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Críticas ordenadas por utilidad
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5,2
5.360
5
2 de noviembre de 2005
2 de noviembre de 2005
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
La idea es sugestiva: una crónica de la Historia reciente desde el punto de vista del microcosmos –aunque no tan micro– de la movida en su presunta variante punk. Lo de “presunta” lo digo porque, más allá de la pose y lo meramente estético, en El Calentito yo veo muy poco punk.
Con buen criterio, Chus Gutiérrez ha elegido el que, para mí, es el momento culminante y más significativo de lo que se ha llamado la Transición… En efecto, ni la muerte de Franco, ni la aprobación de la Constitución: el 23-F supuso la consolidación de ese engendro llamado monarquía parlamentaria, la legitimación de un régimen gracias a la escenificación mediática de un golpe de Estado. No hay más que ver, en la película, con qué alborozo los presuntos punkis celebran las palabras del Rey de España… Realmente chocante, ¿no? No cabe duda de que es el mejor momento de El Calentito. También están esas imágenes documentales de los militares en la calle, amenizadas por el Quiero ser santa de Parálisis Permanente, o las escenitas domésticas que padece la protagonista, Sara, a manos de su madre, principalmente, que sintetizan muy bien el espíritu del momento.
La ambientación es convincente, empezando por los conciertos, la música, las letras, las voces, las coreografías, etc. Como dice la directora, Las Siux podrían perfectamente haber existido en ese tiempo y lugar. Resulta muy irónico que las cantantes tengan bajo contrato a las músicas, a las que no consideran parte del grupo. Lógicamente, el “punk” reproduce a pequeña escala los esquemas de explotación propios del sistema del que forma parte. Pero no sé si Gutiérrez, directora y co-guionista, ha sido consciente de ello o si es una simple argucia del guión para justificar la posterior y nada sorprendente (excepto, claro, para las cretinas protagonistas) “traición” de sus empleadas. Es una pena que la película no haya profundizado un poco más, porque apenas sabemos nada acerca de éstas, las auténticas pringadas del relato, y así la película queda coja. Ésa es la impresión general que deja El Calentito: se ha profundizado poco. Se echa en falta más sentido crítico, más comedia negra, más mala hostia: más punk, en suma. El tema se prestaba a ello. Pero la película, como la propia movida, ha quedado autocomplaciente, superficial y bastante tontita. No vaya a molestarse alguien.
Con buen criterio, Chus Gutiérrez ha elegido el que, para mí, es el momento culminante y más significativo de lo que se ha llamado la Transición… En efecto, ni la muerte de Franco, ni la aprobación de la Constitución: el 23-F supuso la consolidación de ese engendro llamado monarquía parlamentaria, la legitimación de un régimen gracias a la escenificación mediática de un golpe de Estado. No hay más que ver, en la película, con qué alborozo los presuntos punkis celebran las palabras del Rey de España… Realmente chocante, ¿no? No cabe duda de que es el mejor momento de El Calentito. También están esas imágenes documentales de los militares en la calle, amenizadas por el Quiero ser santa de Parálisis Permanente, o las escenitas domésticas que padece la protagonista, Sara, a manos de su madre, principalmente, que sintetizan muy bien el espíritu del momento.
La ambientación es convincente, empezando por los conciertos, la música, las letras, las voces, las coreografías, etc. Como dice la directora, Las Siux podrían perfectamente haber existido en ese tiempo y lugar. Resulta muy irónico que las cantantes tengan bajo contrato a las músicas, a las que no consideran parte del grupo. Lógicamente, el “punk” reproduce a pequeña escala los esquemas de explotación propios del sistema del que forma parte. Pero no sé si Gutiérrez, directora y co-guionista, ha sido consciente de ello o si es una simple argucia del guión para justificar la posterior y nada sorprendente (excepto, claro, para las cretinas protagonistas) “traición” de sus empleadas. Es una pena que la película no haya profundizado un poco más, porque apenas sabemos nada acerca de éstas, las auténticas pringadas del relato, y así la película queda coja. Ésa es la impresión general que deja El Calentito: se ha profundizado poco. Se echa en falta más sentido crítico, más comedia negra, más mala hostia: más punk, en suma. El tema se prestaba a ello. Pero la película, como la propia movida, ha quedado autocomplaciente, superficial y bastante tontita. No vaya a molestarse alguien.
Documental

6,8
988
6
17 de junio de 2005
17 de junio de 2005
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un documental que retrata la vida cotidiana en La Habana. Vemos a un hombre que va a trabajar, una anciana viendo la televisión, etc. Pues vaya cosa, diréis. En efecto, llama la atención que las escenas difieran muy poco de lo que es un día cualquiera en una sociedad capitalista cualquiera. El escenario sí es algo más diferente, pero tampoco mucho: los edificios están un poco más estropeados y hay una imagen del Che donde normalmente encontraríamos un anuncio de Coca-Cola. No hay diálogos en la película. Las pocas palabras que se escuchan son unidireccionales, como en el caso de la televisión. Además, el ritmo es pausado, lo cual potencia que el espectador tenga tiempo para analizar y reflexionar sobre lo que está viendo. Por ejemplo, uno puede acabar preguntándose por la razón de que no haya diálogos: ¿puede ser que el director esté haciendo un comentario político de la falta de libertad de expresión en Cuba?

7,8
123.519
1
11 de octubre de 2005
11 de octubre de 2005
34 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me habían hablado mucho y bien de Requiem por un Sueño. Por eso, se podría pensar que mis expectativas eran demasiado altas, pero la verdad es que no me ha gustado nada. No se le puede negar al director cierta inventiva visual, pero está claro que no tiene ni idea de cómo encaminarla. Digo esto porque Aronofsky prácticamente no deja recurso sin explotar –cámara temblona, montaje rápido, ojo de pez…– con tal de impactar a su público y conseguir a toda costa una apariencia de “modernidad”. Pero rápidamente el invento decae por reiterativo, efectista, cansino, vacío. Tal vez la cosa podría haber funcionado mínimamente si la película hubiera sido un cortometraje… Pero lo que definitivamente acaba por chirriar es el contraste entre esa ansia por parecer modernísimo y lo rancio y convencional de su enfoque ideológico. Porque, al fin y al cabo, de lo que se trata es de un anuncio de hora y media contra las drogas y a favor de la familia.

6,4
92.247
2
1 de agosto de 2006
1 de agosto de 2006
86 de 161 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas, después de dos mil años y con decenas de películas previas, todo el mundo conoce la anécdota. Se suele decir que importa menos el qué se cuenta que el cómo se cuenta. En ningún caso debe ser más cierto que en éste.
Curiosamente, Mel Gibson, católico militante, ha despojado la historia de cualquier rastro de espiritualidad y se ha centrado exclusivamente en la peripecia física. Es increíble, pero cierto: La Pasión de Cristo podría perfectamente estar dirigida por un ateo. Permanece simplemente el aspecto más declaradamente gore, en el cual, quizás para compensar, el director carga las tintas hasta extremos más cercanos a La Matanza de Texas que a otra cosa, con profusión de golpes, latigazos y mutilaciones muy explícitos, para satisfacción de los amantes del género. No se puede argüír, como han hecho tanto el director como el mismísimo Vaticano, la fidelidad a los textos sagrados, pues la película inventa datos que no aparecen en éstos –los romanos, tras detener a Jesús, lo arrojan, encadenado, desde lo alto de un puente; un cuervo se posa en la cruz y le arranca un ojo; etc.– con el único propósito aparente de impactar: la religión como espectáculo.
Si el objetivo de Gibson hubiera sido dirigir una cinta gore, la película sería un éxito rotundo. Pero no era eso lo que pretendía, si es que ha sido sincero. Si el sacrificio de Cristo significa algo, no puede estar en el plano físico, sino en el simbólico. Eliminado éste, la película produce aversión, extrañeza e incomprensión: después de verla, una persona que no supiera nada sobre la religión católica sería incapaz de comprenderla. Y es que, desde el punto de vista de La Pasión de Cristo, los católicos son gente seriamente perturbada que glorifica la tortura. Y, por tanto, es un fracaso total.
Curiosamente, Mel Gibson, católico militante, ha despojado la historia de cualquier rastro de espiritualidad y se ha centrado exclusivamente en la peripecia física. Es increíble, pero cierto: La Pasión de Cristo podría perfectamente estar dirigida por un ateo. Permanece simplemente el aspecto más declaradamente gore, en el cual, quizás para compensar, el director carga las tintas hasta extremos más cercanos a La Matanza de Texas que a otra cosa, con profusión de golpes, latigazos y mutilaciones muy explícitos, para satisfacción de los amantes del género. No se puede argüír, como han hecho tanto el director como el mismísimo Vaticano, la fidelidad a los textos sagrados, pues la película inventa datos que no aparecen en éstos –los romanos, tras detener a Jesús, lo arrojan, encadenado, desde lo alto de un puente; un cuervo se posa en la cruz y le arranca un ojo; etc.– con el único propósito aparente de impactar: la religión como espectáculo.
Si el objetivo de Gibson hubiera sido dirigir una cinta gore, la película sería un éxito rotundo. Pero no era eso lo que pretendía, si es que ha sido sincero. Si el sacrificio de Cristo significa algo, no puede estar en el plano físico, sino en el simbólico. Eliminado éste, la película produce aversión, extrañeza e incomprensión: después de verla, una persona que no supiera nada sobre la religión católica sería incapaz de comprenderla. Y es que, desde el punto de vista de La Pasión de Cristo, los católicos son gente seriamente perturbada que glorifica la tortura. Y, por tanto, es un fracaso total.

7,1
72.392
10
26 de julio de 2007
26 de julio de 2007
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es sólo una planificación magistral. No es sólo la atmósfera. No es sólo el admirable uso de la profundidad de campo que hay en sus hermosos planos. No es sólo que la fotografía me sumerja en una pesadilla apocalíptica e hiperrealista. No es sólo que todos los actores estén perfectos. No es sólo que las escenas de acción estén rodadas en planos-secuencia que parecen imposibles de rodar. No es sólo que, cual moderno alquimista, Alfonso Cuarón consiga sacar oro cinematográfico de la mierda de futuro que nos espera, en el glorioso subgénero de los futuros distópicos. Es que, además, esta película consigue emocionarme. Y ya lo dijo Louis-Ferdinand Céline: en el principio fue la emoción. Y esto otro no recuerdo quién demonios lo dijo, pero también tenía razón: la emoción es la materia prima del cine.
Hay ecos mitológicos, bíblicos. El autor articula su historia con una clásica trama de huida. No hace falta más: sobre lo viejo se construye lo nuevo. La humanidad lleva al menos cinco mil años contándose una y otra vez las mismas historias. Es la forma de contarlas lo que marca la diferencia. ¡Y qué forma!
No importa lo que haga Alfonso Cuarón a partir de ahora. Puede rodar maravillosas películas o perpetrar bodrios atroces. Pero, pase lo que pase, siempre tendrá un lugar en mi corazoncito cinéfilo.
Hay ecos mitológicos, bíblicos. El autor articula su historia con una clásica trama de huida. No hace falta más: sobre lo viejo se construye lo nuevo. La humanidad lleva al menos cinco mil años contándose una y otra vez las mismas historias. Es la forma de contarlas lo que marca la diferencia. ¡Y qué forma!
No importa lo que haga Alfonso Cuarón a partir de ahora. Puede rodar maravillosas películas o perpetrar bodrios atroces. Pero, pase lo que pase, siempre tendrá un lugar en mi corazoncito cinéfilo.
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