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Críticas 1.429
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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26 de diciembre de 2019
14 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de la factura preciosista, natural y luminosa que nos conduce a intuir las dotes artísticas como fotógrafa -no tanto como dialoguista- de la directora Irene Moray, lo de trivializar abruptamente o frivolizar sobre determinados temas, exponiéndolos a retoricismos alegóricos que, más que lo superficial, rozan lo ridículo -cotejando su gravedad con la de un símil que va desde lo absurdo hasta lo puramente ofensivo-, da cuenta de lo espinoso que puede ser apoyarse en los traumas provocados por un abuso sexual como subterfugio para crear una postal de floritura poética, estética naíf, cursilería hipster y hedonismo millennial en la que Bárbara (Elena Martín), una joven víctima de una violación, y Pol (Max Grosse), su novio con hidrofobia, aprovechan la estancia en el chalet de unos amigos para superar juntos sus respectivos miedos. Y la idea no me parecería tan descabellada si no fuera porque, hasta que finiquita (literalmente) el arco del relato, sirviéndose de un asilvestrado, campestre, hermosísimo e íntimo plano secuencia de sus protagonistas dándose un baño en el lago -con música indie sonando de fondo, claro-, Irene Moray trata de transmitirnos estas dos espeluznantes ideas:
- La aversión al sexo tras una violación, o al experimentar abusos sexuales, se cura pidiéndole a tu novio que te haga un dedo.
- Padecer hidrofobia es lo mismo que experimentar un abuso sexual o sufrir una violación.
30 de diciembre de 2022
11 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay dos sin tres. A Noah Baumbach le ha caído en gracia esto de reinstalarse e irse de cabeza a Netflix, añadiéndose una tercera muesca consecutiva que, tratándose de una adaptación del gurú del metacatastrofismo y una cierta obcecación por flirtear con el nihilismo autodestructivo, Don DeLillo, se nos antoja un idóneo (y futurible) compañero del doblete cuasianual -cuestión de meses- con que engordar creativamente un currículo de colaboraciones junto a su socia y señora Greta Gerwig -aquí delante de la cámara- tras lo que salga de 'Barbie' (2023, Greta Gerwig).
A distinción de las más terrenales 'The Meyerowitz Stories' o 'Historia de un matrimonio', una serie de cataclismos medioambientales remueven los cimientos familiares, solo que en este caso se trata de una familia de clase media y, como menciono, a rebufo de otra clase de circunstancias que exoneran de cualquier culpa al detonante emocional:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un nubarrón tóxico que mantiene confinada a su ciudad es capaz de volatilizar la estabilidad de una familia ¿estructurada? con Adam Driver y Greta Gerwig al mando, obligados a prescindir de todo placebo externo de consumismo que hasta ahora les salvaguardase de tomar conciencia de su mediocridad e infelicidad crónica.
Qué bien se lo deben haber pasado, dicho sea de paso, dejándose poseer en vida por Beverly D'Angelo y Chevy Chase en un segmento campestre (no me atrevo a asegurar si conduciendo el mismo coche).
Y a todo esto, a Don Cheadle se le da mejor que a Robert Downey Jr. (durante una década) compaginar su papel fijo en el cine de superhéroes con la manutención de su carrera profesional: verlo como un intelectual obsesionado por completar su cátedra sobre Elvis Presley corrobora mis palabras.
Si 'The Mitchells vs The Machines' (2021, Michael Rianda) te dejó con la miel en la boca y una sensación de que el cine apocalíptico -y quien dice apocalíptico, de catástrofes ecológicas- o la comedia negra sobre los desórdenes psicológicos de la familia (y por extensión del americano medio) compatibilizan mejor sin cortapisas ni moralinas para un target infantil, ésta es la oportunidad para confirmarlo y, de paso, constatar que 'Ruido de fondo' (Seix Barral) no era cinematográficamente tan inadaptable en su propósito principal: demostrar que las nubes tóxicas no están por encima de nuestras cabezas... sino dentro.
La vida es simple para una monitora de posturas y un profesor de nazismo avanzado y hitlerologia propenso a las alucinaciones. O puede que se parezca a un tabardillo cerebral.
Vivir es un evento tóxico. Pero el miedo a la muerte es todavía peor.
Para aplacar todas estas dudas existenciales no olvidéis acudir en familia a la igle... digo, al supermercado.
3 de agosto de 2024
10 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me viene a la memoria eso de juntar el pan con las ganas de comer cuando Maika Monroe ('It follows') y Nicolas Cage comparten créditos en una de ¿terror elevado? Nah, aquí lo que permanece elevado es el amor al thriller de tintes enfermizos y terroríficos, pero thriller puro -hasta que se adultera en el sprint final- manufacturado hace más de treinta años entre gritos de corderos.
El traje de rareza en 'Longlegs' se da por sentado poniendo a Maika Monroe de cabeza visible -lo de visible, en este caso, adquiere doble sentido en contraste con Cage-, visto un currículo que no da casi tregua al atisbo de películas convencionales: pocas más que su tropiezo marciano con Roland Emmerich.
Oz Perkins no viene desentrenado en el género en el que se ha forjado una reputación que va más allá del sambenito etiquetado de hijo de Norman Bates, y tampoco es que hayan mantenido desocupado a su elefantiástico -en más de un sentido- Cage en los últimos años los Panos Cosmatos, Richard Stanley, Michael Sarnoski o Sion Sono para rehabilitar su reputación a lo guarro.
No vas a oír chillar a los corderos. Lo divertido de todo esto es que ni siquiera sabrás que has visto u oído, pero sí que acoj*na un rato.
En la A24 -como en la EspectreVison de Elijah Wood- saben que hay mucho petróleo que extraer de Nic (yo mismo lo comprobé hace unos días con 'Dream Scenario'), pero a diferencia de ambas esta vez el propio Cage se autoapadrina juntando a su Saturn Films con Neon -los de 'Pig'- y arrimándose a la musa del horror intangible -que repetirá en breve con la secuela 'They Follows'-.
Otra muesca del renacer de Cage con él mismo, Monroe, Blair Underwood y Perkins canibalizando a Ted Levine, Jodie Foster, Scott Glenn y Jonathan Demme para regodeo de algunos -apuntadme ahí- e impaciencia de otros.
Te duermes o la amas. No la odiarás.
28 de enero de 2022
6 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hombres lobo, posesiones, zombis, muñecos de ventrílocuo o los concursantes de operación triunfo. Si algo hemos aprendido de las dos décadas que Paco Plaza se ha pasado valiéndose de toda clase de criaturas terroríficas para acrecentar su huella es que sabe cómo hacértelo pasar mal logrando que no te arrepientas y busques repetir.
Y tampoco es que a Carlos Vermut podamos adolecerlo de lo contrario. Aunque lo suyo generalmente vaya por otros derroteros psicológicos -pero no menos siniestros- en su propio imaginario autoral tras la cámara: a distinción de aquí, acreditándose como juntapalabras con la misma retorcida tremebundez que le atribuímos en 'Diamond Flash', 'Magical Girls' -la peli, no el perfume- o con la inocua (y por ende infravalorada) 'Quién te cantará'.
¿Ya he mencionado que Paco Plaza se fogueó en el cortometraje con lo de sacar petróleo al malrollismo gerontófilo en 'Abuelitos'? Pues si la intención era cerrar una especie de círculo autorreferencial le ha salido redondo.
Hay que verla. Y a ser posible antes de que, dentro de un par de años o tres, los de Bambú Producciones ('Malasaña 32') hagan su exploitation con 'La yaya'.
Resumiendo: un perverso crossover transomático y sobrenatural -muestra ambas cartas desde la secuencia de apertura- entre Carlos Vermut -guionista- y Paco Plaza -director-.
Acercaos al cine a verla, ¡que está muy feo no visitar a la abuela!
6 de noviembre de 2021
5 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las ventajas de desconocer la fuente primigenia de la alineación de divinidades patentadas por Jack Kirby hace algo más de 40 años es que me resbala en qué grado pueda afectar a su esencia -que repito, desconozco totalmente- interpretarla a través del prisma inclusivo de una nueva generación woke, expansiva y multicultural sin que tales características desdeñen lo que verdaderamente nos trae al trapo: la atemperada aleatoriedad con que casa segmentos de acción y momentos contemplativos ungidos por esa etereidad reposada que es marca de la casa -no la de las ideas, sino la de la impronta estilística, más presente de lo que cabría pensar, de la autora de 'The Rider' o 'Nomadland'-.
Y sí, pese a que no lo parece también hay villanos. Porque tras la capa de parafernalia kitsch, horterez -¿pero qué superhéroe no lo es, especialmente si nació en 1976?- y misticismo de mercadillo no es éste sino otro relato sobre enfrentamientos entre dioses y hombres en el que huelga decir que se entrecruza un plus de romanticismo terrenal. De rebote Zhao imparte una explicación coherente de los recientes eventos volcánicos que nos azotan si nos remitimos al presagio lanzado hace más de 30 años por Fernando Arrabal: "¡el surgimiento va a llegar!".
¿Por qué no puedo apelar a la broma de que 'Eternals' se me ha hecho eterna? Porque se me antoja una atarantada paleta de guiños y referencias a todos los continentes -o dicho con propiedad, rincones de la galaxia- y géneros que van desde el cine de superhéroes o el de su propia directora, bromitas privadas tiradas a la competencia, algo de picoteo a las peleas con espada e incluso un impass de jaroteo Bollywoodiense.
No pasará a la historía por ser precisamente la menos personal de las aventuras cinematográficas del UCM.
Un objeto de curiosidad.
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