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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
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22 de octubre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “Following” y “Memento”, nos mostró su gusto y capacidad para contar historias de forma poco convencional, alterando temporalmente el desarrollo de sus películas como un acertijo, sin ahorrarse flashbacks ni quiebres en sus relatos, pero finalmente haciendo encajar de manera preciosa todas sus piezas. Luego en “Insomnia” y “El Gran Truco”, echó mano al suspenso, las pistas y las claves, presentando nuevos puntos en común: el enfrentamiento, la obstinación y la contraposición de dos caras de una misma moneda, con personajes llenos de carácter y jugando con la mente del espectador. “Inception” es, definitivamente, la suma de todos los elementos con los que Nolan consigue hipnotizar al espectador, regalándonos una de las piezas más increíbles y mejores logradas de la ciencia ficción y el thriller psicológico jamás realizada. No por nada, el periódico “USA Today” señaló que Nolan con “Inception” creó un nuevo género fílmico: el thriller noir surrealista, definiendo a la perfección un film que sobrepasa todos los límites de la realidad.

El convencimiento de la cinta y la calidad de la misma, determinada por cada uno de los espectadores, dependerá necesariamente de cuán atentos estemos y de cuál sea nuestra capacidad para caminar sobre las líneas de este acertijo sin volarnos la cabeza. Lo que para algunos puede resultar un lío sin pies ni cabeza, para otros puede ser una obra fundamental dentro del cine de ciencia ficción, cuyo guión fue escrito por el mismo Nolan en forma de laberinto. Durante la primera parte de la película, se nos presentan a los personajes, sus motivaciones y al equipo encargado de realizar la “incepción”, y es acá donde ya el director comienza a jugar con conceptos visuales del subconsciente, basándose en la capacidad humana para la creación de mundos imaginarios a través de los procesos del sueño y los niveles de la conciencia. Cosas como la incapacidad de recordar el comienzo de un sueño, la falsa temporalidad que se produce dentro de ellos respecto a la realidad, e incluso la paradójica Escalera de Escher como trampa arquitectónica son algunos de los elementos que componen la delirante creación de este universo, en donde los personajes son sólo piezas dispuestas para la exploración maximizada del comportamiento humano, denominador común en toda la filmografía de Nolan.

El director, recordándonos al gran Raúl Ruiz y, a diferencia de lo que pueden proponer David Lynch o el propio Luis Buñuel, en sus films experimenta con la narración más allá de las imágenes, consiguiendo un resultado arrollador en términos visuales y perfecto en su hilo conductual. A esto se le suma un diseño de arte y montaje sencillamente de otro planeta, logrando escenarios imposibles que ni el mejor de los sueños podría haber creado jamás. Junto a esto, la cinta conjuga a la perfección en la complejidad de su relato, impresionantes escenas de acción, jugando con el tiempo, el espacio y la gravedad, siempre en el límite entre la realidad y la ficción; así como momentos absolutamente dramáticos, principalmente cuando se ahonda en el pasado del protagonista y en cómo este afecta en el desarrollo del proyecto de inserción por parte del equipo de especialistas. Las licencias cómicas son contadas con los dedos de una sola mano, lo que se agradece infinitamente.

El reparto merece un párrafo especial. DiCaprio una vez más cumple con creces, en un papel que nos recuerda a Teddy Daniels, su personaje en “Shutter Island” (2009), por el peso dramático y con el desequilibrio exacto para convencer sin ningún tipo de pretensión. Ellen Page luce dulce y lo suficientemente inteligente para cumplir con su misión, mientras que Ken Watanabe, Marion Cotillard, Tom Hardy y Cillian Murphy se suman a un elenco de lujo, demasiado convincentes. Joseph Gordon-Levitt (“500 Days Of Summer”) consigue el papel de su carrera y será recordado por protagonizar una de las escenas de acción más memorables en la historia del género.

“Inception” es una experiencia llevada al límite, construida sobre la base de la irrealidad, cuestionando la lógica, pero sin subestimar al espectador. Una película que, a diferencia de “Lost Highway” (1997) e “Inland Empire” (2006), las cintas más oníricas del universo Linchyano, no pretende dar explicación al comportamiento de la psiquis humana, sino que nos presenta un rompecabezas perfectamente armable, donde las piezas son realidades imprecisas que van cobrando coherencia gracias a una historia que se asume como parte de una cinta comercial, por lo que se atiene a poder ser digerida por cualquier tipo de espectador, aunque se requiera ser vista en más de una oportunidad.

A muchos se les podrá venir a la mente el mundo creado por los hermanos Wachowski y su “Matrix”, el desafió a la física, los mundos inimaginables y la exploración futurista de la mente humana; pero “Inception” finalmente supera todo y se supera a sí misma, atrapa con una fuerza narrativa única y Nolan se ha echado al bolsillo millones de mentes que se empequeñecen con cada fotograma, ocultándonos una verdad en cada esquina de este laberinto y convirtiéndonos en las fichas de un juego cuyas reglas creó y luego rompió.

Y tú, ¿en qué piensas si te digo que no pienses en un elefante rosado? Cuidado, que insertar ideas es más fácil de lo que parece. Si no me cree, vuelva al párrafo anterior.

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22 de octubre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Social Network” es el título de la última película de David Fincher (“The Game”, “Fight Club”), basada en el libro “The Accidental Billionaires” de Ben Mezrich, que nos presenta la historia de los fundadores de Facebook y principalmente la de Mark Zuckerberg, actualmente el multimillonario más joven del planeta; y que consagra al director como uno de los más brillantes de la última generación.

Contada en dos tiempos, la cinta nos muestra el presente, a Zuckerberg (Eisenberg) enjuiciado, acusado y dando explicaciones a las acusaciones de ex compañeros que le exigen parte de la autoría y al uso legal de su notable creación; y nos presenta en tiempo pasado los hechos que allí se relatan. Si bien resulta entretenido conocer el momento en que el creador inmortalizó frases como “me gusta”, el origen de muchas de las características que son pan de cada día para todos los usuarios de facebook hoy por hoy, o su encuentro con Sean Parker (Timberlake), el creador de Napster; el principal objetivo del film es humanizar a cada uno de los personajes que se encuentran detrás de un proyecto tecnológico tan exitoso, a través de una historia en donde los límites de la amistad, las convicciones y el desenfado, definieron la creación de facebook y el nacimiento del cibernético más famoso después de Bill Gates. Pero detrás está David Fincher, quien con un argumento y estilo narrativo único y magistral, consigue abstraernos del biopic que flota en éxito, fama y millones de dólares, para sumergirnos en un relato estimulante, donde las decisiones y la desinhibición social fueron las llaves del éxito.

Un riesgo resultaba, por cierto, contar una historia aún en desarrollo en la vida real, y en donde el final aún desconocemos (a diferencia de los cuentos cerrados de “Zodiac” y “Benjamin Button”), sin embargo, el inmejorable guión y la impecable adaptación del libro, el impresionante ritmo marcado por cada parlamento del film, y la sobria pero abismante potencia visual tras el lente de Fincher, hacen de “The Social Network” uno de los trabajos más redondos del año y que, de alguna manera, viene a retratar a toda una generación, cuya rebeldía moral e impaciencia identificarán a cualquiera de la mano del protagonista.

Evitando el melodrama, las emociones quedan en entrelíneas tras la racionalidad de lo que puede significar un tema tan superficial como la creación de un sitio web, consiguiendo una atmósfera perfecta que lidia entre la austeridad y pragmatismo del protagonista, y lo que significó el nacimiento de un nuevo mundo: un lugar en donde todo puede ser compartido gracias a un click y tener 5.000 amigos te convierte en el ser más querible del planeta.

Las actuaciones son sencillamente notables. Jesse Eisenberg (“Cursed”, “Zombieland”) es definitivamente Mark Zuckerberg, el geek del nuevo milenio, agudo, complejo, racional, desagradable pero absolutamente efectivo y convencido de ser el mejor. Andrew Garfield (“The Imaginarium of Doctor Parnassus”, “Never Let Me Go”) resulta todo un hallazgo como Eduardo Saverin, cofundador de Facebook, y Justin Timberlake (“Southland Tales”, “The Open Road”) demuestra una vez más que, al parecer, su talento es la actuación.

Sonidos electrónicos exquisitos que adornan una banda sonora incidental marca Trent Reznor, un guión diseñado a la medida de estos tiempos y actuaciones notables, traen por añadidura un trabajo técnico de primer nivel, desde el montaje hasta su fotografía. La película que un genio se merece, pero un genio de carne y hueso, ese antisocial hijo del rigor capaz de poner en jaque sus valores y tranzar lo imposible en busca del éxito, con tal de demostrarse ser capaz de todo y llorar sus frustraciones en soledad cuando nadie lo observa.

“The Social Network” cobra sentido y se hace imposiblemente más legible cuando nos enfrentamos a su escena final. Sin duda uno de los epílogos más estremecedores en la historia del cine. No por violentas y crudas imágenes ni por lacrimógenos abrazos, sino por ecualizar de manera exquisita lo que Zuckerberg, tras años de lucha, sintió al momento de golpear las puertas del cielo y ser bendecido como el sujeto más exitoso del planeta: la infinita soledad.

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22 de octubre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Precedida de un potente marketing viral a más no poder, “Baby Shower” de Pablo Illanes cuenta la historia de Ángela (Ingrid Isensee), una mujer a punto de concebir mellizos quien, tras una complicada depresión, pasa sus días en el campo Los Cipreses, acompañada por la armónica profundidad del bosque, y junto a un impertérrito criado. Allí, llegan Claudia (Francisca Merino), Manuela (Kiki Rojo) y Olivia (Claudia Burr), tres amigas de su infancia con quien vienen a pasar el día, a modo de Baby Shower.

La primera escena nos introduce a Ángela en medio del bosque junto a Soledad (Patricia López), líder de una comunidad llamada “Unión del Conocimiento Universal”, quienes profesan un extraño culto para la sanación del alma y la (aparente) armonía corporal. Tras la extrañeza de sus amigas ante el cambio de vida de Ángela, el grupo se ve enfrentado a un inesperado misterio: Ángela recibe una llamada telefónica y se entera que una de sus amigas presentes en la casa, se iría de viaje al día siguiente con Felipe (Nicolás Alonso), su pareja y padre de los bebés. Así, comienza a desarrollarse un incómodo encuentro, en dónde todas niegan la situación y Ángela está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para descubrir quién la ha traicionado.

Resulta imposible comparar un film de estas características con cintas tradicionales de acción, drama o comedia. Una película de género se enfrenta a sus propios códigos, más aún cuando se trata de una disciplina tan explícita (no por ello menos compleja a la hora de filmar e interpretar) como es el cine gore. Violencia gráfica, torturas, mutilaciones y escenas de alto contenido sexual (violación incluida al más puro estilo “Irreversible”, nada menos) son los hitos de esta cinta, que bebe del torture porn (sexo y violencia) y el splatstick (humor y violencia), estilos nacidos en los años 60 y que hoy se conoce de manera genérica como cine splatter, sub género del gore en donde la sangre y el horror visual son los protagonistas y la trama subyace bajo la incomodidad del espectador, dejando en segundo plano cualquier atisbo de línea narrativa y subrealidad de cada uno de los personajes. Imposible no traernos a la memoria clásicos del horror gore como “La Última Casa a la Izquierda” (1972) o “The Texas Chai Saw Massacre” (1974).

Sin embargo, dichos códigos deben ser respetados y correctamente ejecutados para poder hablar de una buena película, más allá del estilo y el género al cual pertenecen. En este sentido, el director termina cumpliendo su objetivo. Si bien la historia tiene un hilo conductual que da forma y vida a los personajes, este se va diluyendo a medida que avanza el metraje, dando paso a una simple colección de momentos que impactan visualmente por su contenido, consiguiendo traspasar el dolor físico al espectador, lo que podría haber sido muy bien aceptado en caso que el argumento no se hubiese convertido en mera excusa para regalarnos ese festín de escenas.

Los personajes son poco definidos, pero a la medida de lo que exige una cinta de estas características (entendamos que no necesitamos conocer en profundidad las motivaciones de un personaje que huye gritando al ser perseguido por un sujeto cuchillo en mano). Ningún actor queda al debe. Las interpretaciones son regulares y aportan la suficiente cuota de desesperación, sin dejar de lado lo absurdo, el comportamiento equívoco y las preguntas de obvia respuesta. Clichés imprescindibles.

Si bien es cierto, la película alcanza el punto más alto de la industria nacional en efectos visuales y tratamiento del cuerpo humano, los aspectos técnicos son, sin duda, su principal debilidad. Los tiros de cámara, así como los efectos de sonido y la música incidental, resultan forzados a la hora de sumar y restar, y el guión (del que se esperaba cierto grado de perfección viniendo de la trayectoria de Illanes en dicha área), entendiendo que fue hecho a la medida de una cinta gore, deja muchos vacíos que los escalofriantes crímenes y crudas imágenes no son capaces de enterrar. El realismo llevado al extremo aún así requiere perfiles muy bien retratados, sin embargo, el desequilibrio mental de ciertos personajes no alcanzan a perturbar la atmósfera, repleta de conductas desquiciadas y excesos físicos minuto a minuto. Imposible hacernos partícipes del lado más oscuro y enfermizo de personajes antagónicos de los que ni siquiera terminamos entendiendo el por qué de sus acciones, siendo mucho más complicado alcanzar la complicidad con los protagónicos, a falta de signos que nos describan su comportamiento.

En definitiva, concibamos a “Baby Shower” como lo que es: una película gore chilena calificada como “estrictamente para mayores de 18 años”, que se ajusta a la gran mayoría de los parámetros del género, con las deficiencias de cualquier ópera prima, pero que consigue incomodarnos al punto de querer quitar la vista de la pantalla, encoger las piernas y soltar una risa cuando el absurdo se apodera del diálogo, siendo efectiva por el grado de alevosía con que se cometen los crímenes. Tampoco elevemos a Illanes como precursor del género en Chile. Patricio Valladares ya incursionaba con “Curriculum” el 2006, y “Visceral” (2009) de Felipe Eluti ya es considerada la primera película gore chilena. Sólo midamos la cinta con la vara que le corresponde, que las aristas del cine jamás las terminaremos de contar. Craven y Romero esta noche, podrán dormir tranquilos, que su legado, al final del mundo, está en buenas manos. O al menos, hacia allá vamos. Lento, pero seguro.

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22 de octubre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para quienes lo conocen, saben de lo que hablamos cuando decimos su nombre. Es Lars Von Trier, director y guionista danés quien fue expulsado de Cannes por simpatizar con Hitler. Odiado por muchos, idolatrado por otros, lo cierto es que “Antichrist” es probablemente la cinta más personal de un director acostumbrado a transgredir el más estereotipado de los cánones con el único fin de retratar la peor cara de nuestra ultrajada naturaleza.

Filmada a modo de terapia personal tras una larga depresión del propio director, “Antichrist” se presenta ante nosotros con tan sólo dos personajes. No conocemos sus nombres en toda la película. Tan sólo sabemos el nombre de Nic, hijo de ambos, quien falleció en un accidente siendo muy pequeño, dejando a su madre (Charlotte Gainsbourg) sumida en la peor de las depresiones. Él (Willem Dafoe), psicólogo de profesión, decide someterla al, quizás, más crudo de los tratamientos: llevarla a la cabaña en medio del bosque donde ella pasó el último verano junto a su hijo. Como era de esperar, ambos comienzan a vivir la más insoportable pesadilla.

“El cine es un espejo pintado” dijo Ettore Escola hace 40 años atrás cuando Von Trier daba sus primeros pasos, y evidentemente la tenía clara. Causar sensaciones y remecer estados de ánimo en el espectador es probablemente el principal objetivo que pretende cualquier trabajo audiovisual, y “Antichrist” es la mejor lección. Un thriller de suspenso psicológico ejecutado con la máxima libertad por un director acostumbrado a provocar con el más sucio de los recursos. La traumática pérdida de un niño de seis años es el punto de partida de una historia contada en seis episodios que nos transporta por un camino que se hace cada vez más intransitable a medida que el metraje avanza, con diálogos lentos cargados de dramatismo, una atmósfera agobiante y una tensión que nos agota y desagrada. Sin embargo, todo se ve soslayado por un lenguaje fílmico manejado a la perfección, de una imaginería visual única e interpretaciones capaces de dejarnos sin aliento.

Estamos frente a cine de autor. De un autor que expresa su obra como le da la gana sin tener un mínimo de respeto por el espectador, que nos escupe a la cara, nos revuelve el estómago, pero que, finalmente, nos abre los ojos devolviéndonos a la realidad.

Hipnótica, absorbente, delirante, repugnante, imprecisa, morbosa, perfecta. Escoja usted el adjetivo y póngase a rezar, que el Anticristo ya está entre nosotros, y se hace llamar Lars.

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20 de octubre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, nos estábamos acostumbrando a dos tipos de películas bastante disímiles sobre superhéroes. La primera es aquel formato muy cercano al cómic, donde la comedia, la ficción exacerbada y los estereotipos son el principal hilo argumental como en el caso de “Spiderman” (2002), “The Green Hornet” (2011) o la saga de “Batman” de Tim Burton. Y otro muy distinto es ese llevado a la perfección por Christopher Nolan con su trilogía del Caballero Oscuro, donde se nos presentan héroes imperfectos, donde su motivación va más allá de hacer el bien y muchas veces la venganza, el odio y oscuros pasados son el eje central de sus acciones, presentándose en un escenario histórico muy particular. Considere en este caso “Watchmen” (2009), “Defendor” (2009) o “The Spirit” (2008), entre tantas otras.

Y es precisamente el mérito de Joe Johnston lograr conjugar ambos estilos en una película de más de dos horas y que entretiene de principio a fin. Nos encontramos con una serie de personajes inmersos en un conflicto bélico de proporciones, donde el patriotismo exacerbado es una de las características de este E.E.U.U. que no da pie atrás ante la amenaza nazi, por lo que se desarrollan temas políticos sin mayor profundidad, pero no dejan de estar presentes en un ambiente social manchado con las atrocidades propias de una guerra. Y por otra parte, el director se preocupa del importante negocio del cine insertando una serie de gags inherentes a la historieta original, mucha acción, grandes efectos especiales y, por supuesto, una cuota de romance lo suficientemente bien tratada para no superar el tema de fondo: la representatividad de un patriotismo enajenado del pueblo norteamericano en un soldado perfecto capaz de echarse al hombro a un país para hacerle frente al enemigo.

Las actuaciones están muy bien logradas, con un Chris Evans (“Celular”, “Fantastic Four”) que interpreta a un Capitán América inicialmente incrédulo de sus capacidades, pero convencido de su personaje, el que tuvo que ser modificado digitalmente para mostrarse extremadamente delgado como Steve Rogers antes de la alteración genética. Hugo Weaving (“Matrix”, “The Lord Of The Rings”) no requiere mayor esfuerzo para regalarnos un nuevo y tremendo super villano como Red Skull, quien, junto a Stanley Tucci (“La Terminal”, “The Lovely Bones”) son los puntos más altos de una producción que se preocupó de los detalles e, insisto, destaca por la asombrosa capacidad del director de ser intuitivo en las formas sin descuidar el trasfondo socio político para conseguir una cinta redonda, donde predomina la acción, los grandes efectos especiales y, por sobre todo, una regularidad en su propuesta, tanto en términos estéticos, argumentales, como interpretativos y técnicos.

Sólo queda esperar “The Avengers” (2012) y confiar en que, por fin, una película coral de superhéroes cumpla con las expectativas, que después de “The Incredible Hulk” (2008), “Iron Man” (2008), “Thor” (2011) y “Captain America: The First Avenger” (2011), son bastantes.

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