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Críticas ordenadas por utilidad
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6,6
23.968
8
16 de marzo de 2010
16 de marzo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustó mucho An Education: era un mal día, porque en la sala, inmensa, estábamos solo dos personas. ¿Es un síntoma o una casualidad? Siempre me lo pregunto, pero la verdad es que las últimas veces que he ido al cine el paisaje ha sido parecido.
Me gustó por su impecable factura, muy limpia y británica, el guión, la interpretación y eso que conocemos con el nombre de mensaje. Es un mensaje positivo, optimista, en absoluto ñoño o ternurista de baja ralea. En la vida es posible sobreponerse a los golpes, a las mentiras y a los enredos, y luchar por los verdaderos objetivos. Es posible, aunque no fácil. Aquí se alaba el esfuerzo, la posibilidad de aprovechar las segundas oportunidades. Errar es humano, rectificar también. El mal existe: el infierno son los demás, los que saben más que nosotros y utilizan su sabiduría (parcial) para manipularnos. Ojo, pues.
Con una aire de comedia –de esas comedias británicas (insisto), burguesas, refinadas, divertidas-, termina apareciendo una tragedia muy bien llevada. No era fácil, por el argumento, por la situación. Hay que verla para comprender lo que digo. Doy otra pista: a mí que me horripilan las películas de adolescentes en apuros, ésta, lejos de horripilarme, me conmovió profundamente.
Y dos sorpresas agradables: las interpretaciones de Carey Mulligan y Peter Sarsgaard, un tipo que trabajó en “Pena de muerte”, a las ordenes de Tim Robins, y que se distinguió por su oposición a la guerra de Irak. Desde que he sabido esto último, me cae bien, porque salí odiándolo del cine. Su trabajo es impecable, inteligente, sutilísimo. Y el de Olivia Williams, encarnando a la maestra que finalmente contribuye a reparar lo que se torció por el camino.
Es un cine de seres humanos a los que les pasan cosas de seres humanos de hoy. Que yo sepa esta película no ha ganado ningún premio, pero yo sé más de tres o cuatro que deberían darle y quitárselo a otras.
Me gustó por su impecable factura, muy limpia y británica, el guión, la interpretación y eso que conocemos con el nombre de mensaje. Es un mensaje positivo, optimista, en absoluto ñoño o ternurista de baja ralea. En la vida es posible sobreponerse a los golpes, a las mentiras y a los enredos, y luchar por los verdaderos objetivos. Es posible, aunque no fácil. Aquí se alaba el esfuerzo, la posibilidad de aprovechar las segundas oportunidades. Errar es humano, rectificar también. El mal existe: el infierno son los demás, los que saben más que nosotros y utilizan su sabiduría (parcial) para manipularnos. Ojo, pues.
Con una aire de comedia –de esas comedias británicas (insisto), burguesas, refinadas, divertidas-, termina apareciendo una tragedia muy bien llevada. No era fácil, por el argumento, por la situación. Hay que verla para comprender lo que digo. Doy otra pista: a mí que me horripilan las películas de adolescentes en apuros, ésta, lejos de horripilarme, me conmovió profundamente.
Y dos sorpresas agradables: las interpretaciones de Carey Mulligan y Peter Sarsgaard, un tipo que trabajó en “Pena de muerte”, a las ordenes de Tim Robins, y que se distinguió por su oposición a la guerra de Irak. Desde que he sabido esto último, me cae bien, porque salí odiándolo del cine. Su trabajo es impecable, inteligente, sutilísimo. Y el de Olivia Williams, encarnando a la maestra que finalmente contribuye a reparar lo que se torció por el camino.
Es un cine de seres humanos a los que les pasan cosas de seres humanos de hoy. Que yo sepa esta película no ha ganado ningún premio, pero yo sé más de tres o cuatro que deberían darle y quitárselo a otras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una joven inteligente y con un futuro excelente cae en las garras sentimentales de un hombre bastante mayor que ella. Su relación le va apartando de sus propias metas, y en el transcurso ella va descubriendo la verdadera personalidad de su mentiroso y manipulador pretendiente.

7,7
77.455
9
7 de marzo de 2009
7 de marzo de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película. Inteligente, con una historia que va entrecruzando historias de amores y desamores, en los que hay siempre perros de compañía, perros asesinos, perros de todos los tamaños y todas las razas.
Contiene escenas de una dureza inmensa. Así es México DF. Así es la vida misma en sus extremos, en la periferia de las conductas sociales. Los perros actúan por instinto, los seres humanos también, pero aderezada su conducta con el ingrediente de la racionalidad que todo lo puede pero que casi nada consigue. Ahí, por debajo de la piel, andan el mal y el buen salvaje jugando su eterna y endiablada partida de poker.
El guión es magnífico. La película dura más de dos horas y se ve de corrido, porque por una fuerza magnética difícil de definir es imposible perderse lo siguiente. Lo siguiente todavía es más terrible, más insólito, más parecido a lo que vemos cada día fuera y dentro de nosotros.
Alejandro González Iñarritu es sencillamente un artista inigualable que sabe hacer películas, contar historias y dirigir actores. Antes de eso, es un implacable observador de la realidad que, como ser humano, le envuelve y le afecta. Crea metáforas en forma de puzzles. No hay una intelectualidad que nos agobie con sus circunloquios y divagaciones. No es Tarantino que se recrea con la belleza de lo horrible. Es un cronista del horror sincero y ecuánime que no dulcifica ni amarga. Ni quita, ni pone. Todo lo que sale en la pantalla es posible que salga en la vida.
¡Qué magníficos actores hay en México! Ya lo comprobamos de la mano de Luis Buñuel en su lote de películas rodadas en ese país tan cercano a nosotros. Actores de raza, poderosos y cálidos, llenos de registros del mejor de los oficios. Y, entre ellos, Goya Toledo está guapísima y también magnífica. A sus cuarenta años está espléndida y se le adivina en el horizonte una carrera que puede llegar muy lejos.
Contiene escenas de una dureza inmensa. Así es México DF. Así es la vida misma en sus extremos, en la periferia de las conductas sociales. Los perros actúan por instinto, los seres humanos también, pero aderezada su conducta con el ingrediente de la racionalidad que todo lo puede pero que casi nada consigue. Ahí, por debajo de la piel, andan el mal y el buen salvaje jugando su eterna y endiablada partida de poker.
El guión es magnífico. La película dura más de dos horas y se ve de corrido, porque por una fuerza magnética difícil de definir es imposible perderse lo siguiente. Lo siguiente todavía es más terrible, más insólito, más parecido a lo que vemos cada día fuera y dentro de nosotros.
Alejandro González Iñarritu es sencillamente un artista inigualable que sabe hacer películas, contar historias y dirigir actores. Antes de eso, es un implacable observador de la realidad que, como ser humano, le envuelve y le afecta. Crea metáforas en forma de puzzles. No hay una intelectualidad que nos agobie con sus circunloquios y divagaciones. No es Tarantino que se recrea con la belleza de lo horrible. Es un cronista del horror sincero y ecuánime que no dulcifica ni amarga. Ni quita, ni pone. Todo lo que sale en la pantalla es posible que salga en la vida.
¡Qué magníficos actores hay en México! Ya lo comprobamos de la mano de Luis Buñuel en su lote de películas rodadas en ese país tan cercano a nosotros. Actores de raza, poderosos y cálidos, llenos de registros del mejor de los oficios. Y, entre ellos, Goya Toledo está guapísima y también magnífica. A sus cuarenta años está espléndida y se le adivina en el horizonte una carrera que puede llegar muy lejos.
15 de enero de 2009
15 de enero de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una comedia en toda regla, construida con inteligencia y oficio por la entonces joven directora alemana Doris Dorrie, especializada de alguna manera en películas que tratan la eterna y siempre difícil relación entre los dos sexos.
Además, contiene una lúcida y sarcástica reflexión sobre los roles y los arquetipos sociales. Un traje puede cambiar a una persona, y, ciertamente, la percepción que de esa persona tenemos los demás.
El peso fundamental es la excelente interpretación de Heiner Lauterbach y Uwe Ochssenknecht, los hombres en conflicto por el amor y el desamor de una misma mujer. Por esa razón, la película se sigue viendo con agrado, a pesar de que tiene un tufillo algo anticuado. Alguien dijo que nada envejece tan pronto como el periódico de ayer. Esos dos personajes, representativos de una cierta masculinidad en Alemania a mitad de los ochenta, se han quedado un poco atrás. Por otra parte, el mensaje final y el dibujo del personaje femenino tienen una lectura discutible, si no inevitablemente reaccionaria.
Además, contiene una lúcida y sarcástica reflexión sobre los roles y los arquetipos sociales. Un traje puede cambiar a una persona, y, ciertamente, la percepción que de esa persona tenemos los demás.
El peso fundamental es la excelente interpretación de Heiner Lauterbach y Uwe Ochssenknecht, los hombres en conflicto por el amor y el desamor de una misma mujer. Por esa razón, la película se sigue viendo con agrado, a pesar de que tiene un tufillo algo anticuado. Alguien dijo que nada envejece tan pronto como el periódico de ayer. Esos dos personajes, representativos de una cierta masculinidad en Alemania a mitad de los ochenta, se han quedado un poco atrás. Por otra parte, el mensaje final y el dibujo del personaje femenino tienen una lectura discutible, si no inevitablemente reaccionaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un ejecutivo recibe la noticia de que su mujer tiene un amante. Decide irse a vivir con ese amante y, poco a poco, su poder de influencia irán transformándolo hasta convertirlo en alguien parecido a él. El entonces regresa con su esposa.

7,1
2.317
6
5 de marzo de 2009
5 de marzo de 2009
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Buñuel realiza esta película en 1964 era consciente de que diecinueve años antes Jean Renoir había hecho ya una primera versión de la novela que había publicado en 1900 el francés Octave Mirbeau y que llevaba por título “Le Journal d´une femme de Chambre”. Para distanciarse de la obra de Renoir sitúa la acción unos años después, y construye una especie de película que intenta ser una reflexión sobre la sociedad francesa, y, en particular, sobre la depravación moral, no solo de la burguesía sino de las clases sociales en general.
Yo creo que como reflexión se queda corta, como a mitad de camino. Y que, por tanto, su interés es relativo. En realidad y en todo caso, el interés viene dado más por los personajes y la construcción que de ellos hacen los actores, en especial Jeanne Moreau y Michel Piccoli.
Celestine, la protagonista, se acerca bastante al tipo de inmoralidad que practicaba, como forma de supervivencia, Susana en aquella memorable película de 1950, la cuarta de su etapa mexicana, pero en esta ocasión todo está peor dibujado. Buñuel se recrea en planos que tienen interés por ser él quien es, pero nada más. Estoy hablando por ejemplo de ese en el que la cámara enfoca porque sí a los pies de la Moreau para deleitarse en sus andares.
Confieso que esta película me despistó: un final abrupto, una utilización de la cámara que, de pronto y sin venir demasiado a cuento, hace alardes vanguardistas inesperados pero que durante la inmensa mayor parte del tiempo se mantiene en los parámetros más clásicos, etc.
Confieso también que me hizo gracia ver a Jean Claude Carrière, su guionista de cámara durante su última etapa y el “escribano” de sus memorias haciendo el papel de cura. Pero solo eso no fue suficiente para mantener mi interés.
Yo creo que como reflexión se queda corta, como a mitad de camino. Y que, por tanto, su interés es relativo. En realidad y en todo caso, el interés viene dado más por los personajes y la construcción que de ellos hacen los actores, en especial Jeanne Moreau y Michel Piccoli.
Celestine, la protagonista, se acerca bastante al tipo de inmoralidad que practicaba, como forma de supervivencia, Susana en aquella memorable película de 1950, la cuarta de su etapa mexicana, pero en esta ocasión todo está peor dibujado. Buñuel se recrea en planos que tienen interés por ser él quien es, pero nada más. Estoy hablando por ejemplo de ese en el que la cámara enfoca porque sí a los pies de la Moreau para deleitarse en sus andares.
Confieso que esta película me despistó: un final abrupto, una utilización de la cámara que, de pronto y sin venir demasiado a cuento, hace alardes vanguardistas inesperados pero que durante la inmensa mayor parte del tiempo se mantiene en los parámetros más clásicos, etc.
Confieso también que me hizo gracia ver a Jean Claude Carrière, su guionista de cámara durante su última etapa y el “escribano” de sus memorias haciendo el papel de cura. Pero solo eso no fue suficiente para mantener mi interés.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una camarera llega a casa de unos burgueses en la campiña francesa. Allí ocurre de todo, y en especial el asesinato y la violación de una niña.

6,9
13.000
6
14 de octubre de 2010
14 de octubre de 2010
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Garci, además de director de cine, ejerce de comentarista y conocedor del cine. Ha visto mucho cine. Tengo la impresión de que “El Abuelo” es el síntoma de esa indigestión. Película llena de citas implícitas y explícitas, instalada en un tono grandilocuente que provoca en mí un rechazo inmediato e instintivo.
Creo que ahí está la clave de una película que no funciona, a pesar de los actores, y, en especial, a pesar de Fernando Fernán Gómez, que clava el personaje protagonista. Las imágenes intentan ser epatantes, la trama es endeble. Exceso y defecto. En medio, nada, o casi nada: una historia familiar, sin la grandeza de otras sagas inmemoriales que Garci ha comentado y admirado hasta la saciedad. Mucho color, poca sustancia. Mucha fotografía saturada, mucho paisaje abrupto, mucho artificio que se consume a sí mismo sin historia que vehicular. O mejor dicho, historia mediocre.
Me molesta mucho el doblaje de algunos actores. Le añade pretenciosidad. A Antonio Valero, que interpreta el fugaz personaje de ministro, tampoco debió gustarle el suyo, que Garci le puso sin pedirle permiso. Valero ganó el juicio y la sentencia creó una jurisprudencia muy saludable.
No tengo reciente la lectura de la obra de Galdós, pero me parece que el guión no le hace justicia, por esquemático, plano y mal trabado. No pensaron así en el Círculo de Escritores Cinematográficos de España que le concedió el premio al mejor guión adaptado. Ellos sabrán.
Creo que ahí está la clave de una película que no funciona, a pesar de los actores, y, en especial, a pesar de Fernando Fernán Gómez, que clava el personaje protagonista. Las imágenes intentan ser epatantes, la trama es endeble. Exceso y defecto. En medio, nada, o casi nada: una historia familiar, sin la grandeza de otras sagas inmemoriales que Garci ha comentado y admirado hasta la saciedad. Mucho color, poca sustancia. Mucha fotografía saturada, mucho paisaje abrupto, mucho artificio que se consume a sí mismo sin historia que vehicular. O mejor dicho, historia mediocre.
Me molesta mucho el doblaje de algunos actores. Le añade pretenciosidad. A Antonio Valero, que interpreta el fugaz personaje de ministro, tampoco debió gustarle el suyo, que Garci le puso sin pedirle permiso. Valero ganó el juicio y la sentencia creó una jurisprudencia muy saludable.
No tengo reciente la lectura de la obra de Galdós, pero me parece que el guión no le hace justicia, por esquemático, plano y mal trabado. No pensaron así en el Círculo de Escritores Cinematográficos de España que le concedió el premio al mejor guión adaptado. Ellos sabrán.
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