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Críticas 122
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
10 de julio de 2018 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El camino del héroe, musicalizado de forma bastante interesante (utilizando el concepto de leit motiv musical), en donde se retrata el mundo del boxeo pero también la vida cotidiana urbana. Es bastante acertado el tono de la película (y la fotografía), en donde se entremezcla la idea de una epopeya con los malestares del trabajo y la rutina. La atención está concentrada en el desafío (“la gran pelea”) y en ver si el héroe puede lograr su hazaña. Finalmente la hazaña, más que la pelea, fue la recaudación de la película, la cual se llevó además 3 premios Óscar y catapultó a Stallone a la fama.
10 de julio de 2018 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al ver The Royal Tenenbaums uno tiene la sensación de estar presenciando una obra en construcción. Las distintas piezas (lugares y personajes) van configurando un universo no convencional aunque verosímil.
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Niños prodigios con prometedoras carreras (interpretados en su edad adulta por Luke Wilson, Ben Stiller y Gwyneth Paltrow) , luego frustradas por causa de un padre ausente. La película gira en torno al regreso de Royal (Gene Hackman), el padre de familia que busca redimirse de sus errores pasados. Esta situación genera todo tipo de enfrentamientos en el núcleo familiar.

El toque original lo aporta la estética retro, apoyada en una dirección de arte brillante, por su trabajo sobre los espacios y principalmente, los colores. Se le puede criticar cierto convencionalismo en el desarrollo final del argumento, donde el espectador puede sentir algún tipo de déjà vu, ya que la película apela a recursos frecuentemente utilizados dentro de la comedia dramática (más que nada los finales con exceso de sentimentalismo).

El gran mérito de la película, además del relacionado al aspecto visual, tiene que ver con la capacidad del director de intercalar los distintos conflictos entre los personajes sin perder de vista el conflicto principal. Narrada en forma de un cuento infantil con una voz en off suave y elegante, The Royal Tenenbaums es una película sobre la niñez, sobre la posibilidad de recuperar el espíritu libre y creativo y restablecer los lazos familiares.
10 de julio de 2018 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Forrest Gump comienza y termina con el seguimiento de una pluma que revolotea al compás del viento, aparentemente sin ninguna dirección. Estás imágenes, fundidas con un leitmotiv de piano que remite a la infancia o la pureza, resumen el espíritu de la historia, suerte de recorrido histórico (y personal) por diversos sucesos de alto impacto en las décadas de 1960 y 1970 en EEUU.
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A lo largo de las más de dos horas de metraje, nos convertimos en oyentes casuales de la historia de Forrest Gump (Tom Hanks), quién, sentado en un banco a la espera de un colectivo que nunca parece llegar, le cuenta su historia de vida a desconocidos que se sientan junto a él en la parada de autobús.

La casualidad se convierte en el elemento central del argumento: Forrest es testigo y partícipe de la mayor parte de los eventos históricos de los cuales se tengan recuerdo. De esta manera, asistimos a distintos sucesos como la Guerra de Vietnam y las subsiguientes protestas anti-bélicas, el asesinato de Kennedy, el fin de la segregación racial en universidades, entre otros. En muchos casos se opta por el recurso de matchear registros televisivos reales de la época con actuaciones del protagonista. Este recurso potencia el carácter mágico y absurdo de la historia.

El elemento recurrente es la relación de Forrest con Jenny (Robin Wright), su única amiga, quien rápidamente se convierte en una quimera, un sueño imposible. Nada más distintas resultan las historias de vida de estos dos personajes: mientras Forrest se alista en el ejército y obtiene una medalla de honor por su participación en Vietnam, Jenny recorre el país siguiendo a grupos de activistas que reclaman por el fin de la guerra. Sin embargo, a lo largo de la narración, los personajes se cruzan y se distancian en dosis similares.

La estética de la película se emparenta con el pastiche posmoderno, debido a que se sirve de elementos visuales y sonoros que remiten a otras estéticas. En particular, la banda sonora recurre constantemente a canciones que marcaron épocas, explicitando al máximo la idea nostálgica del paraíso perdido y evidenciando también el paso del tiempo. Pero lo que más acerca a la película a la parodia posmoderna es su referencia a películas previas, mediante guiños intertextuales. La secuencia de Forrest entrenándose en el ejército remite estéticamente a Full Metal Jacket de Kubrick, las escenas de la Guerra de Vietnam, a Apocalypse Now de Coppola, el momento en que Forrest se reencuentra con su teniente en Nueva York, a Midnight Cowboy (incluso se utiliza la tan recordada canción de Harry Nilsson, que acompañaba a Jon Voight y Dustin Hoffman).

Ahora bien, se interpone otro movimiento por el cual tanto la profundidad como la seriedad de las referencias fílmicas pierden peso, desdibujándose así su sentido original, manteniendo solo la referencia visual. Es un movimiento de desideologización, buscado adrede, que sin embargo, se amalgama bien con el tono general de la película, debido a la falta de conciencia social de Forrest y a sus dificultades para entender lo que sucede a su alrededor.

Al terminar de ver Forrest Gump, uno se pregunta acerca del rol del director (Zemeckis). Es innegable su capacidad narrativa, que mediante flashbacks hace avanzar de forma ágil y entretenida, una historia sin desperdicios. De todas maneras, prevalece la sensación de que falta cierta presencia autoral o reflexión acerca de los hechos que se suceden.
10 de julio de 2018 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su primer largometraje, Eisenstein evidencia un claro interés por llevar a la práctica su teoría del “montaje de atracciones”, en el cual el espectador experimenta un shock emocional generado por la mera yuxtaposición de imágenes, cuyo fin último es la transmisión de una idea acerca del mundo. Si hoy ese concepto puede entenderse como manipulación, es necesario contextualizar el período en el que Eisenstein expresa esta idea y comprender que, en ese momento, toda la maquinaria cultural soviética no tenía otro fin más que el de crear un mito fundacional en el cual se sostuvieran los efectos de la reciente revolución de 1917. También es cierto que visto a la luz de los acontecimientos futuros, y principalmente del estalinismo, como espectadores actuales podemos tener cierta desviación al intentar analizar el fenómeno del cine soviético. Lo cierto es que las teorías del movimiento de vanguardia, que incluye a Pudovkin, Vértov y tantos más, resultan un manual obligado para cualquier persona interesada en la historia del cine y un paso decisivo en la codificación de sus elementos narrativos y estéticos.
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La película narra, en seis partes y sin personajes protagonistas, los acontecimientos que llevan a una huelga de los trabajadores de una fábrica zarista, y las consecuencias que esto trae para los mismos obreros. Eisenstein se enfoca en mostrar cómo, a través de traiciones propias y ajenas, y de un desinterés evidente por parte de los dueños de la fábrica por mejorar las condiciones de trabajo exigidas, la respuesta pasa a manos de la fuerza policial, provocando una masacre. Es a través de la exageración en las caracterizaciones, particularmente en el caso de los dueños – los capitalistas – siendo representados como señores gordos que toman y fuman sin mover un dedo ante los reclamos, que el director expresa la lucha de clases en imágenes y acciones. Es también mediante escenas en las que los poderosos se infiltran entre los huelguistas, con el intento de sabotear cualquier plan propuesto por los obreros, que Eisenstein logra introducirnos en el clímax de la historia, una secuencia de violencia y destrucción en la que se yuxtaponen imágenes de la policía reprimiendo a los obreros y de animales siendo brutalmente asesinados en el matadero. La aparición de todo tipo de animales durante el resto del metraje, por otra parte, buscan reforzar la idea del hombre como animal injustamente sacrificado. Si en determinados momentos, el montaje de atracciones funciona como un mecanismo aceitado donde las imágenes fluyen y nos sumergimos en los acontecimientos, en otros momentos -en especial, sobre la mitad del filme- la propuesta pierde algo de fuerza, dando lugar a una puesta que resulta algo teatral.

Volviendo a la idea del mito fundacional, es importante destacar que la historia narrada tiene un fin último que escapa a los giros del argumento, el cual es solo un medio para expresar una idea general que el director quiere transmitir. Por ese motivo, la escena final, aunque trágica, funciona más bien como un recordatorio de que la única forma de vencer al enemigo es a través de la unión de los trabajadores. La masacre es sacralizada y llevada al terreno de la mitología, convirtiéndose en una herida que la población acarrea, y que en épocas de revolución, le recuerda al espectador sobre hechos dolorosos del pasado. Por ese motivo, Eisenstein concluye la película con un mensaje para el espectador de la época: “y como sangrientas e imperdonables cicatrices en el cuerpo del proletariado reposan las heridas de Lena, Talka, Zlataust, Yaro, Slavl, Tsaritsin y Kosteroma”. Técnicamente brillante, “La Huelga” resulta un sólido punto de partida que demuestra la relevancia y el alcance actual (y global) de las teorías de montaje propuestas por Eisenstein, llevadas poco tiempo después a su máxima expresión con “El Acorazado Potemkin”.
10 de julio de 2018
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tedio de la rutina y de los quehaceres domésticos fue retratado en muchas ocasiones por diferentes directores a lo largo de la historia. Sin embargo, esta película es diferente y “única” en muchos aspectos.
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La obstinación en la forma de narrar nos sumerge en la temporalidad propia de Jeanne Dielman, una viuda que vive con su hijo y realiza todo tipo de tareas domésticas a la vez que algo latente permanece “casi” en fuera de campo, hasta emerger poderosamente, con su corolario sobre el final. Pero no hay que confundir corolario con “clímax”, ya que esta película se caracteriza por una suspensión de la narración que elimina la instalación de climas y puntos de giro, en un registro muy cercano a la estética y forma del videoarte. Debido a esta obstinación en el detalle y la temporalidad (es muy interesante como la directora logra imponer una temporalidad realista con medios escasos, acercandose al minimalismo en casi toda su duración), es que estamos ante una película que exige y desgasta al espectador. No por eso deja de ser una obra muy peculiar que vale la pena revisar para sacar conclusiones propias. Una película que trabaja desde la sustracción, (en entrevistas, la directora afirmó que había escrito una historia con más personajes y hechos, pero finalmente decidió enfocarse únicamente en la vida de Jeanne, eliminando la participación excesiva de otros personajes secundarios). Sin lugar a dudas, estamos ante una obra aferrada a una idea hasta el final.
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