Pocas veces el cine ha logrado captar como en este filme la fragilidad, banalidad e intrascendencia de la existencia. No pasa nada, como en la vida, pero las lágrimas brotan, lastimosas y tenés un nudo en la garganta. Así la ví yo, con un nudo en la garganta, testigo de como esta película maravillosa nos transmite la angustia del tiempo, la soledad que no es la simple soledad en una ciudad ajena sino en un universo ajeno, que no es más que un sueño, sueño del que atrapamos fragmentos, espejismos, reflejos, deseos imposibles y destellos de felicidad, atisbos del paraíso perdido. En mi humilde opinión es simplemente una película metafísica, que nos habla en un susurro de lo inexplicable de la existencia. Murray y Johansson están perfectos, su relación es puro amor, sin por qué y sin destino, un tibio encuentro entre un hombre y una mujer, entre un padre y una hija.

Es verdad que tiene mucho más de típica película de suspenso británica y muy poco de cine negro, lo cual no está mal, nada mal. La violencia no se ve, la relación entre los personajes es sutil, no hace falta decir mucho y tiene una fuerte carga sexual pero marcada entre líneas. Pero lo sumamente recomendable es la actuación extraordinaria de Robert Montgomery, infantil, sádico, burlón, psicótico,misterioso. Su nominación al Oscar fue realmente merecida. La Russell perfecta como siempre y Dame May Whitty está que se sale en su papel de viejecilla tiránica que cree haber encontrado en el "encantador" Dany su asistente perfecto, la felicidad de su vejez. Ja.

Bellísimo filme en el cual con gran sutileza y como al pasar nos enfrentan sentimientos muy profundos: amor, pasión, resentimiento, envidia, desarraigo, apenas marcándolos con miradas y gestos. Un amor imposible, un país extraño, bello y terrible, el exotismo del delta del Mekong que arrastra vida y muerte hacia el mar, una pareja rara -el elegantísimo chino y la adolescente apasionada y curiosa que aún no sabe amar-. Un soberbio ejercicio de estilo que nos deja una gran melancolía.

La serie me resultó sumamente entretenida, desde ya que no pretende ningún tipo de reconstrucción histórica, el vestuario es imposible, ciertos personajes están absolutamente fuera de época -las rarísimas luchadoras "ninja" que se suponen vienen de Tierra Santa, el maestro de armas negro, etc.- pero tiene a su favor un dúo de villanos magnífico: Keith Allen como el sheriff de Notthingam, malísimo, ocurrente, irónico y el guapísimo Richard Armitage como su lugarteniente, Guy de Gisborne, que nos deja a las damas en estado hipnótico. Por supuesto el final de la segunda temporada es un absoluto anticlímax y por lo menos a mí me quitó las ganas de ver la tercera temporada.

Que dudas quedan que Douglas Sirk es un gran director. Su puesta en escena es impecable, el color deliciosamente irreal nos remite a una especie de cuento de hadas y de brujas para adultos. Pero lo que quiero destacar es su odio a los hijos -también notable en otro magnífico melodrama Siempre hay un mañana-, hijos castradores, egoístas, mediocres, hasta malvados y pérfidos que arruinan la vida a sus padres. Una visión por cierto nada idílica de lo que puede ser la familia como trampa.