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4
23 de enero de 2019
23 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demostrado cierto desgaste en la fórmula que presentaba la cuarta entrega, que paliaba la debacle a base de excelentes efectos especiales y muertes originales, y ante las ansias por amasar más fortuna por parte de su productora, New Line, se rescató a los supervivientes de la anterior y se le dio continuidad con un film incapaz de aportar nada, ni nuevo ni consabido, a la saga.
Nos encontramos nuevamente con Alice, "corresponsable" de las muertes de la anterior, luchando por mantener a Freddy controlado dentro del mundo de los sueños, hasta la llegada de un elemento inesperado. La apuesta por hacer del psicokiller la estrella de la función, con sus chascarrillos y sus cínicos chistes, en vez de relegarlo a un segundo plano, aumentando así el componente terrorífico del personaje, se revela una elección incorrecta. La inteligente elección que hizo Chuck Russell en su film de apostar por todo un espectáculo visual (la pizza con cabezas no tiene precio), intenta ser plagiada por el director de la que nos ocupa, Stephen Hopkins, siendo incapaz de llevar a buen puerto su tarea. La realización se revela tosca, desganada, y los correctos efectos especiales no alcanzan el nivel de la anterior.
Tampoco encontramos aquello que hacia grande a la saga, esa imaginería en los ataques del matarife. Aún manteniendo todo el universo dibujado en las predecesoras, como el origen de Freddy o los mecanismos varios de combatirlo en su terreno, no se nos ofrece una sola muerte destacable (si descontamos la que tiene lugar encima de una moto, que no pasa de correcta sin ser espectacular), por ello, fracasa en la única baza que podía ofrecer.
Además, el incluir ese elemento infantil en la trama, no ayuda en demasía al conjunto. Podríamos encontrar de forma soterrada, una crítica al aborto o a la interrupción voluntaria del embarazo, ya que ante las dudas de la futura madre, la salvación pasa por aceptar al nonato y su papel de progenitora, venciendo así al las fuerzas del mal que intentan arrebatarle a su hijo.
Lo mejor; La muerte sobre ruedas.
Lo peor; Ninguno de sus responsables es capaz de ocultar la desgana con la que ha sido concebida, ni siquiera el propio Robert Englund, que empieza a cansarse de su personaje.
Nos encontramos nuevamente con Alice, "corresponsable" de las muertes de la anterior, luchando por mantener a Freddy controlado dentro del mundo de los sueños, hasta la llegada de un elemento inesperado. La apuesta por hacer del psicokiller la estrella de la función, con sus chascarrillos y sus cínicos chistes, en vez de relegarlo a un segundo plano, aumentando así el componente terrorífico del personaje, se revela una elección incorrecta. La inteligente elección que hizo Chuck Russell en su film de apostar por todo un espectáculo visual (la pizza con cabezas no tiene precio), intenta ser plagiada por el director de la que nos ocupa, Stephen Hopkins, siendo incapaz de llevar a buen puerto su tarea. La realización se revela tosca, desganada, y los correctos efectos especiales no alcanzan el nivel de la anterior.
Tampoco encontramos aquello que hacia grande a la saga, esa imaginería en los ataques del matarife. Aún manteniendo todo el universo dibujado en las predecesoras, como el origen de Freddy o los mecanismos varios de combatirlo en su terreno, no se nos ofrece una sola muerte destacable (si descontamos la que tiene lugar encima de una moto, que no pasa de correcta sin ser espectacular), por ello, fracasa en la única baza que podía ofrecer.
Además, el incluir ese elemento infantil en la trama, no ayuda en demasía al conjunto. Podríamos encontrar de forma soterrada, una crítica al aborto o a la interrupción voluntaria del embarazo, ya que ante las dudas de la futura madre, la salvación pasa por aceptar al nonato y su papel de progenitora, venciendo así al las fuerzas del mal que intentan arrebatarle a su hijo.
Lo mejor; La muerte sobre ruedas.
Lo peor; Ninguno de sus responsables es capaz de ocultar la desgana con la que ha sido concebida, ni siquiera el propio Robert Englund, que empieza a cansarse de su personaje.
21 de enero de 2019
21 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el éxito que cosechó "Pesadilla en Elm Street 3" rápidamente se orquestó una secuela para intentar arañar algo de la popularidad de la anterior. Patricia Arquette, embarazada, rehusó participar en ella, por tanto, darle la continuidad lineal que se pretendía era un problema. Así que sin más dilación se buscó una actriz con cierto parecido, en este caso la cantante Tuesday Knight, para que substituyera a la anterior en la primera mitad del film, pasándole el relevo a una nueva heroína que absorberá el protagonismo de la saga.
Sabiéndose que poco se podía añadir al ya desgastado universo del primer film sin repetir fórmula, director y guionista enfocaron esfuerzos en ofrecer al espectador un seguido de muertes espectaculares y destacando, más si cabe, a su pérfido anti héroe. Con la ayuda del mago de los efectos especiales Kevin Yaegher y su equipo técnico, junto con la dinámica dirección de Renny Harling, hacen de esta cuarta entrega un film más reseñable de lo que apriori merecería (quizás ese material en unas manos más torpes no hubiera lucido tanto en pantalla). Sin lugar a dudas contiene las mejores muertes de toda la saga, como la que rememora a la mítica muerte de Johnny Deep en la primera, con una cama de agua de por medio, o en la que los excelentes efectos transforman a una de las víctimas en insecto, antológicas.
Este será el canto del cisne de una saga que irá desgastándose paulatinamente hasta llegar a ser una caricatura de lo que fue, convirtiendo a el otrora aterrador Freddy en un chiste malo del terror, y en la que ni su propio responsable podrá salvar del ostracismo fílmico.
Lo mejor; Las muertes y los efectos especiales.
Lo peor; No ofrece nada nuevo, además que siempre chirría bastante el cambio de actores de una entrega a otra.
Sabiéndose que poco se podía añadir al ya desgastado universo del primer film sin repetir fórmula, director y guionista enfocaron esfuerzos en ofrecer al espectador un seguido de muertes espectaculares y destacando, más si cabe, a su pérfido anti héroe. Con la ayuda del mago de los efectos especiales Kevin Yaegher y su equipo técnico, junto con la dinámica dirección de Renny Harling, hacen de esta cuarta entrega un film más reseñable de lo que apriori merecería (quizás ese material en unas manos más torpes no hubiera lucido tanto en pantalla). Sin lugar a dudas contiene las mejores muertes de toda la saga, como la que rememora a la mítica muerte de Johnny Deep en la primera, con una cama de agua de por medio, o en la que los excelentes efectos transforman a una de las víctimas en insecto, antológicas.
Este será el canto del cisne de una saga que irá desgastándose paulatinamente hasta llegar a ser una caricatura de lo que fue, convirtiendo a el otrora aterrador Freddy en un chiste malo del terror, y en la que ni su propio responsable podrá salvar del ostracismo fílmico.
Lo mejor; Las muertes y los efectos especiales.
Lo peor; No ofrece nada nuevo, además que siempre chirría bastante el cambio de actores de una entrega a otra.
21 de enero de 2019
21 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del varapalo de crítica y taquilla que supuso la segunda entrega (ni los responsables de la cinta la entendieron), se optó por volver a los orígenes de la saga, ofreciendo más de lo mismo sin salirse mucho del sendero marcado por su exitosa predecesora.
Wes Craven participó directamente en la elaboración del guión cediendo la dirección a Chuck Russell, director competente, quién será responsable de varias joyitas del cine de acción y del reivindicable remake de "The Blood" un año más tarde. Planteándose qué es lo que podría aportar una nueva secuela al universo propuesto por el primer film, su director ideó una continuación en la que se debería añadir mucha más acción, más sangre y más víctimas, para regocijo de la verdadera estrella de la función, nuestro querido Freddy Krueger, nuevamente intepretado por Robert Englund. El acoso no se centra sólo en un selecto grupo de amigos, sino que se extiende a todos los pacientes de un psiquiátrico, víctimas de desordenes provocados por la falta de sueño.
En el film varios actores vuelven a repetir personaje, como una supuestamente crecidita Heather Langenkamp (aunque la vistan y maquillen para aumentar su edad, esa cara de eterna adolescente la delata) y un demacrado John Saxon, conectándonos emocionalmente con la primera entrega. Entre los nuevos rostros, encontramos a una casi debutante Patricia Arquette, aún lejos de la actriz que devendrá en el futuro, y a un joven Laurence Fishburne, con un papel secundario, aunque por su fama actual se le dé más publicidad de la que merece su personaje.
Al encontrarmos inmersos en plenos ochenta, el tono terrorífico de la primera se suaviza, apostando por un tono más juvenil y aventurero, como marcan los cánones de la época, apareciendo pinceladas de ese humor socarrón y sarcástico del que alardeará Freddy. Sin escatimar en truculencia, ofrece un conjunto de muertes originales en las que se explora las posibilidades de entrar en terrenos en donde todo vale, como es el mundo de los sueños (la muerte de Taryn previa lucha a cuchillazos en el callejón o la muerte en la sala del televisor ya forman parte de los anales de la saga).
Sin lugar a dudas nos encontramos con la mejor secuela de la saga, fresca, divertida, sin complejos, además se agradece ese intento de expandir el universo propio al darle un turbio pasado, que será aprovechado por las nuevas entregas, a nuestro matarife de las cuchillas.
Lo mejor; El intento de ofrecer algo nuevo a la saga (en cierta medida lo consigue) y las muertes.
Lo peor; Carece del factor sorpresa de su antecesora.
Wes Craven participó directamente en la elaboración del guión cediendo la dirección a Chuck Russell, director competente, quién será responsable de varias joyitas del cine de acción y del reivindicable remake de "The Blood" un año más tarde. Planteándose qué es lo que podría aportar una nueva secuela al universo propuesto por el primer film, su director ideó una continuación en la que se debería añadir mucha más acción, más sangre y más víctimas, para regocijo de la verdadera estrella de la función, nuestro querido Freddy Krueger, nuevamente intepretado por Robert Englund. El acoso no se centra sólo en un selecto grupo de amigos, sino que se extiende a todos los pacientes de un psiquiátrico, víctimas de desordenes provocados por la falta de sueño.
En el film varios actores vuelven a repetir personaje, como una supuestamente crecidita Heather Langenkamp (aunque la vistan y maquillen para aumentar su edad, esa cara de eterna adolescente la delata) y un demacrado John Saxon, conectándonos emocionalmente con la primera entrega. Entre los nuevos rostros, encontramos a una casi debutante Patricia Arquette, aún lejos de la actriz que devendrá en el futuro, y a un joven Laurence Fishburne, con un papel secundario, aunque por su fama actual se le dé más publicidad de la que merece su personaje.
Al encontrarmos inmersos en plenos ochenta, el tono terrorífico de la primera se suaviza, apostando por un tono más juvenil y aventurero, como marcan los cánones de la época, apareciendo pinceladas de ese humor socarrón y sarcástico del que alardeará Freddy. Sin escatimar en truculencia, ofrece un conjunto de muertes originales en las que se explora las posibilidades de entrar en terrenos en donde todo vale, como es el mundo de los sueños (la muerte de Taryn previa lucha a cuchillazos en el callejón o la muerte en la sala del televisor ya forman parte de los anales de la saga).
Sin lugar a dudas nos encontramos con la mejor secuela de la saga, fresca, divertida, sin complejos, además se agradece ese intento de expandir el universo propio al darle un turbio pasado, que será aprovechado por las nuevas entregas, a nuestro matarife de las cuchillas.
Lo mejor; El intento de ofrecer algo nuevo a la saga (en cierta medida lo consigue) y las muertes.
Lo peor; Carece del factor sorpresa de su antecesora.

6,6
33.094
8
18 de enero de 2019
18 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo estaba cambiando en la compañía Disney en su nueva época dorada. Apostaban por historias más adultas, alejadas de ese tono naif de sus cuentos clásicos, con personajes más elaborados y complejos, este aspecto lo vemos sobretodo en la evolución de los personajes femeninos, mucho más independientes que sus antecesoras.
Aun así, sorprende la elección de una novela tan oscura como es " El Jorobado de Notre Dame" de Victor Hugo, donde se mezclaba terror gótico con elementos dramáticos y ciertas dosis de crítica social. Los animadores responsables de "La Bella y La Bestia" tomaron buena nota después de que Disney produjera otra historia de corte adulto como fue "Pocahontas" y aprender de errores pasados. Edulcorando la historia no bastaba para no traicionar el espíritu de la novela, así que mantuvieron de base todo su subtexto, siendo presente la crítica al racismo y a la xenofobia, haciéndolo apto para todos los públicos.
La oscuridad de todos los personajes de la novela (recordemos que el mismo protagonista asesina a varias personas) se concentran en un solo personaje, el juez Frollo (aquí cambiando de oficio para no ofender a nadie), uno de los villanos más malvados que ha creado la factoría de animación, y por ende, el más interesante. Destacable es el tratamiento que se hace de su obsesión sexual hacia Esmeralda, nada oculta en la película, y que a los ojos de un adulto no deja de sorprender (mítica es la canción del propio juez,"Fuego Infernal", donde se hace alusión explícita al tema).
Aunque la infantilización quede algo forzada, sobretodo con las innecesarias gárgolas, y que en ciertos momentos del metraje la animación carezca de la calidad que uno espera, hay que reconocer que nos encontramos ante uno de los films, junto con la inminente "Hércules", más injustamente infravalorados de la marca. El trabajo de recreación histórica, con esa cuidada representación de la catedral de Notre Dame, los soberbios fondos de las calles parisinas del siglo XIV, el carisma que derrochan todos los personajes (desde un entrañable Quasimodo a una magnética Esmeralda), la valentía que muestra al afrontar unos temas tan delicados para una película infantil y unas canciones a la altura de lo que se espera de su gran compositor, hacen de esta rara pieza dentro de la filmografía disneniana una obra a reivindicar.
Lo mejor; El villano, sin precedentes dentro de la compañía.
Lo peor; Las gárgolas. Este intento de contentar al público infantil con ellas se revela artificial, impidiendo ser la obra maestra de la animación que debería.
Aun así, sorprende la elección de una novela tan oscura como es " El Jorobado de Notre Dame" de Victor Hugo, donde se mezclaba terror gótico con elementos dramáticos y ciertas dosis de crítica social. Los animadores responsables de "La Bella y La Bestia" tomaron buena nota después de que Disney produjera otra historia de corte adulto como fue "Pocahontas" y aprender de errores pasados. Edulcorando la historia no bastaba para no traicionar el espíritu de la novela, así que mantuvieron de base todo su subtexto, siendo presente la crítica al racismo y a la xenofobia, haciéndolo apto para todos los públicos.
La oscuridad de todos los personajes de la novela (recordemos que el mismo protagonista asesina a varias personas) se concentran en un solo personaje, el juez Frollo (aquí cambiando de oficio para no ofender a nadie), uno de los villanos más malvados que ha creado la factoría de animación, y por ende, el más interesante. Destacable es el tratamiento que se hace de su obsesión sexual hacia Esmeralda, nada oculta en la película, y que a los ojos de un adulto no deja de sorprender (mítica es la canción del propio juez,"Fuego Infernal", donde se hace alusión explícita al tema).
Aunque la infantilización quede algo forzada, sobretodo con las innecesarias gárgolas, y que en ciertos momentos del metraje la animación carezca de la calidad que uno espera, hay que reconocer que nos encontramos ante uno de los films, junto con la inminente "Hércules", más injustamente infravalorados de la marca. El trabajo de recreación histórica, con esa cuidada representación de la catedral de Notre Dame, los soberbios fondos de las calles parisinas del siglo XIV, el carisma que derrochan todos los personajes (desde un entrañable Quasimodo a una magnética Esmeralda), la valentía que muestra al afrontar unos temas tan delicados para una película infantil y unas canciones a la altura de lo que se espera de su gran compositor, hacen de esta rara pieza dentro de la filmografía disneniana una obra a reivindicar.
Lo mejor; El villano, sin precedentes dentro de la compañía.
Lo peor; Las gárgolas. Este intento de contentar al público infantil con ellas se revela artificial, impidiendo ser la obra maestra de la animación que debería.

5,8
10.664
6
5 de diciembre de 2018
5 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recién salido del éxito de sus dos anteriores films (aquél videoclip de lo macabro que fue "La Casa de los 1000 cadáveres" y de su magnífica secuela, "Los Renegados del Diablo", que presenta uno de los dilemas morales más turbadores del celuloide) se le ofreció a Rob Zombie hacer lo que quisiera con una nueva entrega de Halloween, ya sea un remake, un reboot o una secuela. Pues bien, el polifacético cantante de metal eligió hacer un poco de todo.
Dividió la película en dos partes, donde en la primera se permite ciertas licencias propias, y una segunda que sigue al pie de la letra la película inaugural de la saga, la de Carpenter. Reuniendo a su grupo de incondicionales y amigos, indaga en el pasado del asesino de la máscara, intentando dar profundidad, o justificación según se mire, al personaje (aunque realmente la tarea sea no del todo necesaria). Ubica al pequeño Michael dentro de una desetructurada familia americana, lo que por allí se conoce como "White Trash", sufriendo bulling en la escuela y manifestando cierto morbo con los restos de animales muertos (deducimos que víctimas previas). Myers se presenta como resultado de una sociedad que lo oprime, con esa falta de calor humano que todo niño debería experimentar, lleno de frustración y complejos. Mostrándose incapaz de calibrar esos sentimientos, se manifiestan en un psicopatía que acabará con el núcleo del mal (su familia).
Esta es la parte aplaudida tanto por público y crítica, y quizás la más personal de Zombie y en la que se mueve como pez en el agua. Una vez transcurrida la primera parte, el director pisa el acelerador y rápidamente intenta encasquetar todo lo que acontece en los casi 90 minutos de la original en 45, por ello los asesinatos se suceden rápidamente y apenas se apuesta por la tensión. La intención de repetir u "homenajear" las escenas más destacables hace que todo sea demasiado veloz, sin apenas aportar nada nuevo. Debemos reconocer que la brutalidad y fisicidad con la que filma todos los ataques que perpetra el asesino es de agradecer.
Hay que tener en cuenta otro de los factores más negativos de la película, ese error de cásting en la elección de su protagonista femenina. Así como Jaime Lee Curtis se nos presentaba deliciosa, delicada y toda una futura Scream Queen, Zombi apuesta por la insoportable Scout Taylor-Compton, incapaz de mantener un solo plano sin irritar al espectador, ya sea chillando y haciendo pucheros de terror.
A pesar de patinar en ese segundo trayecto, la propuesta interesante, que se diluye a medida que avanza el metraje, se manifestará en una mucho más interesante secuela, en la que Zombie se muestra más libre, y eso, se nota en el resultado.
Lo mejor; La brutalidad y sequedad marca Zombie.
Lo peor; Scout Taylor-Compton, insufrible.
Dividió la película en dos partes, donde en la primera se permite ciertas licencias propias, y una segunda que sigue al pie de la letra la película inaugural de la saga, la de Carpenter. Reuniendo a su grupo de incondicionales y amigos, indaga en el pasado del asesino de la máscara, intentando dar profundidad, o justificación según se mire, al personaje (aunque realmente la tarea sea no del todo necesaria). Ubica al pequeño Michael dentro de una desetructurada familia americana, lo que por allí se conoce como "White Trash", sufriendo bulling en la escuela y manifestando cierto morbo con los restos de animales muertos (deducimos que víctimas previas). Myers se presenta como resultado de una sociedad que lo oprime, con esa falta de calor humano que todo niño debería experimentar, lleno de frustración y complejos. Mostrándose incapaz de calibrar esos sentimientos, se manifiestan en un psicopatía que acabará con el núcleo del mal (su familia).
Esta es la parte aplaudida tanto por público y crítica, y quizás la más personal de Zombie y en la que se mueve como pez en el agua. Una vez transcurrida la primera parte, el director pisa el acelerador y rápidamente intenta encasquetar todo lo que acontece en los casi 90 minutos de la original en 45, por ello los asesinatos se suceden rápidamente y apenas se apuesta por la tensión. La intención de repetir u "homenajear" las escenas más destacables hace que todo sea demasiado veloz, sin apenas aportar nada nuevo. Debemos reconocer que la brutalidad y fisicidad con la que filma todos los ataques que perpetra el asesino es de agradecer.
Hay que tener en cuenta otro de los factores más negativos de la película, ese error de cásting en la elección de su protagonista femenina. Así como Jaime Lee Curtis se nos presentaba deliciosa, delicada y toda una futura Scream Queen, Zombi apuesta por la insoportable Scout Taylor-Compton, incapaz de mantener un solo plano sin irritar al espectador, ya sea chillando y haciendo pucheros de terror.
A pesar de patinar en ese segundo trayecto, la propuesta interesante, que se diluye a medida que avanza el metraje, se manifestará en una mucho más interesante secuela, en la que Zombie se muestra más libre, y eso, se nota en el resultado.
Lo mejor; La brutalidad y sequedad marca Zombie.
Lo peor; Scout Taylor-Compton, insufrible.
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