Melodramón increíblemente lacrimógeno y pasional protagonizado por la entonces lozana Sara Montiel, que interpreta a una cupletista (obviamente) la que le pasa ABSOLUTAMENTE de todo. Lo bueno de la película es que casi no deja respiro para apreciar lo mala que es, de un plano a otro han pasado una guerra, un par de amoríos, algún cuplé horrorosamente interpretado y un par de escotes de la diva.

No voy a mentir, a mí me encantó en su momento y creo que la he visto cuatro o cinco veces con lloros abundantes inclusive, pero es francamente horrorosa.

"La noche es nuestra" es una película que difícilmente entusiasma, pero que está hecha con solidez, honestidad y una falta de pretensiones que desarma. Su historia, la de un hombre que navega entre dos mundos -por un lado, es hijo y hermano de policías, por otro, dueño de un club nocturno donde la mafia rusa realiza sus trapicheos- se beneficia del estupendo trabajo de Robert Duvall y Joaquim Phoenix, del buen pulso de James Gray a la hora de dirigir y de un guión que, sin ser brillante, aporta empaque al cine de mafiosos de toda la vida. La propuesta funciona tanto más que va mejorando paulatinamente a partir de la primera mitad y aunque se olvida con facilidad, se ve con agrado. Recomendable.

Olvídemonos del epíteto "indie", que le va grande (o pequeño, según se mire) a esta película encantadoramente mainstream y preparémonos a disfrutar de ¡por fin! un buen rato en el cine. El embarazo de una quinceañera deslenguada y vivaracha es el centro neurálgico de esta comedia bien interpretada y mejor escrita, que decreta la sonrisa continua del espectador: es difícil y además absurdo intentar resistirse a la formidable capacidad de seducción de Juno, su familia, sus amigos y sus entretenidísimos diálogos, tan ocurrentes como incansables. Mucho más divertida de "Lío embarazoso" y mucho menos freak que "Napoleon Dynamite", películas con las que comparte personalidad, "Juno" tiene además el aliciente de presenciar el advenimiento de dos futuras estrellas juveniles: la fantástica Ellen Page, que lo borda y el genial Michael Cera, cuyo carisma cómico le augura un futuro más que rentable. Además, la sorpresa de ver a Jennifer Garner, actriz que nunca ha descollado especialmente, interpretando con mucho sentimiento a la futura madre adoptiva del bebé de Juno.
Buena combinación de (mucho) humor, (poco) drama y sobre todo, capacidad para meterse al espectador en el bolsillo, "Juno" gana mucho cuando te olvidas de Oscars y demás y la ves con la misma falta de pretensiones que la misma película exhibe.
Niños, niñas, pasotas, cinéfilos, guapos, feos, tristes, alegres, listos y tontos, prepárense para disfrutar de una película deliciosa, el antídoto cómico ideal para un mes trufado de Rambos, expiaciones, soldados de Irak, monstruos que destruyen Nueva York y gangsters americanos.

"Pocahontas" es una película fallida y sin embargo...tiene algo. Y eso a pesar del tratamiento infantibilizadísimo y maniqueo que se le da a la historia de los viles conquistadores ingleses contra los indefensos pueblos indios. La historia de Pocahontas es endeble y por momentos aburrida pero los animadores se esforzaron en recrear varias de las escenas más poéticas* que recuerdo haber visto en una película de Disney y la banda sonora (siempre en v.o. por favor) es increíble. Un tropiezo, pero un tropiezo que vale la pena ver al menos una vez.

Serie repetitiva y plúmbea hasta la náusea que llenó de goles interminables la hora de la merienda de los niños españoles durante los noventa. Inexplicablemente en aquellos años no nos parecía ni repetitiva ni plúmbea, todo lo contrario, nos podíamos tirar a gusto quince minutos de reloj contemplando con la boca abierta la trayectoria elipsoidal de ese balón hercúleo que debía recorrer al menos trescientos kilómetros de campo de fútbol para alcanzar la portería contraria; llegado a este punto, se acababa siempre el capítulo, justo con la imagen de la cara de susto del portero. (Os invito a adivinar cuál era el tema de conversación principal en todos los colegios al día siguiente).

En caso de no hallarse el jugador al otro lado del inmenso campo, igualmente se tiraba eones ramoneando en torno a la portería mientras se decidía entre la chilena a cuatro bandas con pináculo hexagonal o el cuadrángulo surinamés de la Muerte Venenosa que tan buenos dividendos le había dado en otros partidos a causa de su ergonómica planificación y relativamente fácil ejecución que sólo les llevaba como quince capítulos, diez lesionados graves, varios agujeros en la capa de ozono, un par de ataques al corazón y unos cuantos espectadores muertos por el efecto rebote.

Si esta serie resultaba aburrida por lo reiterativa y simplona, no hablemos de los partidos de fútbol de la vida real. Ni Catapultas Infernales, ni balones apepinados brillantes, ni tiros que sobrepasan el nivel del sol, ni muros quebrantados por un chute especialmente entusiasta...y que no se retransmitan en directo los pensamientos atormentados de los jugadores, ya roza lo inadmisible. Por no hablar de la falsa idea histórico-futbolera que se inculcaba en jóvenes mentes impresionables que creían de buena fe que Japón era una gran potencia futbolística y que llegaba a las finales de todos los mundiales. ¡MENTIRA!.

En conclusión, serie tan mediocre como mítica que aplica liberalmente aquella famosa frase de Cruyff, “al fútbol siempre debe jugarse de manera atractiva, debes jugar de manera ofensiva, debe ser un espectáculo.” Lástima que sólo los nipones (de los dibus) parezcan haberla entendido en toda su medida. El fútbol es un coñazo.

P.D.: El mejor era Benjy Price.