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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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31 de octubre de 2014 Sé el primero en valorar esta crítica
Para cualquiera que haya visto los artículos anteriores de esta página respecto al tema, entenderá que las expectativas que habían en torno a esta película eran grandes. Es cierto, sabía que me iba a encontrar con un producto norteamericano que Michael Bay, a estas alturas, casi fabrica en serie. También sabía que la morena exquisita y el adolescente de turno de buenas intenciones serían más protagonistas que los propios robots. Se anunció desvergonzadamente que el film serviría para exhibir los últimos diseños de la Chevrolet y Ford, además de los últimos y espectaculares modelos de artillería del glorioso ejército y la fuerza aérea de los EEUU. Era capaz de soportar todo eso y más, sólo con tal de ver a Optimus Prime y Megatron en acción, y dejarlos bien parados frente al mundo y frente a todos los fanáticos de la serie. El resultado: dos horas y media perdidas.

Antes que todo, dejar aparte el derroche de tecnología y efectos audiovisuales de última generación que Spielberg y su productora desmontan en el film. Los recursos económicos no corresponde comentarlos. Qué se puede decir…

Para quienes no conocen la trama real de la historia y se enfrentan ante una película de ficción como tantas otras, la película cuenta cómo una raza de robots alienígenas llega a la Tierra en busca de un “misterioso” cubo que les permitirá dominar nuestro planeta. Atacando bases militares en Bagdad y robando información secreta con la más alta tecnología intentan dar con el paradero de este cubo, llegando a parar finalmente donde un joven estudiante en plena pubertad (y todo lo que esto implica) cuyo abuelo es la única pista para dar con el famoso cubo. Por cierto, existe una raza de robots “buenos”, los Autobots, que al enterarse llegan a la Tierra a proteger la pieza y al niño en cuestión. Los Autobots son encabezados por un tal Optimus Prime.. les suena?

De aquí en adelante comienza una mala comedia, en donde una rubia adolescente experta en computación aparece trabajando en conjunto con el Pentágono y el mismísimo Secretario de Defensa para salvar al mundo; un agente de una entidad secreta del gobierno termina mojado y en ropa interior respetando las decisiones de la pareja de protagonistas que dicen tener la solución (y les creen); militares bromeando en pleno tiroteo contra robots de tres metros de alto en pleno desierto; etc, etc, etc, etc.

Insisto: el cine comercial no es malo. Hay grandes películas de poco contenido, pero que cumplen su misión. Y es bueno que existan. No se trata de ser amante del cine arte ni adorar a Lynch o a Jodorowsky. Pero como todas las cosas, hay que hacerlas bien para que surtan efecto. Pero una vez más me sentí estafado. Y lo peor de todo, es que ni Optimus Prime ni el mismísimo Megatron se habrían imaginado que reaparecerían frente al mundo, ya no como robots, sino como simples títeres. Y malos títeres.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay películas para todos los gustos. Algunas que te dan trabajo al pensar, otras que no. Los objetivos son distintos: entretener, emocionar, reflexionar, sorprender. Hay para todo. “Transformers” perfectamente podría haber sido una película básica, con mal argumento, pero coherente y que al fin y al cabo entretenga. Pero ver a Ratchet de 50 toneladas escondiéndose en una casa, o a Bumblebee girando y sentándose cual Will Smith en las calles de Bel-Air, quita toda credibilidad, y genera este tipo de anticuerpos contra un mercado que busca la risa fácil y el dinero mal gastado. Al parecer, Bay no entendió muy bien el lema de la familia del protagonista: “No hay victoria sin sacrificio”.
30 de octubre de 2014 Sé el primero en valorar esta crítica
Bernardo Quesney es un director joven que contrató a dos actrices para hacer una película. El rodaje no funcionó como él esperaba y todo terminó en un violento caos.

Esa es la sencilla sinopsis de “Efectos Especiales”, el segundo largometraje de este joven director quien ya ha incursionado en la realización de videoclips para las bandas chilenas Dënver y Javiera Mena y que ahora, con un mínimo presupuesto y cuatro personas/personajes en escena, construyó un trabajo que ya se ha paseado por los más diversos festivales nacionales y espera este año ganarse un lugar en la cinematografía nacional.

Grabada en Panquehue, Chile, la cinta incursiona en un sub género poco explorado en nuestro país y que ya lo habíamos visto puesto en marcha en “Y las Vacas Vuelan” (2004) de Fernando Lavanderos, “La Vida Me Mata” (2007) de Sebastián Silva y “Mitómana” (2009) de José Luis Sepúlveda, por mencionar algunos: el cine dentro del cine.

En “Efectos Especiales”, cada personaje se interpreta a sí mismo, tanto el director (Quesney) como sus dos actrices, Paola (Paola Lattus) y Fernanda (Fernanda Toledo), así como su asistente, Paulo (Paulo Orrego). La cinta comienza con los créditos iniciales en donde se nos advierte que la película se planeó ser realizada en una sola toma, pero que por problemas técnicos, esto no resultó, culpando de todo a su director, siendo este calificado como “el peor director del cine chileno”. Tras esa introducción, lo que menos podemos esperar en los siguientes 90 minutos es un trabajo interesante. En la escena inicial vemos a dos actrices y el director, en pleno campo, intentando iniciar la grabación de la toma del rencuentro de ambas “amigas”. De ahí en adelante, comenzamos a vivir un disparatado intento del principiante director por conseguir que las actrices realicen su trabajo, según los exigentes y más curiosos requerimientos de este, tales como extrañas inspiraciones para las actrices, la inclusión de elementos fuera de contexto e improvisadas temáticas, las que terminan por agobiar a las actrices y dejar en evidencia el paupérrimo desempeño del director a cargo de su trabajo, sin pies ni cabeza.

Y la intención de Quesney es clara: jugar con el manoseado término del cineasta chileno joven, los clichés, las fórmulas más que probadas y los métodos de producción. Y aunque podríamos estar hablando de “Efectos Especiales” como una cinta más del gran universo de películas que ella misma critica, no lo hacemos simplemente porque Quesney consigue reírse de sí mismo y nos complica la posibilidad de criticar su calidad de director en términos técnicos por la ficción en la que esconde su real trabajo, no así su impecable capacidad de convertir las imágenes en mensajes, el guion en crítica y las actuaciones en notables improvisaciones.

En un país como el nuestro, en el que se predica sin practicar y sólo abrimos los ojos para buscar la paja ajena, Quesney utiliza las mismas técnicas de las que se burla e ironiza con temas como la homosexualidad y la división política, sobre la búsqueda de escenarios perfectos en donde nadie se siente a gusto. Sin poder diferenciar demasiado entre la realidad y la ficción, las actuaciones son de lo más destacado del film. Tanto Paola Lattus (quien vuelve a interpretarse a si misma después de su papel en “Mitómana” de Sepúlveda) como Fernanda Toledo resultan creíbles y se desenvuelven de manera fresca y natural, tal como lo exige una producción de falsa realidad; mientras que el propio Quesney se autorretrata como el joven director que pretende alcanzar el éxito a través de símbolos y malas metáforas, sólo consiguiendo el fracaso absoluto.

Al término del film, se hace imposible no reflexionar acerca de lo que acabamos de presenciar y cuestionarnos la certeza de la ficción expuesta y la posibilidad de plantearnos la historia desde un segundo punto de vista, siempre de manera poco convencional y apoyado de artilugios que nunca acabamos por acoger o repudiar. De cualquier forma, Quesney no disfraza sus intenciones, se monta en su cámara subjetiva y no titubea ni un solo segundo, sin importarle enrostrarnos su odiosa manera de ser/actuar/dirigir, para regalarnos uno de los trabajos más provocadores del nuevo cine chileno, ese del que tanto rehuye pero del que brillantemente lo hacemos parte.

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22 de octubre de 2014 Sé el primero en valorar esta crítica
La cinta cuenta la historia de Sofia (Marta Etura), joven española que, tras el deceso de su madre y al leer una carta perdida, decide viajar a Desierto Sur, ciudad ubicada en la II Región de Chile, para cumplir los deseos -hasta ahora ocultos- de su fallecida madre. En el viaje emprendido conoce a Nadia (Carolina Varleta), una joven e inescrupulosa “patiperra” quien la acompaña en su travesía, además de Gustavo (Alejandro Botto), que las encamina por la carretera y quien tiene más de algún secreto por develar. Tres historias que se cruzan en el desierto.

La película, filmada en España y en diversos lugares del norte de Chile, es la ópera prima del director Shawn Garry, quien demuestra todo su talento detrás del lente. El relato, guionizado por Trinidad Jiménez, tiene un desarrollo bastante lineal, no por eso menos entretenido. El espectador acompaña a Sofía en cada una de las situaciones que le toca vivir en su viaje por este desconocido país para ella, y todo el agobio emocional que le significa dejar su tierra natal por una herida sentimental que aun no ha logrado cicatrizar.

Interpretaciones sólidas de parte de los protagonistas que cargan con el peso dramático esencial (mención especial para Héctor Morales) y un destacado trabajo de fotografía son los aspectos más positivos del film. Planos imponentes del desierto en su máxima expresión y un uso de colores notable forman un conjunto de preciosas postales. Pero no sólo sobre lo artístico puede mantenerse el film, y es en el argumento en donde la cinta pierde su consistencia, con un exceso de historias paralelas que provocan que el hilo central pierda cada vez más fuerza y no sepamos cuál de los tres personajes principales lleva el control de la narración, desequilibrando la forma y el fondo. Destacar si la increíble banda sonora, a cargo de “Galatea”, banda paralela del bajista de Lucybell, Eduardo Caces, que eleva el film y lo carga dramáticamente.

No deja de ser llamativo para el espectador, la presencia de destacados actores locales, como es el caso de Pedro Zlatar, quien participó con un pequeño papel en la cinta, además de encontrarnos con locaciones y lugares tan reconocidos por los habitantes comunes, como la Plaza Sotomayor, sectores de El Caliche y la Avenida Costanera. En definitiva, un futuro prometedor para Garry, que recién comienza a tomarle el pulso a la cámara para la pantalla grande, pero que ya destaca por su sobriedad y el cuidado trabajo visual que, sin duda, le regala la mística y el profundo sentimiento que transporta a lo largo del film.

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22 de octubre de 2014 Sé el primero en valorar esta crítica
Pedro (Benjamín Vicuña) no tuvo una infancia feliz, y debido a su propia naturaleza, ya asumió su homosexualidad a sus casi 30 años. Es día de elecciones presidenciales en Chile, y por primera vez en la historia del país una mujer puede llegar a asumir el poder, lo que para él resulta mucho más importante que para el resto. Mientras, Pedro se prepara para recibir en su casa a unos invitados extranjeros de Manuel (Marcial Tagle), su amigo, por quien aún siente un cariño más que especial. Pero Manuel tenía otros planes, su invitada en realidad era Gabriela (Ana Fernández), una mujer española que conoció por internet, quien está en busca de un padre para su proyecto de convertirse en madre antes que la biología ya no se lo permita. Así, su llegada a la casa desata una serie de revelaciones personales en cada uno de los personajes, asumiendo y rechazando sus propias convicciones. Al grupo se le suma Loly (María de los Ángeles García), una liberal y coqueta alumna de Manuel de tan sólo 17 años, quien llega a revolver hormonas y a sacudir más de algún conflicto emocional.

Con tan sólo cuatro actores en escena durante los 80 minutos de metraje, Sebastián Arrau (guionista de exitosas teleseries de TV como “Machos” y “Papi Ricky”) hace su debut detrás del lente con esta cinta sobre homo y heterosexualidad con un tratamiento y un cuidado muy especial. Ganadora del Premio Paoa a la Mejor Película y a Mejor Actor en el último Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, “Muñeca” se centra en la vida de Pedro, quien de niño adoraba a su muñeca favorita. Indicio de lo que vemos ahora, años más tarde, una homosexualidad asumida pero de tranquilo vivir, hasta que Manuel, su cargoso e imponderable “amigo”, planea sacarlo de su letargo emocional, forzándolo a una cita a ciegas con esta hermosa mujer española a quien ya se le escapa el tren de la maternidad. Esto resulta una humillación para Pedro, más aún viniendo de su amigo, por quien ha hecho demasiados sacrificios a lo largo de su vida.

Claramente el tema central pasa por Pedro y el asumir o no la paternidad de un hijo bajo su condición de homosexual, lo que resulta inexplicable desde su punto de vista. El director respeta todos los cánones y estúpidos prejuicios en torno al tema. La pareja principal se nos presenta casi tan verídica como cualquier par de amigos que se permiten todo y se encubren hasta el más mínimo secreto, hasta el día en que uno de ellos pretende revertir la situación en que se ha sentido durante bastante tiempo, apreciado más de lo que él quisiera por su amigo. La soledad en la que se ven afectos los protagonistas mayores de treinta, son puestos en contraposición con la frescura y libertinaje de Loly, una joven adolescente llena de vida, más que osada, quien al parecer comprende los destinos de la vida mucho mejor que quienes comparten con ella el día en esta casa atestada de deseos y frustradas pasiones.

El director aprueba en su función audiovisual gracias a la excelente fotografía, pero reprueba por un guión lleno de tiempos muertos, con escasos desenlaces como consecuencia de los complejos desarrollos, y una estructura que se desmorona a medida que el film se va acercando a su fin.

Corresponde decir que las actuaciones son sencillamente notables. Benjamín Vicuña (“Se Arrienda”, “Fuga”) confirma todo su talento, cargando con todo el peso dramático de la película, haciendo una dupla perfecta con Marcial Tagle (“Padre Nuestro”, “Fuga”), el antagonista, el conquistador, pero quizás el más reprimido sexualmente, quien alcanza su punto cumbre en una escena bailada junto a la encantadora María de Los Ángeles García, de un tema compuesto especialmente para la película por la productora a cargo. Ana Fernández (“Solas”, “Historias de un Beso”), reconocida y premiada actriz española, cierra el cuadrado interpretando a una mujer perdida, desesperada por concebir y con excesiva falta de experiencia. Si bien la cinta (a diferencia de esa comedia llamada “Lokas”) sabe contarnos una historia perfectamente real y llena de sentimientos, desencanta por la falta de sorpresas en la trama y el escaso desarrollo de los personajes en torno a ciertas escenas que debiesen resultar claves, pero son cerradas de golpe con la intención de abarcar más de lo necesario. “Muñeca”, un trabajo respetable con bastante talento artístico en pantalla, pero poco mensaje que transmitir, si es que esa era la intención.

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22 de octubre de 2014 Sé el primero en valorar esta crítica
Basada en la taquillera y exitosa cinta canadiense “Young People Fucking” (2007) dirigida por el suizo Martin Gero, “Grado 3” es la segunda película dirigida por el Rumpy después de “Radio Corazón” (2007) y se presenta como “la comedia más divertida del año”. En ella se nos cuentan cinco historias en paralelo y contadas de manera simultánea: “Los Amigos”, sobre un hombre homosexual y su insistente amiga deseosa por sacarlo de la rutina; “La Pareja”, sobre un joven matrimonio, sus problemas en la cama y las más curiosas formas de superarlos; “Los Ex”, quienes comienzan a retomar ciertos sentimientos carnales luego de la evidente ruptura; “La Cita”, donde un senil cumpleañero se cita con una atractiva dama de compañía para cumplir sus fantasías más insólitas; y “Piso Compartido”, donde dos amigos experimentan las bondades del compartir una pareja.

El director, como ya nos tiene acostumbrados, no oculta su poca pretensión, su poco talento tras el guión y su creación, ni la única intención que tuvo al momento de realizar la cinta: entretener. “Grado 3” es una liviana comedia ultra caliente, que sin ningún tipo de artilugio técnico, se sostiene únicamente en la espontaneidad y la capacidad de ciertos personajes (mejor dicho ciertos actores) para hacer reír al espectador un par de minutos y ya. Las historias no tienen nada de original, las sobre actuaciones terminan por agotar y, en uno que otro momento, alguna parte íntima femenina se deja ver durante un milisegundo para cumplir con el más carnal y voyerista de los objetivos para con la masa atenta al descuido. El descuido y la poca limpieza en el tratamiento de algunas imágenes pueden llegar a irritar al más esperanzador espectador.

No es fácil analizar ni profundizar en interpretaciones actorales cuando se trata de una comedia extremadamente liviana como esta, pero hacer reír tampoco es fácil, y es ahí en donde no nos terminamos por convencer, al presenciar situaciones graciosas, muchas de ellas demasiado inverosímiles, y donde no están presentes los actores capaces de contagiarnos con la naturalidad necesaria.

Benjamín Vicuña, Héctor Morales y Cristina Peña y Lillo se roban la película con una notable personificación de cada uno de sus papeles, mientras que Mónica Godoy, Patricia López y Claudia Burr no pueden ocultar lo poco que encajan en roles cómicos en donde lo que más requieren, es justamente frescura, apego e identificación. Evidentemente, la cinta pretende reflejar la realidad, la picardía y la calentura inherente del ser chileno, pero poco se consigue cuando las historias pierden toda la fuerza con tan escaso desarrollo argumental más que el que tener sexo en pantalla grande y punto, desperdiciando conceptos también presentes como el compromiso, la fidelidad y el amor real.

Despedazada por la crítica especializada y catalogada por algunos como un absoluto bodrio, en ningún caso corresponde ir a ver esta cinta predestinado a algo más, excepto reír durante extensos ciento diez minutos “si y sólo si” estás completamente relajado. Y vale decirlo, la película tiene momentos altos y perfectamente nos puede llegar a robar una carcajada estridente, pero difícilmente nos acordemos de ella cuando pasen dos semanas y un nuevo estreno nacional lleno de actores y actrices de televisión intenten hacernos reír en las salas de cine. No se exige profundidad en su contenido ni mucho menos, pero hay que saber hacer reír si se pretende hacerlo, y de ello “Grado 3” carece, y bastante.

Lamentablemente, la frase “apoya al cine chileno” pierde total y completo sentido cuando lo básico y efectista se convierte en récord de taquilla y otros grandes trabajos quedan en el más absoluto olvido.

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