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Críticas 148
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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14 de julio de 2020 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Timothy Conigrave decidió, una vez que su vida se apagaba como consecuencia del SIDA, inmortalizar su historia de amor con John Caleb en un emotivo libro, donde repasaba las vicisitudes a las que tuvieron que hacer frente en una época poco proclive a tolerar este tipo de amoríos. Quien haya podido leer el relato, sabrá que se trata de una obra directa y franca, en la que las florituras narrativas se omiten, dejando paso a la realidad más cruda y melancólica, sobre todo en el último tramo del libro.

La adaptación que Neil Armfield hace de la obra intenta por todos los medios mantenerse fiel a los hechos expuestos, siguiendo el proceso de maduración de los implicados, recorriendo ese arduo trayecto de luchas internas y externas que ambos padecieron a lo largo de su corta vida. Uno de los mayores defectos del film es, quizás, esa pretensión de abarcar todo lo narrado, restando profundidad al conjunto al intentar abrazar la totalidad. Es fácil entender que el medio escrito dispone de muchas más ventajas en cuanto a desarrollo y tiempo, en cambio, el audiovisual siempre está supeditado a la temporalidad limitada y, por ello, poco puede explayarse en rebuscadas e íntimas descripciones que adolezcan el ritmo narrativo. Aunque éstas, por otro lado, serían totalmente necesarias en historias tan desgarradoras.

El director, sabiendo la incapacidad que tiene su filme de poder absorber todo el contenido emocional de la obra, opta por machacar sentimentalmente al espectador en la parte final, recreándose, incluso en exceso, en desgracias ajenas. Tras coger carrerilla en esto de las emociones, el director se muestra desesperado por provocarnos las mismas sensaciones que viven los propios personajes, en un aquelarre de sentimentalismo que caería en el peor de los ridículos sin un buen elenco interpretativo en el que apoyarse.

Por suerte, el filme dispone de una pareja protagonista que mantiene el tipo durante todo el metraje, desprendiendo química y complicidad entre ambos, resultando gratamente reales y entrañables. Aún con las dificultades que conlleva toda historia de transición, donde los personajes pasan por diferentes etapas vitales, ambos salen airosos en su cometido, aún estando pésimamente caracterizados (cuyo crecimiento se corresponde sólo con el corte de pelo que visten). Les acompañan un legión de secundario de lujo que, pese a tener poca presencia, otorgan cierta clase al conjunto.

Un buen film, con buenas interpretaciones y un buen empaque, que hace parcialmente honor a esa eterna historia de amor entre dos amantes que fueron capaces de luchar contra viento y marea en una época en que, la sociedad y las estigmáticas enfermedades, ponían todo su empeño en separarlos.

Lo mejor; El dúo protagonista, realmente existe química entre ambos. (Esas miradas que se dedican durante la función teatral).

Lo peor; Pese a su carga emocional, pasa de pies y puntillas sobre un relato que exigía mucha más profundidad, aunque toda la artillería pesada sea utilizada en el desenlace.
24 de febrero de 2019 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por el 2005 se estrenaba una pequeña película dirigida por Greg Mclean que, si bien poco podía ofrecer dentro de un género tan trillado como era el survival (recordemos que estábamos en plena eclosión del "Torture porn"), destacaba por encima de la media al ofrecer una turbia atmósfera que persistía después del visionado. ¿El secreto?, tomarse su tiempo en introducir a sus personajes, haciéndonos empatizar con ellos, hasta la bestial interrupción del terror en los inhóspitos parajes de la Australia profunda.

El mismo director repetiría fórmula en su secuela, pulsando el acelerador de la violencia y casquería pero perdiendo por el camino el encanto de su antecesora. El anuncio del próximo estreno de la franquicia en forma de miniserie, hacia pensar en que argucias maquinaría el director para poder aguantar el tipo a lo largo de los consabidos 6 episodios.

Una vez vista, lo primero que nos preguntamos el porqué del estreno en este formato, es decir, ¿porque hacer una serie de capítulos que rondan la hora, cuando perfectamente el argumento expuesto cabría en un perfecta tercera parte? La escueta excusa argumental, centrada en la venganza de una fallida víctima, podría haberse condesado en unos estupendos 90 minutos, ofreciendo lo mejor de la serie, es decir, centrándose en la acción pura y dura y dejando de lado subtramas que no funcionan ni como relleno.

Pero como debemos centrarnos en lo que es y no en lo que debería, a lo largo de sus seis episodios, seguimos las vicisitudes de Lucy Fry que, cual Lara Crofft, deambula por una hostil Australia que funcionaría como revulsivo para cualquier turista que esté planeando una visita al continente. Se extrapola el concepto de "América Profunda", mostrando un territorio sucio y salvaje, repleto de personajes extraños con mucho que esconder, brindando un panorama desesperanzador que no da tregua a nuestra protagonista.

Nuestro psicokiller australiano se mueve como pez en el agua a lo largo y tendido de la función, mostrándose casi como un demiurgo castrador de todo forastero que se atreva a interponerse en su camino. Rozando incluso la autoparodia una vez que se trata de indagar en el personaje, ofrece lo mejor de la cinta cada vez que aflora su peculiar cinismo y mala uva.

De nuevo la fotografía vuelve a ser lo más destacable del conjunto, retratando esos áridos paisajes circuncidados por una naturaleza extrema y un imperante firmamento.

Lo mejor; John Jarrat pasándoselo en grande y los momentos de pura violencia.

Lo peor; La sensación de tedio que abarca toda la serie, estirando las subtramas hasta el hastío sin aportar nada interesante a la principal.
23 de enero de 2019 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema recurrente en el cine es retratar ese proceso de degradación por el que pasan las parejas cada cierto tiempo, llegando algunas a poner fin a su odisea, otras saliendo reforzadas de la crisis. Se me ocurren tantos y tantos títulos; desde la más moderna "Blue Valentine" de Derek Cianfrance, hasta la clásica "¿Quién teme a Virginia Wolf?" de Mike Nichols, por poner algunos ejemplos.

La película de Björn Runge habla sobre ello, pero no sólo quedándose en la superficie, sino que va un poco más allá. Basada en la novela homónima de Meg Wolitzer, la cinta esconde una crítica al machismo inherente en la cultura y en la sociedad, resultando toda una oda al papel de la mujer en esos terrenos.

Glenn Close interpreta a Joan Castleman, esposa del futuro premio Novel de la literatura, Joe Castleman, interpretado por Jonathan Pryce. Ambos viajan a Estocolmo para recibir el mentado premio, acompañados por el hijo de la pareja. Ese periplo desencadenará sentimientos reprimidos que devendrán reproches, evidenciando la crisis que existe entre ambos, acostumbrados a representar sus requeridos papeles a la perfección, él el de marido agradecido y ella, el de cuidadosa esposa.

Pero las apariencias engañan, tal y como nos dice el film, todo aquello que sacrificamos, toda pareja sufre una especie de vampirización, donde toda renuncia a nuestro ser, a nuestro verdadero yo, a nuestros sueños y anhelos en beneficio del otro, se convierte, con el tiempo, en un negro sentimiento capaz de acabar con lo que en un principio fue amor (interesante resulta toda la contención emocional que durante toda la película mantiene Close, acostumbrada a callar y a cuidar a su pareja cual perfecta esposa, hasta el detonante que hará saltar todo por los aires).

Ese papel secundario al que queda relegada la mujer, a la que literalmente se le ofrece un viaje/vida "lleno/a de compras y tratamientos de belleza", imposibilitada de ocupar otro rol más que el de acompañante, mientras el marido disfruta de la admiración intelectual de los congregados, es duramente criticado por la cinta.

El hecho de que por ser mujer no pueda accederse a los mismos estamentos a los que el hombre llega sin esfuerzo alguno son evidenciados a través del arte, en este caso la literatura. Haciendo juicio de ello, el retrato que dibuja el director del cónyuge, dotado de cierto patetismo, muestra la dependencia, emocional y física, hacia ella, atacándola en el terreno personal cuando ésta no está del todo dispuesta a ocupar su lugar correspondiente y revelarse, llegando incluso a una curiosa inversión de roles dentro de las recriminaciones mutuas. El film oculta también una pequeña sorpresa en su guión que, en lugar de reforzar el discurso feminista, lo diluye, restándole contundencia y revelándose totalmente innecesaria (los que hayan visto el film podrán ver cierto parecido con otra obra de temática similar dirigida por Tim Burton).

Pero por si algo será recordada esta pequeña película, es por la magnífica interpretación de Glenn Close, recientemente nominada al Oscar como mejor actriz, merecedora de todos los premios habidos y por haber, haciendo de la contención y de la mirada mecanismos suficientes como para conmover al personal.

Lo mejor; Glenn Close (¡Oscar ya!)

Lo peor; El secreto resta fuerza al mensaje que pretende trasmitir.
18 de agosto de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ari Aster parece decidido a abanderar ese nuevo movimiento culterano que sacude el nuevo cine de terror desde sus cimientos. Dividiendo tanto a crítica como a público, el director no deja indiferente a nadie que haya podido visionar alguno de sus trabajos.

Hay que reconocerle a esta nueva oleada de cine de género cierta renovación conceptual de sus propuestas, tratando aspectos característicos de éste, aunque dándole nuevas dimensiones, que ejercen en el acabado un filtro novedoso que esconde lo manido. Pero por otro lado, el hecho de creerse superior a cualquier otra producción, mirándola desde el cómodo atril que proporciona el beneplácito de la crítica, resulta demasiado pedante para que, el espectador asiduo o aficionado, no se sienta a veces insultado.

Su nuevo trabajo se aleja de la densa atmósfera de "Hederitary", donde la opresión que se ejercía sobre los miembros de una disfuncional familia era retratada desde las sombras, conjugando con ellas una malsana e inquietante atmósfera. Aquí todo es luz, no hay espacio para la oscuridad, solo para aquella que se oculta en el interior de las cosas, y a través de ello Aster, empeñado a demostrar a que se puede asustar alejado de los elementos nocturnos, construye una historia de terror psicológico, tan bucólica en imagen como terrible en resultado.

Cogiendo elementos prestados de películas, tan alejadas en intenciones, como "Los 2000 maníacos" Herschel Gordon Lewis, "Hostel" de Eli Roth y de, sobretodo, "Wicker man" de Robin Hardy, propone una pesadillesca incursión de un grupo de jóvenes en los rituales paganos nórdicos que, detrás de toda su idílica exposición, se esconde el verdadero terror.

Como vemos, puro argumento de serie B pasado por el filtro Hípster, que en este caso el film funciona como metáfora de la crisis de pareja que sufren los protagonistas, en la que se insiste desde su desgarrador prólogo. También el director es excesivamente reincidente en la plasmación de esos ritos y costumbres, llegando incluso a momentos pretendidamente absurdos (que en más de un espectador habrán arrancado alguna carcajada), pero que esconde una crítica a todo culto, con sus propias normas y simbologías, que para el profano, se revelan ridículas si uno carece de la información necesaria. Por ello, el director se toma su tiempo, desgranando la película poco a poco, consiguiendo, que sus radiantes imágenes se tornen en una pesadilla llena de turbiedad a medida que se acerca el desenlace.

Película de difícil digestión, pero llena de recovecos oscuros llenos de reinterpretaciones, que harán las delicias de aquellos dados a rebuscar entre el material oculto.

Lo mejor; Florence Pugh. Convincente en un papel nada fácil.

Lo peor; Esa obstinación por los detalles puede llegar a ser tediosa.
30 de julio de 2019 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comulgar con el universo que Almodóvar propone con cada nueva película supone el aceptar de antemano ese mundo que parece anclado en los ya lejanos ochenta, donde sus sufridos protagonistas conviven con los oscuros residuos propios de la Movida madrileña. En sus films, el director muestra toda una amalgama de la cultura popular de aquellos movidos tiempos, donde se convivía con la heroína, droga que sesgó a buena parte de la juventud de la época, y la liberación sexual que supuso los primeros compases de la tan deseada democracia. Aún alejándose de sus primeras producciones (cintas reaccionarias completamente subyugadas al Madrid de los 80), Almodóvar siempre se reserva ese pequeño rincón en sus creaciones para dirigir nuevamente su mirada hacia ese pasado que hizo mella en el director.

Se ha repetido hasta la saciedad que nos encontramos ante su film más biográfico, inclusive ante su propia historia. Siendo esta aseveración, más o menos, cierta, es verdad que el director suele dejar destellos de sus propias vivencias en sus películas, retratando a muchos de los personajes que se ha ido encontrando a lo largo de su transcurso vital, siendo éstos referente directo de muchos de sus personajes. Por ejemplo, no es difícil discernir las experiencias escolares del director manchego en "La mala Educación", o sin duda, ver esos estrambóticos personajes, que seguramente lo rodeaban en esos locos tiempos, cobrar vida en pantalla (como el personaje de Antonia San Juan en "Todo sobre mi madre"), o esa vuelta a sus orígenes que supuso "Volver".

Quizás el director se encontraba en el punto de necesitar enfrentarse a sus propios fantasmas, a través de la catarsis que suponía plasmarlo en papel e imagen, y así hacer partícipe al espectador, dando a conocer no sólo todos sus miedos y frustraciones, sino también aquellos puntos de su biografía que lo marcaron y, de forma indirecta, elaboraron todo ese material que ocuparía gran parte de sus pensamientos futuros.

En primer lugar, hay que agradecerle a Almodóvar la franqueza y sinceridad con la que se expone, abriendo su corazón a través de los personajes que pueblan su film. Su álter ego, interpretado magistralmente por Banderas, rememora su pasado a través de su infancia (donde se perfila esa sed por la cultura folclórica así como sus primeros deseos sexuales, reflejados en el personaje del albañil), reflexiona sobre la estrecha relación que mantuvo con su madre (mostrando sin lugar a dudas verídicas conversaciones entre ambos y, reconociendo el pesar no superado por la pérdida de ésta), se sincera con relaciones pasadas, tanto amorosas como laborales y ofrece toda una declaración de intenciones de su actual estado (esa supuesta crisis artística que desemboca en el film que nos ocupa).

Almodóvar nos muestra el pasado para entender el presente. Acaso buscando que nos olvidemos del personaje que supone la figura del director para entrar en terrenos más privados y ocultos, al menos para el gran público, en todo un ejercicio de humildad y, a la vez, de autoconsciencia. Otra cosa es que nos lleguemos a plantear donde acaba la pretendida verdad para transformarse en pura ficción, como el mismo anticipa en sus propias declaraciones.

Lo mejor; Antonio Banderas (más Pedro que nunca, mimetizando sus gestos y miradas, todas ellas contenidas y subyacentes).

Lo peor; El acabado formal del film, a pesar del cuidado otorgado, se revela artificial y demasiado autoreferencial, restándole naturalidad al conjunto.
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