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Críticas ordenadas por utilidad
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2
9 de abril de 2006
9 de abril de 2006
20 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Homero se enterase de lo que Hollywood se atrevió a perpetrar con su poema además de ciego se quedaría sordo, mudo y cojo de una pierna. Muy pocas veces he sentido la necesidad de largarme de una sala de cine antes de que terminase la película. Me pasó con esta, con Van Helsing y con Señales. En ninguno de los tres casos seguí mi instinto de supervivencia y así me quedé, traumatizado para toda la vida. Cada vez que alguien menciona la obra de Homero vienen a mi cabeza imágenes fugaces de Brad Pitt, muy mono él, corriendo por la arena de la playa con la rubia melena al viento.
Los que la defienden dicen que es muy fiel a la “novela” (supongo que la habrán leído) y que hay grandes interpretaciones de Pitt (ja, ja y ja) y Eric Bana (ja y ja). Bueno, todo sea por darle algo de colorido a la mierda.
Los que la defienden dicen que es muy fiel a la “novela” (supongo que la habrán leído) y que hay grandes interpretaciones de Pitt (ja, ja y ja) y Eric Bana (ja y ja). Bueno, todo sea por darle algo de colorido a la mierda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor de la película, sin duda, la batalla de la playa, en la que cientos y cientos de soldados están enfrascados en una cruenta lucha y, de repente, uno de ellos (Héctor) mata a otro (Patroclo, creyendo que es Aquiles). Instantáneamente TODA la batalla se detiene como si un director de orquesta les estuviese marcando el ritmo, para marcharse a sus campamentos consternados por la muerte del joven soldado. En una batalla. En medio de una guerra. Les da pena que se muera un soldado. ¿Sólo me río yo?

5,8
4.893
2
19 de junio de 2006
19 de junio de 2006
17 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vayamos por partes: la historia es sosa y aburrida. No tiene absolutamente nada de original y, por si fuera poco, ni siquiera es capaz de definirse como es debido a lo largo del metraje. Por un lado tenemos a un policía persiguiendo al típico asesino en serie y por otro a este mismo individuo flirteando con una maestra de escuela. Bien, la primera subtrama resulta tediosa, no consigue inquietar en ningún momento, es francamente penoso el desarrollo de la intriga, principalmente porque al guionista (a) le importa tres narices o (b) no tiene ni puñetera idea de cómo hacerlo bien. Esta es otra película de esas que en vez de entretener al público con la acción y el suspense prefiere demorarse en la descripción psicológica de los personajes principales, francamente patética, dicho sea de paso, entre música de violines y frases trascendentales dichas entre susurros.
La otra línea argumental es igualmente torpe y soporífera. Adolece de todos y cada uno de los fallos de la anterior: ritmo plomizo, solemnidad impostada y falsa, actores sobreactuados, interés dramático nulo, puesta en escena cutre y simplona, escenas de relleno completamente innecesarias… De las subtramas protagonizadas por Fernado Fernán Gómez, Charo López y Chete Lera mejor ni hablo. Sólo decir que la película no se resentiría en absoluto si el montador hubiese decidido eliminarlas en la sala de edición.
Los actores hacen lo que buenamente pueden con sus raquíticos papeles. Juan Diego Botto está especialmente horroroso y sobreactuado en su rol de psicópata con pinta de no haber roto nunca un plato, a Miguel Ángel Solá se le nota mucho que intenta por todos los medios disimular su acento argentino y Adriana Ozores sigue hablando para el cuello de la camisa. Como el resto tampoco tienen demasiada importancia no me meteré a hablar de sus interpretaciones, pero tampoco lo hacen nada bien. Mención especial para el irascible Fernán Gómez que aquí interpreta, y no es coña, a un entrañable sacerdote comunista que, como no, suelta frases bíblicas cada dos o tres palabras que salen por su boca. Por clichés que no falte.
La otra línea argumental es igualmente torpe y soporífera. Adolece de todos y cada uno de los fallos de la anterior: ritmo plomizo, solemnidad impostada y falsa, actores sobreactuados, interés dramático nulo, puesta en escena cutre y simplona, escenas de relleno completamente innecesarias… De las subtramas protagonizadas por Fernado Fernán Gómez, Charo López y Chete Lera mejor ni hablo. Sólo decir que la película no se resentiría en absoluto si el montador hubiese decidido eliminarlas en la sala de edición.
Los actores hacen lo que buenamente pueden con sus raquíticos papeles. Juan Diego Botto está especialmente horroroso y sobreactuado en su rol de psicópata con pinta de no haber roto nunca un plato, a Miguel Ángel Solá se le nota mucho que intenta por todos los medios disimular su acento argentino y Adriana Ozores sigue hablando para el cuello de la camisa. Como el resto tampoco tienen demasiada importancia no me meteré a hablar de sus interpretaciones, pero tampoco lo hacen nada bien. Mención especial para el irascible Fernán Gómez que aquí interpreta, y no es coña, a un entrañable sacerdote comunista que, como no, suelta frases bíblicas cada dos o tres palabras que salen por su boca. Por clichés que no falte.

7,0
4.387
5
18 de mayo de 2006
18 de mayo de 2006
17 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es flojita, para que lo voy a negar. Y ni siquiera se puede decir que entretenga mucho, porque tiene un guión tan cojo y descompensado que a ratos se puede hacer bastante aburrida. Lo más interesante de la película, desde mi punto de vista, es el subtexto. Esa historia oculta que se esconde bajo las imágenes y que casi nadie parece querer ver (y eso que salta a la vista). Ni el diálogo entre Laurence Olivier y Toni Curtis en ESPARTACO es tan esclarecedor como muchas de las escenas de esta película. Aquí no hay ostras ni caracoles, pero EL HOMBRE DE LAS PISTOLAS DE ORO es muy probablemente una de las primeras historias de amor homosexual que ha dado la historia del cine. No hace falta echarle mucha imaginación al asunto para darse cuenta que entre los dos protagonistas hay algo más que amistad (especialmente remarcable en el personaje de Anthony Quinn). Me asombra la capacidad que tienen algunos guionistas para camuflar la verdadera esencia de sus trabajos sin que nadie se de cuenta. El tramo final del filme es sin duda lo mejor de todo, cuando salen a relucir los celos, la frustación, el afecto, la rabia y la tristeza por la pérdida irrecuperable, la necesidad de poseer algo que ya no se puede tener "Fue ayer cuando le dije que no era nada sin mí, pero soy yo el que no es nada sin él"

6,0
58.875
1
2 de marzo de 2006
2 de marzo de 2006
17 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, bueno, ahora resulta que Shyamalan nos quiere meter el miedo en el cuerpo con la invasión alienígena más chapucera de la historia del cine, encima vista desde la perspectiva de una familia de granjeros a cada cual más raro. Entre que la tierra está siendo invadida por monstruitos verdes y los protagonistas son más marcianos que los propios invasores, uno ya no sabe a donde mirar para no caer en la desesperación. Por supuesto, y como ya es marca de la casa, lo que parecía ser, no es, de modo que el pícaro director de origen hindú nos quiere meter doblada, entre platillos volantes y marcas extrañas en los capos de maíz, una pretenciosa chorrada con reminiscencias teológicas y espirituales para entrar en coma de puro aburrimiento. ¿Cómo se puede empezar hablando de marcianos y terminar parloteando sobre la necesidad de la fe en Dios? Los caminos de Shyamalan son inescrutables. Y estúpidos. Y aburridos. Y pretenciosos. Y estomagantes. Y Mel Gibson que mal actor es, el pobre.

7,1
73.320
10
20 de marzo de 2006
20 de marzo de 2006
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodóvar vuelve su mirada hacia el universo femenino que tan bien conoce, hacia el extrarradio madrileño que le hizo alcanzar la popularidad con sus primeras películas y a la vida del pequeño pueblo manchego, de sus gentes, sus tradiciones y su superstición para hablarnos sobre las emociones, la soledad, la maternidad, el amor, la amistad, las deudas con el pasado, el compañerismo, sobre aparecidos que vuelven del más allá para contar al oído secretos inconfesables que marcan una vida, que hipotecan los sentimientos, sobre la superación del miedo que nos atenaza, sobre ojos arrasados en lágrimas que dicen más que cientos de palabras juntas y, ante todo, sobre la muerte, esa maldita bastarda que, esta vez, une a las personas, las hace cercanas a los que tienen que sobrellevar las ausencias de los que ya no están, que sirve de vehículo para el abrazo y la curación del cuerpo y el alma de aquellos que permanecen heridos. Mirarla de frente y desmitificarla es, probablemente, el mejor modo de combatirla, parece decirnos el director manchego.
Dosificando sabiamente (mejor que nunca) el drama, la comedia y el thriller, entreteje Almodóvar una de sus películas más hermosas, maravillosa e inolvidable historia que cala hondo pese a (o precisamente por) su serenidad y reposada belleza, sin apenas levantar la voz en ningún momento del metraje. Austera, conmovedora y sencilla como los personajes que retrata con tanta sensibilidad y precisión. Todo huele a pueblo, las casas, las calles adoquinadas, los patios, la soledad, el abandono, los besos, las pantuflas, los entierros en procesión, los corros enlutados, la gente, la comida, los diálogos, los silencios y los murmullos. Todo sabe a barrio marginal, los trabajos mediocres, la peluquería ilegal, las canciones, la ilusión, las marujas, la desesperanza, la soledad (otra vez), las inmigrantes sin papeles, la tristeza y la alegría.
Navegando entre el realismo costumbrista y el surrealismo más inverosímil que, no obstante, se acepta con la mayor naturalidad del mundo, forja Almodóvar las vidas de media docena de personajes primorosamente escritos e interpretados por un plantel de actrices en absoluto estado de gracia, partiendo de esa inmensa Carmen Maura que vuelve a demostrar una vez más porque es una de las más grandes de este país, con su Irene, espectro balsámico y redentor, pasando por la Agustina de Blanca Portillo, emotiva, trágica, adorable y desgarradora composición con todas las emociones a flor de piel, y terminando por una inconmensurable Penélope Cruz ardiente, sensible y arrebatada. Más que captar el personaje se podría decir que el personaje la ha captado a ella. No está actuando, está poseída por el espíritu de Raimunda.
Monumental canto a la feminidad, a la mujer como motor del mundo, “Volver” es una pieza más, sublime y emocionante, que afianza una filmografía inmortal e irrepetible. Solo le encuentro un fallo: que se termina. Hacía años que un fundido a negro no me entristecía tanto.
Dosificando sabiamente (mejor que nunca) el drama, la comedia y el thriller, entreteje Almodóvar una de sus películas más hermosas, maravillosa e inolvidable historia que cala hondo pese a (o precisamente por) su serenidad y reposada belleza, sin apenas levantar la voz en ningún momento del metraje. Austera, conmovedora y sencilla como los personajes que retrata con tanta sensibilidad y precisión. Todo huele a pueblo, las casas, las calles adoquinadas, los patios, la soledad, el abandono, los besos, las pantuflas, los entierros en procesión, los corros enlutados, la gente, la comida, los diálogos, los silencios y los murmullos. Todo sabe a barrio marginal, los trabajos mediocres, la peluquería ilegal, las canciones, la ilusión, las marujas, la desesperanza, la soledad (otra vez), las inmigrantes sin papeles, la tristeza y la alegría.
Navegando entre el realismo costumbrista y el surrealismo más inverosímil que, no obstante, se acepta con la mayor naturalidad del mundo, forja Almodóvar las vidas de media docena de personajes primorosamente escritos e interpretados por un plantel de actrices en absoluto estado de gracia, partiendo de esa inmensa Carmen Maura que vuelve a demostrar una vez más porque es una de las más grandes de este país, con su Irene, espectro balsámico y redentor, pasando por la Agustina de Blanca Portillo, emotiva, trágica, adorable y desgarradora composición con todas las emociones a flor de piel, y terminando por una inconmensurable Penélope Cruz ardiente, sensible y arrebatada. Más que captar el personaje se podría decir que el personaje la ha captado a ella. No está actuando, está poseída por el espíritu de Raimunda.
Monumental canto a la feminidad, a la mujer como motor del mundo, “Volver” es una pieza más, sublime y emocionante, que afianza una filmografía inmortal e irrepetible. Solo le encuentro un fallo: que se termina. Hacía años que un fundido a negro no me entristecía tanto.
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