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6,7
14.793
6
26 de marzo de 2014
26 de marzo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta última película de Frears, la historia que nos cuenta goza de la sobriedad y el buen hacer de este director inglés que toque el tema que toque en sus películas siempre tiene uno la tranquila sensación de que podrá o no disfrutar del film, pero perderse no se va perder. Un guión milimétrico que no tiene ni una escena de relleno camina sin prisa pero sin pausa hacia su desenlace.
Pero, hay un pero, por encima del melodrama, intenso y muy a propósito para España, en estos momentos, destaca la interpretación de los dos protagonistas. Algo que no sé si es bueno o malo para la película. Me explico. En una obra de teatro hablar de afectación, extralimitación, histrionismo o como se quiera llamar a esa tentación de los actores aclamados de poner la obra a su servicio y no al revés, como han demostrados las veces que yo los he visto tanto Nuria Espert como Josep Maria Flotats, no es importante pues en el teatro se realiza una catarsis colectiva, es decir hay un pacto de todos los presente para fingir que aquella historia está sucediendo y sacar de ella el jugo, la esencia de aquello que se trate. Contra eso los actores poco pueden hacer y se dejan ir, engolando la voz, comportándose afectadamente o incluso haciendo guiños al público. En el teatro hay una complicidad de todos con todos. Esto en el cine no pasa. En el cine el actor debe ser creíble. Es muy arriesgado que un actor se quede mirando a la pantalla. Eso saca de una patada al espectador de la historia.
Para mi gusto, a esta película le hubiera venido mejor unos actores más contenidos y menos teatrales, aunque debo decir que se movieron al borde del exceso. Sin sobrepasarlo nunca. O poquísimo. Pero esta película, por la temática, necesitaba unos actores menos decisivos, más a remolque de lo que se narra.
Porque al salir de la sala está en la mente de los espectadores la buena “interpretación” de los actores contándonos su historia. Cuando debía de quedar por encima de todo Philomena y sus circunstancias, y no lo bien que Judi Dench le da vida.
Una vez aceptado este exceso de actuación, que la película tiene algo de teatro, ésta se deja ver, se disfruta y en la mente de los espectadores queda, si consiguen deshacerse de los trabajos interpretativos, el poso de alguna lección de historia y alguna otra de vida.
Las de historia. ¡Qué jodidamente mal lo han pasado los irlandeses! Cuando no los machacaban los ingleses venían los americanos y los compraban. Y entre medias, la religión católica para anestesiarlos y que fueran al patíbulo tranquilos y dóciles.
Los irlandeses se hicieron católicos para defenderse de los ingleses y no sé yo que es peor.
Las de vida. Philomena, a su pesar, ha tenido que vivir y ahora al final de su existencia, sólo quiere saber. Nada de ajuste de cuentas, nada de recriminaciones ni odios, sólo un poquito de consuelo. Su compañero de andanzas todavía no ha sucumbido y se rebela contra la ignominia y el desprecio por los demás. Aunque al final no deja de entrever que su destino será algun día ser como Philomena: Alguien hecho a su pesar. Como todos.Como Gonzalo torrente Ballester nos contó en su novela.
Un melodrama conmovedor que no quiere ser otra cosa.
Pero, hay un pero, por encima del melodrama, intenso y muy a propósito para España, en estos momentos, destaca la interpretación de los dos protagonistas. Algo que no sé si es bueno o malo para la película. Me explico. En una obra de teatro hablar de afectación, extralimitación, histrionismo o como se quiera llamar a esa tentación de los actores aclamados de poner la obra a su servicio y no al revés, como han demostrados las veces que yo los he visto tanto Nuria Espert como Josep Maria Flotats, no es importante pues en el teatro se realiza una catarsis colectiva, es decir hay un pacto de todos los presente para fingir que aquella historia está sucediendo y sacar de ella el jugo, la esencia de aquello que se trate. Contra eso los actores poco pueden hacer y se dejan ir, engolando la voz, comportándose afectadamente o incluso haciendo guiños al público. En el teatro hay una complicidad de todos con todos. Esto en el cine no pasa. En el cine el actor debe ser creíble. Es muy arriesgado que un actor se quede mirando a la pantalla. Eso saca de una patada al espectador de la historia.
Para mi gusto, a esta película le hubiera venido mejor unos actores más contenidos y menos teatrales, aunque debo decir que se movieron al borde del exceso. Sin sobrepasarlo nunca. O poquísimo. Pero esta película, por la temática, necesitaba unos actores menos decisivos, más a remolque de lo que se narra.
Porque al salir de la sala está en la mente de los espectadores la buena “interpretación” de los actores contándonos su historia. Cuando debía de quedar por encima de todo Philomena y sus circunstancias, y no lo bien que Judi Dench le da vida.
Una vez aceptado este exceso de actuación, que la película tiene algo de teatro, ésta se deja ver, se disfruta y en la mente de los espectadores queda, si consiguen deshacerse de los trabajos interpretativos, el poso de alguna lección de historia y alguna otra de vida.
Las de historia. ¡Qué jodidamente mal lo han pasado los irlandeses! Cuando no los machacaban los ingleses venían los americanos y los compraban. Y entre medias, la religión católica para anestesiarlos y que fueran al patíbulo tranquilos y dóciles.
Los irlandeses se hicieron católicos para defenderse de los ingleses y no sé yo que es peor.
Las de vida. Philomena, a su pesar, ha tenido que vivir y ahora al final de su existencia, sólo quiere saber. Nada de ajuste de cuentas, nada de recriminaciones ni odios, sólo un poquito de consuelo. Su compañero de andanzas todavía no ha sucumbido y se rebela contra la ignominia y el desprecio por los demás. Aunque al final no deja de entrever que su destino será algun día ser como Philomena: Alguien hecho a su pesar. Como todos.Como Gonzalo torrente Ballester nos contó en su novela.
Un melodrama conmovedor que no quiere ser otra cosa.

5,1
3.691
8
4 de mayo de 2017
4 de mayo de 2017
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si una película se hace para entretener y sorprender, ésta lo hace de sobra. No hay un discurso lineal en la narración y en varias ocasiones el director nos da esquinazo y de una lógica progresión pasamos a una sorprendente continuación hasta que por fin en el último cuarto de la película se centra y ya sabemos hacia dónde vamos. Esto a mí me gusta especialmente. Pues no sólo estás expectante por cómo acabará la película sino que además no sabes por dónde discurrirá, ni que es, de todo los posible, aquello que se nos quiere contar. Lo que es la mar de entretenido.
Iñaki Dorronsoro que además de dirigir, es el guionista, no ha perdido de vista en ningún momento que el film iba dirigido al público y está muy por ese objetivo. Hasta el último fotograma. ¿Será ella o será la otra?
Un guión que seguramente en la conexión de las diferentes ramas que lo componen se dispersa un poco pero que queda compensado por los excelentes diálogos, ocurrentes e ingeniosos, con bastante sustancia además.
Las interpretaciones dan para varias “masterclass”.
Luis Tosar consigue no cansar a pesar de ver su rostro película tras película, aquí con barba, gafas y un matiz de secundario de lujo que construye el espacio en que los otros dos protagonistas se enfrentan como si de la arena en que desarrollar sus personajes se tratara.
Hierático, distante y frío pero sin pasarse Alain Hernández muy a lo “garycooper” y un Javier Gutiérrez inmenso en otra creación de un personaje desvalido, un poco golfo que ofrece mil matices para que el alma de su personaje luzca en toda su miseria. Me ha encantado.
Una película más, y ya van unas cuantas, en las que el cine español tiene más que categoría internacional y si sucede que no se exporta no será porque el producto no lo merezca si no porque quizás la otra parte de esta industria nuestra, la comercial, no esté a la altura de lo que se produce.
Una historia con unos personajes a su servicio. Y merece la pena. Mucho.
Iñaki Dorronsoro que además de dirigir, es el guionista, no ha perdido de vista en ningún momento que el film iba dirigido al público y está muy por ese objetivo. Hasta el último fotograma. ¿Será ella o será la otra?
Un guión que seguramente en la conexión de las diferentes ramas que lo componen se dispersa un poco pero que queda compensado por los excelentes diálogos, ocurrentes e ingeniosos, con bastante sustancia además.
Las interpretaciones dan para varias “masterclass”.
Luis Tosar consigue no cansar a pesar de ver su rostro película tras película, aquí con barba, gafas y un matiz de secundario de lujo que construye el espacio en que los otros dos protagonistas se enfrentan como si de la arena en que desarrollar sus personajes se tratara.
Hierático, distante y frío pero sin pasarse Alain Hernández muy a lo “garycooper” y un Javier Gutiérrez inmenso en otra creación de un personaje desvalido, un poco golfo que ofrece mil matices para que el alma de su personaje luzca en toda su miseria. Me ha encantado.
Una película más, y ya van unas cuantas, en las que el cine español tiene más que categoría internacional y si sucede que no se exporta no será porque el producto no lo merezca si no porque quizás la otra parte de esta industria nuestra, la comercial, no esté a la altura de lo que se produce.
Una historia con unos personajes a su servicio. Y merece la pena. Mucho.

5,3
11.029
4
12 de enero de 2018
12 de enero de 2018
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para hacerse una idea de lo irregular que es la película baste decir que si al principio en la sala no se oía nada más que algún resoplido de interés, de atención expectante, hacia la mitad de la proyección se empezaron a oír risas, hasta que un grupo de jóvenes, próximo a mí, empezó a lanzar carcajadas y a hacer chistes, sobre todo cuando la vietnamita hacía aparición. Hasta que empezaron a reírse abiertamente del film. Ojo, del film, no con él. Cuando la vietnamita lanzó su teoría de los polvos americanos aquello fue un despipote. Y lo más extraño fue que nadie pidió silencio, lo que no dejaba de entrever un cierto grado de complicidad y asentimiento.
Da la sensación de que a medida que fue transcurriendo, no sé si el montaje o el rodaje, director y guionista fueron perdiendo toda esperanza de encontrar un ritmo armonioso o de centrarse en algún aspecto de la historia y terminaron por no filtrar nada de lo que se les ocurría y meterlo todo en la misma coctelera. Convirtiendo el film en una historia delirante, de desnortado propósito que unas veces olía a ecologismo, otras a sátira, otras a chabacanismo.. etc., etc. Y así no hay manera de tomarse una historia en serio.
Querer abarcar tanto y de manera tan mal mezclada termina por apagar todas las intenciones que no se dibujan claramente. Una acuarela de indeterminada y volatinera intención, pues.
Las interpretaciones no ayudan nada. Matt Damon no da más de sí. La vietnamita es anacrónica, aparece salida de otra película. Increíble se nos hace su pasado revolucionario. No sé si es el doblaje, ridículo, o ya venía así de origen. Del científico sueco, visionario, de acrtón piedra. El ciudadano “vivalavirgen”, vecino del protagonista es un “pajares” sin más recorrido. De la exmujer nunca más se supo y eso que parecía al principio que iba a centrar la historia. Si no era así, ¿A qué viene tanto minuto, plano y convivencia?
El guionista, o director sufre de una dispersión que diluye los componentes hasta quedar la historia en un “casi” muchas cosas pero nada solido. Con esa cara salimos los espectadores: De “casi”.
Pixar hubiera hecho una película muy divertida con estos personajes, pero claro esto no era una película de animación, pues los personajes eran personajes “humanos” o eso se pretendía. No haberlo conseguido tiene su merito. Cada vez se ven más películas así. Igual es que la nueva hornada de guionistas ha visto mucho dibujo y poca chicha. Igual.
Otra película con mucho ruido.
http://cadasegundoajeno.blogspot.com.es/2018/01/una-vida-lo-grande-de-alexander-payne.html?zx=5fcdb99a55471f5b
Da la sensación de que a medida que fue transcurriendo, no sé si el montaje o el rodaje, director y guionista fueron perdiendo toda esperanza de encontrar un ritmo armonioso o de centrarse en algún aspecto de la historia y terminaron por no filtrar nada de lo que se les ocurría y meterlo todo en la misma coctelera. Convirtiendo el film en una historia delirante, de desnortado propósito que unas veces olía a ecologismo, otras a sátira, otras a chabacanismo.. etc., etc. Y así no hay manera de tomarse una historia en serio.
Querer abarcar tanto y de manera tan mal mezclada termina por apagar todas las intenciones que no se dibujan claramente. Una acuarela de indeterminada y volatinera intención, pues.
Las interpretaciones no ayudan nada. Matt Damon no da más de sí. La vietnamita es anacrónica, aparece salida de otra película. Increíble se nos hace su pasado revolucionario. No sé si es el doblaje, ridículo, o ya venía así de origen. Del científico sueco, visionario, de acrtón piedra. El ciudadano “vivalavirgen”, vecino del protagonista es un “pajares” sin más recorrido. De la exmujer nunca más se supo y eso que parecía al principio que iba a centrar la historia. Si no era así, ¿A qué viene tanto minuto, plano y convivencia?
El guionista, o director sufre de una dispersión que diluye los componentes hasta quedar la historia en un “casi” muchas cosas pero nada solido. Con esa cara salimos los espectadores: De “casi”.
Pixar hubiera hecho una película muy divertida con estos personajes, pero claro esto no era una película de animación, pues los personajes eran personajes “humanos” o eso se pretendía. No haberlo conseguido tiene su merito. Cada vez se ven más películas así. Igual es que la nueva hornada de guionistas ha visto mucho dibujo y poca chicha. Igual.
Otra película con mucho ruido.
http://cadasegundoajeno.blogspot.com.es/2018/01/una-vida-lo-grande-de-alexander-payne.html?zx=5fcdb99a55471f5b
8
23 de junio de 2018
23 de junio de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa es un director comprometido con su tiempo que tiende a reflejar siempre problemáticas actuales y siempre con solvencia y con una lectura del asunto que trate sin dogmatismos ni maniqueísmos. Pero paradójicamente su mejor película, a mi parecer, fue aquella en que la problemática era individual y no social. “Familia” fue para mí un goce. Inesperada, emocionante, fresca, original.
Meterse en películas comprometidas obliga al arte a alinearse con el compromiso y la realidad, lo que lo convierte en servidor y no en rey. El Guernica de Picasso es un ejemplo.
En “Loving Pablo” hay muchas lecturas. La primera y principal: Lo corrompida que está la sociedad colombiana y por extensión la sociedad occidental. Seguida de un corolario: Cuando una sociedad es injusta y no hay igualdad de oportunidades, los miembros de la misma con capacidad y que se sienten frenados en sus aspiraciones, maltratados por dicha sociedad, salen por, crecen donde pueden.
Pablo Escobar, pues de su encuentro y relación con los poderes políticos de su país y con una célebre locutora televisiva trata el film, no dejó que una sociedad clasista le indicase cual era su lugar, humillándolo y maltratándolo, y se rebeló utilizando las drogas y su tráfico para medrar.
Que se pueda ver esta película y ver en ella como los políticos se corrompen y que todo siga igual, es el peligro de estar siempre denunciando. Acaba siendo una letanía. El ser consumista se adecua, se adopta la corrupción como un aspecto de la existencia y sigue para adelante.
¿Cuántas películas sobre la corrupción se han hecho? ¿Y de qué ha servido? ¿Qué ha pasado? ¿Para qué seguir haciéndolas?
No lo sé. Me imagino que Fernando León de Aranoa lo sabe.
Javier Bardem, el mejor actor español del momento con diferencia, de una capacidad transformadora increíble, borda el papel. Y no sólo porque camaleónicamente su cuerpo se haya adaptado a la imagen del narcotraficante si no porque sus gestos, su actitud, son reflejo de un enorme trabajo de adecuación del actor a su personaje y de un esfuerzo que ha tenido que ser agotador. Penélope Cruz sin llegar al nivel de Javier Bardem, sale muy airosa del trance, funcionando en un registro que a mí me ha sorprendido. Lástima que el doblaje flaquee en algunos momentos. Es una Sofía Loren con un punto de fragilidad que le queda muy bien.
Si los directores se aplican hay grandes papeles cinematográficos esperando a Penélope Cruz. Resumiendo, una respetable película hecha por uno de nuestros directores más comprometido con la problemática actual a todos los niveles y que ha encontrado una vena comercial para expresar ese compromiso que no sé si es beneficiosa o no para su trabajo creativo. Aún no lo sé. Habrá que esperar más películas. Volveré a ver “Familia”. Y ya lo he hecho unas cuantas veces. Nunca como la primera por la sorpresa, pero el sabor persiste.
Meterse en películas comprometidas obliga al arte a alinearse con el compromiso y la realidad, lo que lo convierte en servidor y no en rey. El Guernica de Picasso es un ejemplo.
En “Loving Pablo” hay muchas lecturas. La primera y principal: Lo corrompida que está la sociedad colombiana y por extensión la sociedad occidental. Seguida de un corolario: Cuando una sociedad es injusta y no hay igualdad de oportunidades, los miembros de la misma con capacidad y que se sienten frenados en sus aspiraciones, maltratados por dicha sociedad, salen por, crecen donde pueden.
Pablo Escobar, pues de su encuentro y relación con los poderes políticos de su país y con una célebre locutora televisiva trata el film, no dejó que una sociedad clasista le indicase cual era su lugar, humillándolo y maltratándolo, y se rebeló utilizando las drogas y su tráfico para medrar.
Que se pueda ver esta película y ver en ella como los políticos se corrompen y que todo siga igual, es el peligro de estar siempre denunciando. Acaba siendo una letanía. El ser consumista se adecua, se adopta la corrupción como un aspecto de la existencia y sigue para adelante.
¿Cuántas películas sobre la corrupción se han hecho? ¿Y de qué ha servido? ¿Qué ha pasado? ¿Para qué seguir haciéndolas?
No lo sé. Me imagino que Fernando León de Aranoa lo sabe.
Javier Bardem, el mejor actor español del momento con diferencia, de una capacidad transformadora increíble, borda el papel. Y no sólo porque camaleónicamente su cuerpo se haya adaptado a la imagen del narcotraficante si no porque sus gestos, su actitud, son reflejo de un enorme trabajo de adecuación del actor a su personaje y de un esfuerzo que ha tenido que ser agotador. Penélope Cruz sin llegar al nivel de Javier Bardem, sale muy airosa del trance, funcionando en un registro que a mí me ha sorprendido. Lástima que el doblaje flaquee en algunos momentos. Es una Sofía Loren con un punto de fragilidad que le queda muy bien.
Si los directores se aplican hay grandes papeles cinematográficos esperando a Penélope Cruz. Resumiendo, una respetable película hecha por uno de nuestros directores más comprometido con la problemática actual a todos los niveles y que ha encontrado una vena comercial para expresar ese compromiso que no sé si es beneficiosa o no para su trabajo creativo. Aún no lo sé. Habrá que esperar más películas. Volveré a ver “Familia”. Y ya lo he hecho unas cuantas veces. Nunca como la primera por la sorpresa, pero el sabor persiste.

5,2
9.577
8
5 de mayo de 2016
5 de mayo de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos llegado tarde, el cine español, digo, a esto de los thrilleres y las películas de acción pero hemos llegado con mucho garbo y mucho oficio. Una pena, pero se hacen las cosas cuando se pueden, así que no nos lamentemos y disfrutémoslas.
Toro es una película de la que yo desconfié al ver el título, prejuicio mío, y al ver a Mario Casas de protagonista, dudé, más prejuicio, luego lo explico. Pero en ambas cosas me equivoqué y empecé a tener esperanzas en el film al ver los créditos que me gustaron mucho: Entre una estética muy de las series americanas de hace muchos, muchísimos años y un toque pop en las aguas sicodélicas de la fotografía me dispuse a ver cuánto daba de sí la historia.
Y da para una muy respetable película de acción y redención que se mueve de una forma muy equilibrada en todos sus matices. No hay persecuciones exageradas que le dan a la peli acción pero le quitan credibilidad. No hay sentimentalismos que le dan a la peli emoción pero le quitan sentimiento y no hay truculencias de desarrollo que suelen convertir las historias en comics.
Hasta está uno dispuesto a ver Málaga como la Chicago española, algo a todas luces falso, pero que si se adorna bien el guión pues a uno no le cuesta aceptarlo. El cine es complicidad. Y guiños. A la estética de las películas del oeste, al sentimiento hondo de las saetas y a esa España de engaños y traiciones entre hermanos.
En cuanto a la interpretación de sus tres protagonistas, me imagino la que le debió entrar a Mario Casas cuando supo que iba a tener como padre adoptivo a José Sacristán y como hermano golfo y débil a Luis Tosar. Pero la verdad es que está a la altura y saca a delante un papel con muchos peligros y trampas clichés a cada momento. Lo mantiene en la credibilidad sin caer en la santurronería y el victimismo. Algo que de fallar podía hundir la película pero que al funcionar la realza y le da sustancia.
De José Sacristán y Luis Tosar lo mejor que se puede decir es que a pesar de verlos en mil papeles siguen sin quemarse ni repetirse y en los dos pero sobre todo en Luis Tosar por su fisonomía, con el consabido peligro de encasillamiento, supone un virtuosismo. En el caso de José Sacristán ya no hay peligro pero Luis Tosar deberá vigilarse porque los registros no son infinitos y entre pelis y anuncios puede caer en el cansinismo.
Me encanta el final de la peli que sin caer en el beso final deja todo muy trabado, incluido ese caminar del protagonista contra viento y marea en su camino hacia la redención. Me acordé de la escena final, maravillosa, de “El tercer hombre”.
De lo mejor que se ha hecho en España en cine de acción y venganza. Cada vez el listón está más alto.
¿Para cuándo una “Muerte entre las flores” española? Por ejemplo.
Un pequeño pero de casting, que hubiera sido muy grande si llega a aparecer de actor la otra mitad de esa pareja…quiyo sí…esa pareja tan simpática que hacía youtubes y los osscho apellidos catalanes y vascos…..eso le quita credibilidad hasta a un terremoto.
Toro es una película de la que yo desconfié al ver el título, prejuicio mío, y al ver a Mario Casas de protagonista, dudé, más prejuicio, luego lo explico. Pero en ambas cosas me equivoqué y empecé a tener esperanzas en el film al ver los créditos que me gustaron mucho: Entre una estética muy de las series americanas de hace muchos, muchísimos años y un toque pop en las aguas sicodélicas de la fotografía me dispuse a ver cuánto daba de sí la historia.
Y da para una muy respetable película de acción y redención que se mueve de una forma muy equilibrada en todos sus matices. No hay persecuciones exageradas que le dan a la peli acción pero le quitan credibilidad. No hay sentimentalismos que le dan a la peli emoción pero le quitan sentimiento y no hay truculencias de desarrollo que suelen convertir las historias en comics.
Hasta está uno dispuesto a ver Málaga como la Chicago española, algo a todas luces falso, pero que si se adorna bien el guión pues a uno no le cuesta aceptarlo. El cine es complicidad. Y guiños. A la estética de las películas del oeste, al sentimiento hondo de las saetas y a esa España de engaños y traiciones entre hermanos.
En cuanto a la interpretación de sus tres protagonistas, me imagino la que le debió entrar a Mario Casas cuando supo que iba a tener como padre adoptivo a José Sacristán y como hermano golfo y débil a Luis Tosar. Pero la verdad es que está a la altura y saca a delante un papel con muchos peligros y trampas clichés a cada momento. Lo mantiene en la credibilidad sin caer en la santurronería y el victimismo. Algo que de fallar podía hundir la película pero que al funcionar la realza y le da sustancia.
De José Sacristán y Luis Tosar lo mejor que se puede decir es que a pesar de verlos en mil papeles siguen sin quemarse ni repetirse y en los dos pero sobre todo en Luis Tosar por su fisonomía, con el consabido peligro de encasillamiento, supone un virtuosismo. En el caso de José Sacristán ya no hay peligro pero Luis Tosar deberá vigilarse porque los registros no son infinitos y entre pelis y anuncios puede caer en el cansinismo.
Me encanta el final de la peli que sin caer en el beso final deja todo muy trabado, incluido ese caminar del protagonista contra viento y marea en su camino hacia la redención. Me acordé de la escena final, maravillosa, de “El tercer hombre”.
De lo mejor que se ha hecho en España en cine de acción y venganza. Cada vez el listón está más alto.
¿Para cuándo una “Muerte entre las flores” española? Por ejemplo.
Un pequeño pero de casting, que hubiera sido muy grande si llega a aparecer de actor la otra mitad de esa pareja…quiyo sí…esa pareja tan simpática que hacía youtubes y los osscho apellidos catalanes y vascos…..eso le quita credibilidad hasta a un terremoto.
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