You must be a loged user to know your affinity with Fernando Puertas
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

7,4
2.620
5
15 de mayo de 2010
15 de mayo de 2010
11 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se divide en seis capítulos que tienen como contexto la ocupación de Italia por parte de las tropas nazifascistas en el momento en que llegan las tropas aliadas angloamericanas.
Es la peor película de Rossellini que he visto hasta el momento, me ha parecido bastante aburrida y, por lo tanto, pesada de seguir. Pero no por la complejidad de la trama, que en verdad es bastante simple, sino por el hecho de que en ningún momento la historia me ha atrapado para sumergirme en ella. Ninguno de los capítulos, por lo general, me ha generado el más mínimo interés.
De tener que quedarme con alguno de los capítulos, me quedaría con el quinto, en el que tres capellanes americanos llegan a un convento donde dos de ellos, por ser uno judío y el otro protestante, son marginados por el resto de frailes, que, al vivir encerrados y no tener contacto con lo que está pasando en el exterior, son incapaces de comprender las inclinaciones religiosas de los capellanes, a diferencia del tercer compañero, que sí las entiende, aún siendo tan católico como los frailes.
Rossellini, en su línea neorrealista, rodó Paisá con un estilo cuasidocumental, donde me atrevería a decir que incluso se ven imágenes reales, pero ni por asomo llega al dramatismo que consiguió anteriormente con la que, a mi juicio, no sólo es la mejor película de Rossellini, sino una de las mejores obras de la historia del cine: Roma, ciudad abierta.
Es la peor película de Rossellini que he visto hasta el momento, me ha parecido bastante aburrida y, por lo tanto, pesada de seguir. Pero no por la complejidad de la trama, que en verdad es bastante simple, sino por el hecho de que en ningún momento la historia me ha atrapado para sumergirme en ella. Ninguno de los capítulos, por lo general, me ha generado el más mínimo interés.
De tener que quedarme con alguno de los capítulos, me quedaría con el quinto, en el que tres capellanes americanos llegan a un convento donde dos de ellos, por ser uno judío y el otro protestante, son marginados por el resto de frailes, que, al vivir encerrados y no tener contacto con lo que está pasando en el exterior, son incapaces de comprender las inclinaciones religiosas de los capellanes, a diferencia del tercer compañero, que sí las entiende, aún siendo tan católico como los frailes.
Rossellini, en su línea neorrealista, rodó Paisá con un estilo cuasidocumental, donde me atrevería a decir que incluso se ven imágenes reales, pero ni por asomo llega al dramatismo que consiguió anteriormente con la que, a mi juicio, no sólo es la mejor película de Rossellini, sino una de las mejores obras de la historia del cine: Roma, ciudad abierta.
7
30 de mayo de 2010
30 de mayo de 2010
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada de Ulises es una película del director griego Theo Angelopoulos que se llevó el Gran Premio del Jurado y el FIPRESCI en Cannes en 1995. En ella asistimos al regreso de un director de cine (Harvey Keitel) a su tierra en busca de tres bobinas rodadas por los hermanos Manakis, los primeros cineastas griegos, que se cree que albergan en su seno la primera película griega sin revelar.
A través del viaje de A, que así es como, según el estudioso de Angelopoulos Andrew Horton, aparecía el nombre del director en el guión original (¿quizá se llame así por Angelopoulos?), el espectador recorre los diferentes escenarios de la península balcánica sumergida en los conflictos bélicos de la época. En ese viaje en el que A en busca de las tres bobinas cumple el mismo papel que Ulises en busca de Ítaca, asistimos a un paisaje de filmotecas y cines destruidos por las bombas. También vemos niebla y melancolía, la cual viene reforzada por la excelente música de Eleni Karaindrou. El director asiste mediante sus recuerdos a escenas de su pasado, familiares y amorosas, todas ellas envueltas en un poso de nostalgia.
En lo que a la realización se refiere, llaman la atención los planos larguísimos que se marca el director, en algunos casos secuencia, los cuales funcionan a la perfección gracias a unos actores de raza como son Keitel y Erland Josephson, que se olvidan de la cámara para convertirse en los personajes que interpretan. En este sentido cabe destacar la escena en la que el director asiste al fin de año (en verdad son varios fines de año) que celebraba con su familia, todo rodado en una toma, por no hablar del escalofriante fuera de campo del final.
Las referencias al cine también son de agradecer: esos brindis a la salud de Dreyer y Murnau, esa filmoteca que alberga copias de Metrópolis y de Persona, pero por favor, no más desnudos integrales de Harvey Keitel.
A través del viaje de A, que así es como, según el estudioso de Angelopoulos Andrew Horton, aparecía el nombre del director en el guión original (¿quizá se llame así por Angelopoulos?), el espectador recorre los diferentes escenarios de la península balcánica sumergida en los conflictos bélicos de la época. En ese viaje en el que A en busca de las tres bobinas cumple el mismo papel que Ulises en busca de Ítaca, asistimos a un paisaje de filmotecas y cines destruidos por las bombas. También vemos niebla y melancolía, la cual viene reforzada por la excelente música de Eleni Karaindrou. El director asiste mediante sus recuerdos a escenas de su pasado, familiares y amorosas, todas ellas envueltas en un poso de nostalgia.
En lo que a la realización se refiere, llaman la atención los planos larguísimos que se marca el director, en algunos casos secuencia, los cuales funcionan a la perfección gracias a unos actores de raza como son Keitel y Erland Josephson, que se olvidan de la cámara para convertirse en los personajes que interpretan. En este sentido cabe destacar la escena en la que el director asiste al fin de año (en verdad son varios fines de año) que celebraba con su familia, todo rodado en una toma, por no hablar del escalofriante fuera de campo del final.
Las referencias al cine también son de agradecer: esos brindis a la salud de Dreyer y Murnau, esa filmoteca que alberga copias de Metrópolis y de Persona, pero por favor, no más desnudos integrales de Harvey Keitel.

6,8
25.845
8
29 de enero de 2011
29 de enero de 2011
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya la potentísima escena inicial nos deja boquiabiertos y con los ojos como platos, y es entonces cuando sabemos que nos vamos a tragar una más que interesante película genialmente realizada.
A través de los ojos de Andreu, el espectador asistirá a un mundo donde el engaño y la mentira están a la orden del día, donde todo adulto tiene un lado oscuro, algo que esconder, y donde para crecer y madurar no hay más que aceptar esas reglas, es decir, tener un lado oscuro y mentir. Ese lado oscuro que toda persona tiene, muchas veces materializado en el rencor y la incapacidad para perdonar, deja sus heridas y consecuencias a lo largo de varias generaciones, siendo que aún a día de hoy venimos padeciendo dichas consecuencias.
Al ser la primera película que veo de Agustí Villaronga, lo que más me ha impresionado de Pan negro es la sutileza con la que el director trata determinados temas, tan subterráneamente, haciéndolo todo más elegante. Es una pena que esto encuentre su contrapartida en determinados discursos que Farriol (Roger Casamajor), el padre de Andreu, le suelta a su hijo acerca de los ideales y la necesidad de mantenerlos, que desgraciadamente suenan a panfleto metido con calzador. No obstante, he de decir que no acierto a dilucidar si se trata de un fallo de guión o de una incorrecta interpretación por parte de Casamajor. Quizá sea una mezcla de ambos.
Por otra parte, si la cuidadísima y elegante fotografía de Antonio Riestra supone un regalo nada desdeñable para nuestros ojos, no lo es menos para nuestros oídos la preciosa música de José Manuel Pagán, la cual recuerda a la habitual compositora del realizador griego Theo Angelopoulos, Eleni Karaindrou.
En definitiva, Pan negro es una gran película que me ha descubierto a un interesante director, y que además es una bien merecedora de esa nominación al Goya a la Mejor Película para este año. No obstante, subrayo lo de merecedora, y sólo merecedora, porque en mi opinión, la película llamada a hacerse con la preciada estatuilla es Buried, de Rodrigo Cortés.
A través de los ojos de Andreu, el espectador asistirá a un mundo donde el engaño y la mentira están a la orden del día, donde todo adulto tiene un lado oscuro, algo que esconder, y donde para crecer y madurar no hay más que aceptar esas reglas, es decir, tener un lado oscuro y mentir. Ese lado oscuro que toda persona tiene, muchas veces materializado en el rencor y la incapacidad para perdonar, deja sus heridas y consecuencias a lo largo de varias generaciones, siendo que aún a día de hoy venimos padeciendo dichas consecuencias.
Al ser la primera película que veo de Agustí Villaronga, lo que más me ha impresionado de Pan negro es la sutileza con la que el director trata determinados temas, tan subterráneamente, haciéndolo todo más elegante. Es una pena que esto encuentre su contrapartida en determinados discursos que Farriol (Roger Casamajor), el padre de Andreu, le suelta a su hijo acerca de los ideales y la necesidad de mantenerlos, que desgraciadamente suenan a panfleto metido con calzador. No obstante, he de decir que no acierto a dilucidar si se trata de un fallo de guión o de una incorrecta interpretación por parte de Casamajor. Quizá sea una mezcla de ambos.
Por otra parte, si la cuidadísima y elegante fotografía de Antonio Riestra supone un regalo nada desdeñable para nuestros ojos, no lo es menos para nuestros oídos la preciosa música de José Manuel Pagán, la cual recuerda a la habitual compositora del realizador griego Theo Angelopoulos, Eleni Karaindrou.
En definitiva, Pan negro es una gran película que me ha descubierto a un interesante director, y que además es una bien merecedora de esa nominación al Goya a la Mejor Película para este año. No obstante, subrayo lo de merecedora, y sólo merecedora, porque en mi opinión, la película llamada a hacerse con la preciada estatuilla es Buried, de Rodrigo Cortés.

7,3
18.560
6
20 de diciembre de 2010
20 de diciembre de 2010
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1929 tuvo lugar en EEUU y en todo el mundo capitalista una crisis económica que hizo temblar los cimientos del libre mercado puro y duro. La burbuja, como tantas veces en la historia de la economía, explotó, trayendo con su explosión una serie de consecuencias que, como siempre, afectaron a los más pobres. Se desencadenó una tremenda crisis cargada de paro, miseria y suicidios de personas que se habían arruinado, ante la cual muchas personas decidieron atracar bancos para conseguir dinero con el que salir adelante.
Bonnie y Clyde, de Arthur Penn, cuenta la historia de una pareja de ese tipo de atracadores que buscan recuperar lo que la Gran Depresión les ha robado a ellos. La película, un poco sobrevalorada quizá, posee su principal atractivo en situar el punto de vista en el lado de los oficialmente malos, para ver que, al fin y al cabo, son personas tan normales como cualquier ciudadano de a pie, que simplemente están recuperando lo que es suyo y que se identifican con el populacho. Parecido a Robin Hood, aunque salvando las distancias.
Digo que está sobrevalorada porque la relación entre Bonnie (Faye Dunaway) y Clyde (Warren Beatty) no se la cree nadie, y porque en el filme las cosas pasan demasiado rápido. Uno llega a dudar de si lo que está viendo en la pantalla es algo real o se trata simplemente de un sueño de alguno de los personajes. Hay escenas que no vienen a cuento, y la historia da la sensación más de una vez de no estar muy bien contada. La película es entretenida y se deja ver, aunque sin ninguna duda, lo mejor del filme es Faye Dunaway, que rebosa erotismo por doquier en todas las escenas en que aparece.
Bonnie y Clyde, de Arthur Penn, cuenta la historia de una pareja de ese tipo de atracadores que buscan recuperar lo que la Gran Depresión les ha robado a ellos. La película, un poco sobrevalorada quizá, posee su principal atractivo en situar el punto de vista en el lado de los oficialmente malos, para ver que, al fin y al cabo, son personas tan normales como cualquier ciudadano de a pie, que simplemente están recuperando lo que es suyo y que se identifican con el populacho. Parecido a Robin Hood, aunque salvando las distancias.
Digo que está sobrevalorada porque la relación entre Bonnie (Faye Dunaway) y Clyde (Warren Beatty) no se la cree nadie, y porque en el filme las cosas pasan demasiado rápido. Uno llega a dudar de si lo que está viendo en la pantalla es algo real o se trata simplemente de un sueño de alguno de los personajes. Hay escenas que no vienen a cuento, y la historia da la sensación más de una vez de no estar muy bien contada. La película es entretenida y se deja ver, aunque sin ninguna duda, lo mejor del filme es Faye Dunaway, que rebosa erotismo por doquier en todas las escenas en que aparece.
7
1 de enero de 2011
1 de enero de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tae-suk (Jun-Kyoon Lee) es un joven que se dedica a meterse en casas ajenas mientras sus dueños no están en ellas. Un día, en una de sus visitas, encuentra a Sun-hwa (Seung-yeon Lee), una joven que vive recluída en su casa y que es maltratada por su marido. Sun-hwa decidirá unirse a él en sus viajes por las casas de los demás, y entre los dos irá floreciendo una hermosa relación contada de forma magistral por el surcoreano Kim Ki-duk.
La relación entre Sun-hwa y Tae-suk recuerda en cierto modo a la que, en los años 60’, mantuvo una ama de casa de Iowa llamada Francesca con un fotógrafo de la National Geographic de nombre Robert Kincaid. En Hierro 3, al igual que en Los puentes de Madison, nos encontramos con un amor utópico, imposiblemente bello y hermoso, que, aún a pesar de haber sido corto o quizá precisamente por ello, permanece en nuestra memoria con tal nitidez que nos parece posible volver a vivirlo en cualquier momento. Que ese romance sea real o sea imaginario es lo de menos, porque lo cierto es que en Hierro 3, Kim Ki-duk cuenta las cosas de tal manera que parece que mezcla lo onírico y surrealista con lo real. Los personajes no articulan una sola palabra durante toda la película, logrando así el surcoreano una atmósfera que, junto con la característica puesta en escena, otorga al filme la infalsificable firma de Kim Ki-duk, y que le convierte en uno de los directores orientales más importantes de nuestro tiempo.
Kim Ki-duk repetirá argumentos en torno al amor en Time, y un servidor está a la espera de ver más obras de este director para comprobar si en el resto de su filmografía esto sigue siendo así y se siguen contando tan bellas historias de forma tan metafórica, simbolista y apasionante.
La fotografía y la música aportan la guinda adecuada para que este pastel que es Hierro 3 sea de lo más exquisito para el espectador y quede fascinado por esta demostración (una más de tantas) de lo que los orientales saben hacer con una cámara.
La relación entre Sun-hwa y Tae-suk recuerda en cierto modo a la que, en los años 60’, mantuvo una ama de casa de Iowa llamada Francesca con un fotógrafo de la National Geographic de nombre Robert Kincaid. En Hierro 3, al igual que en Los puentes de Madison, nos encontramos con un amor utópico, imposiblemente bello y hermoso, que, aún a pesar de haber sido corto o quizá precisamente por ello, permanece en nuestra memoria con tal nitidez que nos parece posible volver a vivirlo en cualquier momento. Que ese romance sea real o sea imaginario es lo de menos, porque lo cierto es que en Hierro 3, Kim Ki-duk cuenta las cosas de tal manera que parece que mezcla lo onírico y surrealista con lo real. Los personajes no articulan una sola palabra durante toda la película, logrando así el surcoreano una atmósfera que, junto con la característica puesta en escena, otorga al filme la infalsificable firma de Kim Ki-duk, y que le convierte en uno de los directores orientales más importantes de nuestro tiempo.
Kim Ki-duk repetirá argumentos en torno al amor en Time, y un servidor está a la espera de ver más obras de este director para comprobar si en el resto de su filmografía esto sigue siendo así y se siguen contando tan bellas historias de forma tan metafórica, simbolista y apasionante.
La fotografía y la música aportan la guinda adecuada para que este pastel que es Hierro 3 sea de lo más exquisito para el espectador y quede fascinado por esta demostración (una más de tantas) de lo que los orientales saben hacer con una cámara.
Más sobre Fernando Puertas
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here