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Episodio

6,1
15.422
8
9 de enero de 2018
9 de enero de 2018
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sería de Black Mirror sin un capítulo incómodo? Desde su primer episodio, la serie de Charlie Brooker ha logrado que muchos espectadores nos sintamos de un modo horrible, mientras nos narra cómo la tecnología cambia el mundo a peor... o cómo el mundo siempre ha sido horrible, como en este tercer episodio de la cuarta temporada: Cocodrilo.
Mia (una imparable Andrea Riseborough) es una mujer que ha conseguido hacerse a sí misma superando su pasado, que alberga un hecho traumático que amenaza con destruir su nueva vida. Sin saberlo, se cruzará con una agente de seguros, Shazia (Kiran Sonia Sawar), que posee un aparato que permite recuperar los recuerdos de los testigos y las víctimas de los accidentes. Y Mia decidirá, una vez más, construirse a sí misma, a toda costa.
Charlie Brooker erige un capítulo de suspense que funciona, que enturbia la mente del espectador, al mismo tiempo que vierte las pistas para un final que, si bien puede que no esté del todo a la altura, zanja con una mera casualidad toda una situación desesperada que convierte al personaje de Mia en un monstruo. O puede que siempre lo haya sido. Ella ha permitido que el mal triunfe como espectadora y después se ha convertido en una bestia con tal de que nadie lo sepa y el fin, como quien dice, justifica los medios. Sea como sea.
A través de los paisajes pálidos y los personajes amorales, el escritor Brooker y el director Hillcoat nos hablan de cómo los recuerdos nunca se borran, de cómo el pasado siempre viene a nosotros, y de cómo el destino deja marcados a todos los personajes. Todos, al final, somos piezas de un rompecabezas que se puede reconstruir en cualquier instante, aunque no lo deseemos.
En este caso, la trama de Cocodrilo nos transporta a la fuerza de los primeros capítulos de la serie, a la vez que toma muchos elementos de capítulos de series como Alfred Hitchcock presenta. ¿Podrá escapar Mia de su pasado? ¿O somos nuestro pasado?
Puede que, por el mal cuerpo que nos deja o la oscura moraleja que se desprende de esta pesadilla, el capítulo Cocodrilo es, junto a Hang the DJ y Black Museum, uno de los mejores episodios de la cuarta temporada de una serie necesaria como es Black Mirror. No lo olviden.
Mia (una imparable Andrea Riseborough) es una mujer que ha conseguido hacerse a sí misma superando su pasado, que alberga un hecho traumático que amenaza con destruir su nueva vida. Sin saberlo, se cruzará con una agente de seguros, Shazia (Kiran Sonia Sawar), que posee un aparato que permite recuperar los recuerdos de los testigos y las víctimas de los accidentes. Y Mia decidirá, una vez más, construirse a sí misma, a toda costa.
Charlie Brooker erige un capítulo de suspense que funciona, que enturbia la mente del espectador, al mismo tiempo que vierte las pistas para un final que, si bien puede que no esté del todo a la altura, zanja con una mera casualidad toda una situación desesperada que convierte al personaje de Mia en un monstruo. O puede que siempre lo haya sido. Ella ha permitido que el mal triunfe como espectadora y después se ha convertido en una bestia con tal de que nadie lo sepa y el fin, como quien dice, justifica los medios. Sea como sea.
A través de los paisajes pálidos y los personajes amorales, el escritor Brooker y el director Hillcoat nos hablan de cómo los recuerdos nunca se borran, de cómo el pasado siempre viene a nosotros, y de cómo el destino deja marcados a todos los personajes. Todos, al final, somos piezas de un rompecabezas que se puede reconstruir en cualquier instante, aunque no lo deseemos.
En este caso, la trama de Cocodrilo nos transporta a la fuerza de los primeros capítulos de la serie, a la vez que toma muchos elementos de capítulos de series como Alfred Hitchcock presenta. ¿Podrá escapar Mia de su pasado? ¿O somos nuestro pasado?
Puede que, por el mal cuerpo que nos deja o la oscura moraleja que se desprende de esta pesadilla, el capítulo Cocodrilo es, junto a Hang the DJ y Black Museum, uno de los mejores episodios de la cuarta temporada de una serie necesaria como es Black Mirror. No lo olviden.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Crítica publicada originalmente en https://goo.gl/nJFyeG

5,3
24.591
4
28 de diciembre de 2017
28 de diciembre de 2017
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lex Luthor, Darkseid, Maxwell Lord, Peraxxus... Grandes enemigos de la Liga de la Justicia que han colmado viñetas y viñetas a lo largo de los más de cincuenta años de historia del célebre grupo de superhéroes y, al final, el gran enemigo ha terminado siendo una alianza entre productores, el mercado, guionistas y directores que no han logrado hacer que la Liga de la Justicia cinematográfica sea lo que merecía ser.
Si hace diez años me hubieran dicho que vería una película de la Liga de la Justicia en la gran pantalla, hubiese hecho cola durante horas para hacerme con mi entrada y alucinar con los superhéroes de las viñetas de mi infancia. Hace diez años. Sin caer en el argumento de la fatiga del género superheroico (muy aburrido), las comparaciones con Los Vengadores (un asunto tremendamente tedioso y, sobre todo, estéril) o en las críticas de otros que la criticaron antes de verla, debo reconocer que Justice League no ha sido ese espectáculo que esperaba; es, más bien, la definición perfecta de un "Frankenstein cinematográfico": una cinta hecha con pedazos de lo que quiso hacer el director Zack Snyder y lo que acabó concluyendo un Joss Whedon incapaz de salvar un barco condenado al naufragio, quizás también por él mismo, cuyo tono no encajaba con el presentado por Snyder, presionado, sin duda, por los productores. Para la historia de las adaptaciones de cómics a la gran pantalla quedarán todas esas anécdotas que ha dejado la preproducción, el rodaje, el estreno y el recibimiento de Liga de la Justicia.
Y los impedimentos del poco tiempo pasan factura a una película cuyo montaje y cuyos pobres efectos especiales (con ese abuso del croma) denotan que los productores estaban más concentrados en hacer un toma el dinero y corre antes que en presentar la película que muchos fans o espectadores esperábamos.
El Universo Cinematográfico de DC parece parpadear ante una película hecha con prisas, alejada del tono solemne de El Hombre de Acero, los vacuos dilemas de Batman v Superman o la búsqueda de la maravilla de Wonder Woman, y sí acercándose más a ese mar de cambios y problemas que fue Escuadrón Suicida. Es hasta paradójico ver cómo Joss Whedon intenta hacer que Superman sea un superhéroe, cuando Snyder lo presentó como una especie de dios. Whedon lucha por llegar a presionar el botón de la retrocontinuidad y el reboot, pero ese solo es uno de los problemas. ¿Quién dejaría que sus críos se acercasen a un ser que destruye edificios cada dos por tres, como en El Hombre de Acero?
Escena de acción tras escena de acción, quedan pocas secuencias para conocer a personajes nuevos como Aquaman, Flash y Ciborg, presentados a toda prisa, mientras que Batman y Wonder Woman intentan hacer creíble esa alianza forjada en el último momento para enfrentarse a un desafortunado Steppenwolf al que ni el vozarrón de Ciarán Hinds salva de un diseño que nos transporta a los villanos más chirriantes del cine de superhéroes de hace más de una década.
Así que pasa lo que pasa: los personajes son sombras tenues de lo que son en los cómics, no hay metraje suficiente para ellos (¿hubiera sido mejor hacerla más sencilla? ¿Más de lo que ya es?) y solo los aficionados podrán llegar a comprender a estos seres retratados como superhéroes que deben molar porque sí, no porque realmente demuestren algo destacable (el ejemplo perfecto está en esa escena de Aquaman metiéndose en el agua a cámara lenta, con música rock, y que, simplemente, es como un "ah, vale").
Poco pueden hacer los actores cuando los directores no se aclaran, los productores menos todavía y la sombra del piloto automático amenaza a todos, como se denota de la partitura de un Danny Elfman que recupera sus propios temas para Batman, el de John Williams para Superman, algunos toques de Hans Zimmer y Junkie XL para Wonder Woman y... ¿un poco de su música para Los Vengadores 2? Ay.
Al fin y al cabo, Liga de la Justicia es, básicamente, un cómic de viñetas pretendidamente chulas, pero con un argumento que no dice gran cosa, pese a que tantea temas interesantes: el destino de la Tierra sin Superman, un mundo sin esperanza… Y es que hay pequeños detalles que, de haber sido explotados de alguna manera, hubiesen hecho de esta película algo más que un entretenimiento de ver y olvidar. Yo quería que me gustase, pero al final...
Pese a que haya algún chiste que funcione y algún atisbo acertado (como el prólogo grabado con móvil), los estilos de Whedon y Snyder no terminan de encajar y, pese a que tenemos un Superman más cercano a la visión clásica del personaje, es el ejemplo perfecto de todos los recortes y cambios de última hora (más allá de su bigote, recordemos cómo se eliminó ese traje negro que se tanteó para su resurrección). Basta con ver los tráilers, pensar en todas las escenas perdidas y darnos cuenta de cómo esta es la película de nadie. No es la película de Joss Whedon. No es la película de Zack Snyder. No es la película que Warner esperaba. Y lo peor es que no es la película que muchos esperábamos. Y no lo es... para mal o decepción de muchos.
Si hace diez años me hubieran dicho que vería una película de la Liga de la Justicia en la gran pantalla, hubiese hecho cola durante horas para hacerme con mi entrada y alucinar con los superhéroes de las viñetas de mi infancia. Hace diez años. Sin caer en el argumento de la fatiga del género superheroico (muy aburrido), las comparaciones con Los Vengadores (un asunto tremendamente tedioso y, sobre todo, estéril) o en las críticas de otros que la criticaron antes de verla, debo reconocer que Justice League no ha sido ese espectáculo que esperaba; es, más bien, la definición perfecta de un "Frankenstein cinematográfico": una cinta hecha con pedazos de lo que quiso hacer el director Zack Snyder y lo que acabó concluyendo un Joss Whedon incapaz de salvar un barco condenado al naufragio, quizás también por él mismo, cuyo tono no encajaba con el presentado por Snyder, presionado, sin duda, por los productores. Para la historia de las adaptaciones de cómics a la gran pantalla quedarán todas esas anécdotas que ha dejado la preproducción, el rodaje, el estreno y el recibimiento de Liga de la Justicia.
Y los impedimentos del poco tiempo pasan factura a una película cuyo montaje y cuyos pobres efectos especiales (con ese abuso del croma) denotan que los productores estaban más concentrados en hacer un toma el dinero y corre antes que en presentar la película que muchos fans o espectadores esperábamos.
El Universo Cinematográfico de DC parece parpadear ante una película hecha con prisas, alejada del tono solemne de El Hombre de Acero, los vacuos dilemas de Batman v Superman o la búsqueda de la maravilla de Wonder Woman, y sí acercándose más a ese mar de cambios y problemas que fue Escuadrón Suicida. Es hasta paradójico ver cómo Joss Whedon intenta hacer que Superman sea un superhéroe, cuando Snyder lo presentó como una especie de dios. Whedon lucha por llegar a presionar el botón de la retrocontinuidad y el reboot, pero ese solo es uno de los problemas. ¿Quién dejaría que sus críos se acercasen a un ser que destruye edificios cada dos por tres, como en El Hombre de Acero?
Escena de acción tras escena de acción, quedan pocas secuencias para conocer a personajes nuevos como Aquaman, Flash y Ciborg, presentados a toda prisa, mientras que Batman y Wonder Woman intentan hacer creíble esa alianza forjada en el último momento para enfrentarse a un desafortunado Steppenwolf al que ni el vozarrón de Ciarán Hinds salva de un diseño que nos transporta a los villanos más chirriantes del cine de superhéroes de hace más de una década.
Así que pasa lo que pasa: los personajes son sombras tenues de lo que son en los cómics, no hay metraje suficiente para ellos (¿hubiera sido mejor hacerla más sencilla? ¿Más de lo que ya es?) y solo los aficionados podrán llegar a comprender a estos seres retratados como superhéroes que deben molar porque sí, no porque realmente demuestren algo destacable (el ejemplo perfecto está en esa escena de Aquaman metiéndose en el agua a cámara lenta, con música rock, y que, simplemente, es como un "ah, vale").
Poco pueden hacer los actores cuando los directores no se aclaran, los productores menos todavía y la sombra del piloto automático amenaza a todos, como se denota de la partitura de un Danny Elfman que recupera sus propios temas para Batman, el de John Williams para Superman, algunos toques de Hans Zimmer y Junkie XL para Wonder Woman y... ¿un poco de su música para Los Vengadores 2? Ay.
Al fin y al cabo, Liga de la Justicia es, básicamente, un cómic de viñetas pretendidamente chulas, pero con un argumento que no dice gran cosa, pese a que tantea temas interesantes: el destino de la Tierra sin Superman, un mundo sin esperanza… Y es que hay pequeños detalles que, de haber sido explotados de alguna manera, hubiesen hecho de esta película algo más que un entretenimiento de ver y olvidar. Yo quería que me gustase, pero al final...
Pese a que haya algún chiste que funcione y algún atisbo acertado (como el prólogo grabado con móvil), los estilos de Whedon y Snyder no terminan de encajar y, pese a que tenemos un Superman más cercano a la visión clásica del personaje, es el ejemplo perfecto de todos los recortes y cambios de última hora (más allá de su bigote, recordemos cómo se eliminó ese traje negro que se tanteó para su resurrección). Basta con ver los tráilers, pensar en todas las escenas perdidas y darnos cuenta de cómo esta es la película de nadie. No es la película de Joss Whedon. No es la película de Zack Snyder. No es la película que Warner esperaba. Y lo peor es que no es la película que muchos esperábamos. Y no lo es... para mal o decepción de muchos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Publicada originalmente en https://goo.gl/h39XNR
15 de febrero de 2018
15 de febrero de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi Sin City allá por 2005, pensé que era una gran película por su fidelidad a Frank Miller y su cómic, su extravagancia y su homenaje al cine negro. Con los años, he aprendido que una adaptación cinematográfica de un cómic o un libro puede ser más fiel al espíritu de este que a su propia forma. Por mucho que incluyas transiciones o elementos del tebeo, hay cuestiones de un medio que no suelen funcionar en otro, como decía Alan Moore. En el caso de Sin City y su secuela, que tardíamente ha llegado a España (y de manos de Netflix), se confirma que Robert Rodríguez y Frank Miller pensaron que una adaptación sería coger el cómic de Sin City y sacudirlo para que tenga movimiento, porque la cinta es exactamente eseo: un cómic en movimiento. ¿Qué es lo malo entonces? Que en esta secuela, esos elementos no funcionan como en su predecesora, y que, a veces, no parece cine.
A dame to kill for, pese a sus intentos de ser un homenaje al cine noir y recoger todo lo grande que ha hecho Frank Miller, se resiente por unos diálogos que son mejores cuando se leen que cuando se pronuncian y por una historia de historias que resulta finalmente deshilvanada y carente de la efectividad y los golpes que nos propinaba la primera entrega de Sin City. Las situaciones resultan tan caricaturescas y exageradas, dignas de parodia, como el maquillaje de Mickey Rourke o las chicas de Gail (el personaje de Rosario Dawson), por no decir que repetitivos: como esa Jessica Alba que no se cansa de bailar (aunque tenga una loable profundización en el último tercio) o ese Dwight de Josh Brolin que parece que tarda en comprender en demasía a Ava, el personaje de la siempre genial Eva Green. ¿Es una mala película? No lo creo. Considero que si el espectador acepta las reglas del juego y decide saltarse cualquier problema, puede que la película le encante.
En el apartado técnico, tanto los efectos especiales, como el maquillaje, el vestuario y la fotografía luchan por trasladar la estética del cómic a la gran pantalla, pero, en muchas escenas, resulta chocante, forzado y un ejercicio de estilo que poco aporta para una película que podría ser mucho más de lo que es, con un reparto de estrellas encabezado por Josh Brolin, Joseph Gordon-Levitt, Eva Green, Jessica Alba, Bruce Willis, entre otros. Es más, la sensación que queda es que muchos de los efectos especiales han empeorado (véase el maquillaje de Mickey Rourke) o que los actores no pueden salvar unas tramas que no dan para más (véase el personaje de Joseph Gordon-Levitt).
A dame to kill for, pese a sus intentos de ser un homenaje al cine noir y recoger todo lo grande que ha hecho Frank Miller, se resiente por unos diálogos que son mejores cuando se leen que cuando se pronuncian y por una historia de historias que resulta finalmente deshilvanada y carente de la efectividad y los golpes que nos propinaba la primera entrega de Sin City. Las situaciones resultan tan caricaturescas y exageradas, dignas de parodia, como el maquillaje de Mickey Rourke o las chicas de Gail (el personaje de Rosario Dawson), por no decir que repetitivos: como esa Jessica Alba que no se cansa de bailar (aunque tenga una loable profundización en el último tercio) o ese Dwight de Josh Brolin que parece que tarda en comprender en demasía a Ava, el personaje de la siempre genial Eva Green. ¿Es una mala película? No lo creo. Considero que si el espectador acepta las reglas del juego y decide saltarse cualquier problema, puede que la película le encante.
En el apartado técnico, tanto los efectos especiales, como el maquillaje, el vestuario y la fotografía luchan por trasladar la estética del cómic a la gran pantalla, pero, en muchas escenas, resulta chocante, forzado y un ejercicio de estilo que poco aporta para una película que podría ser mucho más de lo que es, con un reparto de estrellas encabezado por Josh Brolin, Joseph Gordon-Levitt, Eva Green, Jessica Alba, Bruce Willis, entre otros. Es más, la sensación que queda es que muchos de los efectos especiales han empeorado (véase el maquillaje de Mickey Rourke) o que los actores no pueden salvar unas tramas que no dan para más (véase el personaje de Joseph Gordon-Levitt).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En definitiva, no es de extrañar que Sin City. A dame to kill for no funcionase en taquilla y su estreno se viese indefinidamente retrasado en nuestro país. Si bien no es aborrecible, queda la sensación de que el impacto y la profundidad noir y pulp del cómic y la película original se han desvanecido bajo un intento de estética llevado al paroxismo, pero que no nos hace matar por ella.
Publicado originalmente en: https://goo.gl/AkXUPq
Publicado originalmente en: https://goo.gl/AkXUPq
7
14 de febrero de 2018
14 de febrero de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entrada lleva escrita desde hace meses, pero decidí esperar antes de publicarla, para ver si las virtudes de la serie superaban con el tiempo a los defectos de su aparente cierre. Y es que puede que esperase demasiado de este anime, Ajin, que me recomendaron encarecidamente después de ver Tokyo Ghoul.
Debo reconocer que, pese a que tiene una premisa muy interesante (el hecho de que existan seres temidos y odiados que no pueden morir), creo que Ajin se acaba volviendo tan repetitiva como uno de los videojuegos del señor Sato, esa especie de Magneto de los Ajin que busca la revolución de esta nueva raza de inmortales.
No he tenido el placer de leer el manga de Gamon Sakurai ni he podido ver las dos adaptaciones anteriores en formato de película, pero la serie de Netflix, pese a que no es mala, sí que al final se siente que, aunque tiene buenos momentos, no evoluciona tanto como debería y eso se percibe, sobre todo, en una segunda parte donde los diferentes intereses de los personajes llaman poco, porque con Sato tenemos a un villano que no puede morir y vuelve y vuelve y vuelve y los personajes se van quedando más encerrados en un mundo que, por mucho que se desee expandir, se siente pequeño pese a las inclusiones de los intereses de Estados Unidos y otros países con el tema de los Ajin.
Si hay que quedarse con lo positivo, la música, aunque a veces repetitiva (como la trama), es uno de los puntos buenos de este anime, que tiene escenas de acción que bien podrían traducirse a muchas películas que vemos y con un punto de partida que podría ser muy interesante en manos de directores como Christopher Nolan o Dennis Villeneuve.
Resulta una lástima que la animación en 3D a veces encaje mejor que en otras, aunque después de unos capítulos uno se acostumbra a este tipo de creación que evoca también a la reciente película de Netflix Blame!
Por último, el tono solemne en muchas ocasiones y temas típicos de los animes como el protagonista débil que desea hacerse más fuerte, como el propio Kaneki en Tokyo Ghoul o Eren en El ataque de los titanes, se justifica aquí con un antihéroe, egoísta, que busca más su propio bien que el de los demás y que, ya sea por el seiyuu o por su talante nos evoca, muy tenuemente, a ese protagonista genial que fue Light Yagami en Death Note.
Debo reconocer que, pese a que tiene una premisa muy interesante (el hecho de que existan seres temidos y odiados que no pueden morir), creo que Ajin se acaba volviendo tan repetitiva como uno de los videojuegos del señor Sato, esa especie de Magneto de los Ajin que busca la revolución de esta nueva raza de inmortales.
No he tenido el placer de leer el manga de Gamon Sakurai ni he podido ver las dos adaptaciones anteriores en formato de película, pero la serie de Netflix, pese a que no es mala, sí que al final se siente que, aunque tiene buenos momentos, no evoluciona tanto como debería y eso se percibe, sobre todo, en una segunda parte donde los diferentes intereses de los personajes llaman poco, porque con Sato tenemos a un villano que no puede morir y vuelve y vuelve y vuelve y los personajes se van quedando más encerrados en un mundo que, por mucho que se desee expandir, se siente pequeño pese a las inclusiones de los intereses de Estados Unidos y otros países con el tema de los Ajin.
Si hay que quedarse con lo positivo, la música, aunque a veces repetitiva (como la trama), es uno de los puntos buenos de este anime, que tiene escenas de acción que bien podrían traducirse a muchas películas que vemos y con un punto de partida que podría ser muy interesante en manos de directores como Christopher Nolan o Dennis Villeneuve.
Resulta una lástima que la animación en 3D a veces encaje mejor que en otras, aunque después de unos capítulos uno se acostumbra a este tipo de creación que evoca también a la reciente película de Netflix Blame!
Por último, el tono solemne en muchas ocasiones y temas típicos de los animes como el protagonista débil que desea hacerse más fuerte, como el propio Kaneki en Tokyo Ghoul o Eren en El ataque de los titanes, se justifica aquí con un antihéroe, egoísta, que busca más su propio bien que el de los demás y que, ya sea por el seiyuu o por su talante nos evoca, muy tenuemente, a ese protagonista genial que fue Light Yagami en Death Note.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Diferencias aparte, Ajin es un anime que volverá con una tercera temporada que esperemos que incorpore más elementos nuevos y quite de encima esa sensación de que es más de lo mismo. Por ahora, ya se ha filmado un live action basado en el anime. Y es que los inmortales no pueden morir...
Publicada originalmente en: https://goo.gl/tGEYzb
Publicada originalmente en: https://goo.gl/tGEYzb

7,0
6.643
7
29 de diciembre de 2017
29 de diciembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico del cine de horror de la genial Hammer Films y más especialmente de aquel montón de películas dedicadas a la figura del vampiro, con el conde Drácula a la cabeza, encarnado por nada más y nada menos que un estupendo Christopher Lee. Con su carácter y su porte, Lee dio una nueva imagen al conde transilvano, riñendo firmemente con el gran Bela Lugosi, quien dio vida (o no muerte) al vampiro en el film Drácula de Tod Browning. Y si nombramos a Christopher Lee, no podemos dejar de lado al otro gran hallazgo de la cinta: Peter Cushing, como el aguerrido Van Helsing.
Filma (y firma) Terence Fisher, un director habitual del género, que adapta el clásico de Bram Stoker tomándose todas las licencias que hacen falta (Jonathan Harker como bibliotecario cazador de vampiros, Mina como la prometida de Arthur, Lucy como la hermana poseída, a Renfield ni se le ve ni se le espera, etc.). Muchas obras han cambiado la novela original, desde el Nosferatu de Murnau hasta el Drácula interpretado por Lugosi, y aquí nos ofrecen una versión más donde se da relieve al personaje de Van Helsing como un batallador enérgico, noble y capaz de hacer lo que nadie más se atreve a hacer. Es más, es el osado cazador de vampiros el que suma enteros en Horror of Dracula y se transforma en la imagen que tenemos muchos del cazador.
Más allá del atrezo, la caracterización, los escenarios, el maquillaje o la posible carencia de medios (ya sea por presupuesto o por época), existe una fascinación morbosa en el espectador a la hora de ver una y otra vez la sanguinaria historia de Drácula, que aquí cuenta con la imagen de un inconmensurable Christopher Lee (que aparece lo justo, pero cuya sombra siempre está presente).
Horror of Dracula vuelca a todo color el subtexto de la sexualidad, el pecado, la sangre y el vampirismo se repite como lo hiciera en la novela de Stoker. No olvidemos que el sexo descontrolado trae el infortunio según la visión más tradicional: desde enfermedades (más allá de las venéreas, el puro vampirismo) hasta la desgracia de la infidelidad o la adicción a la droga que es la sangre (o la vida, véase The Hunger o The Addiction).
Fruto de todo ello, marca de la obra original y extrapolada por la Hammer para muchos de sus filmes de terror y ciencia ficción, Horror of Dracula contaría con un sinfín de continuaciones, desde una película dedicada a las novias de Drácula pasando por el regreso del conde, incluso en los alocados años setenta.
¿Sigue siendo recomendable este film de 1958 sobre el chupasangre más célebre de la historia? Sí, lo es. Drácula (o Horror of Dracula) continúa siendo una película que vale la pena ver y más en una época en que los vampiros parecen estar de capa caída. Van Helsing parece haber ganado, pero el conde siempre vuelve de sus cenizas...
Filma (y firma) Terence Fisher, un director habitual del género, que adapta el clásico de Bram Stoker tomándose todas las licencias que hacen falta (Jonathan Harker como bibliotecario cazador de vampiros, Mina como la prometida de Arthur, Lucy como la hermana poseída, a Renfield ni se le ve ni se le espera, etc.). Muchas obras han cambiado la novela original, desde el Nosferatu de Murnau hasta el Drácula interpretado por Lugosi, y aquí nos ofrecen una versión más donde se da relieve al personaje de Van Helsing como un batallador enérgico, noble y capaz de hacer lo que nadie más se atreve a hacer. Es más, es el osado cazador de vampiros el que suma enteros en Horror of Dracula y se transforma en la imagen que tenemos muchos del cazador.
Más allá del atrezo, la caracterización, los escenarios, el maquillaje o la posible carencia de medios (ya sea por presupuesto o por época), existe una fascinación morbosa en el espectador a la hora de ver una y otra vez la sanguinaria historia de Drácula, que aquí cuenta con la imagen de un inconmensurable Christopher Lee (que aparece lo justo, pero cuya sombra siempre está presente).
Horror of Dracula vuelca a todo color el subtexto de la sexualidad, el pecado, la sangre y el vampirismo se repite como lo hiciera en la novela de Stoker. No olvidemos que el sexo descontrolado trae el infortunio según la visión más tradicional: desde enfermedades (más allá de las venéreas, el puro vampirismo) hasta la desgracia de la infidelidad o la adicción a la droga que es la sangre (o la vida, véase The Hunger o The Addiction).
Fruto de todo ello, marca de la obra original y extrapolada por la Hammer para muchos de sus filmes de terror y ciencia ficción, Horror of Dracula contaría con un sinfín de continuaciones, desde una película dedicada a las novias de Drácula pasando por el regreso del conde, incluso en los alocados años setenta.
¿Sigue siendo recomendable este film de 1958 sobre el chupasangre más célebre de la historia? Sí, lo es. Drácula (o Horror of Dracula) continúa siendo una película que vale la pena ver y más en una época en que los vampiros parecen estar de capa caída. Van Helsing parece haber ganado, pero el conde siempre vuelve de sus cenizas...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Publicado originalmente en https://goo.gl/9oHseG
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