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Críticas de Revista Contraste
Críticas 1.404
Críticas ordenadas por utilidad
6
11 de marzo de 2022
12 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena adaptación del texto teatral de la exitosa Escape room que encantará a los adictos a las producciones de Joel Joan. Con los mismos actores que hemos visto sobre las tablas más un acoplado inmejorable, Iván Massagué, asistimos a una notable comedia catalana de regusto francés.

Todos sus ingredientes empujan con ritmo una auténtica obra de entretenimiento, un juego para pensar y “despensar”, para tejer y deshilachar el conformismo del rancio o la ridícula radicalidad del progre. Casi nada.

La risa, la crítica social, la intriga y los faroles politiqueros convierten el film en un ejercicio excelente de revientatópicos que no dejará a nadie indiferente.

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6
2 de junio de 2023
8 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El contraste entre las oficinas de Hacienda y las de Igualdad –o la sociedad más tradicional y la más progresista– es la fuente del humor de esta comedia ligera protagonizada por un gran Leo Harlem. El choque que sufre el protagonista al cambiar de una a otra desencadena situaciones hilarantes, bromas y diálogos divertidos que arrancarán más de una carcajada al auditorio.

Además, la fotografía y la luz, las paletas de colores, la construcción de los espacios, los decorados y el vestuario de ambas secciones se encargan de destacar cuidadosamente las diferencias. Y entre estos dos mundos, el guion no se olvida de caricaturizar a nadie: a los conservadores, a los más modernos, a las diferentes razas, orientaciones sexuales, situaciones familiares o personalidades diversas que aparecen en el film.

Sin embargo, aunque se jacte de lo contrario, es una cinta políticamente correctísima, que no quiere herir sentimientos y promueve el respeto y la tolerancia. Por ello, todo aquel que esperaba una película gamberra, que ahondase en humor negro, quedará decepcionado ante esta propuesta condescendiente y de buen rollo.

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7
30 de diciembre de 2021
5 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1999, con el paso al nuevo milenio en ciernes, Matrix supuso un cambio en el cine de ciencia-ficción: la combinación de nuevos y atractivos efectos especiales con un relato imbricado y recargado, donde se mezclaba filosofía y una visión ecléctica de varias religiones dejó huella y abrió una saga. Su trama del viaje del héroe en la era ciberpunk derivó en una trilogía que se enriqueció en unos aspectos y se agotó en otros.

Casi veinte años después de Matrix revolutions y Matrix reloaded, Lana Wachowski se une a dos guionistas con los que ha trabajado en la serie Sense 8 y Cloud Atlas.

David Mitchell y Aleksandar Hemon aportan un aire de novedad a un producto que es autoconsciente de sí mismo, de que ha pasado mucho tiempo y de que tenía que aportar chispa suficiente para justificarse. En este sentido, el sarcasmo que revolotea en el guion invita a no tomarlo demasiado en serio y así evitar decepciones.

Por otra parte, la película juega muy bien con las narrativas multiplicadas y múltiples para ofrecer, con frecuencia, un juego de espejos y dobles lecturas. La idea de la cueva de Platón, mezclada con la especie de vida como sueño (la presencia de las anteriores entregas en pantallas y flashbacks); el videojuego inspirado en lo que vivieron los personajes y que activa recuerdos en el presente; la codificación informática que abre y cierra espacios y tiempos simultáneos; la realidad dentro de la realidad; todo esto no deja espacio para más piezas de matrioskas.

La abundancia de violencia coreografiada y de acción bien rodada no compensa lo caótico y embrollado de un largometraje que alberga unas cuantas secuencias demasiado explicativas.

En el capítulo de actualizaciones sociológicas, Matrix resurrections no tiene muchas cuentas que saldar respecto a la igualdad. En 1999, blindó esta cuestión con unos roles y una narrativa que huía de cánones estereotipados. Y lo que propone en 2021 supone una evolución interesante o, al menos, tiene lógica dramática y no resulta tan impostada como en otras propuestas de superhéroes y heroínas.

Al mismo tiempo, Wachowski maneja con proporción las dosis de nostalgia con las de novedad para entretener a los amantes de esta mitología y recabar nuevos seguidores. Su apuesta por la gravedad existencial de los protagonistas (ajados por el paso del tiempo) y el tono irónico que inunda las secuencias del psicoanalista también da pie a puntos sugerentes y, en el segundo caso, además divertidos.

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6
7 de octubre de 2022
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las historias paralelas que relata En los márgenes recuerdan, sin poder evitarlo, a las de Ken Loach. Se trata, en efecto, de un film de cine social, lleno de buenas intenciones, que deja un sabor agridulce en el espectador.

Juan Diego Botto consigue asfixiar al público en una carrera a contrarreloj con los protagonistas. Aunque es cierto que a la película puede carecer de tensión dramática, no le falta humanidad. De este modo, uno puede llegar a empatizar con las desgracias ajenas que presencia.

El punto de luz de esta cinta en concreto reside en la solidaridad de sus personajes –muy bien interpretados por el elenco–. A pesar de las injusticias que retrata, el guion no se olvida de la bondad de la gente y deja entreabierta una puerta a la esperanza.

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8
4 de diciembre de 2020
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las características que hacen grandes a los clásicos es que son incombustibles. Pasan años, décadas y siglos; cambian los escenarios geográficos y las mentalidades pero las historias que nos narran, desde la mítica Troya hasta la plácida Mancha, siguen calando muy hondo en el alma del lector o el espectador. Por muchas y variadas adaptaciones que se les hagan (siempre que respeten el espíritu que las hizo grandes), la columna vertebral que las convierte en clásicos hace que resistan cualquier envite y sean, como decía, incombustibles.

David Copperfield, de Charles Dickens, es un claro ejemplo de ello. Después de diversas adaptaciones de corte académico y respetado historicismo (entre las que destacaré, por pura preferencia personal, la miniserie de la BBC de 1995 con unos estupendos Bob Hoskins, Imelda Staunton o Daniel Radcliffe) llega ahora la original y fascinante propuesta Armando Iannucci.

En La increíble historia de David Copperfield, asistimos a la narración que el protagonista, convertido ya en un famoso escritor, hace de su propia vida. A partir de la introducción en el escenario de un pequeño teatro, el espectador se sumerge en un caótico viaje en el que acompañamos al pequeño David desde su alumbramiento, literal, hasta el momento en que ya es un respetado y reconocido autor. Como hiciera Dickens en la novela original, por el film desfilan una variopinta sucesión de personajes que, para bien o para mal, influyen en la existencia del protagonista forjando su carácter e impulsando sus decisiones.

El director y guionista Armando Iannucci imprime a esta película un sello personal, entre el humor, la ironía y la reflexión, que lo emparenta con el esperpento y que ya había mostrado en su anterior largometraje La muerte de Stalin. De este modo, una trama conocida se transforma en algo novedoso que impide el conformismo del público y le fuerza a prestar una atención que sería innecesaria en una exposición tradicional.

Iannucci se mueve como un trapecista en el borde de lo transgresor, soslayando lo burdo y equilibrando lo excesivamente sorprendente (como el elenco multirracial o los pintorescos escenarios) con un sincero respeto al espíritu del libro. Incluso con los cambios que realiza en el argumento (como en los desenlaces de Dora y los Micawber) la atrayente personalidad y el afable talante de Copperfield, punto esencial de su relato, es el cimiento sobre el que Iannucci despliega su creativa, vitalista y desbordante imaginación.

Se disfruta enormemente, además, asistiendo a las sinceras y comprometidas interpretaciones de un elenco entregado que, liderado por un solvente Dev Patel, deja que los veteranos Hugh Laurie, Tilda Swinton o Peter Capaldi se luzcan. Un lujo.

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