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1
6 de mayo de 2018
6 de mayo de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede sustentarse el interés de una miniserie de ocho horas de duración, con una factura técnica envidiable que sale bastante mejor parada que sus diálogos, valerse simplemente del trabajo de sus protagonistas? Sí... y no.
No sería la primera vez, y sin salir de Netflix pongo como ejemplo a 'Orange is the New Black', en que la endeblez argumental de una mal llamada 'serie para chicas' se beneficia de la fortaleza dramática de un cuarteto protagonista que en tres de sus componentes roza, sin llegar a tocarla, la perfección individual -sí, hablo incluso de Blanca Suárez-. Lo que cuesta más de digerir es que una cosita tan absurda como ésta, tan perjudicada por ese imposible cóctel entre modernidad juvenil y tufo a culebrón -que es marca de la casa en Bambú Producciones- pueda tenerse en pie tan solo gracias al trabajo de una intérprete, que no solo toca, sino que rompe, traspasa y machaca la barrera de la perfección, una inmejorable Nadia de Santiago a la que le bastan un par de minutos para merendarse a sus compañeras de reparto con una facilidad que francamente acojona.
Pero Nadia de Santiago es simplemente una actriz, no la Virgen de Lourdes, y no es capaz de obrar milagros -sobre todo en las escenas donde no aparece- ni borrar de mi mente una punzante sensación de vergüenza ajena que me invade cada vez que, en cualquier escena romántica/dramática, se subraya la intensidad del momento con una enfatizante -y muy, muy desubicada- BSO repleta de empalagosas canciones pop más propias de los 40 principales que de un relato ambientado a principios del siglo XX.
Hay únicamente dos hallazgos interesantes en 'Las Chicas del Cable' que he extraído tras ver el primer y único capítulo que pienso tragarme: el primero de ellos es comprobar que incluso cuando tienes el talento de Ana Polvorosa puedes meter la pata y exponerte a hacer el ridículo por culpa de un peluquero y unos estilistas que te odian, y la otra descubrir que en algunos de los restaurantes más exclusivos de Madrid, donde se reunía 'la gente guapa' y la alta sociedad de los años 20, ya se podia escuchar música house y electrónica de fondo.
En todo caso, no pienso arriesgarme a ver el segundo capítulo, no vaya a ser que si me atrevo a tocarles el cable a estas chicas, esté pelado y me arree un calambrazo. Menos mal que el catálogo de Netflix es más amplio que el Antena 3.
No sería la primera vez, y sin salir de Netflix pongo como ejemplo a 'Orange is the New Black', en que la endeblez argumental de una mal llamada 'serie para chicas' se beneficia de la fortaleza dramática de un cuarteto protagonista que en tres de sus componentes roza, sin llegar a tocarla, la perfección individual -sí, hablo incluso de Blanca Suárez-. Lo que cuesta más de digerir es que una cosita tan absurda como ésta, tan perjudicada por ese imposible cóctel entre modernidad juvenil y tufo a culebrón -que es marca de la casa en Bambú Producciones- pueda tenerse en pie tan solo gracias al trabajo de una intérprete, que no solo toca, sino que rompe, traspasa y machaca la barrera de la perfección, una inmejorable Nadia de Santiago a la que le bastan un par de minutos para merendarse a sus compañeras de reparto con una facilidad que francamente acojona.
Pero Nadia de Santiago es simplemente una actriz, no la Virgen de Lourdes, y no es capaz de obrar milagros -sobre todo en las escenas donde no aparece- ni borrar de mi mente una punzante sensación de vergüenza ajena que me invade cada vez que, en cualquier escena romántica/dramática, se subraya la intensidad del momento con una enfatizante -y muy, muy desubicada- BSO repleta de empalagosas canciones pop más propias de los 40 principales que de un relato ambientado a principios del siglo XX.
Hay únicamente dos hallazgos interesantes en 'Las Chicas del Cable' que he extraído tras ver el primer y único capítulo que pienso tragarme: el primero de ellos es comprobar que incluso cuando tienes el talento de Ana Polvorosa puedes meter la pata y exponerte a hacer el ridículo por culpa de un peluquero y unos estilistas que te odian, y la otra descubrir que en algunos de los restaurantes más exclusivos de Madrid, donde se reunía 'la gente guapa' y la alta sociedad de los años 20, ya se podia escuchar música house y electrónica de fondo.
En todo caso, no pienso arriesgarme a ver el segundo capítulo, no vaya a ser que si me atrevo a tocarles el cable a estas chicas, esté pelado y me arree un calambrazo. Menos mal que el catálogo de Netflix es más amplio que el Antena 3.

5,3
961
7
19 de julio de 2024
19 de julio de 2024
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un actor irlandés interpretando a un mercenario asesino al que las circunstancias fuerzan a cruzar disparos en una rondalla sangrienta de ajustes de cuentas. Eso no es novedoso, o no lo es tanto como el matiz de que por esta vez el irlandés septuagenario que aparenta 50 desde hace un cuarto de siglo no es Liam Neeson sino Brosnan, Pierce Brosnan.
Podría ser una prolongación de las desventuras criminales y escaramuzas sórdidas de Julian Noble -el de 'Matador' (2005, Richard Shepard)- pero este es el Brosnan más reconocible... no el "torrentizado". Risas las justas, y menos si tienes al volante a un chófer de guante blanco experimentado en el genero al que, como a muchos de su quinta, en los últimos años lo tenemos más televisivo y difuminado de lo que desearíamos, o bien pasando inadvertido. Pero Phillip Noyce sigue vivo y no ha perdido la mano en lo suyo para transformar Orlando en el lodazal criminal idóneo para que James Caan -pese a estar moribundo e irreconocible- gaste algo de pícara arrogancia por última vez, Morena Baccarin se luzca de viuda no muy vengativa -de hecho le importa un bledo todo lo que no esté disecado- y Pierce, a sus anchas, actúe con el piloto automático (no por pereza, sino porque le sale sin pestañear) haciendo como nadie lo que queremos que haga: poner ojilllos semiabiertos, morros tiesos y una expresión mortífera, ligona y cínica que todavía clava, antes y después de disparar, sin que sepas si está a punto de asesinar o matar a pol... bueno, ya no se preocupa de esas cosas, y menos mezclándose entre tanta chusma heredera de Elmore Leonard aunque el guión se inspire en no sé qué otra novela de no sé qué otro aprendiz del aludido.
Casi 30 años después Pierce cruza la mirada, entre resentida y libidinosa, con Morena Baccarin reprochándole llevar una vida que le supera igual que cuando cruzaba la mirada, resentida y libidinosa, con Izabella Scorupco cuando le reprochaba arrastrarse por una vida solitaria que lo superaba en 'Goldeneye' (1995, Martin Campbell).
Ni las canas, ni las manchas en la sien, ni el ensanchamiento del abdomen han hecho que el efecto sea distinto o han desdibujado su siseante boquita de piñón.
Brosnan, Pierce Brosnan.
Podría ser una prolongación de las desventuras criminales y escaramuzas sórdidas de Julian Noble -el de 'Matador' (2005, Richard Shepard)- pero este es el Brosnan más reconocible... no el "torrentizado". Risas las justas, y menos si tienes al volante a un chófer de guante blanco experimentado en el genero al que, como a muchos de su quinta, en los últimos años lo tenemos más televisivo y difuminado de lo que desearíamos, o bien pasando inadvertido. Pero Phillip Noyce sigue vivo y no ha perdido la mano en lo suyo para transformar Orlando en el lodazal criminal idóneo para que James Caan -pese a estar moribundo e irreconocible- gaste algo de pícara arrogancia por última vez, Morena Baccarin se luzca de viuda no muy vengativa -de hecho le importa un bledo todo lo que no esté disecado- y Pierce, a sus anchas, actúe con el piloto automático (no por pereza, sino porque le sale sin pestañear) haciendo como nadie lo que queremos que haga: poner ojilllos semiabiertos, morros tiesos y una expresión mortífera, ligona y cínica que todavía clava, antes y después de disparar, sin que sepas si está a punto de asesinar o matar a pol... bueno, ya no se preocupa de esas cosas, y menos mezclándose entre tanta chusma heredera de Elmore Leonard aunque el guión se inspire en no sé qué otra novela de no sé qué otro aprendiz del aludido.
Casi 30 años después Pierce cruza la mirada, entre resentida y libidinosa, con Morena Baccarin reprochándole llevar una vida que le supera igual que cuando cruzaba la mirada, resentida y libidinosa, con Izabella Scorupco cuando le reprochaba arrastrarse por una vida solitaria que lo superaba en 'Goldeneye' (1995, Martin Campbell).
Ni las canas, ni las manchas en la sien, ni el ensanchamiento del abdomen han hecho que el efecto sea distinto o han desdibujado su siseante boquita de piñón.
Brosnan, Pierce Brosnan.

6,3
8.407
7
13 de agosto de 2024
13 de agosto de 2024
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguimos a vueltas con la sororidad hardcore y el feminismo fugitivo -de sí mismas, del peligro de mezclarse con la gente equivocada, y bueno, de todo un poco- tan proclives a hermanarse con las Wachowki de 'Lazos Ardientes' como al mejor Michael Bay de 'Pain & Gain'.
En el espíritu de su premisa tampoco es que Rose Glass se despegue tanto del catecismo turbio de su ópera prima 'Saint Maud', con una devota a la salvación de una descarriada sustentada en la adoración de sus abdominales esculpidos en fé ciega, la de los mantras de gimnasio, no los rezos- que le otorgan una sensación de poder e indestructibilidad mesiánicas... e irreales.
Presumo que papeles como éste serán los que contribuyan a que la culturista y tochita -de cuerpo y actitud- Katy O'Brien se desprenda ocasionalmente de un encorsetaminento genérico en la acción pura -porque haberla aquí, hay cuando toca- y ser tomada en serio como solvente intérprete dramática. Kristen Stewart eso lleva ganándoselo el tiempo suficiente como para dejar de seguir creyendo que aún necesite demostrar que debes tomártela en serio, sencillamente porque lleva haciéndolo con creces -si buscas donde toca- desde que no pasaba todavía de retaca adolescente para David Fincher en 'La habitación del pánico'.
Road movie, cine deportivo, thriller lésbico, comedia negra y Ed Harris haciendo que te cagues en los pantalones (no demonizarás a tu suegro si conoces a éste) o, hablando con propiedad, los panties deportivos. En lo tocante a secundarios, estoy bastante más acostumbrado a ver a Dave Franco bordando a patanes -más divertidos, eso sí- que a Jena Malone de mujer débil y vulnerable: a alguien tenía que tocarle ser blanda en este festín de vengativas e hiperentrenadas amazonas sureñas.
¿Pegas? Que en los créditos finales no suene 'El amor duele' de la extinguida banda barcelonesa LILITH (estén donde estén, no me caló tanto MISS OCTUBRE) salvo en el soundtrack de mi imaginación.
Le iría que ni pintada.
En el espíritu de su premisa tampoco es que Rose Glass se despegue tanto del catecismo turbio de su ópera prima 'Saint Maud', con una devota a la salvación de una descarriada sustentada en la adoración de sus abdominales esculpidos en fé ciega, la de los mantras de gimnasio, no los rezos- que le otorgan una sensación de poder e indestructibilidad mesiánicas... e irreales.
Presumo que papeles como éste serán los que contribuyan a que la culturista y tochita -de cuerpo y actitud- Katy O'Brien se desprenda ocasionalmente de un encorsetaminento genérico en la acción pura -porque haberla aquí, hay cuando toca- y ser tomada en serio como solvente intérprete dramática. Kristen Stewart eso lleva ganándoselo el tiempo suficiente como para dejar de seguir creyendo que aún necesite demostrar que debes tomártela en serio, sencillamente porque lleva haciéndolo con creces -si buscas donde toca- desde que no pasaba todavía de retaca adolescente para David Fincher en 'La habitación del pánico'.
Road movie, cine deportivo, thriller lésbico, comedia negra y Ed Harris haciendo que te cagues en los pantalones (no demonizarás a tu suegro si conoces a éste) o, hablando con propiedad, los panties deportivos. En lo tocante a secundarios, estoy bastante más acostumbrado a ver a Dave Franco bordando a patanes -más divertidos, eso sí- que a Jena Malone de mujer débil y vulnerable: a alguien tenía que tocarle ser blanda en este festín de vengativas e hiperentrenadas amazonas sureñas.
¿Pegas? Que en los créditos finales no suene 'El amor duele' de la extinguida banda barcelonesa LILITH (estén donde estén, no me caló tanto MISS OCTUBRE) salvo en el soundtrack de mi imaginación.
Le iría que ni pintada.

4,5
3.190
8
28 de octubre de 2023
28 de octubre de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No estaba el horno para bollos, de hecho empezaba a no calentar desde hace tiempo aunque las galletas siguiesen saliendo para la factoría Seagal. Así que ni Warner Bros -en una última tentativa de sacarle provecho- ni Joel Silver -después de hacerle la rabona a Stevie lanzándolo fuera del avión- estaban por la labor de riesgos ni experimentos.
'Herida Abierta' es un actioner policíaco de cajón con múltiples estrellas de actioners policiacos de cajón -o de pupitres destrozados, en la secuencia más autoparódica de la carrera de Seagal-, plagado en su reparto de parte de la plana mayor del género (o de Joel Silver, que es un género en sí mismo) en roles que se saben al dedo.
No hay que ser un lince para olerse que Isaiah Washington está ahí para sujetar la vela y la pistola, DMX para ser gangsta and cool, Tom Arnold para hacer reír -tres tantos de lo mismo con Anthony Anderson, pero sin chupar del biberón-, y Bruce McGill o Bill Duke para ser los jefes de policía permanentemente cabreados antes de que Jill Hennessy ('Crossing Jordan') haga exactamente lo mismo con un puntito de complicidad.
A Michael Jai White le dejan lucir más músculo que habilidades marciales... hasta que impera lo segundo en un climax final jodidamente espectacular.
Pues eso, la jarana de explosiones y corruptelas de siempre que, mira por dónde, no es de las peores, aunque tal vez sí la menos recordada de la antología (o trilogía improvisada) de este Joel Silver hiphopero en 'Romeo debe morir', ésta o la inminente 'Nacer para morir', donde adjudicaba las labores tras la cámara en su último director de fotografía de cabecera Andrezj Bartkowiak, autor de las obras cumbre de la cochambre 'Doom' o 'Street Fighter: la leyenda de Chun Li'.
Tratándose de la única de las tres que no contaba con Jet Li como reclamo para el público, ávido de mezclar violencia urbana con el misticismo marcial, fue un éxito moderado triplicando su presupuesto en las ganancias de taquilla.
Lo que vendríamos a llamar uno de los últimos estertores -en rentabilidad y cualitativo- para una estrella protagonista precipitándose a caer en el ostracismo directo a vídeo.
Si hasta parece más delgado.
Y por lo que más quieras, no te pierdas el talk show entre Tom Arnold y Anthony Anderson charlando sobre cómo hacerlo con mujeres rellenas y la higiene en la mastu... bueno, que charlan un poco.
'Herida Abierta' es un actioner policíaco de cajón con múltiples estrellas de actioners policiacos de cajón -o de pupitres destrozados, en la secuencia más autoparódica de la carrera de Seagal-, plagado en su reparto de parte de la plana mayor del género (o de Joel Silver, que es un género en sí mismo) en roles que se saben al dedo.
No hay que ser un lince para olerse que Isaiah Washington está ahí para sujetar la vela y la pistola, DMX para ser gangsta and cool, Tom Arnold para hacer reír -tres tantos de lo mismo con Anthony Anderson, pero sin chupar del biberón-, y Bruce McGill o Bill Duke para ser los jefes de policía permanentemente cabreados antes de que Jill Hennessy ('Crossing Jordan') haga exactamente lo mismo con un puntito de complicidad.
A Michael Jai White le dejan lucir más músculo que habilidades marciales... hasta que impera lo segundo en un climax final jodidamente espectacular.
Pues eso, la jarana de explosiones y corruptelas de siempre que, mira por dónde, no es de las peores, aunque tal vez sí la menos recordada de la antología (o trilogía improvisada) de este Joel Silver hiphopero en 'Romeo debe morir', ésta o la inminente 'Nacer para morir', donde adjudicaba las labores tras la cámara en su último director de fotografía de cabecera Andrezj Bartkowiak, autor de las obras cumbre de la cochambre 'Doom' o 'Street Fighter: la leyenda de Chun Li'.
Tratándose de la única de las tres que no contaba con Jet Li como reclamo para el público, ávido de mezclar violencia urbana con el misticismo marcial, fue un éxito moderado triplicando su presupuesto en las ganancias de taquilla.
Lo que vendríamos a llamar uno de los últimos estertores -en rentabilidad y cualitativo- para una estrella protagonista precipitándose a caer en el ostracismo directo a vídeo.
Si hasta parece más delgado.
Y por lo que más quieras, no te pierdas el talk show entre Tom Arnold y Anthony Anderson charlando sobre cómo hacerlo con mujeres rellenas y la higiene en la mastu... bueno, que charlan un poco.

4,7
19.549
8
3 de octubre de 2023
3 de octubre de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dale cuartelillo al lado más retorcido y chusco de tu capacidad para defenestrar a los clásicos e imagínate que, pasados los años, el niño apadrinado por Satán al que paría Mia Farrow en 'Rosemary's Baby' (1968, Roman Polanski) se convirtiese en una zagala de buen ver -dependiendo de si eres de los que se tragaban 'El Mentalista' por Robin Tunney- destinada a ser copulada por Gabriel Byrne haciendo de la sobreactuación un diabólico arte en el que batirse contra Al Pacino, y a la que únicamente puede salvar el culo (amén por eso), a ella y a la humanidad, Arnoldo Commando atiborrándose de armas en el metro después de pasarse media película en un fincheriano -por momentos- reciclaje con más dinero -sólo un poco más- de 'El Mensajero del Infierno' (1994, Aaron Norris) sustituyendo el rostro de palo de Chuck Norris por las muecas imposibles, lloreras sin lágrimas y caretos con la mandíbula apretada de San Arnoldo de Schwarzenegger (chiste robado de una crítica de hace 25 años en Fotogramas) al que Myriam Margoyles forzó, desdén y falta de compañerismo mediante, a que, en una secuencia donde forcejean en el suelo, Arnie se tirase un cuesco en su cara: ni el meado explosivo de Gabriel Byrne puede rivalizar contra las flatulencias del Chuache.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se supone que Kevin Pollak es el alivio cómico de la función pero sólo es gracioso cuando le disparan o es quemado vivo.
Entre eso y que un banquero poseído por Satán se monta un menage a trois con una MILF y su hija cayetana, o que Mark Margolis ('Breaking Bad') interpreta al Papa, son razones más que suficientes para recuperarla.
Dirige Peter Hyams en una época en la que estaba un poco ya a vérselas venir y hacerse cargo de lo que le echaran... o sea, como casi siempre.
Ha envejecido bastante mejor de lo que presupuse que lo haría al cabo de unas décadas.
¡¡¡JERICHOOOOO!!!
Entre eso y que un banquero poseído por Satán se monta un menage a trois con una MILF y su hija cayetana, o que Mark Margolis ('Breaking Bad') interpreta al Papa, son razones más que suficientes para recuperarla.
Dirige Peter Hyams en una época en la que estaba un poco ya a vérselas venir y hacerse cargo de lo que le echaran... o sea, como casi siempre.
Ha envejecido bastante mejor de lo que presupuse que lo haría al cabo de unas décadas.
¡¡¡JERICHOOOOO!!!
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