Buena serie con buenas actuaciones, un buen guion y una duración adecuada, sin retorcer la trama con absurdos giros que en muchas ocasiones echan a perderlo todo. Y además es de Netflix, una plataforma poco fiable y famosa por la baja calidad de sus productos. Yo, que generalmente hago con Netflix lo que hago con el papel higiénico después de usarlo, no sé cómo coño terminé viendo a la buena de Anya.

Y es reconfortante ver que en lugar de adoctrinar a las féminas en las bondades del aborto, se las anime a ejercitar las neuronas y a enfrentarse con todo una serie de soviéticos estreñidos, vencerlos en el mísmisimo Moscú y salir en olor de multitudes (por cierto, no sé quién inventó esta expresión).

Y no quiero ser aguafiestas, pero en esta ocasión la realidad no supera a la ficción. En efecto, las féminas hacen con el ajedrez lo mismo que con el bádminton, evitan enfrentarse al macho y tienen su propio campeonato en el que solo compiten entre ellas, básicamente porque no quieren humillar al sexo opuesto. Dios las bendiga por su infinita sabiduría y humildad.

Cada generación es más patética que la anterior, y la de todos estos idiotas pegados a una minipantalla va a superar los planes más optimistas ideados por sus amos. El ser humano occidental se está convirtiendo en un animal mononeuronal subdesarrollado, una especie degenerada por una ideología enfermiza que promueve la mediocridad, el consumo masivo del porno y las drogas 'blandas', y todo tipo de perversiones sin control. Son tipos felices, sin complejos, que salen al balcón a aplaudir cuando se les encarcela porque el amo dice haberlo hecho por su bien. La esclavitud total disfrazada de memocracia está a la vuelta de la esquina.

En uno de los minicapítulos (ahora todo tiene que ser mini, no vaya a ser que al mononeuronal le estalle la cabeza) el prota se pasa la mitad del metraje divagando sobre que pizza pedir en un restaurante. Y así con todo.
La serie nos cuenta las inquietudes que atormentan a un choni adolescente de escaso raciocinio, en este caso del tipo gamberrete, que se plantea constantemente una serie de gilipolleces vitales intrascendentes, despreciables, insustanciales, vulgares. Él y sus coleguis están contentos dentro del redil y no van a querer salir jamás.

El envoltorio es atractivo, pero dentro solo hay lo mismo de siempre: nada.

Irritante desde el primer minuto, insoportable. Una mierda épica que se tardó doce años en rodar, lo que posiblemente la convierta en la mierda más elaborada de la historia del cine.
Es ese tipo de películas pastelera, pringosa, cursi. Los actores no dan la talla, ninguno de ellos, y mira que Hawke no es malo. El guion hace aguas por todos los lados.
No lo sé, quizás sea la separación temporal lo que influya en el resultado final, la desconexión con lo que se hace que inevitablemente implica el planteamiento de la obra.

Lo confieso, haciendo un épico esfuerzo, solo conseguí aguantar una hora.

Película tosca, obscura como la noche, de guión un tanto infantiloide y poco trabajado, que retrata la locura en la que cae un tipo a causa de los celos.

La cantidad de situaciones absurdas que aparecen conducen a la incredulidad del espectador, un error imperdonable en este tipo de trabajos. Todos sabemos que el cine es mentira, como los trucos del prestidigitador, pero a nadie nos gusta ver el engaño, descubrir la forma en que el mago nos hace trampas, porque entonces deja de ser magia para convertirse en algo soez.

Lo mejor: el título en español y las interpretaciones de Fonda y Price.

Este tipo está perdido, no sabe por dónde le da el aire ni que camino seguir. Al final lo ves por lo que un día fue, con la esperanza de que te entregue algo medianamente entretenido, que no te incite cada dos por tres a dormirte profundamente.

La película está mal planteada en la forma que ha elegido el director a la hora de contarnos la historia, interrumpida constantemente por esos interrogatorios delirantes que no aportan nada, y que en muchas ocasiones provocan la desconexión del espectador.

El guion es malo, pueril, tonto, el típico de un mal escritor. Las actuaciones no transmiten, excepto quizás la de Emily Blunt. La última hora es todavía más insoportable que el resto, aunque no tanto como la interpretación del señor Downey.

A Nolan ya solo le queda el dinero para seguir 'deleitándonos' con su patético talento.