Este no es Kirkeegaard, sino un esperpento de difícil comprensión. Para nada refleja la película las tribulaciones del filósofo danés, que queda ridiculizado por unos textos pretenciosos y una actuación lamentable. Falla el guion. Falla el actor, falla el director y hasta el cámara, qué encuadres, qué meneos. Insufrible en general, créame.

El aspecto general es tremendamente cutre. La realización ramplona. Los actores mediocres. La dirección primeriza. Y así se podría seguir un rato.

Lo peor con todo el guion, que reconstruye un juicio irreal que no se sostiene. No se sostiene la argumentación del fiscal, cuya impostada contundencia se sustenta en nada: no tiene pruebas, no hay reconstrucciones, no hay alternativas ni motivaciones ni siquiera dudas. Culpable, hala. El juez y la defensora no se quedan atrás en la agudeza profesionalidad mínima exigida. De los testigos mejor no hablar, como de paso, de relleno.

De ese pobre maremágnum, la "trama" se reduce a la frialdad de la acusada y la incertidumbre que crea acerca de su culpabilidad o inocencia, ya ve usted la novedad. Muy poco, tirando a nada.

Muchos puntos de vista tiene el mundo de la alimentación y la cocina, tan en boga hoy en día y con tantos seguidores. Los cocinillas no encontrarán recetas ni elaboraciones concretas, sí, en cambio, muchos platos tradicionales, interesantes historias y sugerentes ideas. El enfoque de la serie no se complace en el recetario ni en las técnicas, sino en las personas, unos cocineros creativos y arraigados a las costumbres de sus respectivos países. En definitiva, una mezcla muy atractiva de personajes, cultura y gastronomía.

Esta serie tiene el encanto de las novelas policíacas antiguas, al estilo Agatha Christie. Es decir, un delito en un escenario muy concreto (el pueblo de Broadchurch) que implica a media docena de sospechosos en un enredo complejo que va y viene entresacando a cada paso nuevos datos que hacen modificar continuamente las apuestas sobre quién será finalmente el culpable.

Durante las tres temporadas mantiene el tipo y un nivel bastante parejo, siendo quizá la segunda la más floja de la saga, donde se complica demasiado con un asunto no muy bien explicado y un juicio muy traído por los pelos, con una sobrecarga excesiva de dramatismo. Por lo demás, la primera sorprende y la tercera ratifica la calidad de guiones y producción.

En definitiva, una serie muy meritoria, muy entretenida y que se ve en un suspiro ya que mantiene constantemente el interés y la intriga. La pareja protagonista tiene garra, química, y la larga serie de secundarios conforma un panorama sugerente y peculiar.

La productora de esta serie es la protagonista y, todo, el guión, el ambiente, el ritmo y el tono apuntan al mismo personaje y a la misma actriz que hace un excelente trabajo dentro de un papel confeccionado a su medida.

Olive Kitteridge es el retrato de una mujer extraña, tal vez con un ramalazo considerable de "asperger", una mujer dura, intransigente e inaccesible que quizá ni a sí misma se quiere. Un carácter muy sólido y con momentos muy complejos que un grandísima McDormand interpreta con solvencia y brillantez. Un personaje, éste, que recuerda bastante a su posterior trabajo en Tres anuncios en las afueras.

Pero hay mucho más en esta estimable serie. El antagonista interpretado por Richard Jenkins (soberbio) da una replica de personalidades contrarias y contradictorias muy acertada y muy chocante que le otorga mucha fuerza a un guión sobresaliente.

Historias cruzadas, subtramas, personajes secundarios, todo a mucha altura. Pero, por poner algún pero, la premiosidad del tiempo narrativo, a menudo excesivamente lento. No obstante, una obra muy literaria, muy meritoria y muy recomendable.