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Críticas ordenadas por utilidad
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6,4
1.027
6
27 de agosto de 2007
27 de agosto de 2007
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brutal argumento en el que dos amigotes se conjuran (aparentemente) para seducir a una pobre chica sorda, compañera de trabajo, con el único objetivo de abandonarla en el momento que ella se enamore de los dos, a causa del resentimiento que tienen hacia las mujeres en general. Aaron Eckhart borda su papel de macho alfa de la manada de hombres de la oficina, y Matt Malloy igualmente está tremendo como el jefecilllo débil y manipulado por su supuesto amigo. Lo más interesante de la peli no es el complot que los dos tipos traman contra la discapacitada, sino el verdadero objetivo de la venganza del personaje de Eckhart.
Neil LaBute firma una apreciable ópera prima dejando muestras de su talento, que más tarde explotaría con la gran Persiguiendo a Betty.
Neil LaBute firma una apreciable ópera prima dejando muestras de su talento, que más tarde explotaría con la gran Persiguiendo a Betty.

7,4
12.041
8
9 de septiembre de 2007
9 de septiembre de 2007
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El papá de Verónica manafacturó una obra maestra en los grises años de la cinematografía hispanocañí; es una peli divertidísima, con un elenco espléndido: López Vázquez, Cassen, Landa, Gracita, Manolo Alexandre, Agustín González, Rafaela Aparicio, Lola Gaos, etc. Unos actores magníficos que , aunque más pronto o más tarde se encasillaran en sus respectivos roles, formaron aquí un conjunto perfecto para contarnos la historia del atraco a un banco en el que trabajaban, motivados, en vez de por el dinero fácil, más bien por un deseo de venganza, justicia social o pequeña revolución ante el despido del jefe de la sucursal.
Pero lo mejor de la película es el ritmo con el que nos van mostrando lo chapucero de su intento de atraco, la parodia que enfrenta los atracos perfectos que nos llegaban de Ultramar con el cutrerío castizo de la banda de Galindo. Además es una peli que no envejece con los años, sino que , como los buenos vinos, va añadiendo un gustillo añejo que hace aún más deliciosa su degustación. Habría que hacer mención, para valorar su calidad, al espantoso remake perpertrado por Raúl Marchand, 41 años posterior, revisión inferior en todo, en dirección, guión y actuación.
Ah, también es de agradecer el estupendo trabajo musical que nos dejó el argentino Adolfo Waitzman.
Pero lo mejor de la película es el ritmo con el que nos van mostrando lo chapucero de su intento de atraco, la parodia que enfrenta los atracos perfectos que nos llegaban de Ultramar con el cutrerío castizo de la banda de Galindo. Además es una peli que no envejece con los años, sino que , como los buenos vinos, va añadiendo un gustillo añejo que hace aún más deliciosa su degustación. Habría que hacer mención, para valorar su calidad, al espantoso remake perpertrado por Raúl Marchand, 41 años posterior, revisión inferior en todo, en dirección, guión y actuación.
Ah, también es de agradecer el estupendo trabajo musical que nos dejó el argentino Adolfo Waitzman.

8,6
205.099
9
2 de septiembre de 2007
2 de septiembre de 2007
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos esos nombres y muchos más deberían conformar el título de mi crítica, ya que el maestro Tarantino nos vuelve a deleitar con una obra coral , tras la excelsa Reservoir Dogs, plagada de virtudes y escasos defectos; más que una película, son varias historias que se cruzan y entrecruzan , con continuos flashbacks, ordenada dentro de su desorden formal, y sorprendente en el dibujo de todos los personajes, aparte de dejarnos unas cuantas escenas míticas y que ya forman parte de la memoria cinematográfica universal, como el baile de Vincent Vega (el recuperado Travolta) con Mia Wallace (Uma Thurman antes de enfundarse en un mono amarillo y convertirse en la némesis de Bill), o ese Jules recitando el Ezequiel 25.17 antes de cargarse al fulano de turno, o ese señor Lobo, llámeme Winston, un Keitel maravilloso ocupado de "resolver problemas". O Tim Roth y señora, que tienen la suerte (o no) de ir a cometer un "palo", y cruzarse con Vincent y Jules, que acaban de tener un día de perros, o ese Butch- Willis de boxeador crepuscular -engañando al gángster para dar un giro a su vida junto a su pastelito María de Medeiros...
No se vayan todavía, que aún hay más, parece que nos dice el señor Tarantino, desplegando un talento a raudales en el guión y la dirección, aparte de una sabiduría claramente cinéfaga, es decir, fruto de haberse merendado miles y miles de películas, buenas, malas y peores, lo que transmite en su obra.
En fin, si no la habéis visto, vedla, y si ya la habéis degustado, repetid.
No se vayan todavía, que aún hay más, parece que nos dice el señor Tarantino, desplegando un talento a raudales en el guión y la dirección, aparte de una sabiduría claramente cinéfaga, es decir, fruto de haberse merendado miles y miles de películas, buenas, malas y peores, lo que transmite en su obra.
En fin, si no la habéis visto, vedla, y si ya la habéis degustado, repetid.

5,2
4.691
2
25 de octubre de 2008
25 de octubre de 2008
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Banderas lleva tres lustros largos (y más de treinta pelis) desde que desembarcara en Hollywood con aquella aceptable adaptación de Los Reyes del Mambo, pero pierde demasiado el norte al apostar por mediocres producciones como la que nos ocupa.
Habremos visto miles de historias como ésta, que desde que empieza suena a caduca: un blanquito bienintencionado que aterriza en un instituto de los bajos fondos más estereotipados de cualquier cochambroso barrio estadounidense, con el objetivo de enfrentarse a una caterva de energúmenos y descubrir que son maravillosas personas, con infinitud de valores, y toda la pesca, vamos, que en un par de clases salen del infierno al que estaban abocados. Llevamos cincuenta años viendo pelis idénticas, y aquí la única originalidad reside en una supuesta historia real, la del personaje de Antonio, Pierre Dulaine, que consigue, a través del baile, que los alumnos "conflictivos" encuentren su camino. Pero lo malo es que es excesivamente vulgar, tramposilla hasta en la localización (nos hacen creer que es Nueva York, pero está integramente rodada en Toronto, Canadá), vistosa en los bailoteos de los muchachos (lo que podemos ver en cualquier videoclip de medio pelo), con unos personajes planísimos, en los que no se profundiza nada y cierta innegable vocación de ser un producto destinado a la sobremesa de cualquier canal de TV (como fue en mi caso) y olvidable a los pocos minutos.
Habremos visto miles de historias como ésta, que desde que empieza suena a caduca: un blanquito bienintencionado que aterriza en un instituto de los bajos fondos más estereotipados de cualquier cochambroso barrio estadounidense, con el objetivo de enfrentarse a una caterva de energúmenos y descubrir que son maravillosas personas, con infinitud de valores, y toda la pesca, vamos, que en un par de clases salen del infierno al que estaban abocados. Llevamos cincuenta años viendo pelis idénticas, y aquí la única originalidad reside en una supuesta historia real, la del personaje de Antonio, Pierre Dulaine, que consigue, a través del baile, que los alumnos "conflictivos" encuentren su camino. Pero lo malo es que es excesivamente vulgar, tramposilla hasta en la localización (nos hacen creer que es Nueva York, pero está integramente rodada en Toronto, Canadá), vistosa en los bailoteos de los muchachos (lo que podemos ver en cualquier videoclip de medio pelo), con unos personajes planísimos, en los que no se profundiza nada y cierta innegable vocación de ser un producto destinado a la sobremesa de cualquier canal de TV (como fue en mi caso) y olvidable a los pocos minutos.
8
9 de noviembre de 2008
9 de noviembre de 2008
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La que para mí es la mejor peli de Medem, cuarto de sus seis largometrajes, es un perturbador y extraño drama romántico-lírico, en el que se estimula los sentidos y se exige al espectador tener fe; fe en la peculiar mecánica del destino, en la fuerza del amor que todo lo supera, en los giros y recovecos que da la vida, etc. Creo que en ningún momento el de Donostia apuesta por ser un narrador veraz, simplemente va desgranando un cuento, plagado de imágenes poderosas, en el que las casualidades y los azares van uniendo y separando a Otto y a Ana, protagonistas dotados de nombres palindronómicos, lo que contribuye a acentuar el carácter cíclico que el cineasta quiere dar a su historia.
Desde el principio la trama se muestra audaz y atractiva, plagada de elipsis temporales, de flashbacks, de juegos con las dimensiones físicas que aumentan la sensación de "goma", de bucle en el que parecen estar encerrados los personajes, unidos y separados en el tiempo y el espacio.
Hay un buen montón de aspectos positivos en la peli: empezando por el título, tan poeticamente sonoro (todos en la obra de Medem lo son), continuando por esa historia secreta de amor capicúa entre dos hermanastros, casual y matemático, que les arrastra hasta los confines del mundo, concretamente a una cabaña cercana a Rovaniemi, en la Laponia finesa.
La fuerza poética de las imágenes y los personajes debe mucho al particular físico de los actores elegidos, Fele Martínez (en un estado de gracia que acabaría tras rodar Lágrimas Negras) y Najwa Nimri, poseedora de tanto talento como belleza magnética e inquietante.
Me gusta también la soberbia música del habitual colaborador de Medem, Alberto Iglesias, y la foto a cargo de Gonzalo Berridi (que repetía con el vasco tras La Ardilla Roja).
Desde el principio la trama se muestra audaz y atractiva, plagada de elipsis temporales, de flashbacks, de juegos con las dimensiones físicas que aumentan la sensación de "goma", de bucle en el que parecen estar encerrados los personajes, unidos y separados en el tiempo y el espacio.
Hay un buen montón de aspectos positivos en la peli: empezando por el título, tan poeticamente sonoro (todos en la obra de Medem lo son), continuando por esa historia secreta de amor capicúa entre dos hermanastros, casual y matemático, que les arrastra hasta los confines del mundo, concretamente a una cabaña cercana a Rovaniemi, en la Laponia finesa.
La fuerza poética de las imágenes y los personajes debe mucho al particular físico de los actores elegidos, Fele Martínez (en un estado de gracia que acabaría tras rodar Lágrimas Negras) y Najwa Nimri, poseedora de tanto talento como belleza magnética e inquietante.
Me gusta también la soberbia música del habitual colaborador de Medem, Alberto Iglesias, y la foto a cargo de Gonzalo Berridi (que repetía con el vasco tras La Ardilla Roja).
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