You must be a loged user to know your affinity with decatur555
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

4,3
4.072
5
22 de mayo de 2025
22 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
A veces el problema no es lo mal que está hecha una película, sino lo poco que consigue importarte lo que está contando. Shutter, remake de un film tailandés que sí dejó huella en su día, cae precisamente en eso: una sucesión de sustos previsibles, personajes sin alma y una atmósfera que no llega a despegar. Todo resulta demasiado mecánico.
La premisa, al menos sobre el papel, tenía potencial. Un fotógrafo y su pareja descubren presencias fantasmales en sus fotos tras un accidente. Pero lo que podría haber sido una historia inquietante sobre culpa, trauma y fantasmas (en todos los sentidos), se queda en una repetición de clichés del J-horror, con apariciones que ya hemos visto mil veces y giros que no sorprenden a nadie.
Hay que reconocerle cierta solvencia técnica, y Rachael Taylor logra mantener algo de dignidad en medio del despropósito. Pero ni eso salva una película que nunca encuentra su propio ritmo, ni ofrece un verdadero sentido del terror. El desarrollo es torpe, la tensión apenas se construye, y el clímax llega tan tarde (y tan mal resuelto) que uno ya ha desconectado por completo.
Shutter no es terrible. Simplemente no aporta nada. En un género donde el espectador ya está curado de espanto, ofrecer solo un puñado de sustos reciclados y una historia sin alma no es suficiente. Se puede ver, sí, pero difícilmente se recuerda. Y lo peor que le puede pasar a una película de terror es que te deje indiferente.
La premisa, al menos sobre el papel, tenía potencial. Un fotógrafo y su pareja descubren presencias fantasmales en sus fotos tras un accidente. Pero lo que podría haber sido una historia inquietante sobre culpa, trauma y fantasmas (en todos los sentidos), se queda en una repetición de clichés del J-horror, con apariciones que ya hemos visto mil veces y giros que no sorprenden a nadie.
Hay que reconocerle cierta solvencia técnica, y Rachael Taylor logra mantener algo de dignidad en medio del despropósito. Pero ni eso salva una película que nunca encuentra su propio ritmo, ni ofrece un verdadero sentido del terror. El desarrollo es torpe, la tensión apenas se construye, y el clímax llega tan tarde (y tan mal resuelto) que uno ya ha desconectado por completo.
Shutter no es terrible. Simplemente no aporta nada. En un género donde el espectador ya está curado de espanto, ofrecer solo un puñado de sustos reciclados y una historia sin alma no es suficiente. Se puede ver, sí, pero difícilmente se recuerda. Y lo peor que le puede pasar a una película de terror es que te deje indiferente.
10
21 de mayo de 2025
21 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Han pasado años desde que vimos por última vez a Matt Murdock en la pequeña pantalla, pero Daredevil: Born Again demuestra que nunca se fue del todo. Esta nueva etapa del justiciero de Hell’s Kitchen es dura, cruda y, a ratos, desesperanzadora. Y precisamente por eso funciona. No pretende ser complaciente ni fácil de digerir: su objetivo es recordarnos que el mundo real pocas veces es justo, y que la corrupción suele ir un paso por delante de los ideales. La serie lo consigue.
Charlie Cox vuelve más contenido y abatido, mostrando un Murdock en guerra con su fe y su rabia. Pero quien sigue robando cada escena es Vincent D’Onofrio, cuyo Kingpin es ya un villano de culto. Imposible no desear que todo le salga mal desde el minuto uno. El guion potencia ese sentimiento, al mostrar cómo el poder se infiltra en todos los niveles, desde la política hasta los tribunales. A ratos la injusticia es tan aplastante que cuesta no llorar con algunas decisiones o traiciones. Pero ahí está la fuerza emocional de la historia.
Visualmente mantiene la estética sucia y cercana que hizo grande a la original. Las escenas de acción están bien resueltas, aunque sin alardes, y el ritmo es sólido, con apenas altibajos. El tono es más oscuro, más adulto, más político. Hay sangre, hay dolor, pero también hay verdad. Y eso, en un universo donde muchas series parecen perderse en el artificio, es de agradecer.
Born Again no será del gusto de todos. Algunos echarán de menos el tono más heroico o querrán ver más puñetazos por minuto. Pero esta serie va de otra cosa: de resiliencia, de perder y volver a levantarse, de luchar incluso cuando sabes que el sistema está en tu contra. Lo importante no es solo ganar, sino resistir.
Marvel, por fin, ha hecho algo que no se siente prefabricado. Y eso ya es una victoria.
Charlie Cox vuelve más contenido y abatido, mostrando un Murdock en guerra con su fe y su rabia. Pero quien sigue robando cada escena es Vincent D’Onofrio, cuyo Kingpin es ya un villano de culto. Imposible no desear que todo le salga mal desde el minuto uno. El guion potencia ese sentimiento, al mostrar cómo el poder se infiltra en todos los niveles, desde la política hasta los tribunales. A ratos la injusticia es tan aplastante que cuesta no llorar con algunas decisiones o traiciones. Pero ahí está la fuerza emocional de la historia.
Visualmente mantiene la estética sucia y cercana que hizo grande a la original. Las escenas de acción están bien resueltas, aunque sin alardes, y el ritmo es sólido, con apenas altibajos. El tono es más oscuro, más adulto, más político. Hay sangre, hay dolor, pero también hay verdad. Y eso, en un universo donde muchas series parecen perderse en el artificio, es de agradecer.
Born Again no será del gusto de todos. Algunos echarán de menos el tono más heroico o querrán ver más puñetazos por minuto. Pero esta serie va de otra cosa: de resiliencia, de perder y volver a levantarse, de luchar incluso cuando sabes que el sistema está en tu contra. Lo importante no es solo ganar, sino resistir.
Marvel, por fin, ha hecho algo que no se siente prefabricado. Y eso ya es una victoria.
8
19 de mayo de 2025
19 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
A estas alturas, resulta evidente que Jessica Jones fue una excepción dentro del universo Marvel televisivo. No es una serie de superhéroes al uso: lo suyo es el thriller psicológico con tintes de cine negro, protagonizado por una mujer que arrastra heridas profundas, un carácter corrosivo y una independencia que se convierte en su mayor escudo.
Desde su arranque, la serie deja claro su tono: crudo, melancólico, con una protagonista más interesada en sobrevivir al día que en salvar el mundo. A medida que avanzan las temporadas, ese enfoque se intensifica, dibujando un retrato cada vez más íntimo y real de una heroína marcada por el trauma. El ritmo puede no ser el de una montaña rusa, pero la evolución de Jessica es constante y siempre interesante.
Krysten Ritter logra una interpretación cargada de matices. Su ironía, su mirada cansada, la forma en que esconde el dolor tras una pose desafiante... Todo encaja. Y lo hace sin necesidad de exageraciones ni discursos grandilocuentes. Ritter convierte a Jessica en alguien cercano, humano, incluso cuando la trama roza lo fantástico.
Los personajes que la rodean también aportan mucho. Trish, Malcolm, Hogarth… todos tienen conflictos propios que enriquecen el relato y escapan de los clichés habituales. La relación entre ellos se transforma con el paso de los episodios, en un juego de lealtades, traiciones y segundas oportunidades que añade peso emocional a la historia.
El estilo narrativo es pausado, pero no por ello menos efectivo. Le da espacio a los silencios, a las miradas, a los momentos incómodos. Puede que a algunos les parezca que tarda en arrancar, pero ese ritmo forma parte de su identidad. No busca fuegos artificiales, sino profundidad.
Lo mejor es cómo aborda temas delicados con una madurez inusual para este tipo de series. Habla de abuso, culpa, adicción, autoestima, violencia... sin caer en dramatismos vacíos ni simplificaciones. Y todo sin dejar de ser entretenida, visualmente atractiva y con momentos de acción bien medidos.
En resumen, Jessica Jones es una serie valiente, con personalidad, que ha sabido contar una historia diferente dentro de un universo saturado de capas, poderes y explosiones. Una pena que Netflix cerrara su ciclo antes de tiempo. Ojalá Disney recupere este personaje, porque aún tiene mucho que ofrecer. Jessica no es una heroína al uso, y quizás por eso es una de las más necesarias.
Desde su arranque, la serie deja claro su tono: crudo, melancólico, con una protagonista más interesada en sobrevivir al día que en salvar el mundo. A medida que avanzan las temporadas, ese enfoque se intensifica, dibujando un retrato cada vez más íntimo y real de una heroína marcada por el trauma. El ritmo puede no ser el de una montaña rusa, pero la evolución de Jessica es constante y siempre interesante.
Krysten Ritter logra una interpretación cargada de matices. Su ironía, su mirada cansada, la forma en que esconde el dolor tras una pose desafiante... Todo encaja. Y lo hace sin necesidad de exageraciones ni discursos grandilocuentes. Ritter convierte a Jessica en alguien cercano, humano, incluso cuando la trama roza lo fantástico.
Los personajes que la rodean también aportan mucho. Trish, Malcolm, Hogarth… todos tienen conflictos propios que enriquecen el relato y escapan de los clichés habituales. La relación entre ellos se transforma con el paso de los episodios, en un juego de lealtades, traiciones y segundas oportunidades que añade peso emocional a la historia.
El estilo narrativo es pausado, pero no por ello menos efectivo. Le da espacio a los silencios, a las miradas, a los momentos incómodos. Puede que a algunos les parezca que tarda en arrancar, pero ese ritmo forma parte de su identidad. No busca fuegos artificiales, sino profundidad.
Lo mejor es cómo aborda temas delicados con una madurez inusual para este tipo de series. Habla de abuso, culpa, adicción, autoestima, violencia... sin caer en dramatismos vacíos ni simplificaciones. Y todo sin dejar de ser entretenida, visualmente atractiva y con momentos de acción bien medidos.
En resumen, Jessica Jones es una serie valiente, con personalidad, que ha sabido contar una historia diferente dentro de un universo saturado de capas, poderes y explosiones. Una pena que Netflix cerrara su ciclo antes de tiempo. Ojalá Disney recupere este personaje, porque aún tiene mucho que ofrecer. Jessica no es una heroína al uso, y quizás por eso es una de las más necesarias.
8
19 de mayo de 2025
19 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Luke Cage es una serie que tiene personalidad, ritmo, carisma... y también algunas contradicciones. No es solo otra historia de superhéroes, y eso se agradece. Desde el primer episodio deja claro que quiere hablar de poder, de identidad, de comunidad. Lo hace desde Harlem, con orgullo afroamericano, con una banda sonora que acompaña como un latido, y con un protagonista que impone sin necesidad de levantar la voz.
Mike Colter se mete en la piel de Cage con una presencia imponente. No necesita hacer mucho para transmitir seguridad. Pero ahí está también una de las rarezas de la serie: teniendo un personaje que puede tumbar paredes con una mano, cuesta entender que algunos villanos duren tanto o que haya combates que parezcan más igualados de lo que deberían. A veces da la sensación de que se fuerza el guion para que la tensión se mantenga, aunque eso implique olvidarse de lo que el protagonista puede hacer.
Aun así, lo que hace que Luke Cage funcione no son solo los puñetazos. Lo mejor está en los diálogos, en los conflictos personales, en esa mezcla de cine negro, blaxploitation y drama urbano que la hace distinta a cualquier otra entrega del universo Marvel-Netflix. Hay capítulos en los que casi se olvida que esto va de superpoderes, y no pasa nada. Es más: cuando se apoya en eso, gana.
También hay que reconocerle que mejora con el tiempo. La segunda temporada pule errores, explora más las relaciones y se atreve con dinámicas menos previsibles. No todo es perfecto: hay altibajos de ritmo, tramas que se alargan demasiado y algún que otro personaje desaprovechado. Pero en general, la serie sabe lo que quiere contar, y lo hace con estilo.
Otro de sus aciertos está en cómo refleja Harlem como un personaje más. La ambientación, la cultura, la música… todo construye un universo creíble, con identidad propia. Y eso no es fácil. De hecho, es probablemente la serie más coherente en ese sentido dentro de las producciones Marvel para Netflix.
No todos los enemigos están a la altura, eso es verdad. Hay momentos en los que uno se pregunta cómo alguien con tanta fuerza física tiene que esforzarse tanto para derrotar a rivales que, en teoría, no le llegan ni a la suela. Pero si se acepta el juego, si se compra la propuesta, lo demás fluye.
Luke Cage no será la serie más redonda del catálogo de Marvel, pero tiene algo que la hace especial. Es entretenida, sí, pero también quiere dejar huella. Y en muchas ocasiones, lo consigue. Aunque tenga sus tropiezos, tiene también momentos memorables, de esos que se quedan. Y en este tipo de producciones, eso no es poco.
Mike Colter se mete en la piel de Cage con una presencia imponente. No necesita hacer mucho para transmitir seguridad. Pero ahí está también una de las rarezas de la serie: teniendo un personaje que puede tumbar paredes con una mano, cuesta entender que algunos villanos duren tanto o que haya combates que parezcan más igualados de lo que deberían. A veces da la sensación de que se fuerza el guion para que la tensión se mantenga, aunque eso implique olvidarse de lo que el protagonista puede hacer.
Aun así, lo que hace que Luke Cage funcione no son solo los puñetazos. Lo mejor está en los diálogos, en los conflictos personales, en esa mezcla de cine negro, blaxploitation y drama urbano que la hace distinta a cualquier otra entrega del universo Marvel-Netflix. Hay capítulos en los que casi se olvida que esto va de superpoderes, y no pasa nada. Es más: cuando se apoya en eso, gana.
También hay que reconocerle que mejora con el tiempo. La segunda temporada pule errores, explora más las relaciones y se atreve con dinámicas menos previsibles. No todo es perfecto: hay altibajos de ritmo, tramas que se alargan demasiado y algún que otro personaje desaprovechado. Pero en general, la serie sabe lo que quiere contar, y lo hace con estilo.
Otro de sus aciertos está en cómo refleja Harlem como un personaje más. La ambientación, la cultura, la música… todo construye un universo creíble, con identidad propia. Y eso no es fácil. De hecho, es probablemente la serie más coherente en ese sentido dentro de las producciones Marvel para Netflix.
No todos los enemigos están a la altura, eso es verdad. Hay momentos en los que uno se pregunta cómo alguien con tanta fuerza física tiene que esforzarse tanto para derrotar a rivales que, en teoría, no le llegan ni a la suela. Pero si se acepta el juego, si se compra la propuesta, lo demás fluye.
Luke Cage no será la serie más redonda del catálogo de Marvel, pero tiene algo que la hace especial. Es entretenida, sí, pero también quiere dejar huella. Y en muchas ocasiones, lo consigue. Aunque tenga sus tropiezos, tiene también momentos memorables, de esos que se quedan. Y en este tipo de producciones, eso no es poco.
10
19 de mayo de 2025
19 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Hay algo en The Punisher que toca una fibra que otras series de Marvel no alcanzan ni rozando. No tiene poderes, ni trajes, ni juegos cósmicos. Tiene ira. Tiene dolor. Y tiene una sed de justicia —o venganza, según quién mire— que conecta con esa parte oscura que todos llevamos dentro y que a veces desearía poder hacer lo que Frank Castle hace sin pensar en consecuencias. Porque sí, hay momentos en que el castigo debería ser tan brutal como el crimen.
Jon Bernthal se convierte, literalmente, en el personaje. No actúa a Frank Castle: lo encarna. Sus silencios pesan, su mirada dice más que muchas líneas de diálogo y su rabia es tan creíble que duele. Desde el primer episodio queda claro que no estamos ante un héroe, sino ante un hombre roto que ha elegido seguir adelante rompiendo aún más cosas por el camino. ¿Es admirable? No siempre. ¿Es comprensible? Sí. Y ahí es donde la serie te atrapa.
A diferencia de otras series del universo Marvel en Netflix, esta no necesita a Daredevil o a Jessica Jones para sostenerse. The Punisher se construye sola, con un ritmo más contenido, pero también con más intención. Sí, hay capítulos que podrían durar menos. Y sí, en la segunda temporada a veces se enreda más de la cuenta. Pero hay una profundidad emocional que no se ve en todas partes: culpa, trauma, justicia personal. Y sobre todo, consecuencias.
Lo que más impresiona es que, entre tanta sangre y balas, hay espacio para hablar de lo que pasa después de la guerra, del abandono a los veteranos, del dolor que no se cura y de la violencia que engendra más violencia. A veces el discurso se pierde entre tiroteos, pero la intención está. Y eso hace que The Punisher no sea solo una serie de acción, sino también una historia sobre el daño invisible.
Puede que no sea para todos. Hay quien la encontrará excesiva, repetitiva o demasiado oscura. Pero para quienes conectan con su brutal honestidad, es una experiencia que va más allá del entretenimiento. Es incómoda, sí, pero también catártica. Y no hay duda de que sin Jon Bernthal, esto no funcionaría igual.
Porque lo que The Punisher plantea no es si Frank Castle tiene razón. Lo que plantea es si tú, viéndolo, serías capaz de hacer lo mismo. Y aunque la respuesta sea no… a veces, muy en el fondo, te gustaría que alguien como él existiera. Y eso es lo inquietante. Y lo fascinante.
Jon Bernthal se convierte, literalmente, en el personaje. No actúa a Frank Castle: lo encarna. Sus silencios pesan, su mirada dice más que muchas líneas de diálogo y su rabia es tan creíble que duele. Desde el primer episodio queda claro que no estamos ante un héroe, sino ante un hombre roto que ha elegido seguir adelante rompiendo aún más cosas por el camino. ¿Es admirable? No siempre. ¿Es comprensible? Sí. Y ahí es donde la serie te atrapa.
A diferencia de otras series del universo Marvel en Netflix, esta no necesita a Daredevil o a Jessica Jones para sostenerse. The Punisher se construye sola, con un ritmo más contenido, pero también con más intención. Sí, hay capítulos que podrían durar menos. Y sí, en la segunda temporada a veces se enreda más de la cuenta. Pero hay una profundidad emocional que no se ve en todas partes: culpa, trauma, justicia personal. Y sobre todo, consecuencias.
Lo que más impresiona es que, entre tanta sangre y balas, hay espacio para hablar de lo que pasa después de la guerra, del abandono a los veteranos, del dolor que no se cura y de la violencia que engendra más violencia. A veces el discurso se pierde entre tiroteos, pero la intención está. Y eso hace que The Punisher no sea solo una serie de acción, sino también una historia sobre el daño invisible.
Puede que no sea para todos. Hay quien la encontrará excesiva, repetitiva o demasiado oscura. Pero para quienes conectan con su brutal honestidad, es una experiencia que va más allá del entretenimiento. Es incómoda, sí, pero también catártica. Y no hay duda de que sin Jon Bernthal, esto no funcionaría igual.
Porque lo que The Punisher plantea no es si Frank Castle tiene razón. Lo que plantea es si tú, viéndolo, serías capaz de hacer lo mismo. Y aunque la respuesta sea no… a veces, muy en el fondo, te gustaría que alguien como él existiera. Y eso es lo inquietante. Y lo fascinante.
Más sobre decatur555
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here