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Críticas ordenadas por utilidad
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5
25 de octubre de 2014
25 de octubre de 2014
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Tengo que comenzar por decir que soy, como se dice ahora y sin ironía, como hacen algunos, muy fan de Torrente. Desde la primera película. Más del personaje que de sus aventuras.
Ese individuo creado por Santiago Segura quedará grabado, mal que le pese a muchos, para siempre en la historia del cine español. No quedará en la historia del cine internacional y no porque no lo merezca, comparen con Mr. Hulot, Charlot o Cantinflas, si no porque no hemos confiado bastante en nosotros. Sí, en nosotros, digo. Porque Torrente es patrimonio nacional por mucho que algunos quieran esquivarlo y hacerse los suecos.
Este hombre, ruin, racista, machista, sucio, tramposo, traicionero, chulo, fantasma, ladrón, egoísta, cochambroso, que no se lava los calzoncillos sucios o se hace pildorillas, que prefiere ser cabeza de ratón antes que cola de león….es nuestro destilado.
Como un nuevo Jesucristo ha cargado con todas nuestras miserias y por nosotros se sacrifica. Si las pantallas fueran la cruz, no costaría nada imaginar a Torrente mirando al cielo y diciendo aquello de: ¡Perdónalos padre, Toni Leblanc guiñando un ojo, porque no saben lo que ven!
Nadie se atreverá a negar que la mejor manera de quitarse de encima un defecto, un vicio, una debilidad, es empezar por reconocerla, por admitirla. Pues Santiago Segura como un Dios guasón, genial y un poco cabroncete nos lo ha puesto no en bandeja si no en pantalla.
Si no fuera así de que iba a pasar eso de que todo el que es invitado a participar en la saga lo haga encantado….porque todos quieren participar en algo que ya comienza a ser una comunión nacional, una catarsis golfa, gamberra pero no por eso menos verdadera de eso que somos cuando somos despreciables y egoístas.
No me cuesta nada imaginar un Torrente 25 con Santiago Segura ochentón, es más, se me hace la boca agua.
Y he de confesar que he escrito hasta aquí antes de verla pero que ahora que la he visto sólo se me ocurre añadir lo siguiente: Es la más floja de sus aventuras y que me hubiera gustado estar presente cuando le hicieron el artículo a Alec Baldwin para contratarlo. De verdad. Sobre todo si era Santiago Segura el encargado de convencerlo. Me lo estoy imaginando….Ja, Ja, Ja, Ja, Ja.
¿Y cuando Alec Baldwin se fue para casa con los cuatro anteriores Torrentes para verlos antes de dar el sí definitivo?……Ja, Ja, Ja, Ja.
Este Torrente 5, como mojón en la carretera de la infamia que nos corroe, se ha quedado atrás ya desde su estreno. Aunque quedan reflejados hechos recientemente acaecidos y vergonzosos y están en la cárcel alguno de los sinvergüenzas, no ha podido ser que esté dentro de la historia el sainete del virus del Ébola y la banda de los atracadores de Cajas de Ahorros más conocida como la banda de los Blakc Card…..así de rauda y veloz es la corrupción en España.
Una cosa les digo a los telespectadores que vayan a verla, no se pongan moralistas y exquisitos, déjense llevar por sus bajos instintos o por el niño gamberrete que llevan dentro. Torrente somos todos.
Y a Santiago Segura dos cosas: Que no cese y que mire si a la próxima lograr convencer a algún personaje “importante” de participar en ella. Yo le voy a dar algunos nombres, hay muchos más, que por su carácter y por su inclinación a la exhibición y la desvergüenza podían ser excelentes candidatos: José María Aznar en el papel de chulo-piscinas o político plano y ramplón. Esperanza Aguirre, como “madrina” de un grupo mafioso o vendedora de cerillas y demás complementos en cines y descampados. Alberto Ruiz Gallardón, como pagafantas y chico de los recados. Para tontos hay varios candidatos: Floriano, Alonso, Zapatero. Y luego con la caterva de alcaldes machistas y dicharacheros podía montar una tuna que fuera a cantarle una serenata a Ana Botella. Luego si quiere actores para encarnar a delincuentes, atracadores, ladrones y vagos…….la lista es interminable. Por no hablar de que si quiere sindicalistas tramposos y enanos traicioneros también hay de sobra. Eso y lo que vaya saliendo. Como se puede ver las dificultades del casting van a ser mínimas. Eso sí, cuando se les convoque al casting mejor dejar la cartera en casa.
Y ahora cinematográficamente hablando: El personaje es fantástico pero no hay que confiarlo todo a él. El guión y unos buenos secundarios también cuentan. Dicho esto último en plan amiguete.
Ese individuo creado por Santiago Segura quedará grabado, mal que le pese a muchos, para siempre en la historia del cine español. No quedará en la historia del cine internacional y no porque no lo merezca, comparen con Mr. Hulot, Charlot o Cantinflas, si no porque no hemos confiado bastante en nosotros. Sí, en nosotros, digo. Porque Torrente es patrimonio nacional por mucho que algunos quieran esquivarlo y hacerse los suecos.
Este hombre, ruin, racista, machista, sucio, tramposo, traicionero, chulo, fantasma, ladrón, egoísta, cochambroso, que no se lava los calzoncillos sucios o se hace pildorillas, que prefiere ser cabeza de ratón antes que cola de león….es nuestro destilado.
Como un nuevo Jesucristo ha cargado con todas nuestras miserias y por nosotros se sacrifica. Si las pantallas fueran la cruz, no costaría nada imaginar a Torrente mirando al cielo y diciendo aquello de: ¡Perdónalos padre, Toni Leblanc guiñando un ojo, porque no saben lo que ven!
Nadie se atreverá a negar que la mejor manera de quitarse de encima un defecto, un vicio, una debilidad, es empezar por reconocerla, por admitirla. Pues Santiago Segura como un Dios guasón, genial y un poco cabroncete nos lo ha puesto no en bandeja si no en pantalla.
Si no fuera así de que iba a pasar eso de que todo el que es invitado a participar en la saga lo haga encantado….porque todos quieren participar en algo que ya comienza a ser una comunión nacional, una catarsis golfa, gamberra pero no por eso menos verdadera de eso que somos cuando somos despreciables y egoístas.
No me cuesta nada imaginar un Torrente 25 con Santiago Segura ochentón, es más, se me hace la boca agua.
Y he de confesar que he escrito hasta aquí antes de verla pero que ahora que la he visto sólo se me ocurre añadir lo siguiente: Es la más floja de sus aventuras y que me hubiera gustado estar presente cuando le hicieron el artículo a Alec Baldwin para contratarlo. De verdad. Sobre todo si era Santiago Segura el encargado de convencerlo. Me lo estoy imaginando….Ja, Ja, Ja, Ja, Ja.
¿Y cuando Alec Baldwin se fue para casa con los cuatro anteriores Torrentes para verlos antes de dar el sí definitivo?……Ja, Ja, Ja, Ja.
Este Torrente 5, como mojón en la carretera de la infamia que nos corroe, se ha quedado atrás ya desde su estreno. Aunque quedan reflejados hechos recientemente acaecidos y vergonzosos y están en la cárcel alguno de los sinvergüenzas, no ha podido ser que esté dentro de la historia el sainete del virus del Ébola y la banda de los atracadores de Cajas de Ahorros más conocida como la banda de los Blakc Card…..así de rauda y veloz es la corrupción en España.
Una cosa les digo a los telespectadores que vayan a verla, no se pongan moralistas y exquisitos, déjense llevar por sus bajos instintos o por el niño gamberrete que llevan dentro. Torrente somos todos.
Y a Santiago Segura dos cosas: Que no cese y que mire si a la próxima lograr convencer a algún personaje “importante” de participar en ella. Yo le voy a dar algunos nombres, hay muchos más, que por su carácter y por su inclinación a la exhibición y la desvergüenza podían ser excelentes candidatos: José María Aznar en el papel de chulo-piscinas o político plano y ramplón. Esperanza Aguirre, como “madrina” de un grupo mafioso o vendedora de cerillas y demás complementos en cines y descampados. Alberto Ruiz Gallardón, como pagafantas y chico de los recados. Para tontos hay varios candidatos: Floriano, Alonso, Zapatero. Y luego con la caterva de alcaldes machistas y dicharacheros podía montar una tuna que fuera a cantarle una serenata a Ana Botella. Luego si quiere actores para encarnar a delincuentes, atracadores, ladrones y vagos…….la lista es interminable. Por no hablar de que si quiere sindicalistas tramposos y enanos traicioneros también hay de sobra. Eso y lo que vaya saliendo. Como se puede ver las dificultades del casting van a ser mínimas. Eso sí, cuando se les convoque al casting mejor dejar la cartera en casa.
Y ahora cinematográficamente hablando: El personaje es fantástico pero no hay que confiarlo todo a él. El guión y unos buenos secundarios también cuentan. Dicho esto último en plan amiguete.

6,6
17.069
8
6 de mayo de 2014
6 de mayo de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Recuerdo hace unos añitos cómo eran recibidas las películas “nuestras”. Con regocijo y rechazo, ambas reacciones extremas. Los había que se mondaban de risa o de pena y los había, que sesudamente entregados a las influencias externas arrugaban la nariz y ponían cara de absoluto asco. Sólo José Luis Berlanga parecía conciliar opiniones. Hoy algunas de estas películas son contempladas con respetuoso silencio y rondan nuestras mentes admisiones inconfesadas.
Gracias a quién sea, hace ya algunos años perdimos la vergüenza de ser españoles sin libertad y con boina, y cada vez más disfrutamos sin complejos de nuestras virtudes y nuestros defectos. Los últimos éxitos del cine español se parecen a los últimos éxitos de la cocina española, de la moda española, del deporte español y de la política española, no, perdón, que ésta sigue igual. En fin, que nos miramos y nos damos menos asco, salvo en el caso de la política como uno no se cansa de repetir. Como ha hecho Paco León en su película. Y es que no es para menos, si no para más.
La segunda película que ha realizado este atrevido director, arrebatado por la recia personalidad de su madre tiene defectos: Sobreactuación, poca originalidad, demasiado Almodóvar en la salsa, y un tufo de complacencia que deja ver el músculo fatuo del amor a uno mismo, cosa que yo siempre disculpo y que no hace falta explicar. Sin embargo, pasado el tiempo, no tengo la menor duda de que las dos películas de Paco León, así como la fantástica saga de Santiago Segura sobre su irrepetible “comemierdas” Torrente y algún otro film costumbrista de parecida factura serán visionados más con la intención de ver cómo respirábamos y nos enfrentábamos a nuestras miserias que disfrutar de unos momentos de ocio. Porque hay mucha mala leche y mucha pena debajo de tanta risa.
Así, cómo somos nosotros.
Si uno viaja por el país e interrelaciona con los naturales de cada sitio, raro será aquél en el que no encuentre a un parroquiano que no le diga que su pueblo es el que más bares tiene de todo el país, que los más brutos también tienen el honor de nacer allí…….. y, signo de modernidad y de cómo nos ha cambiado la democracia, añadirá que los dos últimos alcaldes han sido unos corruptos. Y se quedará tan pancho.
Y es que no conocemos otra forma de exorcizar nuestras miserias que aireándolas y esperar que la naturaleza de lo público con la fresca brisa de la exposición oreé las sabanas de nuestros más hediondos tufos.
No otra cosa hay en la película, mas me es fácil imaginar a Paco León dándole vueltas al hecho de que de entre tanta basura surjan flores como la que retrata en la película, sea este retrato fehaciente copia de su madre o no. Todos hemos podido contemplar en nuestra vida a este tipo de seres humanos tan bien plantadas en la vida. Con los pies en el suelo, porque cojones no tienen, y tirando hacia adelante contra viento y marea. Bebiéndose la vida a bocados a la vez que conscientes de que la vida las trituraba. Yo he tenido la suerte de conocer a dos, aunque ninguna era mi madre, pero me sirvieron de esperanza y gozo.
En las películas está la parte técnica y la parte artística. Los dos aspectos bien desarrollados dan para un producto equilibrado pero no siempre son garantía de óptimo resultado. Cuándo la parte técnica prima, el tornillo entra bien en la tuerca, pero la vida está en otra parte.
El arte se cisca siempre en las riendas y las acepta a regañadientes, nunca con complicidad, porque hacer camino es su objetivo y si no hay carretera, hay camino y si no tenebrosa senda que cruzar. Lo primordial es llegar. Cómo Carmina.
Sólo me ha crujido un poco esa debilidad reaccionaria, o pudor de hijo, de no permitir a la buena mujer darse un revolcón con el negro. Morirse con esa espinita le pone al personaje un pizquita de debilidad. Una debilidad que yo también pude ver en los dos ejemplos de los que he hablado antes. O quizás no sea crujido y lo que yo tomo por debilidad sea un respeto más allá de toda prepotencia a eso qué somos, tan frágil y bello, que aunque hay que tratarlo con respeto hay que evitar rallarlo.
Mi consejo es que hay que ver la película, aunque sólo sea por la lección magistral sobre el chocho colgón, que bien lo vale, a pesar de no ser perfecta en su transcurrir porque al fin y al cabo se parece a la vida.
Gracias a quién sea, hace ya algunos años perdimos la vergüenza de ser españoles sin libertad y con boina, y cada vez más disfrutamos sin complejos de nuestras virtudes y nuestros defectos. Los últimos éxitos del cine español se parecen a los últimos éxitos de la cocina española, de la moda española, del deporte español y de la política española, no, perdón, que ésta sigue igual. En fin, que nos miramos y nos damos menos asco, salvo en el caso de la política como uno no se cansa de repetir. Como ha hecho Paco León en su película. Y es que no es para menos, si no para más.
La segunda película que ha realizado este atrevido director, arrebatado por la recia personalidad de su madre tiene defectos: Sobreactuación, poca originalidad, demasiado Almodóvar en la salsa, y un tufo de complacencia que deja ver el músculo fatuo del amor a uno mismo, cosa que yo siempre disculpo y que no hace falta explicar. Sin embargo, pasado el tiempo, no tengo la menor duda de que las dos películas de Paco León, así como la fantástica saga de Santiago Segura sobre su irrepetible “comemierdas” Torrente y algún otro film costumbrista de parecida factura serán visionados más con la intención de ver cómo respirábamos y nos enfrentábamos a nuestras miserias que disfrutar de unos momentos de ocio. Porque hay mucha mala leche y mucha pena debajo de tanta risa.
Así, cómo somos nosotros.
Si uno viaja por el país e interrelaciona con los naturales de cada sitio, raro será aquél en el que no encuentre a un parroquiano que no le diga que su pueblo es el que más bares tiene de todo el país, que los más brutos también tienen el honor de nacer allí…….. y, signo de modernidad y de cómo nos ha cambiado la democracia, añadirá que los dos últimos alcaldes han sido unos corruptos. Y se quedará tan pancho.
Y es que no conocemos otra forma de exorcizar nuestras miserias que aireándolas y esperar que la naturaleza de lo público con la fresca brisa de la exposición oreé las sabanas de nuestros más hediondos tufos.
No otra cosa hay en la película, mas me es fácil imaginar a Paco León dándole vueltas al hecho de que de entre tanta basura surjan flores como la que retrata en la película, sea este retrato fehaciente copia de su madre o no. Todos hemos podido contemplar en nuestra vida a este tipo de seres humanos tan bien plantadas en la vida. Con los pies en el suelo, porque cojones no tienen, y tirando hacia adelante contra viento y marea. Bebiéndose la vida a bocados a la vez que conscientes de que la vida las trituraba. Yo he tenido la suerte de conocer a dos, aunque ninguna era mi madre, pero me sirvieron de esperanza y gozo.
En las películas está la parte técnica y la parte artística. Los dos aspectos bien desarrollados dan para un producto equilibrado pero no siempre son garantía de óptimo resultado. Cuándo la parte técnica prima, el tornillo entra bien en la tuerca, pero la vida está en otra parte.
El arte se cisca siempre en las riendas y las acepta a regañadientes, nunca con complicidad, porque hacer camino es su objetivo y si no hay carretera, hay camino y si no tenebrosa senda que cruzar. Lo primordial es llegar. Cómo Carmina.
Sólo me ha crujido un poco esa debilidad reaccionaria, o pudor de hijo, de no permitir a la buena mujer darse un revolcón con el negro. Morirse con esa espinita le pone al personaje un pizquita de debilidad. Una debilidad que yo también pude ver en los dos ejemplos de los que he hablado antes. O quizás no sea crujido y lo que yo tomo por debilidad sea un respeto más allá de toda prepotencia a eso qué somos, tan frágil y bello, que aunque hay que tratarlo con respeto hay que evitar rallarlo.
Mi consejo es que hay que ver la película, aunque sólo sea por la lección magistral sobre el chocho colgón, que bien lo vale, a pesar de no ser perfecta en su transcurrir porque al fin y al cabo se parece a la vida.
4
24 de marzo de 2014
24 de marzo de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Antes de que se decidan los Oscares y pueda suceder que le den a Gravity algo más que las gracias, quiero decirle a los socios de La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, no hay nada como ver de qué presume uno para saber de qué carece, que se lo piensen bien y no le den el premio a la que más convenga a los intereses económicos en vez de a la de más calidad y no hagan como en Eurovisión, que ellos sí que tienen donde elegir.
Al ver Gravity me quedó el regusto de sentir que podía haber sido otra cosa pero que se había quedado en una película de cowboys, con una vaquera de protagonista, y me acordé de Moon, una película también de ciencia-ficción del 2009, no sé por qué. Guardaba un recuerdo de ella no muy preciso. Así que la vi de nuevo.
En seguida me di cuenta de que el recuerdo se había disparado por contraste y semejanza. Algo muy raro. ¿Y en qué consistía ese contraste y esa semejanza? Pues en que una era una película profesional y la otra buscaba sin abandonar la profesionalidad el más allá de toda obra de arte. Y las unía el hecho de que ninguna de las dos había conseguido el objetivo de convertirse en película de referencia.
Cuando uno hace una película con Sandra Bullock y George Clooney no busca hacer arte, busca entretener, hacer pasar un buen rato. Y este film lo consigue. Pero las imágenes del espacio, tan extraordinarias, y el planteamiento de estar flotando en el todo o en la nada, según se mire, aparta a Gravity de una mera película de aventuras con un cowboy simpático y parlanchín, generoso y competente y una valerosa dama con arrestos, para meterla en ese campo del simbolismo que tan buenos rendimientos le da al cine en particular y al arte en general. El símbolo: Eso que late en la película que estás viendo pero que parece que no es el tema. Ese simbolismo que ha hecho de Blade Runner una obra de arte cinematográfica imperecedera.
Aquí en Gravity no late porque el guionista no está por la labor, no era eso lo que pretendía. Así la pequeñez del hombre frente al Planeta en el que vivimos, nuestra implacable labor de destrucción del mismo, nuestra soledad materializada en ese estar dentro de la segunda piel del traje de astronauta como todo nuestro universo vital y nuestra exposición a cualquier fenómeno gravitacional quedan como meros episodios anecdóticos de la historia para centrarnos en la consabida lucha por la supervivencia. Pero el símbolo es cabezón y nadie lo mangonea. Revolotea durante toda la proyección.
Cuando al final vemos a la protagonista ponerse de pie y echar a andar, de nuevo en la Tierra, caemos en la cuenta de que hemos visto una película de aventuras, entretenida, y los conatos del símbolo se quedan como algo fortuito. Que el final del film hubiese rondado el hecho de que el cuerpo de la astronauta quedase flotando en el espacio camino de la nada hasta morir le habría dado a la historia una dimensión más ambiciosa pero menos comercial. El final es una declaración en toda regla de que el negocio es el negocio. El arte ya lo harán otros.
En Moon pasa un poco al revés. Ya el que la historia esté armada sobre el concepto de lo que conocemos como “clon” demuestra que la intención del director es enfrentarnos con una película dónde se reflexiona sobre quién soy yo, que recuerdos son ciertos, cuales he inventado, a dónde me lleva la soledad, las mil personas que somos cada uno de nosotros, etc., etc. No quiere ser una película comercial. Y casi lo consigue, si no hubiera sido, primero por esa pandilla que viene a hacer limpieza a la luna y que nos mete de lleno en la dicotomía de las películas planas, con buenos y malos, y segundo por esa voz en off que nos informa de que el clon en la Tierra y sus confesiones han puesto en aprietos a la empresa que dirige el negocio lunar y la posibilidad de que el clon sea un chiflado o no, lo que nos introduce en el mercadeo tan actual de que lo que no es verdad es mentira. Como se ve, buenos y malos, verdades y mentiras, aderezos para una ensalada pero no para un plato exigente. Eso y unos diálogos que no acaban de sumergirnos en el desconcierto de verse a sí mismo más joven y activo. Con lo que eso podía haber dado de sí.
Y así, una porque no se ha querido y la otra porque no se ha podido, estas dos películas se quedan en meras películas del cine de entretenimiento.
El que le den, o no, uno o varios Oscares a Gravity no altera el producto.
Al ver Gravity me quedó el regusto de sentir que podía haber sido otra cosa pero que se había quedado en una película de cowboys, con una vaquera de protagonista, y me acordé de Moon, una película también de ciencia-ficción del 2009, no sé por qué. Guardaba un recuerdo de ella no muy preciso. Así que la vi de nuevo.
En seguida me di cuenta de que el recuerdo se había disparado por contraste y semejanza. Algo muy raro. ¿Y en qué consistía ese contraste y esa semejanza? Pues en que una era una película profesional y la otra buscaba sin abandonar la profesionalidad el más allá de toda obra de arte. Y las unía el hecho de que ninguna de las dos había conseguido el objetivo de convertirse en película de referencia.
Cuando uno hace una película con Sandra Bullock y George Clooney no busca hacer arte, busca entretener, hacer pasar un buen rato. Y este film lo consigue. Pero las imágenes del espacio, tan extraordinarias, y el planteamiento de estar flotando en el todo o en la nada, según se mire, aparta a Gravity de una mera película de aventuras con un cowboy simpático y parlanchín, generoso y competente y una valerosa dama con arrestos, para meterla en ese campo del simbolismo que tan buenos rendimientos le da al cine en particular y al arte en general. El símbolo: Eso que late en la película que estás viendo pero que parece que no es el tema. Ese simbolismo que ha hecho de Blade Runner una obra de arte cinematográfica imperecedera.
Aquí en Gravity no late porque el guionista no está por la labor, no era eso lo que pretendía. Así la pequeñez del hombre frente al Planeta en el que vivimos, nuestra implacable labor de destrucción del mismo, nuestra soledad materializada en ese estar dentro de la segunda piel del traje de astronauta como todo nuestro universo vital y nuestra exposición a cualquier fenómeno gravitacional quedan como meros episodios anecdóticos de la historia para centrarnos en la consabida lucha por la supervivencia. Pero el símbolo es cabezón y nadie lo mangonea. Revolotea durante toda la proyección.
Cuando al final vemos a la protagonista ponerse de pie y echar a andar, de nuevo en la Tierra, caemos en la cuenta de que hemos visto una película de aventuras, entretenida, y los conatos del símbolo se quedan como algo fortuito. Que el final del film hubiese rondado el hecho de que el cuerpo de la astronauta quedase flotando en el espacio camino de la nada hasta morir le habría dado a la historia una dimensión más ambiciosa pero menos comercial. El final es una declaración en toda regla de que el negocio es el negocio. El arte ya lo harán otros.
En Moon pasa un poco al revés. Ya el que la historia esté armada sobre el concepto de lo que conocemos como “clon” demuestra que la intención del director es enfrentarnos con una película dónde se reflexiona sobre quién soy yo, que recuerdos son ciertos, cuales he inventado, a dónde me lleva la soledad, las mil personas que somos cada uno de nosotros, etc., etc. No quiere ser una película comercial. Y casi lo consigue, si no hubiera sido, primero por esa pandilla que viene a hacer limpieza a la luna y que nos mete de lleno en la dicotomía de las películas planas, con buenos y malos, y segundo por esa voz en off que nos informa de que el clon en la Tierra y sus confesiones han puesto en aprietos a la empresa que dirige el negocio lunar y la posibilidad de que el clon sea un chiflado o no, lo que nos introduce en el mercadeo tan actual de que lo que no es verdad es mentira. Como se ve, buenos y malos, verdades y mentiras, aderezos para una ensalada pero no para un plato exigente. Eso y unos diálogos que no acaban de sumergirnos en el desconcierto de verse a sí mismo más joven y activo. Con lo que eso podía haber dado de sí.
Y así, una porque no se ha querido y la otra porque no se ha podido, estas dos películas se quedan en meras películas del cine de entretenimiento.
El que le den, o no, uno o varios Oscares a Gravity no altera el producto.
8
2 de abril de 2021
2 de abril de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
El coste que supone para algunos creadores el proceso de concreción de sus obras, lo que ponen de ellos en ese proceso y las secuelas posteriores son el tema de esta película de Polanski.
Es muy difícil sorprender en estos tiempos con historias originales. Muchos creadores echan mano de otros aspectos de la creación, en la industria cinematográfica también, casi siempre aspectos ajenos al núcleo creativo, como por ejemplo los avances técnicos, con el fin de atraer al espectador. Cuando no de ocurrencias o de un elenco atractivo para las masas.
Roman Polanski casi nunca hace eso, se acerca a las historias con absoluta entrega. Va al fondo de ella misma y la escudriña hasta agotar todas sus posibilidades.
En esta es previsible desde el principio, al menos para mí lo ha sido, el papel que iba a jugar esa admiradora de la famosa escritora que acaba de presentar al público una novela con un gran éxito y que protagoniza el film. Así como las cartas anónimas que recibe.
Pero a pesar de conocer el intríngulis de la historia vi el film con mucho interés.
Emmanuelle Seigner está envejeciendo muy bien, su rostro gana matices, y eso da a los personajes que interpreta un plus. Y a este personaje, esos matices de su rostro le viene como anillo al dedo.
Se trata de una novela autobiográfica, en la que pone al descubierto su intimidad y la de parte de su familia. Tiene éxito y fama.
La pregunta, ¿tiene derecho a ganar dinero, fama y éxito poniendo al alcance del público intimidades ajenas?
Esta pregunta es a la que trata de contestar el film y eso es lo que atormenta a la protagonista.
La respuesta que Polanski da en el film es abierta. Que juzgue cada uno.
La historia está contada de manera sobria, llena de matices, que sin agotar el tema, lo deja sobre la mesa bastante bien destripado.
Hay que decir que este asunto que tanto preocupa a la protagonista de la película le trae sin cuidado y le parece anecdótico a los cientos, miles, de personas que hay hoy en día en internet o en televisión ventilando sus asuntos más íntimos tan ricamente, digo lo de éticamente porque algunos se hacen ricos con ello.
Polanski hace buen cine, de otro tiempo sobre temas que mucho me temo preocupan a muy pocos.
Es muy difícil sorprender en estos tiempos con historias originales. Muchos creadores echan mano de otros aspectos de la creación, en la industria cinematográfica también, casi siempre aspectos ajenos al núcleo creativo, como por ejemplo los avances técnicos, con el fin de atraer al espectador. Cuando no de ocurrencias o de un elenco atractivo para las masas.
Roman Polanski casi nunca hace eso, se acerca a las historias con absoluta entrega. Va al fondo de ella misma y la escudriña hasta agotar todas sus posibilidades.
En esta es previsible desde el principio, al menos para mí lo ha sido, el papel que iba a jugar esa admiradora de la famosa escritora que acaba de presentar al público una novela con un gran éxito y que protagoniza el film. Así como las cartas anónimas que recibe.
Pero a pesar de conocer el intríngulis de la historia vi el film con mucho interés.
Emmanuelle Seigner está envejeciendo muy bien, su rostro gana matices, y eso da a los personajes que interpreta un plus. Y a este personaje, esos matices de su rostro le viene como anillo al dedo.
Se trata de una novela autobiográfica, en la que pone al descubierto su intimidad y la de parte de su familia. Tiene éxito y fama.
La pregunta, ¿tiene derecho a ganar dinero, fama y éxito poniendo al alcance del público intimidades ajenas?
Esta pregunta es a la que trata de contestar el film y eso es lo que atormenta a la protagonista.
La respuesta que Polanski da en el film es abierta. Que juzgue cada uno.
La historia está contada de manera sobria, llena de matices, que sin agotar el tema, lo deja sobre la mesa bastante bien destripado.
Hay que decir que este asunto que tanto preocupa a la protagonista de la película le trae sin cuidado y le parece anecdótico a los cientos, miles, de personas que hay hoy en día en internet o en televisión ventilando sus asuntos más íntimos tan ricamente, digo lo de éticamente porque algunos se hacen ricos con ello.
Polanski hace buen cine, de otro tiempo sobre temas que mucho me temo preocupan a muy pocos.
31 de octubre de 2020
31 de octubre de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Cuando vi el título y me acordé de una película del mismo director pero de 1986 que se llamaba “El declive del imperio americano”, pensé que era una jugarreta zafia y garrula de los dobladores de títulos que cometen muy a menudo esas tropelías, pero no….
Era cosa del director, la chute y le declive de l´empire americaine, la garrulez y la zafiedad.
Denys Arcand debe ser una persona preocupada por el malestar y la injusticia de nuestro tiempo e intenta denunciarlo.
Pero para mí que no lo consigue.
Yo en este film, la chute, no me atrevo a decir que se denuncia nada, a pesar de las fotos del final, que no sé a qué vienen, y que arrancaron un tibio aplauso entre mis compañeros de sesión. Unos aplausos que seguramente habrían tenido problemas para explicar más allá del “buenismo” en que estamos instalados en esta sociedad nuestra que protege a los toros mientras la normativa laboral es peor que la de hace cuarenta años.
Para mí, esta película tiene una escena divertida y acida al principio de la proyección, que trata de cómo la inteligencia es una garantía de fracaso, pero que luego se convierte en la consabida historia sobre un desgraciado que se enfrenta por una de esas jugadas del destino a los “malotes” con la ayuda de dos malitos que en realidad son dos buenazos, dos trozos de pan, y uno de ellos un bellezón. La policía tonta a más no poder, con escenas y diálogos que lucen como parches en una rueda redonda.
Pero si todas las ruedas son redondas, dirá alguien. Pues eso, una película absolutamente repetitiva y llena de tópicos.
Si va usted a verla con que contemple el dialogo inicial es suficiente. Ahí se acaba lo que ni había empezado.
Denys Arcand, el director amable.
Era cosa del director, la chute y le declive de l´empire americaine, la garrulez y la zafiedad.
Denys Arcand debe ser una persona preocupada por el malestar y la injusticia de nuestro tiempo e intenta denunciarlo.
Pero para mí que no lo consigue.
Yo en este film, la chute, no me atrevo a decir que se denuncia nada, a pesar de las fotos del final, que no sé a qué vienen, y que arrancaron un tibio aplauso entre mis compañeros de sesión. Unos aplausos que seguramente habrían tenido problemas para explicar más allá del “buenismo” en que estamos instalados en esta sociedad nuestra que protege a los toros mientras la normativa laboral es peor que la de hace cuarenta años.
Para mí, esta película tiene una escena divertida y acida al principio de la proyección, que trata de cómo la inteligencia es una garantía de fracaso, pero que luego se convierte en la consabida historia sobre un desgraciado que se enfrenta por una de esas jugadas del destino a los “malotes” con la ayuda de dos malitos que en realidad son dos buenazos, dos trozos de pan, y uno de ellos un bellezón. La policía tonta a más no poder, con escenas y diálogos que lucen como parches en una rueda redonda.
Pero si todas las ruedas son redondas, dirá alguien. Pues eso, una película absolutamente repetitiva y llena de tópicos.
Si va usted a verla con que contemple el dialogo inicial es suficiente. Ahí se acaba lo que ni había empezado.
Denys Arcand, el director amable.
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