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Estados Unidos Estados Unidos · Manchester-by-the-Sea
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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26 de diciembre de 2018 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, la idea de que exista una versión española de esta historia resulta innecesaria si lograste ver en su día la original: «Perfetti sconosciuti», de Paolo Genovese. Es exactamente igual (situaciones, diálogos, planificación) al otro desvergonzado producto italiano que, por no tener, no tuvo ni un minoritario circuito de exhibición en nuestro país. La única diferencia es el reparto, sustituido ahora por actores españoles que parecen caricaturas de los personajes italianos. Virgen santa, ¿el pelo de Pepón Nieto es necesario? ¿Y que la quinceañera sea interpretada por una Beatriz Olivares en la treintena tiene algún oculto sentido?

Y dicho esto queda lo demás. Que, por encima de cualquier consideración más precisa, es básicamente lo mismo. El director español se limita a clonar, calcar más bien, algo que ya era formalmente un perfecto divertimento teatral. Ahora, eso sí, dejando la sutileza de los personajes de Genovese de lado. En su sentido más riguroso. Todo es tosco y predecible en la versión patria. Y el único cambio de guión que se introduce, allá por el desenlace, desmerece en todo la propuesta original.

De la Iglesia debería replantearse su cine. Siempre acaba creando situaciones tontas y escenarios inverosímiles pasados de rosca. «Perfectos desconocidos» termina siendo un proyecto sin personalidad con un desenlace totalmente indigesto, como la cena.

(Boyero, acuéstate).
13 de julio de 2015 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que Conducta cuenta una historia que podemos considerar trillada, manida, resobada. Todo ya nos lo han contado antes: niños provenientes de los entornos más marginales posibles, un ambiente familiar hostil y difuso, y “algo” o “alguien” que aparece en ese mar de incertidumbre como bote salvavidas cuando ya todo parecía perdido.
Me parecen sorprendentes las similitudes (no solo ya en el cartel) entre el Billy Casper de Kes (Ken Loach, 1969) y el protagonista de Conducta (maravillosamente interpretado por Armando Valdés Freire).

Conducta nos habla de la importancia de la educación (que sabemos es uno de los grandes emblemas de la revolución castrista) y del hastío de un pueblo asfixiado por un sistema que les impide avanzar; porque recordemos que la cinta es un retrato de la Habana Vieja, la Habana más pobre, esa que forma parte de la hermosa isla caribeña de calles sin asfaltar y coches de otra época, en la que un niño de once años llamado Chala tiene que lidiar con una madre toxicómana, un padre ausente y una vida familiar escasa, por no decir nula. Evidentemente, la escuela de conducta (eufemismo utilizado para referirse al reformatorio de toda la vida) es la mejor opción. Pero ¿para quién? Esa es la gran pregunta que plantea Carmela (extraordinaria actuación de Alina Rodríguez), la veterana maestra de nuestro niño protagonista que se opondrá a su ingreso aún a riesgo de jugarse el puesto. Y es que Chala se merece una oportunidad como todo hijo de vecino. Es una víctima de las circunstancias, ella lo sabe y nos lo repite hasta la saciedad, a nosotros y a quien se le ponga por delante.

La película es fiel reflejo de esa realidad cubana presa de una legislación arbitraria y restrictiva que se ampara en un socialismo equivocado repleto de prohibiciones y tabúes. Interesante invitación a la reflexión la escena en la que Yeni, compañera y primer amor de Chala, coloca una estampita religiosa en el mural político del aula provocando un tremendo tira y afloja entre nuestra querida Carmela y los demás burócratas rastreros, que la invitan (obligan) a quitarla, respondiendo ella fielmente a sus principios revolucionarios cual china en el zapato: “lo que pasa es que [la estampita] tiene que irse con la misma naturalidad con la que llegó”. ¡Dejen de forzarlo todo y hacer difícil lo fácil, señores! Las cosas entran y salen mejor sin presión (leo entre líneas).

Con todo, Conducta es una película atrevida, dura, inspiradora, que bebe de ese cine social que revolucionó la cinematografía cubana en los noventa [Fresa y Chocolate (Tomás G. Alea & Juan Carlos Tabío, 1993)] y que llena el vacío que deja la propaganda oficial. Muy recomendable. Y sí, en todas partes hacen falta muchas Carmelas.


Laura Montesinos.
Crítica para 12criticossinpiedad.blogspot.com.es
9 de diciembre de 2018
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Skate Kitchen» (EEUU, 2018) es una película dirigida y coescrita por Crystal Moselle. Supone su debut como directora de ficción después del alucinante WTF documental ganador de Sundance 2015 «The Wolfpack».

La cinta arranca con Camille (maravillosa Rachelle Vinberg), una solitaria adolescente de Long Island que tras sufrir un accidente con su skate, es intervenida quirúrgicamente. Su madre, al enterarse de esto, le hace prometer que no volverá a patinar. La tensión con su progenitora y la necesidad de subirse a una tabla, la obligan a explorar nuevos territorios. Es entonces cuando contacta vía Instagram con un grupo de skaters de NYC a las que conocerá en una quedada de “girls skate sesh” (sesión de skate para chicas) en el Lower East Side.

La facilidad con la que Camille hace piña con sus nuevas amigas es uno de los atractivos de la historia. Pero su gran baza reside en constatar, a través del autodescubrimiento, ese período de convulsos cambios físicos y de desconocimiento del cuerpo femenino que nos obliga a las mujeres a aprender cómo funciona la regla o de qué endemoniada forma se pone una un tampón. Ese período en el que cuestiones como la búsqueda de la identidad, la pertenencia a un grupo, el sexo, la feminidad o la familia son aún zonas en conflicto. Supone un retrato de la adolescencia en el mundo de la subcultura del skateboarding a años luz del «Kids», el «Ken Park» o el «The smell of us», de Larry Clark.

Una de las grandes virtudes de «Skate Kitchen» es la honestidad con la que Moselle retrata el universo femenino en esa etapa fronteriza que separa la adolescencia del mundo adulto. Otro de sus aciertos es su vibrante estilo narrativo. Las escenas de las chicas haciendo “trucos” por las calles de Manhattan están maravillosamente filmadas y musicalizadas, descubriéndonos una nueva generación de mujeres más liberadas, más esperanzadas y mucho más empoderadas.
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