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6,4
6.727
6
21 de noviembre de 2008
21 de noviembre de 2008
54 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Palma es un genio.
Aquí, coge Vértigo, La ventana indiscreta, una pizca de Crimen perfecto, lo pasa por el rodillo del erotismo de la época (Melanie casi sin operar, existió aquella época) y le añade escenas en la playa con estética de Vacaciones en el mar. Todo ello espolvoreado con un sentido del humor peculiar (o al menos a mí me lo parece, porque no puedo llegar a tomar la película en serio), un malvado copiado de cualquier producción serie Z de las que proliferaban en la época y un actor protagonista que nunca debió de haber pasado de "meritorio" en culebrones.
Lo agita bien y ...
Pues la verdad, si nos olvidamos del homenaje / fraude (elijan lo que crean oportuno) a Hitchcock y la juzgamos por sí misma ... Resulta entretenida, o al menos a mí me lo parece. Reconózcanlo, se pasa el rato y se echan unas risas (porque nunca te la tomas en serio, desde luego; si lo haces no terminas de verla).
Y aunque el erotismo que pudo encerrar ha quedado terriblemente desfasado y los actores podrían participar en Ana y los 7, siempre nos queda el rodaje de la escena de la película "porno". Ver a todos hacer el gamba a ritmo de Frankie goes to Hollywood merece la pena si hemos pasado hace bastante la treintena. ¿O no?
Aquí, coge Vértigo, La ventana indiscreta, una pizca de Crimen perfecto, lo pasa por el rodillo del erotismo de la época (Melanie casi sin operar, existió aquella época) y le añade escenas en la playa con estética de Vacaciones en el mar. Todo ello espolvoreado con un sentido del humor peculiar (o al menos a mí me lo parece, porque no puedo llegar a tomar la película en serio), un malvado copiado de cualquier producción serie Z de las que proliferaban en la época y un actor protagonista que nunca debió de haber pasado de "meritorio" en culebrones.
Lo agita bien y ...
Pues la verdad, si nos olvidamos del homenaje / fraude (elijan lo que crean oportuno) a Hitchcock y la juzgamos por sí misma ... Resulta entretenida, o al menos a mí me lo parece. Reconózcanlo, se pasa el rato y se echan unas risas (porque nunca te la tomas en serio, desde luego; si lo haces no terminas de verla).
Y aunque el erotismo que pudo encerrar ha quedado terriblemente desfasado y los actores podrían participar en Ana y los 7, siempre nos queda el rodaje de la escena de la película "porno". Ver a todos hacer el gamba a ritmo de Frankie goes to Hollywood merece la pena si hemos pasado hace bastante la treintena. ¿O no?
8
25 de noviembre de 2008
25 de noviembre de 2008
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada es creíble, desde luego. Pero no todo va a ser neorrealismo.
"Esto no pasa en la vida real". Claro, esto es cine. Y no creo que Wyler vendiera la película como "basada en hechos reales".
Aunque sería magnífico entrar a una casa a robar y que apareciese en camisón Audrey Hepburn (perfectamente maquillada poco antes de acostarse, desde luego). O escuchar ruidos en el salón, aparecer con furia y hallar allí los ojos azules de Peter O'Toole (con smoking, of course). Claro que me gustaría que la vida fuera así, pero como hasta ahora no me ha ocurrido me queda la película.
Gran comedia de amor y enredo (tráfico y robo de obras de arte) muy en la línea de la "comedia sofisticada" de los 60, dirigida por uno de los grandes ya en la última etapa de su gran carrera:William Wyler. Sin saberlo, se podría afirmar aproximativamente que su director fuera, por ejemplo, Blake Edwards (y no sólo por la maravillosa Audrey Hepburn), ya que la estética es propia de esos años.
Como se ha mencionado, absolutamente nada es verosimil, ni se pretende que lo sea. Pero me encanta como Nicole Bonnet (Hepburn) y Simon Dermont (O'Toole) intentan engañarse uno a otro mientras se enamoran. Vale, lo he desvelado, pero es que si no fuera así lo truco yo en super8 y lo monto. Faltaría más.
Junto a ellos, unos excelentes secundarios encabezados por los impagables Charles Boyer y Eli Wallach (aquí sin armas, ¿eh?), junto a todos los vigilantes del museo. Y, por supuesto, destacar la fotografía parisiense de Charles Lang y la música de un casi desconocido John(y) Williams (en títulos de crédito aparece como Johny) que retoma el ambiente de la comedia de estos años (cercano a Mancini, para entendernos).
Quizá la película no dé para tanto, pero en tiempos de ¿comedias? como las de ahora, todo me parece mejor. Además, Audrey está arrebatadoramente guapa (como siempre) y O'Toole ... pues también, por qué no se va a decir. Y además, más que correctos en sus papeles.
Y contiene una escena de amor maravillosa (además de la de la habitación del museo). Siguiendo indicaciones de Simon, ella llega a casa y después de hablar con su padre comienza a limpiar el marco del Van Gogh para limpiar posibles huellas: está reconociendo/se da cuenta de que está enamorada. Genial (toque Lubitsch).
Charles Bonnet a su hija (lo podría decir cualquier político español):
- Tu defecto básico es que eres honrada. No te lo digo por ofenderte, pequeña mía.
"Esto no pasa en la vida real". Claro, esto es cine. Y no creo que Wyler vendiera la película como "basada en hechos reales".
Aunque sería magnífico entrar a una casa a robar y que apareciese en camisón Audrey Hepburn (perfectamente maquillada poco antes de acostarse, desde luego). O escuchar ruidos en el salón, aparecer con furia y hallar allí los ojos azules de Peter O'Toole (con smoking, of course). Claro que me gustaría que la vida fuera así, pero como hasta ahora no me ha ocurrido me queda la película.
Gran comedia de amor y enredo (tráfico y robo de obras de arte) muy en la línea de la "comedia sofisticada" de los 60, dirigida por uno de los grandes ya en la última etapa de su gran carrera:William Wyler. Sin saberlo, se podría afirmar aproximativamente que su director fuera, por ejemplo, Blake Edwards (y no sólo por la maravillosa Audrey Hepburn), ya que la estética es propia de esos años.
Como se ha mencionado, absolutamente nada es verosimil, ni se pretende que lo sea. Pero me encanta como Nicole Bonnet (Hepburn) y Simon Dermont (O'Toole) intentan engañarse uno a otro mientras se enamoran. Vale, lo he desvelado, pero es que si no fuera así lo truco yo en super8 y lo monto. Faltaría más.
Junto a ellos, unos excelentes secundarios encabezados por los impagables Charles Boyer y Eli Wallach (aquí sin armas, ¿eh?), junto a todos los vigilantes del museo. Y, por supuesto, destacar la fotografía parisiense de Charles Lang y la música de un casi desconocido John(y) Williams (en títulos de crédito aparece como Johny) que retoma el ambiente de la comedia de estos años (cercano a Mancini, para entendernos).
Quizá la película no dé para tanto, pero en tiempos de ¿comedias? como las de ahora, todo me parece mejor. Además, Audrey está arrebatadoramente guapa (como siempre) y O'Toole ... pues también, por qué no se va a decir. Y además, más que correctos en sus papeles.
Y contiene una escena de amor maravillosa (además de la de la habitación del museo). Siguiendo indicaciones de Simon, ella llega a casa y después de hablar con su padre comienza a limpiar el marco del Van Gogh para limpiar posibles huellas: está reconociendo/se da cuenta de que está enamorada. Genial (toque Lubitsch).
Charles Bonnet a su hija (lo podría decir cualquier político español):
- Tu defecto básico es que eres honrada. No te lo digo por ofenderte, pequeña mía.
8
3 de febrero de 2009
3 de febrero de 2009
48 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eliseo Subiela pertenece al selecto grupo de directores cuyo presidente podría ser Terry Gilliam. No dejan indiferente: o aceptas encantado su mundo o te das de bruces, maldiciéndolo, con él. O es un genio, o un gilipollas engreído. Y suelen seguir, con ciertos matices, su camino pese a todo.
Y pese a notables diferencias idiomáticas, presupuestarias y temáticas, ambos directores coinciden en otro punto. Les encanta esa temblorosa línea entre realidad y ficción, los límites entre la demencia y la cordura.
Hombre mirando al sudeste es la primera película del interesante director argentino venido a menos. El nuevo milenio, por lo menos en lo que respecta a la calidad de su cine, no le sentó nada bien. Pero ya nos había dejado obras importantes. Y esta es una de ellas, que después dio lugar a una novela y una película "made in Hollywood" (sí, K-Pax) sin reconocimiento deudor alguno. Si lo había hecho Visconti, por qué ellos no.
Un hombre llamado Rantés (genial y contenido Hugo Soto) aparece en un psiquiátrico proclamándose extraterreste llegado para estudiar a los humanos. Poco a poco acaba por llamar la atención de uno de los médicos que intenta ayudarle y averiguar su identidad, de la que no existe indicio alguno.
Siguiendo la estela de la prodigiosa Alguien voló sobre el nido del cuco, la película es crítica con las instituciones mentales. Aquí, Rantés es una persona inteligente y perfectamente normal con sólo un síntoma: su afirmación de que no es de este planeta. Tal afirmación se considera suficiente como para intentar "salvarlo" por medios que pongan en peligro su salud: tanto física como mental.
Rodada con escasos medios y actores muy limitados (con la excepción de Soto, que está magnífico), el film mantiene siempre la duda sobre el protagonista, lo que ayuda a mantener el clímax. Subiela parece desear que cada uno saque su conclusión, si no sobre la autenticidad de aquel, sí sobre el contenido del mensaje. ¿Está el género humano loco?
Destacar, asimismo, la música de Pedro Aznar, habitual del director (aquí con protagonismo del saxo), y la secuencia del concierto con la 9ª Sinfonía de Beethoven y su efecto en los pacientes del psquiátrico.
Y nuestro deseo de que Rantés sea extraterrestre, por supuesto.
Y pese a notables diferencias idiomáticas, presupuestarias y temáticas, ambos directores coinciden en otro punto. Les encanta esa temblorosa línea entre realidad y ficción, los límites entre la demencia y la cordura.
Hombre mirando al sudeste es la primera película del interesante director argentino venido a menos. El nuevo milenio, por lo menos en lo que respecta a la calidad de su cine, no le sentó nada bien. Pero ya nos había dejado obras importantes. Y esta es una de ellas, que después dio lugar a una novela y una película "made in Hollywood" (sí, K-Pax) sin reconocimiento deudor alguno. Si lo había hecho Visconti, por qué ellos no.
Un hombre llamado Rantés (genial y contenido Hugo Soto) aparece en un psiquiátrico proclamándose extraterreste llegado para estudiar a los humanos. Poco a poco acaba por llamar la atención de uno de los médicos que intenta ayudarle y averiguar su identidad, de la que no existe indicio alguno.
Siguiendo la estela de la prodigiosa Alguien voló sobre el nido del cuco, la película es crítica con las instituciones mentales. Aquí, Rantés es una persona inteligente y perfectamente normal con sólo un síntoma: su afirmación de que no es de este planeta. Tal afirmación se considera suficiente como para intentar "salvarlo" por medios que pongan en peligro su salud: tanto física como mental.
Rodada con escasos medios y actores muy limitados (con la excepción de Soto, que está magnífico), el film mantiene siempre la duda sobre el protagonista, lo que ayuda a mantener el clímax. Subiela parece desear que cada uno saque su conclusión, si no sobre la autenticidad de aquel, sí sobre el contenido del mensaje. ¿Está el género humano loco?
Destacar, asimismo, la música de Pedro Aznar, habitual del director (aquí con protagonismo del saxo), y la secuencia del concierto con la 9ª Sinfonía de Beethoven y su efecto en los pacientes del psquiátrico.
Y nuestro deseo de que Rantés sea extraterrestre, por supuesto.

7,4
7.331
8
17 de enero de 2009
17 de enero de 2009
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El halcón y la flecha es uno de los paradigmas del cine de aventuras y uno de los títulos que encumbró al gran Burt Lancaster, permitiéndole llevar a la gran pantalla sus extraordinarias dotes para el mundo del circo.
Hay películas que adoro que a bastante gente no le gustan, directores que me entusiasman y comprendo que hay a quienes aburren, filmes que me apasionan y que soy consciente de que pueden no llegar a gustar. Pero con esta no: no conozco a nadie (ni creo que exista) a quien no le guste El halcón y la flecha. Más o menos, pero gusta. Y si redujeramos el cine a entretenimiento, a diversión, a quien aburra esta película (y no exagero) que vaya al psicólogo.
Filme de corte clásico y aroma a sábados tarde en la uno (de rtv, por supuesto), está caracterizado por un ritmo frénetico y altas dosis de humor, además de notarse la fiable mano del maestro Tourneur. Cuenta la revuelta contra el invasor protagonizada por Dardo y sus inseparables (especialmente Piccolo) en la Lombardía del siglo XII.
A destacar, evidentemente, la creación que lleva a cabo Lancaster de Dardo, una mezcla de Robin Hood y Guillermo Tell: mujeriego, atlético, algo soberbio, emanando una pulsión sexual que hasta a mí me vuelve loco.
A su lado, su compañero de acrobacias, Nick Cravat y una brutalmente atractiva Virginia Mayo (que al año repetiría género en El hidalgo de los mares, que tampoco puede no gustar. Bueno, la película y la Mayo).
El film será recordado, especialmente, por los números circenses protagonizados (sin dobles) por los dos actores y con los cuáles se habían ganado la vida, y por abrir una nueva vía en la futura carrera de Lancaster. Actor éste al que conviene reivindicar como uno de los más grandes.
Hay películas que adoro que a bastante gente no le gustan, directores que me entusiasman y comprendo que hay a quienes aburren, filmes que me apasionan y que soy consciente de que pueden no llegar a gustar. Pero con esta no: no conozco a nadie (ni creo que exista) a quien no le guste El halcón y la flecha. Más o menos, pero gusta. Y si redujeramos el cine a entretenimiento, a diversión, a quien aburra esta película (y no exagero) que vaya al psicólogo.
Filme de corte clásico y aroma a sábados tarde en la uno (de rtv, por supuesto), está caracterizado por un ritmo frénetico y altas dosis de humor, además de notarse la fiable mano del maestro Tourneur. Cuenta la revuelta contra el invasor protagonizada por Dardo y sus inseparables (especialmente Piccolo) en la Lombardía del siglo XII.
A destacar, evidentemente, la creación que lleva a cabo Lancaster de Dardo, una mezcla de Robin Hood y Guillermo Tell: mujeriego, atlético, algo soberbio, emanando una pulsión sexual que hasta a mí me vuelve loco.
A su lado, su compañero de acrobacias, Nick Cravat y una brutalmente atractiva Virginia Mayo (que al año repetiría género en El hidalgo de los mares, que tampoco puede no gustar. Bueno, la película y la Mayo).
El film será recordado, especialmente, por los números circenses protagonizados (sin dobles) por los dos actores y con los cuáles se habían ganado la vida, y por abrir una nueva vía en la futura carrera de Lancaster. Actor éste al que conviene reivindicar como uno de los más grandes.

6,9
1.328
7
16 de octubre de 2008
16 de octubre de 2008
37 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para su primera incursión en la pantalla grande, Frankenheimer tomó una novela de Evan Hunter (que adaptaron Miller y Anhalt) y contó con el gran Burt Lancaster, quien protagonizaría casi todas sus grandes películas (concentradas en el primer quinquenio de los 60): El hombre de Alcatraz, El tren, Siete días de mayo.
Tras el asesinato de un joven portorriqueño ciego en un barrio de Nueva York a manos de tres chicos italo-americanos, el instructor de la fiscalía del distrito (Hank Bell - Lancaster) decide , contraviniendo su función, esclarecer los hechos y buscar la verdad. Durante la investigación, Bell (que cambió su verdadero apellido, Bellini, de origen italiano) se verá más o menos presionado por todos: ambas bandas; su jefe (futuro candidato a gobernador) que busca la silla eléctrica para el culpable; su antigua novia, que es la madre del principal sospechoso; su mujer, contraria a la pena de muerte.
Frankenheimer lleva a cabo una fuerte crítica a la sociedad estadounidense a quien culpa, al menos en gran parte, de ser la causante de la existencia de esas bandas, que nacen de la miseria más absoluta. También critica a la justicia de ese país, "que no permite interrogar a un menor de 16 años pero sí puede freirlo en la silla eléctrica".
A través del protagonista principal, el director nos conduce por los barrios marginales, nos muestra la extrema pobreza: niñas que se prostituyen, familias enteras que viven hacinadas, jóvenes que ven la violencia como forma de vida y única solución...
Pero también, y es uno de los puntos a destacar, aunque la sociedad tenga gran parte de culpa, los miembros de las diferentes bandas son mostrados como gente sin escrúpulos, y la mayoría disfruta con lo que hace, no quieren cambiar nada de su amarga situación: unos asustan a su mujer, otros le pegan a él una paliza, todos quieren acabar con sus rivales.
A destacar la interpretación de Lancaster, que con este director siempre bordó sus papeles. También de Winters y la intervención de Telly Savalas. Asimismo, una buena y muy apropiada partitura musical de David Amram (que repetiría en El mensajero del miedo).
Un film duro, interesante y necesario, estrenado el mismo año que West Side Story, con cuya temática enlaza.
Tras el asesinato de un joven portorriqueño ciego en un barrio de Nueva York a manos de tres chicos italo-americanos, el instructor de la fiscalía del distrito (Hank Bell - Lancaster) decide , contraviniendo su función, esclarecer los hechos y buscar la verdad. Durante la investigación, Bell (que cambió su verdadero apellido, Bellini, de origen italiano) se verá más o menos presionado por todos: ambas bandas; su jefe (futuro candidato a gobernador) que busca la silla eléctrica para el culpable; su antigua novia, que es la madre del principal sospechoso; su mujer, contraria a la pena de muerte.
Frankenheimer lleva a cabo una fuerte crítica a la sociedad estadounidense a quien culpa, al menos en gran parte, de ser la causante de la existencia de esas bandas, que nacen de la miseria más absoluta. También critica a la justicia de ese país, "que no permite interrogar a un menor de 16 años pero sí puede freirlo en la silla eléctrica".
A través del protagonista principal, el director nos conduce por los barrios marginales, nos muestra la extrema pobreza: niñas que se prostituyen, familias enteras que viven hacinadas, jóvenes que ven la violencia como forma de vida y única solución...
Pero también, y es uno de los puntos a destacar, aunque la sociedad tenga gran parte de culpa, los miembros de las diferentes bandas son mostrados como gente sin escrúpulos, y la mayoría disfruta con lo que hace, no quieren cambiar nada de su amarga situación: unos asustan a su mujer, otros le pegan a él una paliza, todos quieren acabar con sus rivales.
A destacar la interpretación de Lancaster, que con este director siempre bordó sus papeles. También de Winters y la intervención de Telly Savalas. Asimismo, una buena y muy apropiada partitura musical de David Amram (que repetiría en El mensajero del miedo).
Un film duro, interesante y necesario, estrenado el mismo año que West Side Story, con cuya temática enlaza.
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