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7,2
38.315
8
25 de noviembre de 2009
25 de noviembre de 2009
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no sé si afirmar que estamos ante la mejor película del director de cabecera de Usaín, pero desde luego está a la altura de sus mejores obras. En ella, Haneke, ondea sin complejos y con mano firme la bandera de la "madurez", ese vocablo ambiguo y sospechoso, sin perder un gramo de su personalidad ni hacer concesión alguna, de la misma manera en que la ondea Cronenberg de un tiempo a esta parte. Y le sienta bien, el viento sopla a su favor. Si antes Haneke disfrutaba estampándonos la crueldad en la cara, ahora disfruta sugiriéndola y oscureciéndola, si antes arrojaba una luz cegadora sobre las miserias ahora arroja sombras, pero de manera tan reveladora como antaño, dotando a la película de una tensión constante y atenazadora del primer al último fotograma, sin que ésta llegue nunca a explotar del todo. Y ese es un gran acierto por parte del austriaco, que al tornar en sutileza su antigua contundencia logra su andanada de mayor calado. Y para ello se fija en los maestros, Dreyer y Bergman, y Haneke resulta ser un alumno aventajado, el niño que siempre se sentaba en la última fila exhibiendo su indiferencia resulta ser el que más atención prestaba. De Dreyer toma el naturalismo y la puesta en escena extremadamente sobria y espartana, sobria hasta el delirio. Y de Bergman toma lo que de alguna manera siempre ha tomado, la pura insania, pero lo hace como nunca, sin apenas efectismos y guardándose en el bolsillo sus ansias por epatar, y siendo, al tiempo, más efectivo que nunca. Aunque Haneke no tiene todavía el talento del sueco para la hemorragia interna y el desgarro, y posiblemente jamás lo tenga, lo suyo sigue siendo algo más superficial y directo, aunque la sensación es que es ésta una película que ganará con las revisiones. A mí me ha fascinado, de principio a fin, con esa excelente utilización de la voz en off, el ritmo interno, que puede parecer sosegado pero que no da respiro alguno, el acertadísimo blanco y negro y la sugerente ausencia de BSO. La maldad campa a sus anchas y la podredumbre se esconde en cada esquina, no se libra ni el apuntador. Y la manera en la que Haneke rubrica el relato, conectándolo con los hechos históricos, dota de súbito al conjunto de una reveladora dimensión. Haneke busca y destruye como nunca, menudo es.

5,6
192
6
28 de junio de 2008
28 de junio de 2008
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi justo al terminar el libro en el que se basa.
Es evidente que hice mal.
Me parece uno de los ejemplos más claros que recuerdo con respecto a que la fidelidad a la novela a la hora de filmar su réplica cinematográfica no asegura mantener la calidad que tenía aquella. La película es tan calcada a la novela que casi olvida su condición de película, y claro, no se aguanta como tal. Aunque puede que esté siendo injusto. En fin. Lo que desde luego confirma es que el acierto de James Foley y su Glengarry Glen Ross se debió única y exclusivamente al guión de Mamet, por que el resto de su carrera ha sido para tirar por el retrete, prácticamente. También cuenta con uno de los pocos papeles aprovechables que ha llevado a cabo Jason Patric en su vida. Como si ésto le importara a alguien.
Es evidente que hice mal.
Me parece uno de los ejemplos más claros que recuerdo con respecto a que la fidelidad a la novela a la hora de filmar su réplica cinematográfica no asegura mantener la calidad que tenía aquella. La película es tan calcada a la novela que casi olvida su condición de película, y claro, no se aguanta como tal. Aunque puede que esté siendo injusto. En fin. Lo que desde luego confirma es que el acierto de James Foley y su Glengarry Glen Ross se debió única y exclusivamente al guión de Mamet, por que el resto de su carrera ha sido para tirar por el retrete, prácticamente. También cuenta con uno de los pocos papeles aprovechables que ha llevado a cabo Jason Patric en su vida. Como si ésto le importara a alguien.
8
2 de enero de 2010
2 de enero de 2010
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra dosis de cine mudo en vena, que últimamente me está deparando incontables alegrías. Esa pureza, ese lenguaje visual tan extremo, tan desnudo, ese filo punzante que tiene el mejor cine mudo puede llegar a ser algo muy adictivo. En esta ocasión le ha tocado a esta Street Angel de Frank Borzage, quien también hace poco me deparó otra perita en dulce con El Séptimo Cielo, ligerísimamente superior a ésta, quizás. Una lástima que con la llegada del sonoro Borzage no acabara de encontrar su sitio, a tenor de lo visto hasta ahora, aunque siguiera facturando obras estimables como Adiós A Las Armas o Fueros Humanos. Pero nada como esa dupla inicial, bajo mi punto de vista. Ambas dos protagonizadas por Janet Gaynor, un rostro preñado de una dulzura y un candor irresistibles, y que recibió el Oscar ese año por su trabajo en las susodichas y en Amanecer de Murnau, y Charles Farrell, un galán de una raza extinta, con un carisma entrañable e ingenuo. Ambos dos conformaron una pareja sencillamente perfecta para estas pequeñas delicatessen de Borzage, obras de un romanticismo tan acaramelado como delicioso, de una candidez irresistible, tratando las miserias y la vida de los suburbios de la época con una mirada optimista donde el final feliz, en tantas ocasiones incómodo, es tan natural como necesario. Todo ello engalanado con unos decorados fastuosos que lo zambullen a uno de lleno en esos barrios de miseria pero sin excesivas espinas, con una escenografía cuidadísima, lírica, bucólica. Y la religión, que metía su embarazosa pezuña más de la cuenta en El Séptimo Cielo, apenas asoma aquí por debajo de la puerta, gracias a Bon Scott. En fin, qué fácil resulta creer en el poder del amor despues de embucharse artefactos como estos.

6,6
971
7
25 de marzo de 2009
25 de marzo de 2009
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y bueno, Kaurismaki finalmente lo hizo. Después de ir cultivando un estilo tremendamente deudor del cine mudo, de absoluta escasez de diálogos, a través de toda su filmografía, aquí por fin se lanzó a la piscina y parió una película muda con todas las letras. Murnau es su máximo referente aquí y se agradece, aunque está lejos de acercarse a la grandeza del maestro. La historia me suena una barbaridad, juraría que se trata de un clásico, pero no acerté a recordar cual (¿hachís, por qué es tan confortable tu regazo?). A la película le falta el empaque, la energía y la agilidad de narración de la que hacen insultante gala sus referentes y Kaurismaki comete un exceso con la música, que de sutil tiene bien poco. Uno se da verdadera cuenta de lo díficil que es cocinar una película muda con las virtudes de los clásicos de la época, recrear el énfasis y esa pasión por comunicar prescindiendo del diálogo, pero el intento es notable y el magnetismo de la gran Kati Outinen es tan rotundo como siempre.

6,6
934
7
3 de junio de 2009
3 de junio de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y bien, pues grata sorpresa la que me he llevado con este más que estimable western de marcado carácter ecologista, pro-animal y de respeto por la figura del indio americano, de esos que empezaron a marcar el género en los 60, cuando John Wayne se vio obligado a dejar de cabalgar a lomos de un caballo. Muy buen trabajo de Richard Brooks a los mandos y fantásticas actuaciones de Stewart Granger (a destacar una pelea de bar en la que recibe hostias sin perder el puro de entre los dientes) y, especialmente, Robert Taylor, que ejecuta uno de los mejores papeles que le recuerdo. Y alguna líneas de diálogo son puro cine negro, con esa socarronería característica.
Un western especial, sin duda. He pasado un gran rato.
Un western especial, sin duda. He pasado un gran rato.
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