Cruda, más en lo cotidiano, en las relaciones y en las miserias humanas que en lo visual, Deadwood tiene un magnífico reparto, una buena ambientación y los ingredientes necesarios para retratar sin tapujos el último cuarto del Siglo XIX en el Oeste y cómo afrontaba la población los profundos cambios de una era salvaje y despiadada en una nación en formación.

No es fácil entrar en según qué estilos de narración cinematográfica. Es lo que me ocurre en muchos casos con el cine asiático y ciertos clichés que se repiten a menudo: Actores y actrices a veces muy exagerad@s, situaciones dramáticas excesivamente teatralizadas, algunas escenas poco creíbles... Y esta primera entrega de la "Trilogía de la Venganza" de Park Chan-wook no es una excepción. Tiene un poco de todo eso y muchas dosis de violencia, mucho drama y un ritmo, por momentos, excesivamente pausado: Planos que se alargan 30 segundos de un personaje fumando, o mirando a cámara... De todos modos, hay que decir que es un estilo muy reconocible y que con la violencia, tanto en el terror como en la acción o el thriller, el cine asiático es mucho más atrevido que el occidental y que la trama es bastante interesante.

Aunque pierde el factor sorpresa de la original sin más remedio, la dicotomía humanos/hadas y, sobre todo, la lucha entre la reina (encarnada por Michelle Pfeiffer) y Maléfica (Angelina Jolie) mantiene la tensión y el aliciente. Es verdad que por lo demás es una aventura épica de batallas entre personajes fantásticos y humanos muchas veces vista, que puede recordar a El Señor de los Anillos, Harry Potter o Narnia. Pero sigue siendo visualmente llamativa y entretenida a pesar de todo.

El que parece cierre definitivo de la saga de John Rambo es más bien una película de venganza de las que últimamente hemos visto protagonizar a Liam Neeson más que un "Rambo" al uso. Es, junto a la primera, la única que no se desarrolla en zona de guerra (aunque en este caso el escenario se convierta prácticamente en uno) y las escenas de acción siguen siendo cruentas y explícitas. Y aunque Stallone está ya bastante mayor para según qué papeles, se sostiene con cierta solvencia en el inexpresivo soldado que, junto con el personaje de Rocky, tanta fama le dio.

Secuela de Perdiendo el norte en la que el protagonismo recae en el personaje de Julián Muñoz y sus vivencias en China. López está divertido, como en la anterior, y los tópicos y los clichés se suceden, pero la verdad es que tiene escenas que te sacan la sonrisa y algunos de los secundarios (se une Edu Soto) aderezan muy bien la trama principal.