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Críticas de Paco Silva
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
1
26 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es el cine? Para muchos espectadores, es un entretenimiento del que esperan una buena historia, una postura respetable e inofensiva. El cine es un medio al que he estado expuesto casi desde la cuna, y si bien no reflexioné sobre el tema cuando tenía 3 años y vi por primera vez 'El rey león', a lo largo de los años he llegado a una conclusión nada original sobre el propósito del medio cinematográfico. Como señalaba Roger Ebert, las películas son una máquina de empatía, que te permite ver a personas ordinarias y extraordinarias y compartir sus emociones a través de sus aventuras y desventuras.

¿Qué pasa cuando los personajes no son personas, sino animales? Esta es una de las claves de los primeros clásicos animados de Disney. Puede que los protagonistas de películas como 'Bambi' o 'Dumbo' ni siquiera hablaran, pero desprendían humanidad en su lenguaje corporal o sus expresiones. El estudio consiguió que incluso un objeto de madera conectara emocionalmente con millones de personas. Desde entonces, la animación ha sido un medio ideal para humanizar a cualquier tipo de ser vivo.

En el cine de ficción de imagen real, los animales casi siempre han funcionado como mcguffins, porque el foco suele estar en los personajes humanos. Steven Spielberg ha dirigido algunas de las películas más memorables en las que los animales parecen ser el foco de atención: 'Tiburón, 'Parque Jurásico', 'War Horse' e incluso podríamos hacerle hueco a 'E.T.'. Pero realmente todos esos films tienen en común que la figura del animal es un vehículo para contar historias sobre personas. El único campo en el que el animal es el protagonista total de una producción audiovisual de imagen real es en los documentales de naturaleza.

En apariencia, 'El rey león' de Jon Favreau podría ser el documental animal más caro jamás filmado. Hace justicia a los animales reales en el sentido de que ninguno de los personajes de esta película transmiten emoción alguna con sus rostros o cuerpos. Sin embargo, estos animales no son reales, están creados por ordenador, pues están al servicio de una ficción. 'El rey león' no es una historia sobre una manada viviendo en una localización exótica de la sabana africana, sino un relato musical a la vez trágico y emotivo, además de profundamente humano, ya que está inspirado en una de las historias de Shakespeare, apodado "el inventor de lo humano". Por lo menos era así en la versión original, que fue la primera producción animada original de Disney.

Si hay una palabra que no define esta puesta al día del clásico es precisamente "original". Todo lo que vemos aquí es un refrito del camino ya trazado en 1994 en una de las mayores exhibiciones de poca vergüenza que he visto en una película. No hay ningún aliciente para ver la producción de Jon Favreau sobre la original, y sí muchas cosas que hace peor. A pesar de venderse como un "live-action", este remake es una película animada por ordenador en la que los personajes no tienen alma. Además, al no contar con ningún tipo de estilización o diseños, sus personajes pierden todo su carisma. Los números musicales tienen cero imaginación visual, y consisten en animales moviéndose y hablando con la misma expresión inerte que tienen siempre en los ojos.

Me cuesta pensar que ni siquiera alguien que no haya visto la versión animada de 'El rey león' encuentre algún tipo de valor estético en esta adaptación. Jon Favreau cocina uno de los productos cinematográficos más horripilantes jamás concebidos, que olvida el encanto de la obra original y se conforma con ser una recreación fotorrealista de una historia diseñada para ser estilizada, algo en lo que incluso el musical de Broadway le gana por goleada. He podido ver ese musical (como toda España), y solo el primer número tiene más mérito y emotividad que toda esta producción anticinematográfica.
Paco Silva
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7
26 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante lo que es, a efectos prácticos, el piloto de 'Curb Your Enthusiasm', la única serie de la llamada era dorada de HBO que todavía sobrevive. La premisa es sencilla: seguir a Larry David, co-creador de 'Seinfeld' y unas de las voces cómicas más relevantes de los últimos 30 años, mientras lidia con asuntos cotidianos y de trabajo en el contexto del mundo del "show business".

Aquí vemos la bases de una serie que tenía claro que quería ser desde el principio. Ya está a pleno rendimiento la estructura habitual de un episodio, en el que varias situaciones aparentemente aisladas acaban enredándose y dejando en una mala posición a David, que suele ser el principal culpable por su condición de mentiroso compulsivo o persona con poco tacto y a la vez de piel fina. El sentido del humor de 'Curb Your Enthusiasm' comparte rasgos con el de 'Seinfeld', que a la vez tenía mucho de Woody Allen, pero está más centrado en las situaciones incómodas y el humor implícito. Por tanto, se podría considerar a Larry David como uno de los padrinos de la comedia "cringe", uno de los subgéneros cómicos más apreciados de los últimos años.

El principal problema de este especial es que el formato es ideal para un episodio de apenas 30 minutos, pero en una hora se tejen demasiadas subtramas y situaciones como para que el remate de todos los chistes sea efectivo. Tampoco me agrada demasiado el hecho de que rompan la cuarta pared para convertir el especial en un documental falso, principalmente porque eso no afecta a las situaciones o a las elecciones de David de ninguna manera. Las entrevistas con personas relacionadas con el protagonista tampoco aportan nada, y solo sirven para reforzar y subrayar lo que las imágenes dicen por si solas.

Viendo este especial, es obvio que Larry David ya tenía los cimientos adecuados para empezar su serie. El sentido del humor, su retrato autodespreciativo, los personajes secundarios habituales que ofrecen el contrapunto simpático (su mujer y su mánager) y la estructura. Solo faltaba retocar unos pocos elementos para dar con la fórmula de una de las comedias más relevantes del último cuarto de siglo. Como piloto es un éxito indudable.
Paco Silva
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8
21 de octubre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que nos encontramos aquí no es una película al uso. Este film es el seguimiento de un caso real y las dos horas y media que dura se centra principalmente en el caso, pero no creáis que solo es eso, también tenemos un seguimiento y evolución de unos personajes magníficos dibujados a la perfección por Fincher (aunque debido al tiempo pasado desde la magnifica primera escena hasta la perfecta escena final es casi obligado, pues las separan veintidós años).

Es sorprendente que para ser una película tan larga no se haga aburrida ni pesada, cierto que tiene sus detractores por esos motivos, pero a mí me pareció que necesitaba esa duración, pues se trata un caso muy complejo lleno de detalles, y Fincher consigue que el film comparta esos adjetivos. Su mano se nota en muchos momentos de la cinta, desde giros inesperados que recuerdan a El club de la lucha, hasta las contantes lluvias sobre la ciudad, una de las principales características de su obra cumbre, Seven, sin olvidar ese momento de angustia sufrido por Gyllenhaal (y debido a la tensión latente, también por el espectador) que nos transporta a La habitación del pánico

En cuanto al guión, podemos decir que es bastante bueno, que se basa en el libro que el personaje de Gyllenhaal, en una actuación memorable, empieza a crear a partir de la segunda mitad de la producción. La obsesión de este personaje es algo que une todas las partes importantes de la película, podría decirse que es el tema principal de la misma. Los personajes de Ruffalo y Gyllenhaal se obsesionan con el caso, en ese orden, Zodiac está obsesionado con matar y el personaje de Downey (breve, pero intenso) se acaba casando con la bebida.

En conclusión, se trata de una película que no solo trata un caso, sino que explora el alma de los implicados y saca a relucir lo más podrido y feo de estas personas, sin dejar de lado sus principales virtudes, algo que Fincher sabe hacer como pocos y que da una personalidad propia a sus películas. No podemos decir que se trate del mejor film de Fincher, pero tampoco está entre sus obras menores, en mi opinión podría competir con El curioso caso de Benjamin Button por el tercer puesto de una filmografía intachable. Y que haga muchas más.
Paco Silva
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7
3 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta casi inconcebible que estemos ante una obra cercana a celebrar su primer siglo de existencia. Estrenada un año antes de que 'El cantor de Jazz' revolucionara el cine con la llegada del sonido sincronizado, 'A Page of Madness' le bastan las imágenes para escribir su propia entrada en la historia del medio, en concreto en la sección dedicada al cine de género e incluso del cine japonés.

El expresionismo alemán ya estaba establecido como movimiento en 1926, y es indudable que films como 'El gabinete del Doctor Caligari' influenciaron al futuro ganador de la Palma de Oro Teinosuke Kinugasa, pero el director lo somete a un filtro indudablemente japonés que demostró que se puede hacer terror aprovechando la herencia cultural de cada país. Es una lección importante, sobre todo ahora que la mayoría de films de género que alcanzan notoriedad mainstream suelen ser anglosajones y juegan con temas similares, arquetipos de personajes, y prácticamente lo único que cambia es la tecnología que les rodea. Dicho de otra forma, son productos estándar prefabricados.

'A Page of Madness' planta la semilla que más tarde germinaría en obras como 'El más allá' o 'Onibaba', en las que el rico folklore japonés alimenta el terrorífico imaginario. Y digo semilla porque un psiquiátrico no es un lugar intrínsecamente japonés, como tampoco lo es el juego experimental de las superposiciones y el montaje, o la dinámica de claros y oscuros, pero la cultura japonesa parecía más abierta a tratar la salud mental de una forma menos estilizada que 'Caligari'. Es un film feo, con una narrativa no del todo clara (he leído dos sinopsis que no se ponen de acuerdo sobre la motivación del nuevo empleado del psiquiátrico). La decisión de no usar intertítulos es valiente, pero su narrativa visual está lejos de ser impoluta. Si comparamos con obras como 'Ménilmontant', realizada el mismo año y que tampoco recurre al diálogo, el film de Dimitri Kirsanoff gana por goleada.

A pesar de sus defectos, esta sigue siendo una película fundamental para entender los orígenes del terror psicológico que se desarrollaría más tarde tanto en Japón como en otras partes del mundo, y también se mantiene como una lección importante para cualquier director. Atrévanse a romper con lo establecido. Déjense abrazar por la locura de la creación.
Paco Silva
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4
28 de septiembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que se haya documentado un poco sobre el tema sabe que Peter Jackson es un gran cinéfilo. Se puede palpar en sus propias películas, como el remake de 'King Kong' o su falso documental 'La verdadera historia del cine'. Incluso puede apreciarse en ciertos momentos de su obra, como las referencias visuales a 'Kagemusha' o 'Los nibelungos' en 'El señor de los anillos'. Por todo esto, Jackson debería ser consciente de lo que supone titular tu película en base a una batalla.

La inmensa mayoría de obras canónicas del cine épico no tienen la palabra batalla en su título. La razón es sencilla: una batalla no es el corazón de una narrativa. El corazón está en los personajes y la forma en la que sus conflictos interiores y arcos se exteriorizan en forma de temibles enemigos a los que se enfrentan. Sí, 'La batalla de los cinco ejércitos' tiene mucho metraje dedicado a una batalla competente, y si tu idea de cine épico es ver a hordas de soldados y monstruos machacándose, saldrás satisfecho de este visionado. Pero a esta batalla le falta corazón, y es obvio desde el momento en el que empieza a manos de un personaje que hace su primera aparición en la trilogía.

Tampoco tiene una buena estructura ni es particularmente inteligente en su puesta en escena. Es caótica y los golpes de efecto se consiguen a través de momentos aislados, y no a través del flujo natural del combate. Por recurrir al ejemplo más fácil en este caso, las batallas principales de 'Las dos torres' y 'El retorno del rey' se podrían considerar asedios más que batallas. Grandes masas de enemigos ponían a los protagonistas entre la espada y la pared, literalmente en el caso del Abismo de Helm y Minas Tirith. La estructura de estos conflictos era similar: los buenos parten de una situación en desventaja a la que se enfrentan con valentía. A última hora y de forma épica aparecen los aliados, que decantan el resultado de la batalla. Es una estructura sencilla a más no poder pero que surte efecto porque es coherente y por las pinceladas de pequeños momentos entre personajes esparcidos por el campo de batalla.

¿Qué hay en 'La batalla de los cinco ejércitos' que rivalice con el momento en el que Eowyn empala con su espada en el rostro del Rey Brujo? Es la mejor culminación de un arco posible para ese personaje. Comparémoslo directamente con el del único personaje femenino de la nueva trilogía, y a la vez el más polémico, Tauriel. No soy de los que critican cualquier cosa que no aparezca en la mitología de Tolkien, ya que entiendo los procesos de una adaptación y de hecho creo que Jackson hizo una de las mejores labores en ese aspecto con la trilogía original. Pero Tauriel solo tiene valor en la historia como interés romántico para Legolas y Kili. Este último no ha aportado nada a la compañía principal más allá de ser el enano guapo. Si la intención es contar una historia sobre el poder de un amor capaz de derribar los muros de los prejuicios y las razas, Jackson se queda con la versión más simplista y superficial de esa representación.

Mencionaba antes a Legolas y tal como adelanté en el anterior comentario, lo prometido es deuda, así que hora de reseñar sus proezas, que es lo único que aporta su personaje a esta historia. El equipo de efectos especiales podría haber sustituido a Orlando Bloom por su doble o por CGI y apenas se notaría. Esta interpretación del personaje sería demasiado exagerada hasta en los 'Looney Tunes'. Los cinco ejércitos son los humanos, los elfos, los enanos, los orcos y Legolas. De sus decenas de hazañas, me quedaría con dos. La primera, cuando salta entre piedra y piedra de un puente derrumbándose. La segunda, cuando decapita a decenas de enemigos mientras vuela boca a abajo en las garras de un ave enemiga. Al final de la batalla, no tiene ni un rasguño ni un pelo mal puesto. Legolas encapsula todo lo que está mal en las escenas de acción de 'El Hobbit', y a las pruebas me remito.

Llegado a este punto, nos tenemos que preguntar lo mismo que con la anterior película. ¿Qué es lo bueno? Para empezar, la secuencia inicial de Smaug incinerando Esgaroth y el momento heroico de Bard. Es un bello momento intergeneracional, pues la hazaña se completa gracias al trabajo previo del padre, representado por la flecha, Bard, el lanzador, y su hijo, en cuyos hombros carga parte de la responsabilidad. La otra subtrama de interés es la Thorin, que le acaba convirtiendo en una figura trágica al estilo de Boromir. Esto es una audaz jugada narrativa de Jackson, consciente de que los paralelismos con Aragorn eran los más obvios al principio.

Bilbo tiene más que hacer en este final que en 'La desolación de Smaug', aunque tampoco tiene un arco narrativo claro. No es un elemento importante de la batalla homónima, pero la forma en la que Freeman vende el shock de las consecuencias del combate es mi momento favorito de todo el conflicto. El plano largo que contrasta a un Bilbo cabizbajo y un Gandalf cansado encendiéndose una pipa es de esos que no necesitan palabras para transmiten el mensaje sin enunciarlo.

No puedo evitar quedarme con un sabor amargo después de revisitar esta trilogía que disfruté en su justa medida en cines hace casi una década. No es malo tomarse libertades a la hora de adaptar un cuento con el que acostar a los niños en el transcurso de varias noches. El problema es dedicarle más de una hora a narrar una sección del libro de 4 páginas (en mi edición) y pasarse gran parte de esa hora imitando efectos de sonido. Hay cosas que es mejor dejar a la imaginación, y eso Tolkien lo entendía bastante mejor que Peter Jackson.
Paco Silva
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