles o el Tornatore de Cinema Paradiso.
Pero aunque ese ejercicio de comentarismo más o menos esté ahí, se queda tibio. He ahí mi problema con la película: el comentario tímido. No muestra la garra, ni el filo. Con un miedo atípico viniendo de un bestia que de tener que apuñalar al gremio de producción solo para que no le tocaran el color grading lo habría hecho, y sin embargo, aquí se muestra como somnoliento y sin ganas de entrar en polémica.
Como un artista derrotado que en una humillación final tenía que permitirle a la Sony el atravesar la retina del espectador con un ciclópeo logotipo antes de que los créditos iniciales (Siempre tan importantes en el cine de este hombre) hiciesen acto de presencia.
No logro sacarme de encima la sensación de que algo no terminó de germinar, a medio camino se pudrió y el hijo pródigo del nuevo Hollywood se dio por satisfecho aun estando a medio hacer.
Me emocionaba la idea de enfrentarme a la susodicha película más personal de Tarantino, como si eso fuese garantía de algún tipo de consistencia (al menos intelectualmente) en el comentario que buscaba hacer.
Una hora y 40 minutos de película y la primera tanda de gente ya había empezado a abandonar la sala.
Los entendí totalmente.
8 de febrero de 2015
8 de febrero de 2015
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inmediata fue mi necesidad, mejor dicho, mi deber, de abrir una cuenta en Filmaffinity después de cinco años seguidos de uso regular de la plataforma. No es para menos, me atrevería a decir, que se trata de la obra más personal e inteligente de Iñárritu. Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) es, la mejor película que he visto en mi vida. Sublime de principio a fin, batería jazz fusión incluida (Antonio Sánchez embelleciendo cada escena hacia niveles insospechables, dándole ese toque mágico, neonoir, vintage) junto con una fotografía que bebe directamente de la cámara secuencial constante de Gravity, no siendo para menos, ya que se trata de el mismo director de fotografía; quizá guste más a unos que a otros, sin embargo no pierde en lo absoluto el mérito técnico, la precisión y el cuidado con la que está realizada cada escena. ¿O debería decir, toda una gran escena que compone el todo que es Birdman?.
Onírica por momentos, surrealista, hiperrealista, poética, desenfrenada, lenta, rápida, filosófica. Todo menos vacía. Alejandro G. Iñárritu arma una épica de magnitudes quizá no igual de colosales que Interestelar, por decir algo. Pero si Interestelar lograba llegar al corazón, cuidado, porque Birdman te lo sacará de raíz para colocarlo nuevamente en su sitio y hacerle sentir más cómodo que nunca.
La inesperada virtud de Michael Keaton queda patente a lo ancho y largo de las dos horas de metraje que componen esta obra maestra. La resurrección del Bruno Díaz de Tim Burton le dota de un aspecto sucio y desenamorado, que, ¿por qué no? Es fenomenal. Edward Norton haciendo básicamente de... Edward Norton, ese Edward Norton increíblemente camaleónico que nos hizo odiarle, amarle, rogarle y llorarle en American History X. No menos genial es la interpretación de la siempre hermosa y natural Emma Stone. Un Zach Galifianakis estelar, logrando el equilibrio perfecto entre su presencia risible de por sí misma y una profundidad emocional nunca antes vista en el (una profundidad emocional de la que absolutamente todo el elenco hace gala). Naomi Watts y Amy Ryan no quedan atrás.
Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Jr, y Armando Bo conjuran un guion que de no llevarse el Oscar este año me vuelo los huevos. Un guion que literaliza la clase de magia que el impresionismo pictórico de Manet infundió a la literatura de los hermanos Goncourt. Un guion que antagoniza al realismo para posteriormente irse de las manos con él, quizá mimetizándose con la relación entre los personajes que interpretan Michael Keaton y Amy Ryan durante la película. En pocas palabras, un guion perfecto.
Soy de los que no le gusta revelar absolutamente un solo vestigio de la trama de un filme. Nada mejor que llevarse una agradable sorpresa sin saber que se tiene entre manos, como el recibir un regalo de cumpleaños luego de haberte olvidado que el océano del tiempo nunca para de correr. Así que concluiré de una forma bastante cliché en el mundo de las críticas en general, con etiquetas. Oh, mierda, acabo de soltarme un spoiler.
Hermosa, profunda, adictiva, divertida, inteligente, perfecta. Esas son las inesperadas virtudes de la última novedad de Iñárritu.
Danos más, amigo.
Onírica por momentos, surrealista, hiperrealista, poética, desenfrenada, lenta, rápida, filosófica. Todo menos vacía. Alejandro G. Iñárritu arma una épica de magnitudes quizá no igual de colosales que Interestelar, por decir algo. Pero si Interestelar lograba llegar al corazón, cuidado, porque Birdman te lo sacará de raíz para colocarlo nuevamente en su sitio y hacerle sentir más cómodo que nunca.
La inesperada virtud de Michael Keaton queda patente a lo ancho y largo de las dos horas de metraje que componen esta obra maestra. La resurrección del Bruno Díaz de Tim Burton le dota de un aspecto sucio y desenamorado, que, ¿por qué no? Es fenomenal. Edward Norton haciendo básicamente de... Edward Norton, ese Edward Norton increíblemente camaleónico que nos hizo odiarle, amarle, rogarle y llorarle en American History X. No menos genial es la interpretación de la siempre hermosa y natural Emma Stone. Un Zach Galifianakis estelar, logrando el equilibrio perfecto entre su presencia risible de por sí misma y una profundidad emocional nunca antes vista en el (una profundidad emocional de la que absolutamente todo el elenco hace gala). Naomi Watts y Amy Ryan no quedan atrás.
Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Jr, y Armando Bo conjuran un guion que de no llevarse el Oscar este año me vuelo los huevos. Un guion que literaliza la clase de magia que el impresionismo pictórico de Manet infundió a la literatura de los hermanos Goncourt. Un guion que antagoniza al realismo para posteriormente irse de las manos con él, quizá mimetizándose con la relación entre los personajes que interpretan Michael Keaton y Amy Ryan durante la película. En pocas palabras, un guion perfecto.
Soy de los que no le gusta revelar absolutamente un solo vestigio de la trama de un filme. Nada mejor que llevarse una agradable sorpresa sin saber que se tiene entre manos, como el recibir un regalo de cumpleaños luego de haberte olvidado que el océano del tiempo nunca para de correr. Así que concluiré de una forma bastante cliché en el mundo de las críticas en general, con etiquetas. Oh, mierda, acabo de soltarme un spoiler.
Hermosa, profunda, adictiva, divertida, inteligente, perfecta. Esas son las inesperadas virtudes de la última novedad de Iñárritu.
Danos más, amigo.
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