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TV

5,9
421
8
26 de octubre de 2014
26 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deliciosa música, encantadora ambientación, deslumbrante vestuario. Depardieu es realmente el Balzac endeudado, grande de espíritu y también de cuerpo que nos ha legado la leyenda.
He disfrutado durante las casi cuatro horas de metraje de esta miniserie, realizada con la ayuda de cuatro grandes del cine: J. Moreau está maravillosa como madre impasible y como mujer fría; sus diálogos son, a través de su clara voz, un verdadero retrato de madre y esposa sin una pizca de amor.
Virna Lisi aporta dulzura a un amor sin condiciones y Fanny Ardant es ardiente, aristocrática, culta y, también interesada amante y esposa.
Delante de nuestros ojos vemos envejecer y engordar a Balzac-Depardieu; vemos cómo primero el amor y después la muerte, alejan al genio de su obra. Es enternecedor oir al personaje moribundo pedir que venga el médico que él mismo ha creado porque es el único al que cree capaz de poder curarlo.
También me ha tocado el cambio que produce la lectura de Papá Goriot en el incansable recaudador. O el orgullo que siente -al fin- la madre de Balzac, cuando se da cuenta de cómo quiere a su hijo el pueblo entero de París.
No sé si se ajusta totalmente a la verdad biográfica, pero esta mentira cinematográfica me ha acercado mucho al escritor admirable.
He disfrutado durante las casi cuatro horas de metraje de esta miniserie, realizada con la ayuda de cuatro grandes del cine: J. Moreau está maravillosa como madre impasible y como mujer fría; sus diálogos son, a través de su clara voz, un verdadero retrato de madre y esposa sin una pizca de amor.
Virna Lisi aporta dulzura a un amor sin condiciones y Fanny Ardant es ardiente, aristocrática, culta y, también interesada amante y esposa.
Delante de nuestros ojos vemos envejecer y engordar a Balzac-Depardieu; vemos cómo primero el amor y después la muerte, alejan al genio de su obra. Es enternecedor oir al personaje moribundo pedir que venga el médico que él mismo ha creado porque es el único al que cree capaz de poder curarlo.
También me ha tocado el cambio que produce la lectura de Papá Goriot en el incansable recaudador. O el orgullo que siente -al fin- la madre de Balzac, cuando se da cuenta de cómo quiere a su hijo el pueblo entero de París.
No sé si se ajusta totalmente a la verdad biográfica, pero esta mentira cinematográfica me ha acercado mucho al escritor admirable.

6,8
102
9
5 de julio de 2014
5 de julio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis no lo sabe pero el verano que va a pasar obligatoriamente en Rouen será el verano en que dejará de ser niño. Para ello cuenta con la ayuda de Martine, una espabilada rubita de 10 años que será su mentora y también su confidente.
Los adultos van complicándose la vida con mentiras, odios, adicciones, ... y acaban complicando también a los niños, que parecen meros espectadores de los dramas, subidos al árbol que da al cementerio, pero también al altillo que da al pajar. La vida y la muerte, el sexo y la violencia están allí, para hacerles daño a través de padres que trabajan mucho y no vuelven nunca al hogar, hombres que hablan a gritos, escuchan el tour de France y se emborrachan a diario y mujeres cuya distracción es ir a misa o hacerse vestidos con la ayuda de máquinas de coser.
Cuando Louis ve a la anciana con el cubo y las herramientas, pregunta si hay playa en el pueblo, porque él sólo ha usado esas cosas para jugar en verano, no para arreglar flores del cementerio; sin embargo, cuando Martine le propone visitar el Camposanto, Louis no encuentra bien entrar allí en bañador. Algo ha cambiado entre juego y juego y, aunque el parisino todavía está lejos de entender lo que se traen entre manos los adultos, ya sabe que nunca dicen toda la verdad.
Un buen guión, unos personajes creíbles y una interpretación acertada.
Los adultos van complicándose la vida con mentiras, odios, adicciones, ... y acaban complicando también a los niños, que parecen meros espectadores de los dramas, subidos al árbol que da al cementerio, pero también al altillo que da al pajar. La vida y la muerte, el sexo y la violencia están allí, para hacerles daño a través de padres que trabajan mucho y no vuelven nunca al hogar, hombres que hablan a gritos, escuchan el tour de France y se emborrachan a diario y mujeres cuya distracción es ir a misa o hacerse vestidos con la ayuda de máquinas de coser.
Cuando Louis ve a la anciana con el cubo y las herramientas, pregunta si hay playa en el pueblo, porque él sólo ha usado esas cosas para jugar en verano, no para arreglar flores del cementerio; sin embargo, cuando Martine le propone visitar el Camposanto, Louis no encuentra bien entrar allí en bañador. Algo ha cambiado entre juego y juego y, aunque el parisino todavía está lejos de entender lo que se traen entre manos los adultos, ya sabe que nunca dicen toda la verdad.
Un buen guión, unos personajes creíbles y una interpretación acertada.
24 de enero de 2014
24 de enero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena comedia: inteligente, ácida, mordaz, irónica, cruel,... como la vida misma.
Hay muchas cosas que me gustan. Apunto algunas:
Visuales:
1. Empezando por la carátula, donde una niña escribe el título en la pared igual que la niña de la publicidad del Chocolat Menier.
2. La historia empieza en el bulevard Haussmann, con todos los oropeles de una noche de Nochebuena -papanoeles, luces, regalos, árboles de Navidad... -, y acaba en una larga avenida, al amanecer, con tres personajes sólos caminando derrotados por el asfalto y pidiendo al bus que pare para poder subir; pero ya no es Nochebuena y no para.
3. El personaje de Thierry lleva un traje igual que el tapizado del sofá y, hacia la mitad de la película, hay una imagen donde Thierry está tumbado en el sofá perfectamente alineado con el dibujo del tapizado.
4. Hasta las jirafas y los monos del zoo parecen tener los mismos gustos que los abnegados trabajadores de la ONG, porque van vestidos con los mismos colores.
Las frases:
1. Balasko, cuando marcha la primera vez, dice, después de gritarle a todo el mundo: Joyeux Noël, quand même.
2.Chazel, después de utilizar al travesti, se atreve a exhortarle: Vous m'avez salé mon papier!
Y no acabaría. El contraste entre lo que se dice o se promete y lo que se hace y se ve es desolador. Lo que empieza como una comedia de costumbres, casi una pieza de hermanitas de la caridad, acaba como un thriller de lo más truculento.
Debe ser divertidísima si se entiende todo.
Hay muchas cosas que me gustan. Apunto algunas:
Visuales:
1. Empezando por la carátula, donde una niña escribe el título en la pared igual que la niña de la publicidad del Chocolat Menier.
2. La historia empieza en el bulevard Haussmann, con todos los oropeles de una noche de Nochebuena -papanoeles, luces, regalos, árboles de Navidad... -, y acaba en una larga avenida, al amanecer, con tres personajes sólos caminando derrotados por el asfalto y pidiendo al bus que pare para poder subir; pero ya no es Nochebuena y no para.
3. El personaje de Thierry lleva un traje igual que el tapizado del sofá y, hacia la mitad de la película, hay una imagen donde Thierry está tumbado en el sofá perfectamente alineado con el dibujo del tapizado.
4. Hasta las jirafas y los monos del zoo parecen tener los mismos gustos que los abnegados trabajadores de la ONG, porque van vestidos con los mismos colores.
Las frases:
1. Balasko, cuando marcha la primera vez, dice, después de gritarle a todo el mundo: Joyeux Noël, quand même.
2.Chazel, después de utilizar al travesti, se atreve a exhortarle: Vous m'avez salé mon papier!
Y no acabaría. El contraste entre lo que se dice o se promete y lo que se hace y se ve es desolador. Lo que empieza como una comedia de costumbres, casi una pieza de hermanitas de la caridad, acaba como un thriller de lo más truculento.
Debe ser divertidísima si se entiende todo.
26 de mayo de 2013
26 de mayo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Bertrand Tavernier le gustan las historias de maestros. Y ésta película está centrada en la vida docente.
Confieso que me he perdido parte del diálogo a causa de mi limitado francés, pero, de lo que he entendido, deduzco que Laurence tiene un lío tremendo entre su profesión -profesora de francés- y su vida privada. En plena depresión, no acepta el acercamiento de Pierre -su pareja abnegada, dulce y simpática-, y tampoco soporta a su hermano o a sus padres por mucho rato.
Parece que está excesivamente preocupada por no ser una buena guía para sus alumnos, y quizá exija un nivel intelectual algo alto -hace leer a unos niños de primaria "El avaro"-,aunque dos padres de jóvenes le aseguran que ellos nunca tuvieron unos profesores como ella, que lucha por que los chicos mejoren, con cariño y profesionalidad. Los maestros de otras generaciones -según ellos- se burlaban de los alumnos, eran bruscos, no les importaba para nada el porvenir de los niños.
Pero ella misma le dice a una niña que va a visitarla: "lo importante no es saber; lo importante es la bondad y la felicidad" y también: "Se puede fracasar en el colegio y no fracasar en la vida" o "No existe nadie que sea "muy" en todo".
Parece que Laurence viva para contemplar, y Pierre no deja de demostrarle que la vida son pequeñas cosas para compartir: comprar azúcar, preparar café, oir ópera. Pero compartir quiere decir ser capaz de unirse a alguien para hacer algo juntos.
Una bonita historia que a ratos peca de trascendental.
Confieso que me he perdido parte del diálogo a causa de mi limitado francés, pero, de lo que he entendido, deduzco que Laurence tiene un lío tremendo entre su profesión -profesora de francés- y su vida privada. En plena depresión, no acepta el acercamiento de Pierre -su pareja abnegada, dulce y simpática-, y tampoco soporta a su hermano o a sus padres por mucho rato.
Parece que está excesivamente preocupada por no ser una buena guía para sus alumnos, y quizá exija un nivel intelectual algo alto -hace leer a unos niños de primaria "El avaro"-,aunque dos padres de jóvenes le aseguran que ellos nunca tuvieron unos profesores como ella, que lucha por que los chicos mejoren, con cariño y profesionalidad. Los maestros de otras generaciones -según ellos- se burlaban de los alumnos, eran bruscos, no les importaba para nada el porvenir de los niños.
Pero ella misma le dice a una niña que va a visitarla: "lo importante no es saber; lo importante es la bondad y la felicidad" y también: "Se puede fracasar en el colegio y no fracasar en la vida" o "No existe nadie que sea "muy" en todo".
Parece que Laurence viva para contemplar, y Pierre no deja de demostrarle que la vida son pequeñas cosas para compartir: comprar azúcar, preparar café, oir ópera. Pero compartir quiere decir ser capaz de unirse a alguien para hacer algo juntos.
Una bonita historia que a ratos peca de trascendental.
18 de enero de 2013
18 de enero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un bonito argumento muy bien ambientado. Le encuentro, no obstante, una pega: por lo visto, a muchos cineastas les gusta situar a sus personajes en los años 30; pero eso tiene algunos inconvenientes. Por ejemplo, si Louis era un adolescente en aquella época, en 2002 debería tener alrededor de 90 años. Y no es el caso. Louis es un hombre retirado, puede que tenga casi 70 años, luego habría nacido después de 1930.
Aparte de esta incongruencia, el vestuario, el cambio de decorados en las tres generaciones y la forma de engarzar las tres historias de amor, todo es impecable y de un gusto exquisito.
Incluso los dos jóvenes de 2002 tienen cierto parecido físico con los jóvenes Marie y Antoine -por eso Luis, que ha vuelto porque no ha podido olvidar lo que le sucedió allí y lo que le contó Marie (de quien parece haber estado enamorado toda la vida), se fija en ellos. Los escenarios se repiten, pero las historias son un burdo reflejo de las historias anteriores, como si el pasado fuera el único depositario de las verdaderas historias de pasión.
Aparte de esta incongruencia, el vestuario, el cambio de decorados en las tres generaciones y la forma de engarzar las tres historias de amor, todo es impecable y de un gusto exquisito.
Incluso los dos jóvenes de 2002 tienen cierto parecido físico con los jóvenes Marie y Antoine -por eso Luis, que ha vuelto porque no ha podido olvidar lo que le sucedió allí y lo que le contó Marie (de quien parece haber estado enamorado toda la vida), se fija en ellos. Los escenarios se repiten, pero las historias son un burdo reflejo de las historias anteriores, como si el pasado fuera el único depositario de las verdaderas historias de pasión.
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