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Críticas ordenadas por utilidad
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7,6
118.704
10
8 de abril de 2011
8 de abril de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nina se mantiene sobre el pulgar de su pie en equilibrio perfecto. Está entrenada. Lleva años de trabajo para conseguirlo. No sin esfuerzo ni sacrificio, quizás. Tal vez con una ansiedad ansiosa, que se ha visto obligada a controlar con una madre controladora. Pero, como sea, ha conseguido convertirse en una bonita figura de porcelana, encerrada en una habitación infantil con otros muñecos y peluches, con una misión: ser la bailarina más perfecta, delicada y precisa. Como una maquinaria, como un reloj, como la muñeca de una cajita de música. Pero, cuando ha aprendido a controlar la tensión, la fuerza y el ritmo de su cuerpo, y cuando consigue el papel de su vida, le piden que olvide todo lo que ha aprendido. El trabajo, el esfuerzo, el control, la fuerza, la precisión y la perfección de su técnica y que vuelva al principio de ella misma. Que sea libre, que improvise, que afloje la tensión, que se deje llevar por la gravedad, que sienta, sufra, odie, ame, disfrute y viva como si fuera una mujer normal y no la niña-muñeca disciplinada y dócil que fue siempre. Que se baje desde el pulgar de su pie, donde había encontrado un equilibrio perfecto, y se lance en caída libre a la altura descomunal de lo desconocido y lo descontrolado. Con el riesgo, claro, de hacerse añicos, porque la porcelana es bella, perfecta y frágil. Tanto que, antes de que cualquier factor ajeno pueda matarla, ella misma puede cuartearse y morir, en una autodestrucción perfecta.
Maravillosa película sobre la perfección y la libertad; sobre el arte y la vida; sobre el sentido y el sentimiento, y sobre todo sobre la pasión. La pasión es lo que convierte la vida en fuego, el fuego en arte, el arte en libertad, la libertad en belleza, la belleza en perfección, la perfección en pasión y vuelta a empezar... Siempre que veo una película de Aronofsky experimento la pasión con que la ha hecho. Y con Natalie la belleza, la fragilidad, la fuerza y la locura totales. Y perfectas.
Maravillosa película sobre la perfección y la libertad; sobre el arte y la vida; sobre el sentido y el sentimiento, y sobre todo sobre la pasión. La pasión es lo que convierte la vida en fuego, el fuego en arte, el arte en libertad, la libertad en belleza, la belleza en perfección, la perfección en pasión y vuelta a empezar... Siempre que veo una película de Aronofsky experimento la pasión con que la ha hecho. Y con Natalie la belleza, la fragilidad, la fuerza y la locura totales. Y perfectas.

7,4
32.241
10
19 de febrero de 2014
19 de febrero de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora parecerá oportunista decirlo, pero a mi me encanta Bruce Dern. Lo sigo desde hace años y he ido a ver esta película porque era el protagonista y había ganado premios y el reconocimiento que se merecía. Me alegré mucho por él. Bueno, tengo que contar que yo le llamo “Manolo” porque es igual, clavadito, que un novio del pueblo de mi adolescencia. Tanto que la primera vez que le ví, en algún recóndito desierto del oeste americano, aluciné… Y cuando aparece en alguna película me vuelvo loca “Es Bruce Dern… Manolo…” Por el nombre, casi nadie lo conoce pero cuando les enseñas quién es, resulta que todo el mundo se ha fijado en él… “Ah, sí, siempre hace de malo. o está en la pandilla de los malotes, o le matan enseguida…” Es verdad. Una injusticia. Tiene personalidad, fuerza y atractivo, lo que no tiene es suerte… Hasta ahora…
Ahora Bruce-Manolo tiene el papelón de su vida. El que llevaba muchas películas mereciéndose. En Nebraska, es Woody un hombre decrépito, fracasado y alcoholizado. Unas cosas como consecuencia de las otras, se adivina que es un hombre acabado, sin rumbo ni norte, corriendo por una carretera hacía una fantasía que, sin embargo, lo mantiene vivo, que no sobrio. Se ve que ha llegado hasta allí rodando tan cuesta abajo que ya no podrá mantenerse en pie porque siempre le pilla borracho. Tiene motivos claro, ahí también unas cosas llevaron a otras y tiene una vida tan triste, con una mujer que le insulta y humilla constantemente y unos hijos que le perdieron el respeto, que ya no se sabe si bebe para olvidar u olvida para seguir bebiendo. Nadie da un duro por él hasta que gana un concurso de un millón de dolares y se pone en marcha para reclamar su premio. En realidad, todo es tan cutre, falso y miserable como su vida, pero Woody se agarra a ello como si fuera el cheque que le devolverá la dignidad perdida, el respeto de los demás, las cosas que fueron desapareciendo sin saber cómo, o, sobre todo, la forma de resarcir a sus hijos por una infancia ahogada en alcohol y ausencia. No pide mucho. Cuatro cosas para recuperar o recordar quién fue un día: una furgoneta, un compresor, una herencia para sus hijos…
Por lástima, por curiosidad o para no repetirse en su historia, su hijo David se ofrece a llevarle a recoger el premio. Y aquí empieza la película y la historia de amor. En ese viaje, David conoce a su padre de verdad. Al hombre que podía haber sido si no hubiera nacido donde nació, sin tener oportunidades para mejorar de vida, condenado por el ambiente, por la época y por las circunstancias a repetir los comportamientos de su familia, vecinos y amigos. A lo mejor con un poco más de ambición, o de mala uva, o de egoísmo, como muchos de los que le rodearon siempre, hubiera dejado de ser un pobre buen hombre y hubiera sido un listillo, un aprovechado o un cabrón como tantos… En el pueblo donde nació y vivió descubrió al niño que empezó a beber porque todos lo hacían, al soldado que volvía siempre derrotado de las guerras, a la novia que pudo haber cambiado su vida, a la mujer que nunca le entendió, a la amante que podría haberlo hecho feliz, al amigo que le robó el compresor y el futuro, a la familia, egoísta, que lo despreció y abusó de él… Cualquiera se hubiera echado un trago de más con esa perra vida…
Ahora Bruce-Manolo tiene el papelón de su vida. El que llevaba muchas películas mereciéndose. En Nebraska, es Woody un hombre decrépito, fracasado y alcoholizado. Unas cosas como consecuencia de las otras, se adivina que es un hombre acabado, sin rumbo ni norte, corriendo por una carretera hacía una fantasía que, sin embargo, lo mantiene vivo, que no sobrio. Se ve que ha llegado hasta allí rodando tan cuesta abajo que ya no podrá mantenerse en pie porque siempre le pilla borracho. Tiene motivos claro, ahí también unas cosas llevaron a otras y tiene una vida tan triste, con una mujer que le insulta y humilla constantemente y unos hijos que le perdieron el respeto, que ya no se sabe si bebe para olvidar u olvida para seguir bebiendo. Nadie da un duro por él hasta que gana un concurso de un millón de dolares y se pone en marcha para reclamar su premio. En realidad, todo es tan cutre, falso y miserable como su vida, pero Woody se agarra a ello como si fuera el cheque que le devolverá la dignidad perdida, el respeto de los demás, las cosas que fueron desapareciendo sin saber cómo, o, sobre todo, la forma de resarcir a sus hijos por una infancia ahogada en alcohol y ausencia. No pide mucho. Cuatro cosas para recuperar o recordar quién fue un día: una furgoneta, un compresor, una herencia para sus hijos…
Por lástima, por curiosidad o para no repetirse en su historia, su hijo David se ofrece a llevarle a recoger el premio. Y aquí empieza la película y la historia de amor. En ese viaje, David conoce a su padre de verdad. Al hombre que podía haber sido si no hubiera nacido donde nació, sin tener oportunidades para mejorar de vida, condenado por el ambiente, por la época y por las circunstancias a repetir los comportamientos de su familia, vecinos y amigos. A lo mejor con un poco más de ambición, o de mala uva, o de egoísmo, como muchos de los que le rodearon siempre, hubiera dejado de ser un pobre buen hombre y hubiera sido un listillo, un aprovechado o un cabrón como tantos… En el pueblo donde nació y vivió descubrió al niño que empezó a beber porque todos lo hacían, al soldado que volvía siempre derrotado de las guerras, a la novia que pudo haber cambiado su vida, a la mujer que nunca le entendió, a la amante que podría haberlo hecho feliz, al amigo que le robó el compresor y el futuro, a la familia, egoísta, que lo despreció y abusó de él… Cualquiera se hubiera echado un trago de más con esa perra vida…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con ternura, cariño y respeto, David comprende, acepta y quiere a su padre. Mejor que la lotería, en una maravillosa escena final devuelve a Woody todo lo que fue y no dejó de ser nunca. Un buen hombre. Y que todos lo supieran.
Fue muy emocionante. Confieso que casi lloré cuando Manolo, porque ya no era Bruce ni Woody, hizo su paseillo triunfal por el pueblo de nuestra juventud y me vio en la puerta de la casa donde llevaba toda la vida añorándole, y me miró y recordó que nunca me había olvidado… Maravillosa película.
Fue muy emocionante. Confieso que casi lloré cuando Manolo, porque ya no era Bruce ni Woody, hizo su paseillo triunfal por el pueblo de nuestra juventud y me vio en la puerta de la casa donde llevaba toda la vida añorándole, y me miró y recordó que nunca me había olvidado… Maravillosa película.

6,4
24.763
6
13 de diciembre de 2021
13 de diciembre de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que no me haya gustado, el problema son las expectativas. Y, mira, que yo voy siempre avisada. Desconfío de las promociones apasionadas, de las recomendaciones entusiastas y del boca oreja consignatario (no sé si esta palabra existe). O sea que todo el mundo se ha puesto de acuerdo. Yo, aquí, me pongo rebelde y preventiva (no sé si esto encaja aquí) y practico un prejuicio a la inversa, que me lleva a equivocarme casi siempre. Pero ¡ah! también a afilar el hocico y a prestar más atención. En fin... la película está bien. Buena historia para un relato corto (ignoro cómo será el original), una gran atmósfera ambiental de interiores y exteriores y las grandes interpretaciones que exigen los personajes intensos por su desbordamiento o por su contención.
Todo eso lo tiene y más, pero (esto también es problema mío) es que yo espero muchísimo de Jane Campion. Es que El piano es una obra de arte y En carne viva casi también. Me encanta su manejo de la sensualidad, de las texturas de la piel, de los colores, de las respiraciones, de un calentamiento global intenso, inevitable y muy hermoso de los seres humanos gloriosamente devastados por la pasión.
Eso lo he visto aquí, pero me ha faltado sutilidad. Esos preliminares en los que vislumbro cómo se van a desbordar los personajes. Me llegan jirones, fragmentos, pero no con tanta fuerza como para entrar en la historia. Todo me llega en giros tan sorprendentes y violentos que me cuesta encajar cerebro y piel. No consigo fluir porque espero mucho de la brutalidad olorosa a kilómetros y se me escapa lo que esconde y protege esa capa demasiado espesa.
La película se me ha partido en cosas que veía y que quería ver o me parecía que iba a ver. Demasiados flecos. Tal vez porque todo tiende a armarse en un final inesperado. Pero, quizás, ese es mi principal problema con la película. No me importa la llegada sino el camino. Y el camino era muy interesante, pero se ha convertido en cruces donde he perdido de vista a personajes que me gustaban, sus relaciones, sus motivos, sus silencios y sus gritos. Y lo merecían. Me pregunto si para llegar a unos segundos de resolución, se podían dejar tantas buenas historias pastando en tu imaginación.
Seguramente se lo hubiera perdonado a otros, pero Jane... Y las expectativas, que son un problema. He visto mucho y me ha gustado, pero me ha faltado mucho por ver. El poder estaba, pero yo buscaba al perro y eso...
Todo eso lo tiene y más, pero (esto también es problema mío) es que yo espero muchísimo de Jane Campion. Es que El piano es una obra de arte y En carne viva casi también. Me encanta su manejo de la sensualidad, de las texturas de la piel, de los colores, de las respiraciones, de un calentamiento global intenso, inevitable y muy hermoso de los seres humanos gloriosamente devastados por la pasión.
Eso lo he visto aquí, pero me ha faltado sutilidad. Esos preliminares en los que vislumbro cómo se van a desbordar los personajes. Me llegan jirones, fragmentos, pero no con tanta fuerza como para entrar en la historia. Todo me llega en giros tan sorprendentes y violentos que me cuesta encajar cerebro y piel. No consigo fluir porque espero mucho de la brutalidad olorosa a kilómetros y se me escapa lo que esconde y protege esa capa demasiado espesa.
La película se me ha partido en cosas que veía y que quería ver o me parecía que iba a ver. Demasiados flecos. Tal vez porque todo tiende a armarse en un final inesperado. Pero, quizás, ese es mi principal problema con la película. No me importa la llegada sino el camino. Y el camino era muy interesante, pero se ha convertido en cruces donde he perdido de vista a personajes que me gustaban, sus relaciones, sus motivos, sus silencios y sus gritos. Y lo merecían. Me pregunto si para llegar a unos segundos de resolución, se podían dejar tantas buenas historias pastando en tu imaginación.
Seguramente se lo hubiera perdonado a otros, pero Jane... Y las expectativas, que son un problema. He visto mucho y me ha gustado, pero me ha faltado mucho por ver. El poder estaba, pero yo buscaba al perro y eso...
Serie

7,0
37.480
8
31 de octubre de 2021
31 de octubre de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que soy yo. No sé si cocida, a la plancha o al ajillo. Depende del día. Ayer, con la tormenta, fui gambita con gabardina. Jaja. Hay que reírse. O llorar. Llorar mucho y reír más. He hecho las dos cosas, o ninguna, después de ver la serie. Me ha gustado, claro. Es que soy muy coreana yo. Oriental en general; Paki-ta en particular. Por gratitud. Un día, en mis conflictos de anciana madre con hijo adolescente, vi la de Mother de Bong Joon ho, y me sentí tan comprendida, arropada y agradecida que le juré amor eterno. A lo bestia. A la coreana. Y no me ha fallado. Me hace mucha gracia la gente que ve cosas para evadirse, cuando a veces, muchas veces, la elección es evasión o victoria. Hay que arriesgar y las emociones fuertes son mejor para el cine y para la vida.
La he devorado sin saber si gamba come calamar, pero reconociéndose un poco en la pecera. Caramba, es que da mucho, muchísimo para pensar. Eso me encanta: las historias que se abren cuando se cierran. No dan respuestas y hacen muchas preguntas. ¿Y tú qué harías? ¿Es verdad que lo perderías todo para intentar que los que amas ganen? ¿Y el sentido de la supervivencia? ¿Y la ética? ¿Y si descubro que no soy una gamba ni un calamar sino un tiburón que nunca había olido la sangre?...
Buf, es que en estos mares de Corea por los que transitamos todos los días es muy difícil sobrevivir. Vamos perdiendo aletas y agallas porque el miedo a la miseria nos va destrozando los nervios y la paciencia. No somos dueños de nuestros tiempo ni de nuestra vida y estamos agotados, confusos y no sabemos donde ni cómo nos cocinarán mañana. Al ajillo, a la plancha, cocidos... en qué turno, para qué trabajo, para quién, por donde ni por cuánto.
No, no... nada de tenebrismo. No se es coreano en balde. El mundo no es un drama pesado y continuo: es una tragicomedia como estas historias donde la risa y el llanto son tan equilibrados y exquisitos que no sabes donde empieza uno y acaba el otro. Porque es un juego. Y uno es el que juega y decide cuándo termina porque (los orientales somos así, señores) uno no es lo que le pasa sino la forma en que afronta lo que le pasa. Y uno es el dueño irrenunciable de su no, su miseria y de su compasión.
No sé, igual no he entendido nada pero he aprendido algo. He dicho NO. Rotundamente. No sé si me convertiré en plancton para los tiburones, pero sigo nadando porque lo he decidido así. No es poco...
Ah!, esto podría haberse llamado "danzad, danzad malditos", pero sería otra historia, no coreana. Los coreanos somos más dulces. Más de fluir. Y esto es mejor... Donde va a parar...
La he devorado sin saber si gamba come calamar, pero reconociéndose un poco en la pecera. Caramba, es que da mucho, muchísimo para pensar. Eso me encanta: las historias que se abren cuando se cierran. No dan respuestas y hacen muchas preguntas. ¿Y tú qué harías? ¿Es verdad que lo perderías todo para intentar que los que amas ganen? ¿Y el sentido de la supervivencia? ¿Y la ética? ¿Y si descubro que no soy una gamba ni un calamar sino un tiburón que nunca había olido la sangre?...
Buf, es que en estos mares de Corea por los que transitamos todos los días es muy difícil sobrevivir. Vamos perdiendo aletas y agallas porque el miedo a la miseria nos va destrozando los nervios y la paciencia. No somos dueños de nuestros tiempo ni de nuestra vida y estamos agotados, confusos y no sabemos donde ni cómo nos cocinarán mañana. Al ajillo, a la plancha, cocidos... en qué turno, para qué trabajo, para quién, por donde ni por cuánto.
No, no... nada de tenebrismo. No se es coreano en balde. El mundo no es un drama pesado y continuo: es una tragicomedia como estas historias donde la risa y el llanto son tan equilibrados y exquisitos que no sabes donde empieza uno y acaba el otro. Porque es un juego. Y uno es el que juega y decide cuándo termina porque (los orientales somos así, señores) uno no es lo que le pasa sino la forma en que afronta lo que le pasa. Y uno es el dueño irrenunciable de su no, su miseria y de su compasión.
No sé, igual no he entendido nada pero he aprendido algo. He dicho NO. Rotundamente. No sé si me convertiré en plancton para los tiburones, pero sigo nadando porque lo he decidido así. No es poco...
Ah!, esto podría haberse llamado "danzad, danzad malditos", pero sería otra historia, no coreana. Los coreanos somos más dulces. Más de fluir. Y esto es mejor... Donde va a parar...

6,7
14.148
2
8 de enero de 2014
8 de enero de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gusta comentar las películas que no me han gustado. Eso es siempre algo subjetivo, y descalificar una obra en base a tu gusto personal, no me parece justo. Pero con esta lo haré porque mi opinión negativa será un porcentaje mínimo dentro del aplauso general, así que ni quita ni pone nada. Además, no solo no me ha gustado, es que me ha irritado. Pienso también que tal vez no fuera el momento de verla (eso también pasa) y hay películas optimistas, bienintencionadas y sentimentales que te tienen que pillar en ese mismo buen rollo, y ésta me ha parecido poco de lo primero y mucho de lo segundo. Rollazo.
Todo me parece falso, sentimentaloide, manipulador y ridículo. Y no tanto lo de la muñeca que a lo mejor encajaría en el personaje de Lars, solitario y timidísimo, que la compra para tener la compañía que parece incapaz de conseguir y la vida social para la que se siente bloqueado, como por la conspiración general de gente buenina, que no solo le sigue el rollo, sino que la adopta en masa para si mismos… Eh??????? Eso será en el Medio Oeste americano porque en la estepa manchega te presentas con la muñeca de silicona debajo del brazo y te cae un mote de jincho para los restos y fama universal de gili para ti y tu parentela y no se te acercan al chalé ni a kilómetros por si la próxima tontuna que te da es liarte a perdigonazos con el personal… Estoy segura, y no es que seamos especialmente cafres, pero es que es difícil llevarte al huerto de lo prodigioso, fantástico y buenrollista, así en términos generales, y en tiempos difíciles más…
Por lo que sea, pero no me moló. Salvo la música que me gustó, y los cuñados del novio de Barbie por lo menos al principio, porque luego se pusieron a bañarla como si fuera lo más normal del mundo, que me parecieron los más “normales” de la película, pero lo demás: Lars, la novia de plástico, la que parecía un ratón mecánico, el pueblo en masa que parecía poseído por esos entes extraños muy americanos que lo mismo hacen copia de la gente cuando se duerme, repueblan una ciudad con niños rubios de ojos fosforitos o tienen a toda una comunidad paseando y rifándose a una muñeca como si fuera lo mejor que les ha pasado nunca… En fin, respetable, vale, pero raroraroraro…
Todo me parece falso, sentimentaloide, manipulador y ridículo. Y no tanto lo de la muñeca que a lo mejor encajaría en el personaje de Lars, solitario y timidísimo, que la compra para tener la compañía que parece incapaz de conseguir y la vida social para la que se siente bloqueado, como por la conspiración general de gente buenina, que no solo le sigue el rollo, sino que la adopta en masa para si mismos… Eh??????? Eso será en el Medio Oeste americano porque en la estepa manchega te presentas con la muñeca de silicona debajo del brazo y te cae un mote de jincho para los restos y fama universal de gili para ti y tu parentela y no se te acercan al chalé ni a kilómetros por si la próxima tontuna que te da es liarte a perdigonazos con el personal… Estoy segura, y no es que seamos especialmente cafres, pero es que es difícil llevarte al huerto de lo prodigioso, fantástico y buenrollista, así en términos generales, y en tiempos difíciles más…
Por lo que sea, pero no me moló. Salvo la música que me gustó, y los cuñados del novio de Barbie por lo menos al principio, porque luego se pusieron a bañarla como si fuera lo más normal del mundo, que me parecieron los más “normales” de la película, pero lo demás: Lars, la novia de plástico, la que parecía un ratón mecánico, el pueblo en masa que parecía poseído por esos entes extraños muy americanos que lo mismo hacen copia de la gente cuando se duerme, repueblan una ciudad con niños rubios de ojos fosforitos o tienen a toda una comunidad paseando y rifándose a una muñeca como si fuera lo mejor que les ha pasado nunca… En fin, respetable, vale, pero raroraroraro…
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