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5
3 de julio de 2014
3 de julio de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La era de la extinción: Los transformers re-creados
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente Universitario y Periodista
[email protected]
Cuando una película es tan querida por el público, se hace esfuerzos por mantenerla vigente a como dé lugar. Los Transformers van por la cuarta versión en un intento por renovar su imagen y darle poderío con los adelantos tecnológicos. Ya no son estructuras y su brillo y velocidad resultan potentes. Lucen atractivos y su idea de salvarnos de ataques de máquinas foráneas ha causado un impacto mayor al de monstruos o alienígenas que invaden nuestro planeta. Saber que allá en el multiverso existen otros seres nos sacude acá abajo, pero el cine ha hecho creer que ellos vendrán a acabar con nosotros y eso seguro es producto de no saber ni siquiera vivir en comunión entre sociedades. En fin, el hecho es que las generaciones diversas crecen con un semi-dios terrenal, cuya vida y principios nos acercan: Optimus Prime.
Y ese semi-dios, cada vez es más parecido a un sacerdote. En esta versión lo comprobarán. Desde los confines de ese espacio sideral un ente nos alienta tener esperanza y mantener los bríos y las fuerzas para que la humanidad no se extinga, entonces los Transformers dejan su lado aventurero y de espectáculo y se adentran en una serie de mensajes forzados y que desvirtúan la esencia de estos artefactos con quienes hemos crecido.
Por supuesto, que no todo es un evangelizar, ni mantener la atención sobre el poder de los Autobots, cada versión nos concentra en algo específico y he acá un desvarío: la era de la extinción es doble: pueden acabarse los Autobots porque los humanos los están construyendo y renovados: con más fuerza y capacidad, así como la extinción se remite a los dinosaurios, esos otros seres que gravitan entre el mito, la leyenda, la realidad y los eslabones a descubrir. Mientras tanto los Decepticons, esos antagónicos, andan como en reserva de dar un ataque letal: inesperado y voluptuoso. Habría que decir: de chatarra y estructuras sólidas, no obstante, los artificios con los que nos moldean el capítulo 4 de los robots con inteligencia es el que están hechos por partículas que se desintegran y arman sin ningún problema. Y para ello, la otra inteligencia, la de la ambición y los desmanes de los humanos no tiene control, sobre todo para dar muestras de lo corruptos y detestables que somos como especie. En fin, ese es otro eslabón lleno de espinas, lo mejor es centrarse en que todo no es así.
La invención viene desde un individuo, que confinado en sus deudas y de cierto modo desprestigiado por sus fracasos, va a ser la pieza central de muestras de esperanza y de salvaguardar los valores humanos. Él es un inventor y convierte la chatarra en algo útil. Ahí va estar el principio rector de la era de la extinción: cualquier hecho que parezca como basura puede ser convertido en una invención digna de resolver situaciones y combatir ferocidades. Un polvo diminuto como lo vemos con los adelantos tecnológicos puede ser de avance.
sigo en spoiler
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente Universitario y Periodista
[email protected]
Cuando una película es tan querida por el público, se hace esfuerzos por mantenerla vigente a como dé lugar. Los Transformers van por la cuarta versión en un intento por renovar su imagen y darle poderío con los adelantos tecnológicos. Ya no son estructuras y su brillo y velocidad resultan potentes. Lucen atractivos y su idea de salvarnos de ataques de máquinas foráneas ha causado un impacto mayor al de monstruos o alienígenas que invaden nuestro planeta. Saber que allá en el multiverso existen otros seres nos sacude acá abajo, pero el cine ha hecho creer que ellos vendrán a acabar con nosotros y eso seguro es producto de no saber ni siquiera vivir en comunión entre sociedades. En fin, el hecho es que las generaciones diversas crecen con un semi-dios terrenal, cuya vida y principios nos acercan: Optimus Prime.
Y ese semi-dios, cada vez es más parecido a un sacerdote. En esta versión lo comprobarán. Desde los confines de ese espacio sideral un ente nos alienta tener esperanza y mantener los bríos y las fuerzas para que la humanidad no se extinga, entonces los Transformers dejan su lado aventurero y de espectáculo y se adentran en una serie de mensajes forzados y que desvirtúan la esencia de estos artefactos con quienes hemos crecido.
Por supuesto, que no todo es un evangelizar, ni mantener la atención sobre el poder de los Autobots, cada versión nos concentra en algo específico y he acá un desvarío: la era de la extinción es doble: pueden acabarse los Autobots porque los humanos los están construyendo y renovados: con más fuerza y capacidad, así como la extinción se remite a los dinosaurios, esos otros seres que gravitan entre el mito, la leyenda, la realidad y los eslabones a descubrir. Mientras tanto los Decepticons, esos antagónicos, andan como en reserva de dar un ataque letal: inesperado y voluptuoso. Habría que decir: de chatarra y estructuras sólidas, no obstante, los artificios con los que nos moldean el capítulo 4 de los robots con inteligencia es el que están hechos por partículas que se desintegran y arman sin ningún problema. Y para ello, la otra inteligencia, la de la ambición y los desmanes de los humanos no tiene control, sobre todo para dar muestras de lo corruptos y detestables que somos como especie. En fin, ese es otro eslabón lleno de espinas, lo mejor es centrarse en que todo no es así.
La invención viene desde un individuo, que confinado en sus deudas y de cierto modo desprestigiado por sus fracasos, va a ser la pieza central de muestras de esperanza y de salvaguardar los valores humanos. Él es un inventor y convierte la chatarra en algo útil. Ahí va estar el principio rector de la era de la extinción: cualquier hecho que parezca como basura puede ser convertido en una invención digna de resolver situaciones y combatir ferocidades. Un polvo diminuto como lo vemos con los adelantos tecnológicos puede ser de avance.
sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ahora, esta película no termina por convencer del todo. Es épica, cuenta con una leyenda que no cabe en las historias que nos cuentan de la extinción, esos dinosaurios aparecen de repente y como parte de una infructuosa calamidad; eso sí la agilidad y puesta en escena de los héroes: los Autoboots no deja duda de su gracia, de su trabajo en conjunto, de su disposición por estar entre nosotros y preservar la armonía del planeta. Aunque a veces es forzado su actuar y la renovación parece estar en el ocaso.
Los Transformers hacen parte del inventario de fabulaciones que tenemos de nuestro mundo. Son reales en la medida que los hemos creado, convivimos con máquinas y de ellas desprendemos leyendas. Optimus Prime, sus Autoboots, los eternos rivales: Los Decepticons, más los aliados y contrincantes en la tierra, cuentan con un universo amplio para dar diversión mientras que miramos hacia los confines de la galaxia y esperamos una invasión. Ahora, si su manera de contar sigue siendo tan poco cuidadosa y sus mensajes tan artificiales y poco concatenados, parece que podrán extinguirse de la pantalla.
Los Transformers hacen parte del inventario de fabulaciones que tenemos de nuestro mundo. Son reales en la medida que los hemos creado, convivimos con máquinas y de ellas desprendemos leyendas. Optimus Prime, sus Autoboots, los eternos rivales: Los Decepticons, más los aliados y contrincantes en la tierra, cuentan con un universo amplio para dar diversión mientras que miramos hacia los confines de la galaxia y esperamos una invasión. Ahora, si su manera de contar sigue siendo tan poco cuidadosa y sus mensajes tan artificiales y poco concatenados, parece que podrán extinguirse de la pantalla.
30 de agosto de 2013
30 de agosto de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y Periodista
[email protected]
Que el actor -¿sacerdote?- Jorge Enrique Abello sea el gancho mediático para atrapar espectadores que asistan al el estreno reciente de una película colombiana, eso no tiene precio. Uno no sabe qué pensar de esta película, que se anuncia como colombiana, es ideada por dos españoles cineastas con experiencia y sólo tiene un espíritu en mostrar las aparentes vicisitudes a modo de thriller de unas personas –turistas- en un hotel donde ocurre un crimen. Nada encaja, ni el desesperante clima que se le ve en la camisa sudorosa al detective del caso, como tampoco los personajes que se encaran uno a uno como si fueran salidos de un país inexistente o como si fueran turistas de un país inocente.
Si la idea era generar suspenso por un caso detectivesco, es muy extraño que se acuda a la comedia simple para matizar lo que no logra una historia de un crimen. Si la pretensión era desatar tensiones, no tenemos la menor idea de por qué lo obtenido son muchos nubarrones. Pero digamos que eso no importa, y nos centremos en el caso de una historia con fines cantinflescos. El director español explica que Cartagena le hizo variar cientos de veces el guión y el montaje, argumentando que fue una labor creativa. Y eso parece cobrar muchos desafíos. En cambio el espectador no se enfrenta a nada significativo, no hay ni siquiera que pensar en la trama, ni en el crimen, porque de entrada se encuentra resuelto, sólo es dejarse envolver por una serie de chistes sin mucho sentido. Parece entonces que lo acá imperante es el interés en comer crispetas y pasarlas con una gaseosa, lo demás sobra.
Es una película muy limpia, demasiado pura, es decir, se escabulle de cualquier contexto, si es de un thriller pasa de alto por corresponder con un criterio favorable del género; lo único que no olvida es el escenario del mar, evita involucrarse en temáticas problemáticas y asume la pretensión de salirse con las suyas sin ni siquiera darnos pistas de cada uno de sus personajes; se trata de una pareja –dispareja en edad- que quiere descansar, o de unas españolas –amigas aventureras- que desean conseguir encuentros divertidos, o de una mujer que se dedica a leer sin nada más que hacer, un fugitivo barbado acechado por su pasado, y un empresario de un hotel como si fuera una caricatura. En fin, nadie logra generarnos empatías como tampoco lo contrario, estamos ante una película ligera donde olvidarse de pensar es la regla.
Sigo en spoiler
Docente universitario y Periodista
[email protected]
Que el actor -¿sacerdote?- Jorge Enrique Abello sea el gancho mediático para atrapar espectadores que asistan al el estreno reciente de una película colombiana, eso no tiene precio. Uno no sabe qué pensar de esta película, que se anuncia como colombiana, es ideada por dos españoles cineastas con experiencia y sólo tiene un espíritu en mostrar las aparentes vicisitudes a modo de thriller de unas personas –turistas- en un hotel donde ocurre un crimen. Nada encaja, ni el desesperante clima que se le ve en la camisa sudorosa al detective del caso, como tampoco los personajes que se encaran uno a uno como si fueran salidos de un país inexistente o como si fueran turistas de un país inocente.
Si la idea era generar suspenso por un caso detectivesco, es muy extraño que se acuda a la comedia simple para matizar lo que no logra una historia de un crimen. Si la pretensión era desatar tensiones, no tenemos la menor idea de por qué lo obtenido son muchos nubarrones. Pero digamos que eso no importa, y nos centremos en el caso de una historia con fines cantinflescos. El director español explica que Cartagena le hizo variar cientos de veces el guión y el montaje, argumentando que fue una labor creativa. Y eso parece cobrar muchos desafíos. En cambio el espectador no se enfrenta a nada significativo, no hay ni siquiera que pensar en la trama, ni en el crimen, porque de entrada se encuentra resuelto, sólo es dejarse envolver por una serie de chistes sin mucho sentido. Parece entonces que lo acá imperante es el interés en comer crispetas y pasarlas con una gaseosa, lo demás sobra.
Es una película muy limpia, demasiado pura, es decir, se escabulle de cualquier contexto, si es de un thriller pasa de alto por corresponder con un criterio favorable del género; lo único que no olvida es el escenario del mar, evita involucrarse en temáticas problemáticas y asume la pretensión de salirse con las suyas sin ni siquiera darnos pistas de cada uno de sus personajes; se trata de una pareja –dispareja en edad- que quiere descansar, o de unas españolas –amigas aventureras- que desean conseguir encuentros divertidos, o de una mujer que se dedica a leer sin nada más que hacer, un fugitivo barbado acechado por su pasado, y un empresario de un hotel como si fuera una caricatura. En fin, nadie logra generarnos empatías como tampoco lo contrario, estamos ante una película ligera donde olvidarse de pensar es la regla.
Sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El crimen más grande es que estemos a más de la mitad del año y desde que pasó: Lo azul del cielo –el primer estreno de una película nacional-, no contemos con una película digna en la cartelera nacional. Desde luego que andamos dichosos de que existan más películas cada año llamadas colombianas y que nuestra cartelera tenga un mínimo de participación con títulos alusivos a nuestro país, pero ¿de qué sirven tantas películas si ninguna nos conecta a nuestras diversas y variadas formas de la realidad? O por lo menos nos permita divertirnos sin abusar de la frivolidad y el folclorismo, como The Rolling por Colombia, o en esa misma línea pero sin tanto extremo como El control. Un crimen que películas como Crimen con vista al mar cuente con más de 70 copias y otras tan brillantes e independientes sólo salgan con 10 o máximo 20.
Desde luego que decir ninguna es muy excluyente, Estrella del sur de Gabriel González es una excepción, pero sabemos que fue casi vetada y que muy pocas salas del país la tuvieron para ser exhibida y por supuesto caben allí las que no cuentan con un apoyo masivo de difusión. No quiere decir que por no tenerlo, se les otorgue una mejor calidad. Ahora, resulta simpático que además en la baraja se pongan películas sobre Colombia, como Operación E o Memorias de mis putas tristes, y que también gocen de calificativos poco enaltecedores, es sabido que el término de Colombia depende de un certificado nacional, más no de otra cosa, pueden hablar de nosotros, ser un historia del territorio, sin certificado de inscripción no son de acá. ¿Qué le pasará al cine colombiano? Esperemos el año no se acaba, y sorpresas pueden llegar.
Nadie puede decir que anda cansado de lo mismo –aunque sea mentira que el cine colombiano sea repetitivo en temas-, de igual modo nadie puede argumentar el hecho de que existan pocas películas, a la vista tenemos mucho por escoger, aunque el mercado sea el que nos filtre y nos deje la decisión de unas muy pocas. Crimen con vista al mar, se une a las filas de esas películas sin mucho qué decir o aprender, pasan de largo, aunque cuente con un director ganador de Óscar con películas como El secreto de tus ojos, ahí hizo de productor, o de actores españoles como Carmelo Gómez, quien ha hecho un sinfín como la significativa La noche de los girasoles (2006). Ni se convierten en referentes ni generan identificación en el público, había tan poco qué contar que un actor es la prenda de garantía para promocionarla, y como es su debut, parece, es casi similar a una ilusión: nada pasó, , tal vez sí, es un crimen con vista al mar, pero este poco se ve.
Desde luego que decir ninguna es muy excluyente, Estrella del sur de Gabriel González es una excepción, pero sabemos que fue casi vetada y que muy pocas salas del país la tuvieron para ser exhibida y por supuesto caben allí las que no cuentan con un apoyo masivo de difusión. No quiere decir que por no tenerlo, se les otorgue una mejor calidad. Ahora, resulta simpático que además en la baraja se pongan películas sobre Colombia, como Operación E o Memorias de mis putas tristes, y que también gocen de calificativos poco enaltecedores, es sabido que el término de Colombia depende de un certificado nacional, más no de otra cosa, pueden hablar de nosotros, ser un historia del territorio, sin certificado de inscripción no son de acá. ¿Qué le pasará al cine colombiano? Esperemos el año no se acaba, y sorpresas pueden llegar.
Nadie puede decir que anda cansado de lo mismo –aunque sea mentira que el cine colombiano sea repetitivo en temas-, de igual modo nadie puede argumentar el hecho de que existan pocas películas, a la vista tenemos mucho por escoger, aunque el mercado sea el que nos filtre y nos deje la decisión de unas muy pocas. Crimen con vista al mar, se une a las filas de esas películas sin mucho qué decir o aprender, pasan de largo, aunque cuente con un director ganador de Óscar con películas como El secreto de tus ojos, ahí hizo de productor, o de actores españoles como Carmelo Gómez, quien ha hecho un sinfín como la significativa La noche de los girasoles (2006). Ni se convierten en referentes ni generan identificación en el público, había tan poco qué contar que un actor es la prenda de garantía para promocionarla, y como es su debut, parece, es casi similar a una ilusión: nada pasó, , tal vez sí, es un crimen con vista al mar, pero este poco se ve.

6,0
43.957
5
18 de julio de 2013
18 de julio de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y periodista
[email protected]
El cine se ha obsesionado con el tema de que algo, alguien, unos cambios o unas invasiones, entre otras razones podrían ser la causa para que se termine el mundo, que la humanidad se encuentre amenazada es un índice muy recurrente en muchas películas. El temor, la aventura, los riesgos, la abundancia de héroes son una fórmula efectiva para contar una historia y mantener a unos espectadores cautivos. El titán Guillermo del Toro nos trae una película cuya idea es sugestiva: unos monstruos, llamados Kaiju, empezaron atacando al mundo y ahora sus fuerzas van en avanzada, de manera que algo los debe detener.
Así a secas eso sería bastante trivial. Sin decir que la película se encuentre del todo saldada, ya que no es claro, cuál es la intención de esta plaga amenazante de acabar la tierra, tampoco sabemos cómo fueron hechos sus contrincantes, una especie de transformes recargados, y con una alta tecnología que no es del todo contextualizada, salvo que los manejan humanos que se fusionan neuronalmente para ser más fuertes, llamados Jaeger. Lo claro, es que ante unos monstruos imbatibles, era necesario hacer unos similares con tal de contrarrestar el fenómeno y devolverle la tranquilidad a la humanidad, ya que se probó de todo y no funcionó.
Tampoco nunca estará a salvo en el cine la tierra ni los humanos, algo tendrá que afectar para justificar un sinfín de historias. Ahora, la película de Titanes del Pacifico es entretenida, saber cómo se defenderán del temor la hace atractiva, y contar con una especie de liga de la justicia global –los pilotos de los soldados que combaten los Kaiju- la convierte en poderosa aunque estereotipada.
Si no fuera hecha por Guillermo del Toro sería tan sólo un bocadillo de entretenimiento, pero su sello como director no deja de incorporar la intriga, un elemento muy clave de su cinematografía, lo encriptado y enigmático, no en vano ha hecho El espinazo del diablo (2001), El orfanato (2007) y Mamá (2012) por citar solo unos ejemplos, aún con más fuerza y vehemencia nos encontramos con El laberinto del fauno (2006) donde hay denuncia, mitos, misterio. Del Toro alterna este tipo de películas con las de pura diversión, ya había hecho en el 2006 a Hellboy que derivó en una saga y hablando de ellas prepara la nueva entrega como guionista del Hobbit para el 2014, y ha hecho las veces de productor en películas animadas como El gato con botas (2011). En fin es un director que incursiona en dos bandas, pero que mantiene su línea. No dejan de ser de diversión las de intrigas, y las de diversión algo enigmático las recubre.
sigo en spoiler
Docente universitario y periodista
[email protected]
El cine se ha obsesionado con el tema de que algo, alguien, unos cambios o unas invasiones, entre otras razones podrían ser la causa para que se termine el mundo, que la humanidad se encuentre amenazada es un índice muy recurrente en muchas películas. El temor, la aventura, los riesgos, la abundancia de héroes son una fórmula efectiva para contar una historia y mantener a unos espectadores cautivos. El titán Guillermo del Toro nos trae una película cuya idea es sugestiva: unos monstruos, llamados Kaiju, empezaron atacando al mundo y ahora sus fuerzas van en avanzada, de manera que algo los debe detener.
Así a secas eso sería bastante trivial. Sin decir que la película se encuentre del todo saldada, ya que no es claro, cuál es la intención de esta plaga amenazante de acabar la tierra, tampoco sabemos cómo fueron hechos sus contrincantes, una especie de transformes recargados, y con una alta tecnología que no es del todo contextualizada, salvo que los manejan humanos que se fusionan neuronalmente para ser más fuertes, llamados Jaeger. Lo claro, es que ante unos monstruos imbatibles, era necesario hacer unos similares con tal de contrarrestar el fenómeno y devolverle la tranquilidad a la humanidad, ya que se probó de todo y no funcionó.
Tampoco nunca estará a salvo en el cine la tierra ni los humanos, algo tendrá que afectar para justificar un sinfín de historias. Ahora, la película de Titanes del Pacifico es entretenida, saber cómo se defenderán del temor la hace atractiva, y contar con una especie de liga de la justicia global –los pilotos de los soldados que combaten los Kaiju- la convierte en poderosa aunque estereotipada.
Si no fuera hecha por Guillermo del Toro sería tan sólo un bocadillo de entretenimiento, pero su sello como director no deja de incorporar la intriga, un elemento muy clave de su cinematografía, lo encriptado y enigmático, no en vano ha hecho El espinazo del diablo (2001), El orfanato (2007) y Mamá (2012) por citar solo unos ejemplos, aún con más fuerza y vehemencia nos encontramos con El laberinto del fauno (2006) donde hay denuncia, mitos, misterio. Del Toro alterna este tipo de películas con las de pura diversión, ya había hecho en el 2006 a Hellboy que derivó en una saga y hablando de ellas prepara la nueva entrega como guionista del Hobbit para el 2014, y ha hecho las veces de productor en películas animadas como El gato con botas (2011). En fin es un director que incursiona en dos bandas, pero que mantiene su línea. No dejan de ser de diversión las de intrigas, y las de diversión algo enigmático las recubre.
sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En Titanes del pacífico nos encontramos con una idea de que esos Kaiju son como los dinosaurios y vienen de un abismo abierto en las profundidades del mar, y de manera extraña se volvieron más fuertes y pretenden hacer un ataque feroz. Es ahí cuando además de las intrigas que generan la fusión neuronal de dos seres humanos, se busca la manera de detener ese ataque. Mientras los gobernantes creen que haciendo “Muros de la vida”, una forma de confinación y aislamiento, detendrán a estos gendarmes, los insurrectos que manejan los robots siguen –aunque les quitaron el presupuesto y los claudicaron- en pie luchando.
Una frase inicial en la película nos da cuenta de su argumento: “Los pilotos eran héroes. El peligro se convirtió en propaganda y los kaiju en un juego”, he ahí parte de la filosofía de esta película. Del Toro nos pone en un combate entre bestias y robots, le rinde culto a la ciencia ficción y nos deja ver un lado de ese apocalipsis en el cine, y cuando es destruida la aldea global, siempre, no sé por fortuna, tendremos unos héroes, en este caso fusionados entre el metal y la carne.
Una frase inicial en la película nos da cuenta de su argumento: “Los pilotos eran héroes. El peligro se convirtió en propaganda y los kaiju en un juego”, he ahí parte de la filosofía de esta película. Del Toro nos pone en un combate entre bestias y robots, le rinde culto a la ciencia ficción y nos deja ver un lado de ese apocalipsis en el cine, y cuando es destruida la aldea global, siempre, no sé por fortuna, tendremos unos héroes, en este caso fusionados entre el metal y la carne.

6,4
9.930
6
27 de enero de 2013
27 de enero de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente y periodista universitario
[email protected]
Algo pasa en Hollywood, llevamos décadas de promoción a ultranza del individualismo. Por doquier hay películas donde los superhombres, los sobresalientes ejercen la salvación del mundo o imponen su modelo de vida. Pero la visión de un individuo capaz y todo poderoso ha variado. Hollywood ha mostrado, con cierto asombro, que es necesario agruparse. Los Vengadores, una especie de Liga de la Justicia, no son capaces de contrarrestar el mal, por tanto unieron sus fuerzas. Ahora los engalanados símbolos de las fiestas gringas, como papa Noel, el Conejo de Pascuas, el Hada de los Dientes, Sadman (o el hombre de arena o de los sueños), por necesidad de existencia deben vencer al Coco (Pitch en inglés), el infalible generador de pesadillas en los niños. Uno solo puede hacer más daño, que muchos individuos juntos. El mal se posa como superior entonces unir fuerzas es lo necesario para impedir que surja en el mundo.
El Origen de los Guardianes es una sensación de taquilla. Muchos espectadores al verla aplauden al termino de esta. La maldad se combate y el bienestar triunfan y así todos salen felices para expandir la tradición de festejo de costumbres hechas para “avivar” épocas, otros dirán para tener justificaciones con las cuales se fomentan más el mercado. La película se convierte en un artefacto mediático hecho con una potencia melodramática insuperable, propia para rescatar unas leyendas con las que edificamos relaciones en el mundo. Y ahora, resulta que un uno de esos héroes que nos alegran la vida, es reivindicado con tal fuerza como para nunca olvidarlo, el juguetón Jack Frost.
El mundo en las películas de Hollywood nunca está tranquilo, es solo un ideal que se resquebraja. Entonces, el Coco acecha y quiere cobrar venganza por ser marginado, -ya nos han contado cómo se vengan los personajes malignos de los cuentos, por ejemplo en Shrek resultan inofensivos y solidarios, pero Pitch no quiere dejar de ser, y cansado de ser un marginal, decide atacar para que los niños tengan pesadillas. Y todo se basa en la creencia, si no mantienen su fe, entonces cada uno de los héroes perderá su lugar y tendrá que verse abocado al olvido. Los niños sienten temor, una extraña sensación de verse inermes, mientras el Coco va haciendo de las suyas.
Sigo en spoiler
Docente y periodista universitario
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Algo pasa en Hollywood, llevamos décadas de promoción a ultranza del individualismo. Por doquier hay películas donde los superhombres, los sobresalientes ejercen la salvación del mundo o imponen su modelo de vida. Pero la visión de un individuo capaz y todo poderoso ha variado. Hollywood ha mostrado, con cierto asombro, que es necesario agruparse. Los Vengadores, una especie de Liga de la Justicia, no son capaces de contrarrestar el mal, por tanto unieron sus fuerzas. Ahora los engalanados símbolos de las fiestas gringas, como papa Noel, el Conejo de Pascuas, el Hada de los Dientes, Sadman (o el hombre de arena o de los sueños), por necesidad de existencia deben vencer al Coco (Pitch en inglés), el infalible generador de pesadillas en los niños. Uno solo puede hacer más daño, que muchos individuos juntos. El mal se posa como superior entonces unir fuerzas es lo necesario para impedir que surja en el mundo.
El Origen de los Guardianes es una sensación de taquilla. Muchos espectadores al verla aplauden al termino de esta. La maldad se combate y el bienestar triunfan y así todos salen felices para expandir la tradición de festejo de costumbres hechas para “avivar” épocas, otros dirán para tener justificaciones con las cuales se fomentan más el mercado. La película se convierte en un artefacto mediático hecho con una potencia melodramática insuperable, propia para rescatar unas leyendas con las que edificamos relaciones en el mundo. Y ahora, resulta que un uno de esos héroes que nos alegran la vida, es reivindicado con tal fuerza como para nunca olvidarlo, el juguetón Jack Frost.
El mundo en las películas de Hollywood nunca está tranquilo, es solo un ideal que se resquebraja. Entonces, el Coco acecha y quiere cobrar venganza por ser marginado, -ya nos han contado cómo se vengan los personajes malignos de los cuentos, por ejemplo en Shrek resultan inofensivos y solidarios, pero Pitch no quiere dejar de ser, y cansado de ser un marginal, decide atacar para que los niños tengan pesadillas. Y todo se basa en la creencia, si no mantienen su fe, entonces cada uno de los héroes perderá su lugar y tendrá que verse abocado al olvido. Los niños sienten temor, una extraña sensación de verse inermes, mientras el Coco va haciendo de las suyas.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El Origen de los Guardianes se mete muy adentro de nosotros. Nos muestra de forma emotiva que también somos héroes y le hace un guiño a un tema que es muy proactivo combatirlo: el miedo. Ese gendarme con el que se consolidan los proyectos sociales temerarios para engatusar a los individuos a hacer lo que los gobiernos y los poderes les plazca. La trama coge fuerza porque aterrizan a esos ocupados símbolos –quienes en sus habitáculos han descuidado el mundo de los niños por dedicarse a mandar- a volver a re-encontrarse con lo que les dio un lugar: el cariño de los niños. De manera que a medida que pierden poder porque los niños dejan de creer en ellos, se verán obligados a recuperar lo perdido. Y ese es el mensaje trascendente, nosotros espectadores también deberíamos recuperar la creencia en ciertos mitos.
Ahora, ocurre algo cuestionable, se burlan de nuestra versión del Hada de los dientes, acá es el Ratón Pérez, y en un momento pasa por una casa de un niño recogiendo los dientes, y entonces se le ve como desvalido y se pronuncia que es la versión latina y toca dejarlo. Un guiño a decir que lo reconocen, pero es más importante lo suyo que lo nuestro. En cualquier caso, El Origen de los Guardianes nos devuelve la idea que los mitos son nuestros, creados y sostenidos por nosotros. Más aún verlos actuar en conjunto nos posibilita una idea necesaria, el trabajo en equipo. Por último, encontrar el centro es un hecho individual, al reconocernos podemos enfrentar el mundo. Los de Dreamworks, esa multinacional de películas para niños que divierten a los grandes, han sacado una película muy de su ideario: el universo de Hollywood, con el que conquistan un público para rato.
Ahora, ocurre algo cuestionable, se burlan de nuestra versión del Hada de los dientes, acá es el Ratón Pérez, y en un momento pasa por una casa de un niño recogiendo los dientes, y entonces se le ve como desvalido y se pronuncia que es la versión latina y toca dejarlo. Un guiño a decir que lo reconocen, pero es más importante lo suyo que lo nuestro. En cualquier caso, El Origen de los Guardianes nos devuelve la idea que los mitos son nuestros, creados y sostenidos por nosotros. Más aún verlos actuar en conjunto nos posibilita una idea necesaria, el trabajo en equipo. Por último, encontrar el centro es un hecho individual, al reconocernos podemos enfrentar el mundo. Los de Dreamworks, esa multinacional de películas para niños que divierten a los grandes, han sacado una película muy de su ideario: el universo de Hollywood, con el que conquistan un público para rato.
10
15 de octubre de 2013
15 de octubre de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
[email protected]
Docente universitario y periodista
Gravity o Gravedad es una película espeluznante, al tiempo es asombrosa. Por un lado sentimos lo diminuto y simple que es el planeta tierra, como también asumimos el esplendor de una vista desde una ínfima ladera donde tres astronautas realizan unas labores en una estación espacial. Allí en medio de chanzas y el trabajo, puede uno sentir la impavidez de estar por fuera de la tierra, la película toda es un dar vueltas, un mareo constante, una hazaña de experimentar la gravedad. En últimas es un espectáculo visual y una agonía emocional. Un fuerte sacudón existencial.
El creador de esta conquista espacial cinematográfica es un mexicano: Alfonso Cuarón. Quien ya nos había colonizado con títulos como: Los hijos del hombre (2006) o Y tú mamá también (2001) y una infaltable en la que hace las veces de productor: El laberinto del fauno (2006). Pero esta de Gravity es sin duda la más importante de su carrera. No por haber salido hacia fuera del globo terráqueo, sino por hacer una película que siendo recién estrenada se convierte en clásica de la Ciencia Ficción, y además conmueve por lo terrorífica que es, al poner a flotar la condición humana, esa sí que da vueltas, se estrella, se aferra algo para seguirla expandiendo. Quizás allá desde arriba se contemple lo míseros que somos como especies frente al torrencial y abismal espacio. Pero somos igual de esperanzadores batallando por nuestra existencia. Un cúmulo de contradicciones somos, y eso se descubre mejor al estar separados de nuestro vientre: la casa que habitamos, la nave interplanetaria desde donde viajamos.
Gravity es una de las pocas películas en las que uno siente lo que allá fuera se vive. Parece una película sencilla, cuando es todo lo contrario. Cuarón nos pone todo el tiempo en situación de clímax, cualquier mínimo aleteo de los personajes nos hace reír, o en asombro, o a vibrar con estar por ahí sin rumbo, sin estación: desprendidos de lo único que ata a esos viajeros surcando el infinito espacio. Caramba, queda uno como levitando, con la sensación de tierra firme pero con los pensamientos distraídos ante lo pequeños y al ver lo vulnerable que es nuestra especie. Los tres astronautas, hablan de ese viaje como insuperable, aunque siempre traumático. Saberlos allá y poder ver lo que viven es tan fatal como enriquecedor.
Sigo en spoiler
[email protected]
Docente universitario y periodista
Gravity o Gravedad es una película espeluznante, al tiempo es asombrosa. Por un lado sentimos lo diminuto y simple que es el planeta tierra, como también asumimos el esplendor de una vista desde una ínfima ladera donde tres astronautas realizan unas labores en una estación espacial. Allí en medio de chanzas y el trabajo, puede uno sentir la impavidez de estar por fuera de la tierra, la película toda es un dar vueltas, un mareo constante, una hazaña de experimentar la gravedad. En últimas es un espectáculo visual y una agonía emocional. Un fuerte sacudón existencial.
El creador de esta conquista espacial cinematográfica es un mexicano: Alfonso Cuarón. Quien ya nos había colonizado con títulos como: Los hijos del hombre (2006) o Y tú mamá también (2001) y una infaltable en la que hace las veces de productor: El laberinto del fauno (2006). Pero esta de Gravity es sin duda la más importante de su carrera. No por haber salido hacia fuera del globo terráqueo, sino por hacer una película que siendo recién estrenada se convierte en clásica de la Ciencia Ficción, y además conmueve por lo terrorífica que es, al poner a flotar la condición humana, esa sí que da vueltas, se estrella, se aferra algo para seguirla expandiendo. Quizás allá desde arriba se contemple lo míseros que somos como especies frente al torrencial y abismal espacio. Pero somos igual de esperanzadores batallando por nuestra existencia. Un cúmulo de contradicciones somos, y eso se descubre mejor al estar separados de nuestro vientre: la casa que habitamos, la nave interplanetaria desde donde viajamos.
Gravity es una de las pocas películas en las que uno siente lo que allá fuera se vive. Parece una película sencilla, cuando es todo lo contrario. Cuarón nos pone todo el tiempo en situación de clímax, cualquier mínimo aleteo de los personajes nos hace reír, o en asombro, o a vibrar con estar por ahí sin rumbo, sin estación: desprendidos de lo único que ata a esos viajeros surcando el infinito espacio. Caramba, queda uno como levitando, con la sensación de tierra firme pero con los pensamientos distraídos ante lo pequeños y al ver lo vulnerable que es nuestra especie. Los tres astronautas, hablan de ese viaje como insuperable, aunque siempre traumático. Saberlos allá y poder ver lo que viven es tan fatal como enriquecedor.
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Los diálogos son tan sensatos, tan comunes, tan simples, que nos agobian. Tres personajes, sólo tres y un transmitir a Houston, ese emblemático saludo espacial, y con eso, más el protagonista mayor: lo que está por fuera del planeta, inconmensurable, imperturbable incluso inefable, así lo hayamos nombrado; con eso, más una tecnología de punta con cámaras novedosas y efectos sorprendentes, con eso, nos mantiene en las butacas, aferrados a no sabemos qué, pero extrañamente acongojados, perplejos. Los calificativos hechos, son vacilantes, sobran y faltan para dar cuenta de una imborrable experiencia, pudiendo –desde la ficción- estar allá como en el solitario devenir. He acá porque se dice que ya es un clásico de la Ciencia Ficción: hasta ahora ninguna película nos convirtió ese viaje tan cercano y tan emocionante.
Carl Sagan, ese científico que vivió pensando en la vida por fuera, y que escribió al Cosmos diversas opiniones y que concibió la idea de establecer Contacto, siempre pensaba en cómo acá dentro nos matamos, nos fundimos, nos debatimos en insulsas incertidumbres, decía al ver esa diminuta luz que es La Tierra: “Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve”. Sagan tenía razón, mucha, y bueno, luego de apreciar esa película no queda otra que esperar que algún día un leve soplo nos extermine.
Nos creemos el centro, cuando quizás seamos apenas eso: un vasto polvo de mota gravitando en un caos inconcebible. Los personajes, parecen niños por fuera aunque hayan pisado Harvard, se comportan como adolescentes aunque estén muy trajinados en las lides espaciales, y son de una disciplina y una entrega cuando se aventuran por primera vez al trepidante espacio, es asumido como algo inexplicable, con temor y distancia, aunque también con goce y alegría. Por fuera igual tenemos la misma materia de la cual estamos hechos, y contamos con el mismo arsenal: ser humanos. Una de las expresiones de la protagonista, Sandra Bullock, quien es poco experimentada en estos viajes, y con la que vamos palmo a palmo sufriendo y sintiendo la historia, dice: “De cualquier forma es un gran viaje”.
Igual, los espectadores, debemos decir, que ese gran viaje nos marca. Parece que ahora tenemos cómo contar el paso del tiempo, comprender con mayores incertidumbres el oxígeno que respiramos. Y de igual modo dejar gravitar las emociones al sabernos ínfimos. De ese viaje al ver Gravity no regresaremos intactos, algo habrá cambiado, una sorpresa nos llevaremos al levantarnos de la silla y continuar caminando. Alfonso Cuarón nos metió una bofetada, con una película tan sencilla, insuperable en su dimensión al comunicarnos unas cuantas espectacularidades sobre nosotros.
Al ver Gravedad quedo por ahí arrinconado, como si el cuerpo estuviera más liviano, al tiempo una mente muy pesada de saber lo complejos que somos. El fastuoso espacio es tan cautivante como aterrador, no por sus peligros, sino por lo desconocido. Gravedad acecha, causa escozor, deja huella, es un espejo muy grande para vernos y acercarnos a un rostro, que quizás neguemos, así sea incuestionable.
Carl Sagan, ese científico que vivió pensando en la vida por fuera, y que escribió al Cosmos diversas opiniones y que concibió la idea de establecer Contacto, siempre pensaba en cómo acá dentro nos matamos, nos fundimos, nos debatimos en insulsas incertidumbres, decía al ver esa diminuta luz que es La Tierra: “Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve”. Sagan tenía razón, mucha, y bueno, luego de apreciar esa película no queda otra que esperar que algún día un leve soplo nos extermine.
Nos creemos el centro, cuando quizás seamos apenas eso: un vasto polvo de mota gravitando en un caos inconcebible. Los personajes, parecen niños por fuera aunque hayan pisado Harvard, se comportan como adolescentes aunque estén muy trajinados en las lides espaciales, y son de una disciplina y una entrega cuando se aventuran por primera vez al trepidante espacio, es asumido como algo inexplicable, con temor y distancia, aunque también con goce y alegría. Por fuera igual tenemos la misma materia de la cual estamos hechos, y contamos con el mismo arsenal: ser humanos. Una de las expresiones de la protagonista, Sandra Bullock, quien es poco experimentada en estos viajes, y con la que vamos palmo a palmo sufriendo y sintiendo la historia, dice: “De cualquier forma es un gran viaje”.
Igual, los espectadores, debemos decir, que ese gran viaje nos marca. Parece que ahora tenemos cómo contar el paso del tiempo, comprender con mayores incertidumbres el oxígeno que respiramos. Y de igual modo dejar gravitar las emociones al sabernos ínfimos. De ese viaje al ver Gravity no regresaremos intactos, algo habrá cambiado, una sorpresa nos llevaremos al levantarnos de la silla y continuar caminando. Alfonso Cuarón nos metió una bofetada, con una película tan sencilla, insuperable en su dimensión al comunicarnos unas cuantas espectacularidades sobre nosotros.
Al ver Gravedad quedo por ahí arrinconado, como si el cuerpo estuviera más liviano, al tiempo una mente muy pesada de saber lo complejos que somos. El fastuoso espacio es tan cautivante como aterrador, no por sus peligros, sino por lo desconocido. Gravedad acecha, causa escozor, deja huella, es un espejo muy grande para vernos y acercarnos a un rostro, que quizás neguemos, así sea incuestionable.
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