Como gran fan de Hayao Miyazaki, de su arte y de su poesía convertida en "quinesis" donde la magia y la grandiosa animación cautivan, junto a una historia encantadora, donde el poder de la unión, la confianza y el valor de dejarse sorprender, se vuelven la clave de una aventura sin igual. Apreciar el detalle en la animación, en las transiciones y ambientación que le otorgan a cada lugar una identidad que sobresale. Supremamente interesante en cuestiones narrativas, se convierte en un viaje impredecible lleno de fantasia y ocurrencias.

Navegar entre contextos que ocurrieron y tuvieron impacto, aludir a la fantasía a la que Del Toro ya nos tiene acostumbrados, la crueldad y los valores humanos, la inocencia de los primeros pasos en nuestra vida y el destino que no conocemos pero que quizá ya tenemos marcado; todo esto es la receta para que una trama encante, atrape y enamore.

Rápida, humana, cambiante e impredecible, nos trae de vuelta la nostalgia de un clásico de acción y suspenso, con una trama que recuerda y enciende de nuevo recuerdos de los amantes de la saga, con no solo una, sino varias enseñanzas que, estoy seguro, vienen bien incluso en estos tiempos. Es increíble pensar en lo que podemos llegar a ser y hacer para nuestra propia supervivencia en situaciones mas allá de nuestra imaginación.

La novena cinta de Quentin Tarantino es sencilla y es principalmente el viaje es lo que deberemos disfrutar. Contrario a los anteriores trabajos, es importante tener en cuenta que esta vez no veremos montajes acelerados, violencia extrema y estilizada o sucesos que compliquen más la trama. Este es un viaje calmado e introspectivo hacia la forma de hacer cine, o mejor dicho, conocer cómo se hacía el cine y más allá del cine, el contexto artístico y vivencial de los años 60. Una bocanada de nostalgia, para los que en algún momento hemos visto el trabajo de Sharon Tate, y los sucesos que marcaron su corta vida.