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Críticas 170
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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20 de noviembre de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En arte debería estar estipulado como exigencia básica para crear que si no puedes hacer algo original o superar lo ya hecho, al menos que lo que crees esté a la altura de lo ya existente.
En este sentido la película de Bayona que ni es original, ni supera nada sí es un film solido, bien dirigido, muy bien interpretado y bien envuelto. Pero nada más. A mí me gustó bastante “El orfanato”, no vi la necesidad de hacer “Lo imposible”, si al menos un miembro de la familia hubiese desaparecido, y esta última historia ha puesto una cosa en evidencia: Seguro que el libro puede llegar a entretener, la película es notable pero ante quien me quito el sombrero y me quedo con la boca abierta es ante el “artista” que ha elaborado la campaña publicitaria. De verdad. Si algún productor busca en el cine ganar dinero que se olvide de buenos directores, de buenos actores o buena historia y que contrate a este figura. Porque ¡chapo! A dónde ha sido capaz de llevar la película. El otro día oía a un entusiasta decir que seguro que iba a los oscares en representación de España. Pues puede ser. De entrada es la película española que más está recaudando. Y eso ayuda. Y da mucha rabia. El otro día estuve viendo “Gente de mala calidad” de Juan Cavestany y pensé que verdaderamente los caminos del Señor son inescrutables. Unos tanto y otros tan poco. En fin.
Lo mejor del film: Para los que hemos tenido la desgracia de haber sufrido una pérdida irreparable, constatar que Bayona ha transmitido muy bien esa sensación de impotencia y a la vez de culpabilidad, aunque para mí el acierto ha estado en reflejar lo asquerosamente cotidiano que sigue siendo todo a pesar de que uno de los seres que más ames se esté muriendo. El mundo no se para. Nada parece que pueda consolar al niño: En la escuela lo pasa mal, su padre está lejos y su abuela no es de fiar. El mundo en esos momentos debería paralizarse, solidarizarse contigo, hacer un alto, ayudarte. Pero no. Es la lección que debes aprender. La lección, el monstruo. La realidad.
No hay grandilocuencia, ni música ambiental ni grandes diálogos, es todo rutina, mezquindad y el monstruo no dice nada ni te consuela. Simplemente pasa el tiempo, vas al psiquiatra a que te de unos ansiolíticos e intentas enterrar la historia con paladas de tiempo.
La película de Bayona, al que con mucho acierto se le ha comparado con Steven Spielberg, tiene buena intención, está muy bien construida la historia y no hay casi nada que censurarle salvo que como Spielberg, cuando hace películas edificantes, arrastra esa indefinible sensación de que todo es muy para niños, de poca o mucha edad, de que evita el meollo de la naturaleza humana y que lo verdaderamente desagradable y doloroso se lo salta. No hay luces y sombras. Todo tiene un indefinible espíritu positivo que a mí me hace sospechar. ¿De qué? No sé, sospechar en general. Como si lo que veo no fuese todo. El director está escamoteando algo. O no lo ve y por eso no lo puede mostrar. No perdono los finales constructivos, con su moralina.
Una “gran película” para ver en familia una tarde de sábado, bajo una manta, dormitando y contestando las preguntas que alguna criatura presente, tanto niños como mayores, pueda hacer. Poco que ver con el gran cine, el séptimo arte. Será del montón. Vaticino.
31 de agosto de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está ambientada a comienzos de los años noventa, hace cuatro días, en Georgia, en Abjasia. Ante el derrumbe de la URSS, las republicas que la conforman inician sus propios procesos de conformación. Georgia es una de ellas. En algunas de estas republicas las minorías que han vivido bajo la protección de Rusia se sienten amenazadas e intentan independizarse con la ayuda de pueblos hermanos. Los abjasios son una de ellas en Georgia.
En el enfrentamiento entre georgianos y abjasios, una cantidad considerable de estonios que residen en el país se siente abandonada. Por Rusia, por Georgia y por Abjasia. Deben emigrar y volver a su país. Esta película es la historia de uno que decidió quedarse.
Nada hay en este film que no sea correcto, ni el desarrollo de la historia, muy lineal, al hilo de los sucesos que va contando, ni la interpretación de los actores, absolutamente abducidos por lo que estaban interpretando, ni el mimo con que el director ha cuidado los pequeños detalles: Esa cinta de casete tan manipulada por el soldado georgiano y que en la escena final cobra su sentido en manos del mercenario checheno. Esas fotos familiares de otros tiempos de paz y felicidad. Esos diálogos constantes sobre los problemas para comercializar las mandarinas. Esos diálogos sobre las comidas típicas de cada pueblo. Y la tozudez y resignación del personaje central que ya nada espera pero que no ha renunciado a su “ser humano”, haciendo té una y otra vez.
Pero he salido cansado de la sala. Le he comentado a mi hermano y a mi cuñada que salían conmigo de la proyección, rodeados de los demás asistentes, la mayoría compungidos y conmovidos por lo que acabábamos de ver,
-Y si ahora en la calle hubiese una cincuentena de sirios, procedentes de la diáspora de su guerra y nos preguntaran: ¿Os ha gustado la película?
Estoy cansado de ver películas sobre lo abominable que es la guerra. Y llegar a casa y poner la televisión y ver y escuchar que en Austria se ha interceptado un camión que llevaba en su interior setenta y un emigrantes que han perecido asfixiados.
El cine hace lo que puede para concienciarnos, además con calidades la mayoría de las veces sobresalientes. Y hay que hacerlo. Sé que no se puede permanecer indiferente ante estos hechos. Pero, ¿por qué siguen pasando? ¿Por qué se les sigue vendiendo armas a estos países?
¿Cómo interpretar que los cines estén llenos de personas viendo estas películas y los dirigentes que han sido votados por estas personas no se interesen en parar estas guerras? O incluso algunas veces las provocan. USA es paradigmático en eso. Por ejemplo, provoca la guerra de Vietnam y después va Francis Ford Coppola y hace una de las mejores películas de guerra de todos los tiempos.
¿De verdad salimos compungidos y apenados de estas películas o ya es una postura atávica, complaciente e incluso redentora que por el sólo hecho de ir a verlas nos libera de algo de culpabilidad?
Yo mismo. ¿De qué sirve que escriba esta queja, este lamento, si voy a seguir de espectador?
¿No sería lo mejor no ir a verlas? Ya que no puedes hacer nada, no hacerte cómplice de saberlo.
Caigo en la cuenta, al final de la reseña, que quizás se haya hecho para que la gente haga reflexiones como ésta y que sean todavía un poco más antibelicistas de lo que eran, como me pasa a mí.
O para que cuando compremos un pantalón, o una cámara fotográfica o nos comamos una mandarina nos preguntemos cual ha sido su trazabilidad, esa palabreja que a buen seguro en algunos de los productos que consumimos está llena de abusos, sangre e injusticia.
Así que bienvenidas películas como ésta, tan humanas y contundentemente concienciadoras. Vayan a verla. Una película sobre el absurdo no de nuestro tiempo, si no de nosotros mismos. Que mata, pero absurdo.
27 de abril de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos cosas me han pasado con esta película que nunca me habían pasado. Una, que ya no podré decir que en RENFE, en los trayectos largos, nunca he podido ver una película, de lo poco interesantes que son. Y dos, que una película lenta en algunos momentos, no me ha parecido nada lenta. Los planos medios y largos, de muchos segundos, que tiene el film me han parecido todos necesarios y absolutamente bien encastados en la narración.
Una historia intrigante desde el principio, llevada con un tino y una claridad de ideas que muestra el desarrollo de la misma como si de un tiralíneas se tratase, la tinta dibujando una línea recta y declaradamente dolorosa.
Es ésta una película de ausencias y de perdidas. El protagonista, atracado en un trabajo de vigilante, más que vigilar las salinas que le rodean vigila el paso del tiempo a la espera de algo. Atrapado en ese aguardar implacable y pétreo, sólo tiene la desvencijada figura de su abuelo y el piso en el que vive, que adivinamos escenario de otra vida más plena, como referentes de un pasado, cargado de presencias, que se fue y sin las que él no está dispuesto a seguir adelante. El contestador telefónico y el buzón son los cordones umbilicales por los que espera recibir el definitivo aliento que lo reintegre a la vida de nuevo.
Soledad, abandono, desesperanza, displicencia y apartamiento de la vida cotidiana. Nuestro protagonista se empeña en ser los restos de algo a la deriva. Los diálogos con su ex -compañero de trabajo, deliciosos, y la perorata del taxista son como brochazos de color en un lienzo que tiene el gris como color base.
Aunque no es hasta el final que consigue el espectador descubrir cuál es la razón de tanto desapego y apatía existencial y a pesar de la añagaza del accidente de avión, no se vive el desenlace como un artificio creado por el director para tenernos intrigados sino como el desarrollo ajustado y equilibrado de algo que va sucediendo de esa manera porque no puede ser de otra. Nada de retórica.
Al final sucede que unos soportan la vida tal cual y van alimentándose de lo que encuentran y otros prefieren rendirse. FIN.
Una película que más rodar el director escribió. Y así, el papel de los actores se acomoda con humildad a los sucesos que van acaeciendo, que es una virtud de la que muchos actores carecen.
Lamentable que andemos adorando en festivales y cines que se tildan de entendidos películas extranjeras de parecida factura y ésta nuestra haya tenido recorrido de saldo. Los paletos de siempre.
14 de diciembre de 2014 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La necesidad megalómana de Woody Allen de estar presente en las pantallas cada cierto tiempo tiene como lógico resultado que sus productos, al ser artísticos, una vez sean excelentes y otras veces innecesarios y otras detestables. Como el listón de película mala lo dejo muy alto en “Vicky Cristina Barcelona”, con una patética y tópica visión de España y una historia irrisoria, en ésta ha marcado record en cuanto a film que no hacía falta.
Hay en la proyección aspectos valorables y algunos muy bien resueltos y expuestos pero que no justifican ponerse a hacer otra película. La interpretación de los actores es todo lo pulcra y entregada que las películas de Allen exigen. Colin Firth cuaja un papel en el que se mueve entre su acostumbrada sobriedad y las exigencias un tanto histriónicas que muchas veces exige el director. De hecho si se mira bien las evoluciones del Sr. Firth es muy fácil ver los modos y maneras de Woody Allen actor.
Emma Stone ha entendido muy bien al director, sin embargo todo lo bien que lleva su parte picara y golfa de estafadora y falsa vidente lo lleva de mal en su papel de enamorada. No convence.
La tropa de secundarios no tiene problemas para acoplarse a un escenario casi de teatro y en una época que hemos visto en el cine hasta la saciedad. Mi hija de 17 años enseguida se acordó del Gran Gatsby. Por no hablar de los paisajes de la Costa Azul. A destacar el intérprete de mandolina que en algunas escenas parecía apuntar a uno de esos secundarios de las películas de Allen que terminan siendo memorables. Pero no. Se quedo en amago.
Lo más brillante del film son los diálogos que en algunos momentos son ligeros, mal intencionados, con indirectas y sarcasmos deliciosos. Pero claro, si has leído el teatro de Oscar Wilde o has asistido a la representación de algunas de sus obras.....pues tienes la sensación de estar viendo un remake. Algo que Woody Allen no necesita, copiar.
Cuando Woody Allen se aleja de su afán de reírse de los petulantes seres humanos y suministrarnos una cura de humildad, por un momento pareció que esa era la intención con un personaje, el de Colin Firth, despectivo y un tanto soberbio que pedía una lección de humildad a gritos, cuando deja de reflexionar sobre nuestro enmarañado ego…….seguimos viendo su buen oficio pero desaparece su estupendo genio.
Si cuenta una historia de amor y no le mete dudas, traiciones y aburrimiento….la historia se queda ahí……..insulsa, prescindible.
Woody Allen es maliciosos, agrio, caustico….…las historias ramplonas de amor no le van. Se le quedan en obras grises, del montón.
En fin, un ejercicio ligero, light…….con lo interesante que podría haber sido desarrollar el papel del mandolinero hasta colocarlo a la altura del mago chino y montar un especie de deliciosa “Balas sobre Broadway”. Pero eso hubiera sido una película sobre la naturaleza humana que tan bien se le dan a Woody Allen y no una historia de amor que parece ser que es lo que quería hacer esta vez. Él, que me da la impresión que cree en las historias de amor tanto como en el credo judío. Otra vez será.
2 de octubre de 2014 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos cosas hay que agradecerle a Alberto Rodríguez: Que no haya caído en el panfletismo político aprovechando que pasaba por 1980 y el final de la dictadura y su hedor estaba cerca y que no nos hay querido vender la mandanga de que todos los malos pagan sus fechorías. Lo primero pasa por la película casi en plan anecdótico y el pasado franquista del poli bajito no va más allá de un pasado turbio, sea político o no. Y lo segundo……acordémonos del Duque de Feria, que por una vez sucedió lo contrario. En la realidad fue castigado. A ver si cunde el ejemplo. No digo más.
Incluso el tráfico de droga ha sido ninguneado. Sólo ha servido para crear ambiente, para crear verosimilitud.
Alberto Rodríguez quería contar un thriller y es lo que ha contado. Con un excelente ritmo narrativo, unos actores grandiosos, no sé con cuál de los dos polis quedarme aunque he de decir que Raúl Arévalo me ha impresionado y no ha deslucido nada frente a Javier Gutiérrez, y era muy difícil eso.
Los primeros planos a contra luz de los personajes me han parecido resueltos con maestría y las tomas cenitales muy sugerentes. A más de sorprendentes. Esto tan bonito y con esos bichitos que parecen hormigas…….pues no, ni es tan bonito ni son hormigas, es terrible y son seres humanos.
A partir de ahora dejaré de decir eso de “Pero como no se explota en el cine el inmenso acerbo paisajista y monumental que tenemos en España”. Se está haciendo y muy bien. Ahí está El Guadalquivir, a la altura del Mississippi.
Por fin volvemos la mirada hacia nosotros mismos, sin flagelarnos y sin menospreciarnos, con compasión y en su justa medida.
El guión muy cuidado y contenido. Podía haber habido más persecuciones y más disparos. Pero yo soy de los que piensan que aunque con lo justo se llama menos al espectáculo, sin embargo se construye mejor la credibilidad y yo creo que es eso es más deseable.
Un pequeño “pero” para el casting, que puede que ni incluso lo sea porque ignoro el tempo de rodaje de “El niño” con respecto a la Isla mínima, pero la coincidencia en las dos películas del actor protagonista de la primera y el estreno antes de “El niño” no ha ayudado mucho a “La isla mínima” . A mi lado alguien se puso a murmurar al verlo aparecer. Esos detalles tienen que cuidarse. Hay muchos actores que hubieran dado bien en ese papel.
Una estupenda y entretenida película de principio a fin. Una pena que ya la haya visto. Porque me gustaría volver a verla por primera vez y eso no lo suelo decir de muchas películas.
Al paso que vamos que los cines españoles se llenen para ver películas españolas dejará de ser una sorpresa para pasar a ser habitual. Se ha tardado casi cuarenta años pero se ha conseguido. Cosa de la libertad y no de las subvenciones como pensaban algunos. De verdad.
Pero una pena que vayamos de cuarenta en cuarenta años.
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