El maestro perdió su toque. Podría empezar así y decir que estoy enfadado, pero lo que estoy es maravillado de ver que el amor a una hija no tiene límites. Sí, el personaje de Sofía Coppola no tiene la mejor interpretación de la trilogía. Qué más da. Me parece precioso que Coppola haya hecho una historia del amor de Michael a su hija con la propia hija del cineasta. Viva el nepotismo, supongo.

Me parece un cierre flojo para una historia de tal magnitud. La secuela se siente innecesaria desde su prólogo y haces el esfuerzo de disfrutar con el metraje, sabiendo que nada será como antes. No es plan de ponerme fan nostálgico porque no lo soy, pero esta tercera parte es innecesaria.

Sus momentos destacables son los relacionados con Michael y Kay. Fueron parte de la base y son los que despiden la icónica tragedia de la familia Corleone. Pacino no es que esté disfrutando mucho en el papel, pese a que su interpretación esté a la altura de las expectativas. De su hija en la ficción no se puede decir lo mismo. Repito mi admiración a Coppola por darle la película a su hija. Es un gesto bonito.

Vista a inicios de septiembre cuando empecé el nuevo curso de la carrera. No me motivó a escribir por aquel entonces y ahora mucho menos. Dentro de la exquisita dirección de Coppola y su sensibilidad que persiste con dureza, el resto es dolorosamente flojo. Claro que las sobras del cineasta pueden ser los grandes éxitos de otro. La frase puede ser cierta, pero no con esto.