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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de noviembre de 2017
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta superproducción húngara, un refugiado descubre su capacidad para levitar. Comienza la película con un trepidante plano secuencia de un grupo de gente atravesando la frontera serbo-húngara huyendo de la policía. Muy en la línea de Hijos de los hombres tanto en despliegue técnico como en tensión. La escena termina con un comisario de la policía abatiendo a tiros al protagonista, que resucita y comienza a flotar por los aires. Esta escena, de impecable factura y gran simbolismo, augura una película incisiva en el drama de los refugiados con fuerte compromiso político. Sin embargo parece ser que la actualidad pasa desapercibida para el director, sólo así se explica un resultado final tan vergonzoso.

Al ver la figura del refugiado ascendiendo a los cielos cual Cristo, viene a la mente la bravura de obras como Yo te saludo, María de Godard, que adaptaba el episodio de la Inmaculada Concepción a un barrio obrero de la actualidad o a Mamma Roma de Pasolini, en cuyo final se equipara el personaje de la prostituta y su hijo con la virgen María y Jesús en su crucifixión. La luna de Júpiter no sólo no se acerca a ser una película valiente, sino que además sale corriendo en dirección contraria para contentar a todo tipo de público, incluso al más intolerante e insidioso. Basa toda su promoción y expectación en un conflicto político para no sólo no posicionarse sino ni siquiera analizarlo.

La figura del refugiado recae sobre un joven asilvestrado al que un macho alfa húngaro antipático, pesetero y misógino, con quien se supone que debemos empatizar al final porque al parecer tiene su corazoncito pese a que explota vilmente al joven, va a enseñarle cómo se vive en occidente. "Aquí vivimos en sociedad", le espeta literalmente sin que el metraje tiemble.
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Pero la desfachatez alcanza el súmmun cuando a mitad de metraje un grupo de terroristas llevan a cabo un atentado. Se posiciona así el director a favor de todas las conspiranoias de las fuerzas políticas europeas que culpan a quienes huyen de la guerra del terrorismo. Todo lo contrario al compromiso, todo lo contrario a la denuncia, en definitiva, gato por liebre.

Caricaturizar tanto a los nazis como evitar defender la causa de los refugiados, no es objetividad. Es resolver un dilema muy complejo de manera infantil para no ganarse enemigos. Y dicho sea, nunca he visto mayor bajeza en el cine, aunque felicito al director por su cobardía. Viendo el despliegue técnico del film, a buen seguro no le han faltado subvenciones para este y sus próximos proyectos aprovechándose de la situación de emergencia social actual.

Obviando que la obra esté éticamente podrida y muerta de base, no funciona ni siquiera como film de acción. Planos innecesarios como las escenas de vuelo, que se alargan demasiado y no siempre tienen motivo de aparecer. También un primer plano del culo de una camarera en bikini bajo el agua de forma gratuita... Personajes antipáticos, diálogos paternalistas sin sentido con frases como "¿Echas de menos a tu padre?" Un conjunto de no dar crédito. Películas de acción macarras hay unas cuantas y muy buenas sin necesidad de abordar problemas profundos. La luna de júpiter no sólo es mala, sino que además no se asume ni como film social ni como film de puro entretenimiento.

hommecinema.blogspot.fr
29 de octubre de 2016 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conociendo los antecedentes de Solondz, sabemos de sobra, incluso antes que empiece, que Wiener-dog va a ser un caramelo envenenado. Sabemos que debajo de esos colores, de esa escena de apertura que parodia Boyhood y debajo también de la inocencia del perrito y el niño protagonista, algo trama el director. Y efectivamente. Wiener-dog se convierte en una película de episodios en las que el pobre perrito va desfilando de hogar en hogar debido a diversas desdichas. Cuatro hogares, cuatro historias. Las dos primeras son excelentes, pero tras el hilarante intermedio, la película se desinfla hasta rozar el suspenso.

El primer acto incide de una manera tan directa en los prejuicios de la burguesía, que pese a ciertas escenas escatológicas, creemos por un momento que Solondz ha refinado su mal gusto hasta tal punto que perfectamente podría sustituír la inactividad tras la cámara del maestro John Waters. Este segmento con Julie Delpy como madre que adoctrina a su hijo en los beneficios de la eugenesia es fantástico, remitiéndonos directamente a Pecker o Los asesinatos de mamá, del mencionado director.

También es una sorpresa el segundo capítulo, donde Greta Gerwig sustituye a Heather Matarazzo adoptando el papel de Dawn de Bienvenidos a la casa de muñecas. Cuando imaginamos que el relato nos lleva a un cruel desenlace, el director nos sorprende para brindarnos una de las historias más tiernas de su filmografia, una faceta poco explotada por su parte. No solo eso, sino que además el intermedio viene amenizado por el perro salchicha desfilando delante de decorados delirantes capaces de arrancar carcajadas.

Pero justo después, todo va cuesta abajo. Un homenaje al sufrimiento de sus colegas guionistas un tanto aburrido, poco digno del escàndalo que atribuimos a Solondz. Con un magnifico Danny Devito en un relato ameno y simpático, pero sin alma. Y no es lo peor, el ùltimo episodio, con la maravillosa Ellen Barkin, es directamente plomizo e incompresible, un sketch demasiado largo y fallido.
Mencion especial a un final ridículo. El problema no es que un artista se exceda y falle, sino que el ridículo se deba a quedarse corto.

Estoy al tanto que este desenlace le ha valido al director unos cuantos abucheos, insultos e incluso amenazas en Sundance. Parece que Solondz ha querido ponerse al mismo nivel de un pùblico irascible con la primera tontería que se le haya ocurrido y que además, ha colado, lo que es bastante frustrante. Sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de la misma mente que ideó en Happiness una escena de un niño celoso de la víctima sexual de su padre pederasta. El nivel de brutalidad al que nos tenía acostumbrados Solondz hace que al bajarse el telón de Wiener-dog, nos quedemos con una ceja arqueada, esperando que todo haya sido una broma. Pero no. No lo es. Remata su obra con una de las escenas más innecesarias de los últimos años.
21 de mayo de 2017 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven negro va a pasar el fin de semana a casa de los padres de su novia blanca. El punto de partida ya pone sobre la mesa un tema delicado desde Adivina quién viene esta noche, la aceptación de una pareja interracial en el seno familiar así como la falta de códigos de comunicación entre ambos mundos. Muestra de ello son la incomodidad frente a los clichés y a la condescendencia de algunas afirmaciones: "Hubiera votado por Obama una tercera vez. En el nudo la película se va volviendo más siniestra paulatinamente. Los únicos negros presentes en la mansión se comportan de manera extraña y el protagonista comienza a sospechar que su suegra, parapsicóloga, anda haciendo de las suyas con su mente.
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Get out no llega a transmitir tanta tensión como debería, pero poco importa, pues sorprende enormemente como film social. Peele lanza dardos envenenados contra las injusticias que la comunidad negra ha sufrido desde su llegada a América. En una lista infinita de referencias tenemos la apropiación cultural, representada por el transplante de cerebro y la esclavitud, representada con una siniestra partida de bingo que hiela la sangre al revelarse como subasta de personas. Luego también se nos muestra una cucharilla de plata, símbolo de la clase privilegiada, como forma de opresión y hemos de mencionar la aparición smartphone como arma de salvación. Esto nos remite a los vídeos amateur que han logrado denunciar abusos policiales contra hombres negros en EEUU. Para acabar, la zona oscura se presenta alegoría de la incapacidad de defensa frente al sistema, y además el algodón supone un elemento clave; la mayor humillación histórica contra la raza se convierte en objeto de venganza cerca del desenlace.

La película tarda en arrancar y quizás su estructura no invite al máximo disfrute. Eso sí, se agradece la naturalidad con la que se introduce la trama cómica del amigo del protagonista, sobre todo la escena en comisaría. El resultado no es perfecto, pero sí muy entretenido. Aunque sí ha de señalarse la maestría con la que el final se desenvuelve. Cuando vemos el coche de policía acercarse nos tenemos lo peor porque ya sabemos cómo terminan estas historias en EEUU. Ya resignados a un final amargo en la línea de La noche de los muertos vivientes, una de las inspiraciones de Peele, llega la salvación. El director decide dar a su público un final indulgente tras todas las penurias sufridas. Esto es porque precisamente sabe a quién va dirigida su película y sabe que la lucha del protagonista también es lalucha de sus espectadores. Cine comercial que llama a la lucha. Déjame salir... a las calles.
14 de febrero de 2017 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Loving es la historia de un matrimonio interracial cuya lucha contra el poder consiguió levanta el veto del estado de Virginia a estas parejas. El director, de gran talento y honestidad, rechaza el esquema de héroe de la clase obrera cuyo sacrificio se ve recompensado en un éxtasis emocional. Tampoco sigue el cliché de perro apaleado que se convierte en mártir. El punto fuerte de la película es mostrarnos la vida cotidiana del matrimonio, de inmiscuirnos en su intimidad según pasan los años, viéndolos cómo intentan vivir con normalidad pese al impedimento judicial.

Debido a ello, puede dar la sensación que de haber mostrado ambos mayor conocimiento o empeño la situación se hubiera solucionado antes. Pero poco nos importa, pues Loving reivindica precisamente ese amor puro que se profesaron, al margen de convencionalismos burocráticos que apenas interesaban o comprendían. Es gracias a ello que la pareja destaca por encima del resto: un hombre blanco de los 60 que renuncia a sus privilegios y se convierte en víctima indefensa. Una mujer negra que nunca ha salido del pueblo hasta el día de su matrimonio y sobre quien recae la fatigosa y eterna lucha por el sentido común. Proeza que comienza escribiéndole una ingenua carta al senador Bobby Kennedy al ver la mujer por la tele el discurso de Martin Luther King en el Capitolio, a un par de manzanas de su propia casa, mientras hace la colada.

Nichols deja bien claro que la primera piedra contra una ley racista fue puesta pour une joven negra de clase baja que hasta ese momento nunca supo qué eran los derechos civiles. La contención de ambos actores y la ternura de los momentos que el director recrea, libres de azúcar -el silencio tras la llamada de teléfono final- desnudan el relato hasta reducirlo a los sentimientos más elementales de dos personas desprovistas de armas ante un gigante administrativo que los sobrepasa. El señor Loving hace evidente el derecho fundamental cuando da a su abogado un recado para el Tribunal Supremo "Dígales que amo a mi mujer". Tan simple como eso.

Sin embargo, el único lastre de la película es precisamente la trama judicial, necesaria hasta cierto punto. Aunque es justo rendir homenaje a los profesionales que ayudaron a la pareja, y por ende, a la sociedad, Nichols se ve obligado a retratarlos como torpes o poco agraciados. Sin duda para alejarse de la deshonrosa etiqueta de "salvador blanco" de la que afortunadamente, el guión escapa. En esta parte judicial es donde el estilo académico asoma la cabeza diluyendo la fuerza de la obra.

Cuando Nichols estrenó Midnight special, creíamos que se trataba de una ciencia-ficción convencional para poder financiar su siguiente proyecto. Sorprendentemente, su anterior película resultó ser más fiel a su propio estilo que Loving, que aunque en ningún momento decae, en la segunda mitad se adapta a ciertos convencionalismos con los que Nichols no solía comulgar.
8 de mayo de 2016 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo la tradición alpina, el krampus es una criatura antagónica a San Nicolás que visita los hogares de los niños que se portan mal para secuestrarlos. Hoy, en EEUU, una familia de ascendencia germana celebra la Navidad, juntándose hermanos y cuñados con sus respectivas proles, que apenas se soportan. Al forzar una situación desagradable de manera hipócrita, con el único objetivo de fingir una inexistente fraternidad, los adultos agobian a los más pequeños hasta el punto que uno de ellos, decide dejar de creer en el espíritu navideño. Lo malo es que por ello, el krampus visita el vecindario y comienza a secuestrar a los miembros de la familia uno a uno.

Antes que se me olvide, he de agradecer a las distribuidoras francesas la oportunidad de ver una película que transcurre en Nochebuena en plena primavera, justo antes del huracán de Cannes. Por qué no, han debido decirse en los despachos de Universal, cosa que a mí no me molesta en absoluto. Sin embargo no puedo evitar en todos los niños a los que los padres no llevarán a ver una película navideña en pleno mayo y lamento que una generación se pierda un icono de terror infantil. Porque Krampus no es otra cosa que un producto perfectamente elaborado para que los pequeños experimenten el cine de terror por primera vez, al igual que los Gremlins consiguieron hace ya tres décadas.

Claro que, en aquel entonces fueron numerosos los progenitores furibundos contra la película de Joe Dante, que se anunciaba simplemente como un film infantil. La experiencia a lo largo de los años ha hecho que los padres se informen antes de llevar a sus hijos a las salas y seguramente el terror no sea la decisión más popular entre las familias. Sobre todo en unos tiempos en los que se sobreprotege a los menores. Por tanto ya no solamente es que Krampus toque un género arriesgado, sino que, además, fecharla tras (o antes, ya puestos) las navidades es directamente un tiro en el pie.

Dicho esto, el film es una gozada al margen de la repercusión que pueda tener. Una película que reivindica la ilusión de la navidad sin hacer recurso de la cursilería tiene bastante mérito. Es como si el director quisiera que los niños reflexionen acerca del materialismo de las fiestas sin tratarlos como idiotas, sino como seres responsables de sus acciones.

Pero además Krampus no sólo cuenta con un mensaje bonito y un par de buenos sustos. Todo el imaginario de criaturas infernales se apoya más en la artesanía tradicional que en los efectos por ordenador, haciéndonos por momentos recordar a Jim Henson y una flashback animado que sirve como guiño a las películas infantiles siniestras de Tim Burton. Qué más se puede pedir. La atmósfera tétrica consigue inquietar incluso a los espectadores más adultos y el dolor de la familia unida que va perdiendo a sus seres queridos llega a emocionar, sin olvidar por ello ciertos toques de humor. Una montaña rusa de emociones para ver acompañado... de primos, sobrinos o hijos.
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