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7
28 de octubre de 2024
28 de octubre de 2024
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Película surgida de la mezcla de la adrenalina bélica de la Segunda Guerra Mundial con el espíritu rebelde de los años 60 y un toque de codicia descarada. El filme toma influencias muy directas del clásico del cine bélico, Doce del patíbulo, potenciándole su espíritu hippie, picaresca, avaricia, aventura irreverente y personajes que se mueven más por interés personal que por ideales elevados, que podría rivalizar con la otra película que protagonizó Eastwood ese mismo año, Dos mulas y una mujer.
La película narra la aventura de unos soldados deciden tomarse un descanso del combate para robar un banco alemán cargado de oro. Porque, claro, ¿quién quiere liberar Europa cuando puedes llevarte unos lingotes?
Eastwood encabeza un comando de héroes canallas con su habitual cara de pocos amigos, donde sobresale Donald Sutherland interpretando a un "hippie" en pleno conflicto bélico, que siendo un anacronismo total, funciona gracias a su carisma y a que la película se toma sus licencias históricas sin ningún pudor. Es por tanto una película que se suma a una tendencia de héroes cinematográficos desmitificados, menos idealizados y no tan bondadosos, la cual comenzó a emerger con fuerza en el cine de las décadas de 1960 y 1970. Este tipo de personajes, más cínicos y con motivaciones egoístas, representaban un cambio significativo frente a los héroes idealistas y patrióticos de las décadas anteriores...
Entretenida y desenfadada, forma parte de esas películas imprescindibles de su época que, sin ser una obra magna, sí que resume a la perfección el modelo de cine de masas al que viraba el cine en esa época, siendo una película funcional y de gran calidad... Tarantino no puede negar haber bebido de esta charca...
La película narra la aventura de unos soldados deciden tomarse un descanso del combate para robar un banco alemán cargado de oro. Porque, claro, ¿quién quiere liberar Europa cuando puedes llevarte unos lingotes?
Eastwood encabeza un comando de héroes canallas con su habitual cara de pocos amigos, donde sobresale Donald Sutherland interpretando a un "hippie" en pleno conflicto bélico, que siendo un anacronismo total, funciona gracias a su carisma y a que la película se toma sus licencias históricas sin ningún pudor. Es por tanto una película que se suma a una tendencia de héroes cinematográficos desmitificados, menos idealizados y no tan bondadosos, la cual comenzó a emerger con fuerza en el cine de las décadas de 1960 y 1970. Este tipo de personajes, más cínicos y con motivaciones egoístas, representaban un cambio significativo frente a los héroes idealistas y patrióticos de las décadas anteriores...
Entretenida y desenfadada, forma parte de esas películas imprescindibles de su época que, sin ser una obra magna, sí que resume a la perfección el modelo de cine de masas al que viraba el cine en esa época, siendo una película funcional y de gran calidad... Tarantino no puede negar haber bebido de esta charca...

5,7
11.126
5
3 de agosto de 2005
3 de agosto de 2005
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Algo casi nuevo... o nuevo... o que no estamos acostumbrados a ver. Las películas de animación hoy en día se apoyan principalmente en la técnica. En este caso, sin embargo, no se trata de dejarnos con la boca abierta ante la tecnología (ya que se ven los hilos), sino de asombrarnos con el diálogo y lo irreverente del guion, esforzándose por demostrar que el género de la animación (o las marionetas) no tiene que ser necesariamente algo para niños. Así, continúa la estela de animaciones con un humor negro extremadamente hiriente, haciendo del atrevimiento su mayor baza.
Pero entonces... ¿¿¿cuál es la novedad??? Pues realmente, la película se dedica a hacer una mofa de la política internacional del momento, algo que, en un principio, parece más adecuado para un programa de televisión (por la inmediatez) que para el cine, donde se supone que se buscan temas más intemporales. Team America parece atacar tanto la política exterior de Estados Unidos como a quienes la critican.
A pesar de la precariedad de los muñecos, la película logra que el espectador crea que cada uno de ellos tiene una identidad propia. Los chistes varían en calidad, pero mantienen un tono irreverente y ácido que caracteriza la propuesta.
Es una película interesante para aquellos cuya sensibilidad no se hiere fácilmente, ya que su humor subido de tono no deja títere con cabeza.
Pero entonces... ¿¿¿cuál es la novedad??? Pues realmente, la película se dedica a hacer una mofa de la política internacional del momento, algo que, en un principio, parece más adecuado para un programa de televisión (por la inmediatez) que para el cine, donde se supone que se buscan temas más intemporales. Team America parece atacar tanto la política exterior de Estados Unidos como a quienes la critican.
A pesar de la precariedad de los muñecos, la película logra que el espectador crea que cada uno de ellos tiene una identidad propia. Los chistes varían en calidad, pero mantienen un tono irreverente y ácido que caracteriza la propuesta.
Es una película interesante para aquellos cuya sensibilidad no se hiere fácilmente, ya que su humor subido de tono no deja títere con cabeza.

6,9
17.611
7
22 de diciembre de 2024
22 de diciembre de 2024
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un relato profundamente humano que explora las luchas cotidianas y las aspiraciones de quienes viven al margen de una sociedad donde el dinero y el poder parecen dominarlo todo. Sean Baker firma una entretenida comedia sin renunciar a su característico estilo de denuncia social, enfocándose nuevamente en los desfavorecidos. Con una premisa propia de un cuento de hadas, construye una historia marcada por el contraste, la ambición y la desilusión.
El peso de la historia recae en la impresionante interpretación de su protagonista, llena de matices, que encarna a las clases bajas y su condición de buscavidas, aferrándose a cualquier oportunidad para dejar atrás sus miserias. A su lado, las clases privilegiadas cobran vida en el personaje masculino, infantil y egoísta, que, ignorando sus responsabilidades hacia los demás, se debate entre el peso del privilegio y un ansiado deseo de libertad. Juntos, sus dinámicas subvierten los clichés de clase, amor e interés, invitando al espectador a reflexionar sobre la supervivencia en un mundo profundamente desigual.
Sin abandonar su estilo realista, la película nos lleva en un divertido pero inevitable viaje hacia un final donde las ilusiones de los cuentos de hadas chocan con la cruda realidad de las barreras sociales. Más que un relato sobre el ascenso de clase, la historia reflexiona sobre el coste humano y emocional de perseguir sueños, cuestionando si la lucha por un futuro mejor justifica los sacrificios que demanda.
El peso de la historia recae en la impresionante interpretación de su protagonista, llena de matices, que encarna a las clases bajas y su condición de buscavidas, aferrándose a cualquier oportunidad para dejar atrás sus miserias. A su lado, las clases privilegiadas cobran vida en el personaje masculino, infantil y egoísta, que, ignorando sus responsabilidades hacia los demás, se debate entre el peso del privilegio y un ansiado deseo de libertad. Juntos, sus dinámicas subvierten los clichés de clase, amor e interés, invitando al espectador a reflexionar sobre la supervivencia en un mundo profundamente desigual.
Sin abandonar su estilo realista, la película nos lleva en un divertido pero inevitable viaje hacia un final donde las ilusiones de los cuentos de hadas chocan con la cruda realidad de las barreras sociales. Más que un relato sobre el ascenso de clase, la historia reflexiona sobre el coste humano y emocional de perseguir sueños, cuestionando si la lucha por un futuro mejor justifica los sacrificios que demanda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Anora, atrapada entre la supervivencia y la ambición, sacrifica a menudo su identidad y dignidad en pos de un ideal inalcanzable, solo para descubrir que su verdadero "príncipe azul" no está en el mundo idealizado que busca, sino entre sus iguales, las únicas personas capaces de empatizar con su situación y comprenderla realmente.

7,2
12.617
6
7 de febrero de 2025
7 de febrero de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es raro encontrar una secuela que supere a su predecesora, pero aquí nos encontramos con un caso donde la ambición y la inventiva no solo igualan, sino que expanden el universo creado en la película original. Lo que empezó como una historia de terror gótico evoluciona hasta adquirir un tono de opereta desacomplejada, con una mezcla de horror, humor negro y tragedia romántica que la elevan por encima del estándar del género de la época.
El monstruo, lejos de ser simplemente una criatura aterradora, adquiere humanidad, presentándose como un ser que busca compañía y comprensión en un mundo que se rige por la inercia del rechazo a lo desconocido. Su soledad es el núcleo emocional de la historia, y su trágica odisea lo transforma en uno de los personajes más conmovedores del cine clásico.
En el otro vértice de la narración se encuentra el doctor Frankenstein, sufriendo las consecuencias de haber jugado a ser un dios. Sobre ese personaje recaen los elementos de romance y aventura, pues la entrada en escena del doctor Pretorius introduce un elemento de perversión contra quien confrontar.
Es una película que, vista hoy, no ha resistido del todo el paso del tiempo. Su envoltorio de terror gótico, que en su día pudo impresionar, se percibe ahora como grotesco, incluso ridículo por momentos. Lo que debía ser aterrador se siente inocente y teatral, con interpretaciones exageradas que rozan la autoparodia. James Whale convierte el relato en una extraña mezcla de tragedia, comedia y romance, pero el resultado es irregular y poco orgánico. La narración avanza a trompicones, con una evolución de los acontecimientos que parece más un encadenado de escenas que una historia fluida. Los diálogos son otro lastre: excesivamente explicativos, subrayan ideas que la imagen ya transmite, eliminando cualquier sutileza. Al final, lo que queda es una historia contada de una manera muy arraigada a su época. Un cine de entretenimiento que, bajo su envoltorio de película de terror, esconde varias reflexiones sobre la decadencia del hombre luchando por superar a la naturaleza, sobre la soledad, sobre la búsqueda de identidad y sobre la crueldad de un mundo que no tolera lo diferente.
Pero, pese a todos los aspectos en los que ha quedado anticuada, es un producto que se grabó en la cultura pop de todos los tiempos, dejando un imaginario icónico.
El monstruo, lejos de ser simplemente una criatura aterradora, adquiere humanidad, presentándose como un ser que busca compañía y comprensión en un mundo que se rige por la inercia del rechazo a lo desconocido. Su soledad es el núcleo emocional de la historia, y su trágica odisea lo transforma en uno de los personajes más conmovedores del cine clásico.
En el otro vértice de la narración se encuentra el doctor Frankenstein, sufriendo las consecuencias de haber jugado a ser un dios. Sobre ese personaje recaen los elementos de romance y aventura, pues la entrada en escena del doctor Pretorius introduce un elemento de perversión contra quien confrontar.
Es una película que, vista hoy, no ha resistido del todo el paso del tiempo. Su envoltorio de terror gótico, que en su día pudo impresionar, se percibe ahora como grotesco, incluso ridículo por momentos. Lo que debía ser aterrador se siente inocente y teatral, con interpretaciones exageradas que rozan la autoparodia. James Whale convierte el relato en una extraña mezcla de tragedia, comedia y romance, pero el resultado es irregular y poco orgánico. La narración avanza a trompicones, con una evolución de los acontecimientos que parece más un encadenado de escenas que una historia fluida. Los diálogos son otro lastre: excesivamente explicativos, subrayan ideas que la imagen ya transmite, eliminando cualquier sutileza. Al final, lo que queda es una historia contada de una manera muy arraigada a su época. Un cine de entretenimiento que, bajo su envoltorio de película de terror, esconde varias reflexiones sobre la decadencia del hombre luchando por superar a la naturaleza, sobre la soledad, sobre la búsqueda de identidad y sobre la crueldad de un mundo que no tolera lo diferente.
Pero, pese a todos los aspectos en los que ha quedado anticuada, es un producto que se grabó en la cultura pop de todos los tiempos, dejando un imaginario icónico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Y si hay un momento icónico e inolvidable, es la aparición final de la novia. Elsa Lanchester, con su elegancia casi sobrenatural y su inconfundible peinado en forma de relámpago, construye en apenas unos minutos de pantalla una figura que se graba en la memoria colectiva. Su rechazo instintivo al monstruo es el golpe definitivo para un personaje ya condenado.

6,8
21.192
6
13 de enero de 2025
13 de enero de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller judicial cuyo principal interés radica en la exploración de la justicia, la moral y la culpa. La trama sigue a un hombre de familia que, al ser seleccionado como jurado en un caso de homicidio, descubre que su implicación en el proceso judicial podría comprometer su imparcialidad y poner en riesgo su vida personal y emocional.
Dinámica, directa, entretenida y sin alardes de virtuosismo cinematográfico, la dirección apuesta por un estilo deliberadamente clásico, con una elegancia contenida que permite que el conflicto central respire y se desarrolle de forma orgánica. En el núcleo de la historia se encuentra una tensión profunda entre la autopreservación y la responsabilidad hacia los demás, abordada desde un enfoque íntimo y devastador. El protagonista, atrapado en sus propios secretos, ve cómo su sentido de la moralidad choca con el instinto más básico de protegerse a sí mismo y a su familia. La culpa, presentada aquí como un enemigo silencioso e implacable, da forma a cada una de sus decisiones, convirtiendo la trama en un examen incisivo sobre los límites de la honestidad y el sacrificio personal.
El diseño visual, sobrio y funcional, evita cualquier exceso estilístico y se alinea con la tradición del cine judicial clásico. Este enfoque busca una atemporalidad que, aunque pueda diluir su impacto inmediato, asegura que la película trascienda las modas estilísticas y permanezca relevante a lo largo del tiempo.
Por otra parte, la película ofrece una mirada aguda al sistema judicial, explorando no solo la política detrás de los procedimientos legales, sino también los intereses personales que a menudo contaminan la búsqueda de justicia. La fiscal, una figura carismática y aparentemente comprometida con causas sociales contemporáneas, encarna una realidad más cínica: su verdadero objetivo no es el cumplimiento de la ley, sino el avance de su carrera. Este retrato, que refleja con ironía el perfil aspiracional y politizado de la justicia, añade una capa de complejidad que enriquece el relato.
La obra establece un claro paralelismo con el clásico de 1957 "Doce hombres sin piedad", donde la responsabilidad de impedir que la justicia se vea corrompida por prejuicios recaía enteramente en la integridad de un individuo. Aquí, sin embargo, el conflicto no se centra en persuadir a otros, sino en si el protagonista será capaz de enfrentarse a su propia conciencia. El planteamiento es fascinante, y su enfoque pausado y reflexivo permite que el espectador no experimente el dilema como un simple recurso de suspense, sino como un ejercicio especulativo: ¿qué haría uno mismo en esa situación?
Dinámica, directa, entretenida y sin alardes de virtuosismo cinematográfico, la dirección apuesta por un estilo deliberadamente clásico, con una elegancia contenida que permite que el conflicto central respire y se desarrolle de forma orgánica. En el núcleo de la historia se encuentra una tensión profunda entre la autopreservación y la responsabilidad hacia los demás, abordada desde un enfoque íntimo y devastador. El protagonista, atrapado en sus propios secretos, ve cómo su sentido de la moralidad choca con el instinto más básico de protegerse a sí mismo y a su familia. La culpa, presentada aquí como un enemigo silencioso e implacable, da forma a cada una de sus decisiones, convirtiendo la trama en un examen incisivo sobre los límites de la honestidad y el sacrificio personal.
El diseño visual, sobrio y funcional, evita cualquier exceso estilístico y se alinea con la tradición del cine judicial clásico. Este enfoque busca una atemporalidad que, aunque pueda diluir su impacto inmediato, asegura que la película trascienda las modas estilísticas y permanezca relevante a lo largo del tiempo.
Por otra parte, la película ofrece una mirada aguda al sistema judicial, explorando no solo la política detrás de los procedimientos legales, sino también los intereses personales que a menudo contaminan la búsqueda de justicia. La fiscal, una figura carismática y aparentemente comprometida con causas sociales contemporáneas, encarna una realidad más cínica: su verdadero objetivo no es el cumplimiento de la ley, sino el avance de su carrera. Este retrato, que refleja con ironía el perfil aspiracional y politizado de la justicia, añade una capa de complejidad que enriquece el relato.
La obra establece un claro paralelismo con el clásico de 1957 "Doce hombres sin piedad", donde la responsabilidad de impedir que la justicia se vea corrompida por prejuicios recaía enteramente en la integridad de un individuo. Aquí, sin embargo, el conflicto no se centra en persuadir a otros, sino en si el protagonista será capaz de enfrentarse a su propia conciencia. El planteamiento es fascinante, y su enfoque pausado y reflexivo permite que el espectador no experimente el dilema como un simple recurso de suspense, sino como un ejercicio especulativo: ¿qué haría uno mismo en esa situación?
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