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6
12 de abril de 2013
12 de abril de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que lo mejor de la película es la ambientación. La primera escena, con el vuelo del pájaro-cometa tampoco está mal. Lo demás, se deja ver.
Aunque es la peor que he visto de Chabrol, ha conseguido interesarme y he vuelto a constatar que Chabrol es un alumno aventajado de Hichtcoock (me faltan o sobran letras); cuidado vestuario, personajes riquísimos, elegante rubia, escaleras de caracol omnipresentes,... .
Me he fijado en que a Chabrol le gustan las escenas de comidas y, aquí, precisamente, los riquísimos protagonistas parece que se alimenten de alcohol. Sólo los policías, soeces, burdos y mal vestidos, dedican horas y horas a comer y beber en un restaurante de pueblo. Es sólo una curiosidad.
Jean Rochefort está genial. Romy Sxhneider está muy guapa Rod Steiger da verdadero asco.
Aunque es la peor que he visto de Chabrol, ha conseguido interesarme y he vuelto a constatar que Chabrol es un alumno aventajado de Hichtcoock (me faltan o sobran letras); cuidado vestuario, personajes riquísimos, elegante rubia, escaleras de caracol omnipresentes,... .
Me he fijado en que a Chabrol le gustan las escenas de comidas y, aquí, precisamente, los riquísimos protagonistas parece que se alimenten de alcohol. Sólo los policías, soeces, burdos y mal vestidos, dedican horas y horas a comer y beber en un restaurante de pueblo. Es sólo una curiosidad.
Jean Rochefort está genial. Romy Sxhneider está muy guapa Rod Steiger da verdadero asco.

5,3
951
7
31 de marzo de 2011
31 de marzo de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado, aunque me he quedado esperando una explicación, un motivo para el comportamiento de la joven.
La historia tiene muchos temas, pero no parece decidirse a desarrollar ninguno: el antisemitismo, la xenofobia (norteafricanos), el tráfico de drogas, el paro, la falta de interés por el futuro -o, mejor, la falta de interés por crecer- de los jóvenes, la economía sumergida, hasta la guerra de Afganistán sale en una conversación cuando el famoso abogado judío pregunta qué fue del padre militar de la chica.
Pero nada está atado, nada liga todas esas posibilidades de crítica social a una historia que parece montada sobre oposiciones: hija/madre; las afueras/París; casita frente al tren/casaza cubierta de mármol y objetos de arte; incluso la protagonista, libre y con una relación estupenda con su familia "monoparental" parece oponerse al pre-adolescente judío, que lo tiene todo, pero que no puede elegir nada, porque va de la madre al padre, pasando por el abuelo, sin que le pidan opinión ni sobre sus gustos ni sobre sus necesidades: es un niño -luego no cuenta-, es un judío -luego debe ser un "militante judío"-, es un burgués -luego tiene todo cuanto quiere, hasta una cabaña propia, alejada de la familia.
Techiné sabe pasar del tono de comedia romántica al thriller, como sabe pasar de cine social al cine de acción. Pero esta película acaba pareciendo un ejercicio de estilos, sin principio ni fin.
Aún así, todos los detalles enganchan. Desde la música hasta el recurso de pasar de un episidio a otro a través de los interminables viajes en el RER.
La historia tiene muchos temas, pero no parece decidirse a desarrollar ninguno: el antisemitismo, la xenofobia (norteafricanos), el tráfico de drogas, el paro, la falta de interés por el futuro -o, mejor, la falta de interés por crecer- de los jóvenes, la economía sumergida, hasta la guerra de Afganistán sale en una conversación cuando el famoso abogado judío pregunta qué fue del padre militar de la chica.
Pero nada está atado, nada liga todas esas posibilidades de crítica social a una historia que parece montada sobre oposiciones: hija/madre; las afueras/París; casita frente al tren/casaza cubierta de mármol y objetos de arte; incluso la protagonista, libre y con una relación estupenda con su familia "monoparental" parece oponerse al pre-adolescente judío, que lo tiene todo, pero que no puede elegir nada, porque va de la madre al padre, pasando por el abuelo, sin que le pidan opinión ni sobre sus gustos ni sobre sus necesidades: es un niño -luego no cuenta-, es un judío -luego debe ser un "militante judío"-, es un burgués -luego tiene todo cuanto quiere, hasta una cabaña propia, alejada de la familia.
Techiné sabe pasar del tono de comedia romántica al thriller, como sabe pasar de cine social al cine de acción. Pero esta película acaba pareciendo un ejercicio de estilos, sin principio ni fin.
Aún así, todos los detalles enganchan. Desde la música hasta el recurso de pasar de un episidio a otro a través de los interminables viajes en el RER.

7,6
23.252
8
5 de enero de 2011
5 de enero de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta conocer a los clásicos. Por eso tenía que ver esta película. Y le encuentro decenas de detalles que luego he visto repetidos en otros filmes posteriores, cuya procedencia desconocía -sobresale, por supuesto, el gesto de Michel con sus gafas de sol llevándose el dedo pulgar a los labios carnosos.
Han pasado cincuenta años desde que se rodó y tanto la historia como la forma de contarla son increíblemente modernas. Los protagonistas hablan de tonterías, son unos consumidores empedernidos que viven por encima de sus posibilidades, están "orgullosos" de ser jóvenes y temen más a la vejez que a la muerte.
Aparte de algunos diálogos excelentes, encuentro alusiones al cine -Más dura será la caída-. una manera sutil de informarnos sobre el año en que transcurre la historia -en uno de los muchos momentos en que alguien llama por teléfono, hay un calendario de 1959 colgado en la pared-, citas literarias -Faulkner y Dylan Thomas- en boca de Patricia, que para eso es la intelectual y la norteamericana, y referencias a la moda -ella quiere ir a Dior, él la lleva a Prixunic.
Son dos mundos condenados a chocar. Hay demasiada diferencia entre el "delincuente chulillo y guapo francés" y la "jovencita intelectual y de buena familia americana". Pero la atracción física es imposible de resistir, porque no podemos resistirla ni nosotros, como meros espectadores, que estamos encantados con estos jóvenes tan alocados, tan superficiales y tan guapos.
Pero Michel tiene una manera muy peligrosa de acercarse al mundo del lujo y la buena vida. Eso no se perdona. Y menos con la arrogancia con que se comporta. Esa misma falta de escrúpulos con las mujeres, con los amigos, con cualquiera, es lo que mata a un chulillo de nuestra literatura contemporánea: el Pijoaparte del Marsé de Últimas tardes con Teresa, con quien veo ciertas concomitancias.
Comparar esta historia con cualquier historia de nuestro cine patrio de la misma época es como para creer que en España vivíamos en otro planeta. Es normal que los jóvenes no entiendan las cosas que pasaban en su país hace menos de dos generaciones, porque lo de ahora nada tiene que ver con la mojigatería y los domingos de misa obligatoria de nuestra realidad. Con Godard, además de cinismo, se respira libertad. Y qué bien sabe.
Han pasado cincuenta años desde que se rodó y tanto la historia como la forma de contarla son increíblemente modernas. Los protagonistas hablan de tonterías, son unos consumidores empedernidos que viven por encima de sus posibilidades, están "orgullosos" de ser jóvenes y temen más a la vejez que a la muerte.
Aparte de algunos diálogos excelentes, encuentro alusiones al cine -Más dura será la caída-. una manera sutil de informarnos sobre el año en que transcurre la historia -en uno de los muchos momentos en que alguien llama por teléfono, hay un calendario de 1959 colgado en la pared-, citas literarias -Faulkner y Dylan Thomas- en boca de Patricia, que para eso es la intelectual y la norteamericana, y referencias a la moda -ella quiere ir a Dior, él la lleva a Prixunic.
Son dos mundos condenados a chocar. Hay demasiada diferencia entre el "delincuente chulillo y guapo francés" y la "jovencita intelectual y de buena familia americana". Pero la atracción física es imposible de resistir, porque no podemos resistirla ni nosotros, como meros espectadores, que estamos encantados con estos jóvenes tan alocados, tan superficiales y tan guapos.
Pero Michel tiene una manera muy peligrosa de acercarse al mundo del lujo y la buena vida. Eso no se perdona. Y menos con la arrogancia con que se comporta. Esa misma falta de escrúpulos con las mujeres, con los amigos, con cualquiera, es lo que mata a un chulillo de nuestra literatura contemporánea: el Pijoaparte del Marsé de Últimas tardes con Teresa, con quien veo ciertas concomitancias.
Comparar esta historia con cualquier historia de nuestro cine patrio de la misma época es como para creer que en España vivíamos en otro planeta. Es normal que los jóvenes no entiendan las cosas que pasaban en su país hace menos de dos generaciones, porque lo de ahora nada tiene que ver con la mojigatería y los domingos de misa obligatoria de nuestra realidad. Con Godard, además de cinismo, se respira libertad. Y qué bien sabe.

5,9
3.337
9
26 de mayo de 2010
26 de mayo de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imágenes sugerentes, diálogos sobrios pero muy curiosos. Una manera inquietante de explicar una historia de malos que no nos angustia pero nos sorprende. La arquitectura del edificio de apartamentos es tan envolvente y tan silencioso como el resto de los espacios.
John Hurt pregunta en español con terrible acento inglés :"¿Habla usted español?", para que el protagonista le conteste "No" y él, entonces, dice: "Yo tampoco". Entre tanta sobriedad estos detalles irónicos inciden en la broma que es la película. Una historia nacida para engatusar pero no para que nos creamos que es verdad. Me gusta.
John Hurt pregunta en español con terrible acento inglés :"¿Habla usted español?", para que el protagonista le conteste "No" y él, entonces, dice: "Yo tampoco". Entre tanta sobriedad estos detalles irónicos inciden en la broma que es la película. Una historia nacida para engatusar pero no para que nos creamos que es verdad. Me gusta.
27 de septiembre de 2022
27 de septiembre de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He puesto ese título porque es lo que me inspira esta película: escenas teatrales que se van sucediendo con un orden cronológico.
Como malo, además de la falta de hilación entre las imágenes, excesivos errores de racord, como que se le vean tres agujeros para pendientes en una oreja a un personaje joven y que luego, madura, no presente ninguno. O que se le de mucha importancia -que la tiene- a la llegada de la electricidad y se muestre en el momento de encender las farolas, unas farolas que ya están francamente deterioradas.
La población de la colonia textil va vestida igual desde los años 20 a los años 40. Las casas de la colonia tienen vajillas que relucen de nuevas. Los trabajadores llevan camisas recién sacadas de una tienda de cualquier centro comercial especializado en tejidos de cuadros, camisas que no parecen antiguas sino "pasadas de moda", que no es lo mismo. Es "vox pópuli" que prácticamente hasta los años 50, los trabajadores llevaban camisas sin cuello,
puesto que los cuellos eran más caros y se sobreponían sobre varias camisas, como hemos visto en muchas películas realizadas en esos años.
La historia de que un patrón se preocupe por sus trabajadores y les agradezca sus esfuerzos es poco menos que digna de Walt Disney.
Como bueno, destacaría, el sonido, la vocalización de los actores y la música.
Sin embargo, dado lo eximio del presupuesto, le reconozco el esfuerzo por llevar a cabo una grabación que seguramente sería mejor con 30 minutos menos de metraje.
Como malo, además de la falta de hilación entre las imágenes, excesivos errores de racord, como que se le vean tres agujeros para pendientes en una oreja a un personaje joven y que luego, madura, no presente ninguno. O que se le de mucha importancia -que la tiene- a la llegada de la electricidad y se muestre en el momento de encender las farolas, unas farolas que ya están francamente deterioradas.
La población de la colonia textil va vestida igual desde los años 20 a los años 40. Las casas de la colonia tienen vajillas que relucen de nuevas. Los trabajadores llevan camisas recién sacadas de una tienda de cualquier centro comercial especializado en tejidos de cuadros, camisas que no parecen antiguas sino "pasadas de moda", que no es lo mismo. Es "vox pópuli" que prácticamente hasta los años 50, los trabajadores llevaban camisas sin cuello,
puesto que los cuellos eran más caros y se sobreponían sobre varias camisas, como hemos visto en muchas películas realizadas en esos años.
La historia de que un patrón se preocupe por sus trabajadores y les agradezca sus esfuerzos es poco menos que digna de Walt Disney.
Como bueno, destacaría, el sonido, la vocalización de los actores y la música.
Sin embargo, dado lo eximio del presupuesto, le reconozco el esfuerzo por llevar a cabo una grabación que seguramente sería mejor con 30 minutos menos de metraje.
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