"El león del desierto" es una notable película con algunas gotas de excelencia, con aire a "cine de antes", a superproducción que mueve grandes masas de gentes y animales. Personalmente aunque me gusta mucho no la considero de 9 o 10 porque le sobra algo de metraje, no siempre se explica bien y en ocasiones pierde la equidistancia en pos de la complacencia con el Islam, si bien es cierto que los italianos no pintaban nada en África y si ya hoy resulta demencial defender la expansión imperialista, ya lo fue en su momento.

Siendo una producción estadounidense, el director fue un libio (por una crueldad del destino, muerto en un atentado de Al Qaeda en 2005) y contó con un importante aporte económico de Gadafi (cuando éste era "amigo" de EEUU) por lo que parece inevitable la idealización de Omar Al-Mukhtar (excelente Quinn, contenido pero poderoso) y la defenestración del gobernador Graziani (soberbio Reed, con esa mirada de fuego tan suya y esa misma intensidad actuando que bebiendo), ciertamente un fascista pertinaz y sanguinario, y la mala imagen de los italianos en general (aunque cuando no se cae en el maniqueísmo aparecen personajes que no se suman a la barbarie, como el de Raf Vallone, y otros). Aún así por esto último la película supuso un escándalo para Italia y hasta 1988 no circuló con libertad por las salas del país, y tampoco con mucha alegría (de hecho sólo hasta fechas muy recientes se ha podido ver sin trabas). Lógicamente en el "mundo musulmán" triunfó, desde luego por frases como "cuando estábais todavía en pañales, nosotros éramos los amos del mundo" que le espeta Quinn a Reed, algo que le puede decir un árabe a, por ejemplo, un estadounidense, con una historia tan breve, pero no a un italiano, con su pasado romano...

Yo diría que es una especie de "Lawrence de Arabia" con más dosis de violencia y sangre (brutales primeros planos de balazos en la nuca, ahorcamientos, etc) y menos poesía (aunque la hermosa banda sonora la firma también Jarre) así como con una visión mucho menos amable del colonialismo, a la que pueden sumarse espectaculares secuencias bélicas que beben de "Patton" y otras. Resultan impresionantes el desfile de los tanques Fiat al son de "Giovinezza", los bombardeos aéreos y las cabalgadas por el desierto, todo con una ambientación muy competente (rodada en Libia y en Roma), un diseño de producción estimable (ciertas escenas son calcadas de fotografías reales) y un fantástico reparto: aparte del gran duelo de los protagonistas, están los británicos John Gielgud y Andrew Keir, el estadounidense Steiger como el Duce, la griega Irene Papas en su clásico papel desgarrado y unos cuantos italianos capitaneados por el gran Raf.

Una de las grandes producciones de la etapa norteamericana de Miloš Forman. Al contrario que "Alguien voló sobre el nido del cuco" y "Amadeus" fue todo un fracaso comercial (la crítica en cambio sí la recibió bien y se le otorgaron algunos premios después de más de una veintena de nominaciones). Lo cierto es que "Ragtime" es toda una obra de arte, con una excelente ambientación, una maravillosa banda sonora, una excelsa fotografía y un aire a "peliculón de antes" (vestuario de categoría, decorados de impresión, cientos y cientos de extras) y supone zambullirse de veras en los primeros años del siglo XX en los Estados Unidos (el filme se sitúa entre 1906 y 1914), con diversas secuencias comparables a "Novecento", "El Padrino II" o "Érase una vez en América".

Por desgracia a la película le falta algo para ser redonda, no llega a ser genial. No sé si por la falta de concreción en algunos pasajes, o la inserción de tramas que aportan poco (como la del cineasta judío) o por el alargamiento de otras que se podían haber finiquitado más pronto (lo de la biblioteca), o por el comportamiento ilógico de los personajes, que no sé si se quería dar la impresión de que estaban casi todos realmente locos, dada su manera de proceder en los acontecimientos narrados. Pienso que así como la película es realista en la recreación histórica, no lo es en el modo de actuar de los personajes, resultando una mezcla extraña.

Por lo demás, un reparto extenso y compensado, con dos actores veteranísimos (82 años ambos) a la cabeza, caso del mítico James Cagney y Pat O´Brien, algunos ya maduros (James Olson, Moses Gunn, Kenneth McMillan) y una pléyade de jóvenes intérpretes luego famosos que aún no lo eran: Elizabeth McGovern, Jeff Daniels, Mandy Patinkin, Brad Dourif (20 años después fue el Gríma de "Las dos torres"), Debbie Allen, Robert Joy, Mary Steenburgen, Samuel L.Jackson, Frankie Faison, John Ratzenberger… uno de los protagonistas es el malogrado Howard Rollins, quien encarnando al triunfador pianista hizo el papel de su vida y de hecho fue nominado al Oscar.

"El patriota" es una de esas películas que he visto ya casi más veces que dedos tengo en la mano, revisionada anoche sin ir más lejos, y he de reconocer que, o ha envejecido o quien ha cambiado soy yo. Porque me sigue encantando pero le veo más las costuras.

Hace años ya la consideraba una americanada, con todas las letras, y en efecto lo es. Sin embargo, se eleva por encima de la mayoría, y no se puede comparar de manera simplista con otras infames películas de héroes yanquis.

Ciertamente, aparte de algo de metraje, le sobra más de uno, más de dos y más de tres discursitos, más de un primer plano de rostro-fervorosamente-comprometido-con-la-causa-americana, la situación de los negros está convenientemente barnizada y suavizada, no siempre es fiel a la historia y desde luego a ratos su maniqueísmo aflora.

A su favor cuenta con la hermosa fotografía de Caleb Deschanel, auténticos lienzos en ocasiones; con las vibrantes y detallistas escenas de batalla; con la evocadora banda sonora del maestro Williams; con los bellos parajes de Carolina del Sur; con la solidez de veteranos como el gran Tom Wilkinson, Chris Cooper o el francés Tcheky Karyo; con un Mel Gibson tan intenso como de costumbre, aunque a veces parezca William Wallace; y con un magnífico villano, para mí uno de los mejores del cine reciente: el cruel William Tavington, levemente basado en el sanguinario Banastre Tarleton (1754-1833), interpretado por un magnífico Jason Isaacs, en uno de los papeles de su vida.

Los ingleses protestaron, como hicieron con "Braveheart", "Rob Roy" o "El último mohicano", heridos en su orgullo por la mala imagen que de ellos se da. Ciertamente, nunca está de más recordar cómo se las gastaron en los tiempos de su imperio británico; a estas alturas de la historia no pueden pretender que nos sigamos creyendo que iban a la India, a África del Sur y a América únicamente a tomar el té y a galantear.
Además, siempre es un placer ver a Mel Gibson machacar ingleses.

Sin duda "Metrópolis" es uno de los hitos del cine mudo, junto a "El nacimiento de una nación", "Intolerancia", "El gabinete del doctor Caligari", "Nosferatu", "Amanecer" , "El acorazado Potemkin" y las películas del primer Chaplin, sin olvidarse de algunas de Buster Keaton y Harold Lloyd, y otras que no refiero por falta de espacio.

Pero la película de ese genio llamado Fritz Lang también es un mito del cine en general (ya sólo el título tiene aureola legendaria), con esas poderosas imágenes de la colosal arquitectura, el icónico "Ser-Máquina", sus efectos especiales o la trascendencia e influencia que ha tenido en toda la ciencia-ficción posterior, especialmente en las distopías robóticas.

Visualmente espectacular y arrolladora, fascinante en ciertos fragmentos, operística en otros, no es una película que pueda verse ni considerarse con nuestros ojos del siglo XXI, más bien creo que hay que hacer un cierto esfuerzo para creernos que estamos en 1927. Los descomunales decorados, la cantidad de extras, la calidad de los escenarios y la fuerza de la imagen denotan un trabajo extraordinario, cuyo valor se acentúa si tenemos en cuenta los 90 años transcurridos.

Ahora bien, en otros aspectos no ha envejecido tan bien. Al ser cine mudo los diálogos son escasos y la expresión facial lo es todo, por lo que hoy en día las interpretaciones del reparto se ven exageradas, chirriantes (con todo, es loable el duro trabajo que tenían que realizar estas gentes de los primeros tiempos del cine, cuando su voz no se escuchaba y debían decirlo todo con su cara y su mirada). Especialmente vodevilesca es la actuación de Gustav Fröhlich (Freder), siendo más contenido Alfred Abel (Fredersen) e incluso el gran Rudolf Klein-Rogge como el científico loco; mención especial para la bella y cautivadora Brigitte Helm, que realiza un gran trabajo en un doble papel que exigía expresividad, candor y arrestos para llevar un incómodo y pesado "traje".
Otra cuestión es el mensaje de la película, la ideología, por así decirlo. Realmente es un pastiche pues se suman las ideas "marxistas" del propio Lang con las más cercanas al nacional-socialismo de su por entonces mujer Thea Von Harbou; si a todo esto le añades cierta simbología judeo-cristiana plagada de referencias y enunciados bíblicos, te queda un producto algo estrafalario y que no ha aguantado bien el paso del tiempo. Si critico a "Novecento" por su sesgo y maniqueísmo, no puedo evitar decir los defectos de "Metrópolis". Es sabido que Lang, al huir del nazismo y de Alemania, rompió con su mujer nazi; principios del nacional-socialismo que también abrazarían Fröhlich y Klein-Rogge, no así Helm que se negó a ser utilizada por el partido y se exiliaría del país, no regresando hasta el final de la guerra.
Por cierto, he visto la "versión íntegra", de 153 minutos, la estrenada en Alemania. Pese a todo fue un fracaso comercial y sólo fue reconocida varios años después, aún así su director nunca tuvo cariño por ella (tal vez por las connotaciones que contiene). Ciertamente Lang tiene películas mejores.

Por último, el final es algo "flojo" para lo que uno espera después de una hora de apocalipsis en ciernes, pero en definitiva, "Metrópolis" es una de esas películas que hay que ver al menos una vez en la vida, aunque sólo sea por el poderío visual y la fascinación que suscita, 90 años después.

Ya he hablado en otras críticas sobre las "atresmediadas": series de impecable factura, conocido reparto, excesiva promoción, que aparentan más de lo que dan y que evidentemente son del grupo Atresmedia (Antena 3, La Sexta, etc). No se alejan demasiado de las producciones del rival Mediaset, con la diferencia de que en Atresmedia se autoconceden un punto más de calidad, de prestigio, sin saber exactamente por qué; bueno, al menos no hacen biopics edulcorados de la Pantoja o de Serrano Suñer.

Pues aquí tenemos otra "atresmediada" más, después de los cincuenta mil anuncios con música chula, y las favorables críticas supuestamente especializadas, que hablaban de que "La casa de papel" era revolucionaria, rompedora, casi cine, etc...El resultado es, y a no ser que cambie radicalmente en los siguientes capítulos, otra producción de calidad casi mediocre, pese a su espectacular cáscara, y pese a la morterada de euros que habrá costado.

Bastante caótica, no se sabe ni de qué va ni a qué juega, siendo un condumio de "Ocean´s Eleven"+ "Reservoir Dogs"+ "Cien años de perdón" + "Los hombres de Paco" + flipadas made in Atresmedia. Y el reparto, muy variopinto y bastante desigual, con caras bastante conocidas y de las cuales sólo salvaría al competente Pedro Alonso en su ya clásico papel de tipo oscuro. Alba Flores no sé qué hace, como el pipiolo de "A cambio de nada". Paco Tous al menos cambia de registro, pero luego está el tal "Profesor", supuesto cerebro, que resulta ridículo, aunque la "estrella" de la serie es Úrsula Corberó, en su ya clásico papel de chica enteradilla y explosiva que en el primer minuto ya ha salido en bragas y a la media hora ya ha estrenado la cama, y que como es habitual resulta menos creíble que los efectos especiales de los Power Rangers. Encima contamos con su voz en off, haciéndose la profunda.

Lo cierto es que no hay quien se crea, en general, a la serie. ¿Para esto tanto ruido?