De las cuatro películas que realiza Max Ophüls en Estados Unidos, tres son verdaderas obras imprescindibles de la Hª del Cine: "Carta de una desconocida" ("Letter from an Unknown Woman"), "Atrapados" ("Caught"), y esta que aquí se comenta. La cuarta, "La conquista de un reino" ("The Exile"), siendo estimable, no posee la misma intensidad.

"Almas desnudas" ("The Reckless Moment"), es un magnífico melodrama con toda la estética y el contenido del cine negro y del thriller de intriga y de suspense, e interpretado por dos actores memorables, que crean unos personajes cargados de evolución psicológica, y con entidad social y moral contrapuesta, donde se llega a una redención por amor, con los que el espectador se identifica plenamente.

El film es de una depuración --y al mismo tiempo complejidad estilística, aunque aparente pura sencillez-- impresionante, con algunos maravillosos primeros planos de fantástica magnitud, y con una trama sobrecogedora y cercada por la tensión en la que flota un estilizado, y altamente onírico, romanticismo.

Una casi obra maestra --quizás necesitaría algo más de metraje para profundizar en el proceso sentimental de los dos protagonistas-- que recomiendo encarecidamente.

Sobresaliente.

Obra maestra del cine negro y del thriller psicológico, social y político. La obra cumbre del realizador Edward Dmytryk junto, para mí, con "Historia de un detective" ("Murder, My Sweet").

Basado --hay algunas diferencias de contenido-- en una novela del gran director y escritor Richard Brooks, se trata de un film de denuncia explícita sobre el odio visceral y la intolerancia ideológica, duro, seco y violento, envuelto en una atmósfera densa e inquietante. Y con unas actuaciones memorables de intérpretes asombrosos, desarrollando diálogos magníficos que definen a los personajes y los delimitan psicológicamente; también de forma vivencial y existencial.

La película se va abriendo paso dentro de una narración compleja, en la que se utiliza, alguna vez, el recurso del perspectivismo literario: contar un mismo acontecimiento desde distintos puntos de vista. Y todo ello aderezado por una estupenda fotografía en blanco y negro con estética expresionista.

Intriga, suspense, emoción e intensidad se dan cita en esta cinta de alta calidad y con plenitud de sobriedad de estilo.

Una joya, en fin, del cine negro, para disfrutar.

Thriller televisivo, en su vertiente de psicópata traumatizada, que intenta vengarse de una familia feliz por una tragedia sucedida en su infancia.

El film es similar, tanto en el contenido y estructura de la trama, como en la forma de concluir las incidencias, a otros de su misma categoría, con una nula calidad cinematográfica, un estilo altamente convencional, plagado de lugares comunes, ritmo narrativo plano, situaciones humanas rutinarias y personajes apenas definidos: solo son estereotipos que transitan sin evolucionar ni sostener, mínimamente, una progresión psicológica.

Por otra parte, en esta obra --como en casi todas las producciones de su índole--, no hay lugar para el misterio, la emoción, la intriga o la inquietud, características que deberían sobresalir en todo thriller de suspense que se precie.
Solo el trabajo --suavemente meritorio-- de la joven protagonista, Tiera Skovbye, y algunos planos en el marco de una piscina, salvan, un tanto, la función de esta obra construida para consumir y olvidar, ya que, en realidad, muy poco sucede durante todo su metraje: únicamente secuencias disgregadas que desembocan en un final sin tensión, manido y sin sorpresas.

Thriller televisivo que, sin ofrecer un tono especial y mostrando lugares y personajes comunes contemplados infinidad de veces, sí mantiene cierto interés gracias a un ritmo más sostenido que el de otros productos de su misma índole.

Todo se desencadena al rechazar, nuestra protagonista, la proposición de mentir sobre la autoría de un accidente para salvar la carrera judicial y política de, en el fondo, su psicópata prometido.

El desarrollo de la acción, aunque plano, si denota gotas de oficio de su director, lo que no es poco en estas películas destinadas a la pequeña pantalla, así como una correcta factura estética.
También se podría destacar algunos grados de tensión y suspense en las últimas secuencias aunque, el definitivo final, registre la blandura y rapidez a las que estamos acostumbrados.

Una cinta, en fin, que olvidaremos con rapidez pero que, durante su metraje, pasaremos --sin exagerar-- un rato cercano a una discreta diversión.

Con un guion poco menos que inexistente, un argumento aburridísimo (su monotonía y desprecio por la intriga es alarmante), un ritmo narrativo sin progresión, un sentido cinematográfico (o televisivo) muy mermado, una dirección simplona, unos personajes calcados a los de otros productos de la misma índole, con su endeble credibilidad y su acartonada psicología, se nos ofrece este blando thriller desarrollado en recintos muy comunes a los de este tipo de telefilms americanos (en este caso, y durante la mayor parte del metraje, el ya manido gimnasio y la ya trillada galería de arte) sobre un psicópata entrenador posesivo que intentará hacer imposible la vida sentimental de la protagonista a causa de un trauma de juventud. Todo ello aderezado con unas más bien desangeladas interpretaciones y algún diálogo de pretendida y no conseguida gracia.

Como puede comprenderse, con estos componentes nada bueno se puede esperar. Solo falta absoluta de sorpresa, tedio, incapacidad de encontrar un mínimo interés a la trama y la fútil esperanza de que el desenlace adquiriese –eso parecía sugerirse durante unos minutos– la buena dosis de suspense e inquietud que el género thriller demanda. Pero nada; el raso planteamiento argumental que cubría toda la película llega, sin concesiones, hasta su mismo final.