Estoy traumatizada. No, en serio. Lo estoy, porque he vivido una de las peores experiencias que se pueden vivir dentro de una sala de cine (si no contamos con incendios, estampidas o meterse por error en una sala con las puertas bloqueadas donde van a emitir "Torrente"), y esta experiencia tiene nombre y apellidos: "La visita", de M. Night Shyamalan.

Lo malo de esta película es todo que uno va al cine sin saber de lo que realmente se trata, es decir, de un monjón seco de vaca un manual sobre cómo NO se debe hacer una película. Estaréis pensando que seguramente no sea para tanto, que con ese trailer no puede ser tan terrible, pues dejadme que os diga, queridos míos, que eso fue lo que yo pensé y al salir del cine solo pude dar gracias por no haber tenido nada a mano con lo que arrancarme los ojos, porque de haberlo tenido lo habría hecho. Pero, vayamos por partes.
¿De qué va "La visita"? Pues, básicamente, de dos hermanos que van a pasar una semana con sus abuelos maternos, a los que no conocen, y acaban dándose cuenta de que no son los abuelos idílicos y geniales que habían soñado.
La película, al menos por el trailer, prometía buena ambientación, tensión, suspense y buenos sustos. Bien, pues no solo no tiene nada de eso, sino que, además, ni siquiera es una película de miedo. ¿De qué es entonces? Os estaréis preguntando. ¿De comedia? ¿Es acaso un drama? Yo soy incapaz de inclinarme por un género en concreto, porque es tan mala, pero tan, tan, tan mala, que el drama es haber pagado por verla.

Pero os explico por qué digo todo esto.

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