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6
19 de abril de 2011
19 de abril de 2011
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pena. Una auténtica pena que a Ridley Scott se le fuera de las manos la oportunidad de haber hecho una obra maestra. Lo tenía todo: buenos actores (y no me refiero a Gérard Depardieu), buena fotografía, excelentes exteriores y una magnífica banda sonora.
Y lo que venía ahora me lo han invalidado porque no todo el mundo sabe quién es Cristóbal Colón ni lo que hizo... reconozco que yo no tenía claro si pasó a la historia por inventar la colonoscopia o por si hizo... lo que está en el spoiler.
La cinta cambia y decae estrepitosamente a partir de la mitad aproximadamente, tornándose un filme lleno de convencionalismos y de estereotipos, donde aparecen los malvados y ambiciosos nobles reclamando su parte del nuevo mundo o los religiosos ávidos de almas paganas. No niego que no fuera así, pues la conquista de América fue el comienzo de una larga guerra con los aborígenes y una continua lucha de poder entre los nobles españoles, pero Scott no logra mantener el interés de la primera parte y ofrece una especie de filme de acción donde se centra más bien en el rifi-rafe entre Adrián de Mújica (Michael Wincott), un oscuro (y gótico) noble sediento de sangre pagana, y Colón.
Al ser una co-producción anglosajona y española, en el reparto se mezclan nombres destacados como Armand Assante (inolvidable Ulises de la miniserie "La Odisea"), Sigourney Weaver y Michael Wincott con nuestros compatriotas Fernando Rey y Ángela Molina, ambos con escasa aparición pero muy acertada. Hicieron mucha más sombra que un poco creíble Gérard Depardieu, más perdido en su papel que su carabela de camino a las indias.
Una lástima, pues si por algo se recuerda a esta película es por su inmortal banda sonora. Lo siento Ridley, otra vez será.
Y lo que venía ahora me lo han invalidado porque no todo el mundo sabe quién es Cristóbal Colón ni lo que hizo... reconozco que yo no tenía claro si pasó a la historia por inventar la colonoscopia o por si hizo... lo que está en el spoiler.
La cinta cambia y decae estrepitosamente a partir de la mitad aproximadamente, tornándose un filme lleno de convencionalismos y de estereotipos, donde aparecen los malvados y ambiciosos nobles reclamando su parte del nuevo mundo o los religiosos ávidos de almas paganas. No niego que no fuera así, pues la conquista de América fue el comienzo de una larga guerra con los aborígenes y una continua lucha de poder entre los nobles españoles, pero Scott no logra mantener el interés de la primera parte y ofrece una especie de filme de acción donde se centra más bien en el rifi-rafe entre Adrián de Mújica (Michael Wincott), un oscuro (y gótico) noble sediento de sangre pagana, y Colón.
Al ser una co-producción anglosajona y española, en el reparto se mezclan nombres destacados como Armand Assante (inolvidable Ulises de la miniserie "La Odisea"), Sigourney Weaver y Michael Wincott con nuestros compatriotas Fernando Rey y Ángela Molina, ambos con escasa aparición pero muy acertada. Hicieron mucha más sombra que un poco creíble Gérard Depardieu, más perdido en su papel que su carabela de camino a las indias.
Una lástima, pues si por algo se recuerda a esta película es por su inmortal banda sonora. Lo siento Ridley, otra vez será.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ridley empezó haciéndolo bastante bien. La película narra la historia de Cristóbal Colón (Depardieu) y su tesón para intentar demostrar que había otra ruta para llegar a las Indias sin tener que circunnavegar la costa africana, basado en que la Tierra es redonda. Ridley Scott nos muestra esa lucha por hacerse entender frente a la escéptica sociedad española hasta que la mismísima reina Isabel (una deslumbrante Sigourney Weaver) le cree y le da vía libre para hacer realidad su sueño. Armando tres calaberas con B (las archiconocidas "Pinta", "Niña" y "Santa María") emprende el viaje hacia lo desconocido cruzando el vasto océano que lo separa del fin del mundo o del paraíso.
Pues bien, no hace falta espoilear (aunque me obligan a ello) que Colón consigue atisbar tierras americanas después de mucho penar por la mar océana, mientras que la música de Vangelis acompaña como un himno a la gloria de la superación humana. Ahí debió acabar, dejando la conquista como colofón a la aventura, con una sensación única y mágica grabándose en la retina gracias a la magnífica fotografía y a las maravillosas sensaciones que evoca el genial compositor griego. Hasta aquí, la película es excelente, con un ritmo correcto, bellas imágenes y muy bien narrada... pero Ridley Scott no se queda satisfecho y nos muestra otra clase de película después del desembarco.
Pues bien, no hace falta espoilear (aunque me obligan a ello) que Colón consigue atisbar tierras americanas después de mucho penar por la mar océana, mientras que la música de Vangelis acompaña como un himno a la gloria de la superación humana. Ahí debió acabar, dejando la conquista como colofón a la aventura, con una sensación única y mágica grabándose en la retina gracias a la magnífica fotografía y a las maravillosas sensaciones que evoca el genial compositor griego. Hasta aquí, la película es excelente, con un ritmo correcto, bellas imágenes y muy bien narrada... pero Ridley Scott no se queda satisfecho y nos muestra otra clase de película después del desembarco.

4,2
5.768
6
3 de diciembre de 2010
3 de diciembre de 2010
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces es difícil puntuar ciertas películas pues no sabes con qué quedarte: con los efectos especiales, con las actuaciones, con la historia o con cualquier otra cosa destacable. También depende mucho de los gustos de cada uno, o de cómo tengas el cuerpo ese día, y de muchos factores más. Sólo las obras maestras están exentas de esos detalles subjetivos, pues no se ven afectadas por estados de ánimo ni nada por el estilo, son obras maestras siempre.
Stealth no es el caso. Stealth hay que verla porque te gusta el cine de acción, si no, más vale que te olvides. Stealth es sólo ruido y fuegos artificiales, pero da espectáculo. A los amantes del género entretendrá sobremanera, pues está plagada de explosiones, tiros, persecuciones por encima de la velocidad del sonido, alta tecnología y un sinfín de elementos propios del género.
Su puesta en escena es excesivamente simple. El convencionalismo se impone en todo: en la historia, en las actuaciones (horriblemente pésimas, no se salva ni la Jessica Biel), en el desarrollo y en el final. El único interés de la película es la tremenda colección de efectos especiales que tiene, a cual más espectacular, que harán las delicias del público menos exigente y necesitado de efectos visuales impactantes para amortizar la entrada o el DVD. Porque ya estamos como siempre: quien pague por ver esta película ya sabe lo que va a ver, y considero un ignorante de la vida quien se esperase otra cosa que no fuera justo lo que ya da a entender el mismo cartel.
Stealth es una americanada absoluta pero cumple con su cometido para con los aficionados al género de acción, que no es poco.
Stealth no es el caso. Stealth hay que verla porque te gusta el cine de acción, si no, más vale que te olvides. Stealth es sólo ruido y fuegos artificiales, pero da espectáculo. A los amantes del género entretendrá sobremanera, pues está plagada de explosiones, tiros, persecuciones por encima de la velocidad del sonido, alta tecnología y un sinfín de elementos propios del género.
Su puesta en escena es excesivamente simple. El convencionalismo se impone en todo: en la historia, en las actuaciones (horriblemente pésimas, no se salva ni la Jessica Biel), en el desarrollo y en el final. El único interés de la película es la tremenda colección de efectos especiales que tiene, a cual más espectacular, que harán las delicias del público menos exigente y necesitado de efectos visuales impactantes para amortizar la entrada o el DVD. Porque ya estamos como siempre: quien pague por ver esta película ya sabe lo que va a ver, y considero un ignorante de la vida quien se esperase otra cosa que no fuera justo lo que ya da a entender el mismo cartel.
Stealth es una americanada absoluta pero cumple con su cometido para con los aficionados al género de acción, que no es poco.
8
27 de septiembre de 2010
27 de septiembre de 2010
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si vemos en los títulos de crédito de una película el tándem Russell Mulcahy - Christopher Lambert, nos podríamos echar a temblar con total seguridad... siempre que no se trate de "Los Inmortales".
La carta de presentación de Russell Mulcahy en el mundo del cine fue esta cinta de extraña mezcla entre el moderno thriller urbano y la aventura épica de espada y brujería. Trata de unos seres humanos que, sin saber muy bien por qué (no se llega a explicar), poseen el don de la inmortalidad. Siempre han existido a lo largo de los siglos y están destinados a pelear entre ellos de forma que "sólo puede quedar uno". A ese "Uno" le será otorgado "el Premio", el cual se desvela alguna pincelada en la película pero tampoco se queda claro.
Christopher Lambert consigue algún que otro registro destacable, algo ya de por sí increíble en un actor tan poco dado a la expresión emocional. Su papel del inmortal Connor MacLeod es, con diferencia, el mejor de su carrera, y lo mismo se podría decir de un director tan mediocre como Russell Mulcahy, con títulos posteriores de muy escasa calidad.
El contraste entre los claroscuros urbanos y las bellísimas imágenes de las Highlands escocesas supone cierto toque de originalidad a una cinta un tanto convencional pero con destellos de calidad en algunos tramos. La idea romántica de inmortalidad como una maldición podría haber dado mucho más juego, como canta Freddie Mercury en su también inmortal canción "Who Wants to Live Forever" en uno de los momentos más emotivos del filme, pero la cinta es entretenida y, junto con la banda sonora de los míticos Queen (ellos sí que son inmortales), elevan la puntuación de la película hasta un notable bajo.
Lástima que el propio Russell Mulcahy destrozara su propia película en la secuela y acabara rematando la faena Andrew Morahan en la tercera, y así un largo etcétera de caídas libres conforme iban saliendo películas de la saga.
Como reza el leit-motiv principal del filme, "sólo debería haber quedado una".
La carta de presentación de Russell Mulcahy en el mundo del cine fue esta cinta de extraña mezcla entre el moderno thriller urbano y la aventura épica de espada y brujería. Trata de unos seres humanos que, sin saber muy bien por qué (no se llega a explicar), poseen el don de la inmortalidad. Siempre han existido a lo largo de los siglos y están destinados a pelear entre ellos de forma que "sólo puede quedar uno". A ese "Uno" le será otorgado "el Premio", el cual se desvela alguna pincelada en la película pero tampoco se queda claro.
Christopher Lambert consigue algún que otro registro destacable, algo ya de por sí increíble en un actor tan poco dado a la expresión emocional. Su papel del inmortal Connor MacLeod es, con diferencia, el mejor de su carrera, y lo mismo se podría decir de un director tan mediocre como Russell Mulcahy, con títulos posteriores de muy escasa calidad.
El contraste entre los claroscuros urbanos y las bellísimas imágenes de las Highlands escocesas supone cierto toque de originalidad a una cinta un tanto convencional pero con destellos de calidad en algunos tramos. La idea romántica de inmortalidad como una maldición podría haber dado mucho más juego, como canta Freddie Mercury en su también inmortal canción "Who Wants to Live Forever" en uno de los momentos más emotivos del filme, pero la cinta es entretenida y, junto con la banda sonora de los míticos Queen (ellos sí que son inmortales), elevan la puntuación de la película hasta un notable bajo.
Lástima que el propio Russell Mulcahy destrozara su propia película en la secuela y acabara rematando la faena Andrew Morahan en la tercera, y así un largo etcétera de caídas libres conforme iban saliendo películas de la saga.
Como reza el leit-motiv principal del filme, "sólo debería haber quedado una".

5,7
55.485
6
6 de mayo de 2010
6 de mayo de 2010
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva y explosiva fantasmada del mayor exponente del cine palomitero, sin menospreciar a Roland Emmerich.
El auge de películas que usan famosas líneas de juguetes como excusa argumental se ha puesto de moda en el cine reciente. La pionera de este, digamos, sub-sub-sub-género, fue "Masters del Universo" de 1987, con Dolph Lundgren como He-Man, de la que guardo un recuerdo especial por ser la primera película que se hacía con mis muñecos favoritos en "live action". Menuda sorpresa la mía ahora, un puñado de años después, al ver cómo están saltando a la pantalla grande también mis queridos "transformers" y los soldaditos de "G.I. Joe", pero no me hace la misma ilusión verlos ahora a mis 30 que si tuviera la misma edad que en 1987.
Exceptuando "G.I. Joe", más que nada, porque aún no la he visto, las películas de esta temática suelen ser bastante penosas en cuanto a argumento se refiere, y sólo sirven para dar espectáculo y hacer pasar un rato entretenido. Y "Transformers" no es más que eso, un espectáculo de fuegos artificiales y pirotecnia al estilo Michael Bay, aderezado con un humor resultón de block-buster y un romance tan comercial como la misma película.
Su ritmo vertiginoso tiene un poco de todo: momentos aburridos, momentos graciosos, momentos patéticos y, lo mejor de la película, los momentos de acción. Las peleas entre los super-robots venidos del espacio exterior son apoteósicas, y es sin duda lo más destacable de una cinta previsible a más no poder.
Ya que está de moda este tipo de cine, espero con ansia la película "Playmobil: la invasión de los enanos semiarticulados". Seguro que será un bombazo...
El auge de películas que usan famosas líneas de juguetes como excusa argumental se ha puesto de moda en el cine reciente. La pionera de este, digamos, sub-sub-sub-género, fue "Masters del Universo" de 1987, con Dolph Lundgren como He-Man, de la que guardo un recuerdo especial por ser la primera película que se hacía con mis muñecos favoritos en "live action". Menuda sorpresa la mía ahora, un puñado de años después, al ver cómo están saltando a la pantalla grande también mis queridos "transformers" y los soldaditos de "G.I. Joe", pero no me hace la misma ilusión verlos ahora a mis 30 que si tuviera la misma edad que en 1987.
Exceptuando "G.I. Joe", más que nada, porque aún no la he visto, las películas de esta temática suelen ser bastante penosas en cuanto a argumento se refiere, y sólo sirven para dar espectáculo y hacer pasar un rato entretenido. Y "Transformers" no es más que eso, un espectáculo de fuegos artificiales y pirotecnia al estilo Michael Bay, aderezado con un humor resultón de block-buster y un romance tan comercial como la misma película.
Su ritmo vertiginoso tiene un poco de todo: momentos aburridos, momentos graciosos, momentos patéticos y, lo mejor de la película, los momentos de acción. Las peleas entre los super-robots venidos del espacio exterior son apoteósicas, y es sin duda lo más destacable de una cinta previsible a más no poder.
Ya que está de moda este tipo de cine, espero con ansia la película "Playmobil: la invasión de los enanos semiarticulados". Seguro que será un bombazo...

6,5
2.809
7
3 de diciembre de 2024
3 de diciembre de 2024
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre las múltiples propuestas independientes que se muestran en Sitges siempre destaca alguna joyita que sorprende a los espectadores, los más acostumbrados a las bizarradas de todos los festivales. J.T. Mollner nos trae un thriller tan bien hilvanado y, sobre todo, montado, que cualquier comentario sobre la trama se puede convertir en spoiler. Sí podemos destacar varios puntos sobre cómo está planteado y sobre su factura técnica.
Mollner se inspira en los thrillers al uso para confeccionar tanto la historia como la manera de presentarla. La película se estructura por capítulos sin orden aparente, es decir, empieza por el tercero y continúa con los siguientes de forma desordenada, mostrando en cada uno de ellos información que responde a preguntas que el espectador se va planteando sobre la marcha. Es una forma magistral de montar una intriga; contar cachitos aparentemente incoherentes que en realidad están muy bien ordenados para que los giros del guion tengan un efecto más asombroso. En este sentido, el montaje cobra una importancia vital, y recuerda muy mucho al mejor Tarantino de “Reservoir Dogs” (1992).
A este magnífico montaje se le añade una fotografía que combina escenas coloristas con otras monocromáticas, jugando mucho con las perspectivas de los planos y acentuando así las emociones que se quieren transmitir al espectador. Hay escenas de gran calado, gracias también a la maestría de unas buenas actuaciones, principalmente las del papelón que nos regala Willa Fitzgerald.
Cabe destacar el tratamiento especial que Mollner le da a la inmortal balada de los Nazareth, “Love Hurts”, pieza importante de la película que conceptualmente queda de maravilla.
Por hache o por be, la mires por donde la mires, sacarás algo de la experiencia. Merece la pena.
Mollner se inspira en los thrillers al uso para confeccionar tanto la historia como la manera de presentarla. La película se estructura por capítulos sin orden aparente, es decir, empieza por el tercero y continúa con los siguientes de forma desordenada, mostrando en cada uno de ellos información que responde a preguntas que el espectador se va planteando sobre la marcha. Es una forma magistral de montar una intriga; contar cachitos aparentemente incoherentes que en realidad están muy bien ordenados para que los giros del guion tengan un efecto más asombroso. En este sentido, el montaje cobra una importancia vital, y recuerda muy mucho al mejor Tarantino de “Reservoir Dogs” (1992).
A este magnífico montaje se le añade una fotografía que combina escenas coloristas con otras monocromáticas, jugando mucho con las perspectivas de los planos y acentuando así las emociones que se quieren transmitir al espectador. Hay escenas de gran calado, gracias también a la maestría de unas buenas actuaciones, principalmente las del papelón que nos regala Willa Fitzgerald.
Cabe destacar el tratamiento especial que Mollner le da a la inmortal balada de los Nazareth, “Love Hurts”, pieza importante de la película que conceptualmente queda de maravilla.
Por hache o por be, la mires por donde la mires, sacarás algo de la experiencia. Merece la pena.
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