El thriller quizás sea el género cinematográfico que más dependencia tenga de los méritos que pueda aportar el guión, que habitualmente lleva al espectador al despiste y a la sorpresa, con los riesgos que esto conlleva.

El guión de Fuego en el cuerpo, verosimilitudes aparte, se puede calificar como soberbio, reforzado por una química entre los protagonistas auténticamente explosiva.

La película arranca con suavidad y va logrando una atmósfera cálida y sensual, se sigue con interés pero con la sensación de ya visto en otras ocasiones; sin embargo, Kasdan juega muy bien con nosotros, hay un momento en que se nos da un mazazo tal que a partir de entonces ya no vemos, bebemos la historia con ansia, hasta un final antológico.

Aunténtico clásico que, sólo por la música de John Barry y la última secuencia, ya merecería pasar a la historia.

Tootsie es, sin duda, una de las grandes comedias de la historia del cine, con una actuación memorable de un gran actor como Dustin Hoffman. El mérito principal es que con un argumento tan propicio para el desmadre y la risa fácil, Pollack contiene las cosas de manera que la risa, que sale sin dificultad, nunca se fuerza. Lo más divertido del argumento es ver como poco a poco todo se le va yendo de las manos al protagonista, que incluso enamora sin quererlo a los hombres en su nueva faceta de mujer.

Algo a recordar es la extraordinaria canción "It might be you" que interprete Stephen Bishop al final de la película, toda una joya.

El terror es uno de los géneros más maltratados por el cine más o menos reciente, sobremanera en USA, donde a lo largo de los años nos han atormentado con multitud de engendros de todo tipo. Así los sustos y la sangre se suceden sin argumentos consistentes ni interés alguno, secuela tras secuela, repitiendo hasta aburrir las mismas ideas (por llamarlas de algún modo).
Sin embargo, esta película marcó un hito en su día por el tratamiento de la historia y los efectos visuales. A ratos terrorífica, a ratos casi paródica, sorprende la primera vez que se ve.

Hay muchas secuencias a destacar, pero hay una en especial en la que el protagonista, una vez que sabe lo que le va a suceder, está en casa y se mira al espejo haciendo gestos simulando ser un lobo, divertido, no se cree lo que le han revelado, pero de repente...

La primera parte es excelente, pero cuando los protagonistas llegan al cámping y aparecen nuevos personajes, el interés decae y la trama se pierde un poco; sin embargo, el estilo visual de Medem nuevamente ayuda a salvar las cosas.
Hay detalles que aparecen en ésta que luego se desarrollarán en sus obras posteriores y, al igual que en Vacas, utiliza los árboles como apoyo estético mientras que aquí son ardillas las que presencian y parecen vigilar lo que va sucediendo.
Pese a que es algo fallida, el guión y los diálogos hubieran necesitado algún que otro ajuste, tiene buenos momentos, magnífica música, y cautivadoras imágenes.

"Esta misma mañana te enviaré las películas reconstruídas y esta grabación...si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última... película, tendrás que venir tú a por ella"

Así de enigmático se inicia este torrente creativo de un autor que echó el resto en una obra que culmina mientras en los títulos finales suena El ocaso de los dioses de Wagner; desde entonces, dado que quizás ya se lo había dicho todo al público, se apartó a un lado de la gran pantalla y se dedicó a proyectos más pequeños, entre otros, cortos y carteles de cine, éstos últimos magníficos sin duda.

La histoia tiene ese halo de singularidad y libertad que la hace algo fascinante y también perturbador y aunque se aprecie la falta de medios y cierta sensación de improvisación, también hay una planificación cuidada dentro de lo posible.
Con todo, Zulueta se eleva por encima de cualquier deficiencia y consigue ese "ritmo preciso al que hay que filmar", que a mi durante su visionado me provoca siempre el arrebato total.

Es la antítesis del globalizado cine actual, que indudablemente no está ya apenas para pausas ni arrebatos.