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8,3
59.514
10
11 de agosto de 2014
11 de agosto de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevo bastante tiempo pensando en hacerme una cuenta en esta web, para hacer críticas, valorar películas y demás. Sin embargo me estaba reservando para un momento cinematográfico especial, y hoy ha llegado, ya que he vuelto a ver "Érase una vez en América".
La vi por primera vez más o menos hace un año, y la opinión que tengo de ella, y las sensaciones que me provoca afortunadamente siguen intactas.
La primera sorpresa que se puede llevar un espectador más o menos cinéfilo o simplemente que posea una cultura general más que decente es el género al que pertenece la película y el nombre de la persona que la dirigió, y efectivamente puede parecer contradictorio. Cada vez que uno piensa en Sergio Leone se le viene a la mente el desierto de Tabernas (Almería) poblado de hombres rudos, sucios y sin ningún tipo de moral y por su puesto envueltas en melodías compuestas a bases de silbidos, guitarras,armónicas, que a nuestros oídos siempre le resultarán familiares, afortunadamente para mi ya no es así. A todo aquel que la vea, le sorprenderá saber que "Érase una vez en América", además de ser la absoluta obra maestra de su director, es que es su película más personal y ambiciosa, y empezó tras el descubrimiento de una novela a cuyo lector le llegó al alma y quiso llevarla al cine a toda costa al margen que la odisea que eso supondría. Esta película es la historia de un perdedor, de un hombre ya casi anciano que vuelve a su Manhattan natal 35 años después, tras haber recibido una misteriosa carta anónima. Un primer aspecto a destacar es la estructura no lineal de la película, ya que se va narrando mediante flashbacks una historia ambientada en tres décadas (20,30,60), y en relación con dicha estructuración hay que decir que esta es una película que abarca todas las etapas de cualquier ser humano ; infancia, madurez y vejez, cada una con sus respectivas características. La recreación de la infancia con una interpretación magistral de los niños y la vejez es algo sublime en todos los sentidos. La dirección de Leone es sorprendente, ya que aquí es más convencional y no tiene las exageraciones que caracterizaban a sus spaghetti western, pero con señas de identidad, tales como el gusto por los primeros planos, largos y pausados movimientos de cámara, la violencia y el uso de la banda sonora de la que luego hablaré. El reparto de la película es notable, pero sin llegar al sobresaliente, protagonizada por un Robert De Niro en el apogeo de su carrera, pero que sin embargo es devorado en la pantalla por un James Woods en estado de gracia. La fotografía que corre a cargo de Tonino Delli Colli ( colaborador habitual de las películas de Leone) con tonalidades marrones, ámbares y grisáceas que tanto le caracterizan es magnífica, con algunos impresionantes fotogramas como el que aparece en el póster de la película, pero aún así no me parece su mejor trabajo. En cuanto a la banda sonora.......que decir de la banda sonora que una vez más en el cine de Leone corre a cargo del maestro Ennio Morricone, pero esta vez llegando a la cumbre de su inmenso arte, creando una atmósfera de emotividad y nostalgia pocas veces vista en el cine. En relación con la banda sonora, si hay un músico que se ha portado bien con las mujeres en el cine ese ha sido Morricone, porque si nos emocionó aquel tema que le dedicó a Claudia Cardinale interpretado por una soprano en "Hasta que llegó su hora", el que aquí le dedica a Débora no se queda atrás.
En definitiva, estamos ante una absoluta obra de arte, que habría entusiasmado al mismísimo Shakespeare debido a la cantidad de sentimientos humanos que aparecen ( comentado en el spoiler) y que podría haber dado lugar a una obra suya. Recomiendo ver esta película sin prisas, relajado, sin sueño y con la conciencia de lo que se va a ver. Y ya para terminar, decir que esta fue la última película de Leone, un cineasta incomprendido que vió como su obra maestra fue criticada y maltratada por los americanos, y que por culpa de su mal cuidado físico, la muerte se cobró la vida de un genio que tenía en mente proyectos muy prometedores como " Los últimos días de Leningrado", un remake de ¨Lo que el viento se llevó", y la adaptación cinematográfica de "Cien años de soledad", su aliento se apagó, pero sus obras serán eternas.
La vi por primera vez más o menos hace un año, y la opinión que tengo de ella, y las sensaciones que me provoca afortunadamente siguen intactas.
La primera sorpresa que se puede llevar un espectador más o menos cinéfilo o simplemente que posea una cultura general más que decente es el género al que pertenece la película y el nombre de la persona que la dirigió, y efectivamente puede parecer contradictorio. Cada vez que uno piensa en Sergio Leone se le viene a la mente el desierto de Tabernas (Almería) poblado de hombres rudos, sucios y sin ningún tipo de moral y por su puesto envueltas en melodías compuestas a bases de silbidos, guitarras,armónicas, que a nuestros oídos siempre le resultarán familiares, afortunadamente para mi ya no es así. A todo aquel que la vea, le sorprenderá saber que "Érase una vez en América", además de ser la absoluta obra maestra de su director, es que es su película más personal y ambiciosa, y empezó tras el descubrimiento de una novela a cuyo lector le llegó al alma y quiso llevarla al cine a toda costa al margen que la odisea que eso supondría. Esta película es la historia de un perdedor, de un hombre ya casi anciano que vuelve a su Manhattan natal 35 años después, tras haber recibido una misteriosa carta anónima. Un primer aspecto a destacar es la estructura no lineal de la película, ya que se va narrando mediante flashbacks una historia ambientada en tres décadas (20,30,60), y en relación con dicha estructuración hay que decir que esta es una película que abarca todas las etapas de cualquier ser humano ; infancia, madurez y vejez, cada una con sus respectivas características. La recreación de la infancia con una interpretación magistral de los niños y la vejez es algo sublime en todos los sentidos. La dirección de Leone es sorprendente, ya que aquí es más convencional y no tiene las exageraciones que caracterizaban a sus spaghetti western, pero con señas de identidad, tales como el gusto por los primeros planos, largos y pausados movimientos de cámara, la violencia y el uso de la banda sonora de la que luego hablaré. El reparto de la película es notable, pero sin llegar al sobresaliente, protagonizada por un Robert De Niro en el apogeo de su carrera, pero que sin embargo es devorado en la pantalla por un James Woods en estado de gracia. La fotografía que corre a cargo de Tonino Delli Colli ( colaborador habitual de las películas de Leone) con tonalidades marrones, ámbares y grisáceas que tanto le caracterizan es magnífica, con algunos impresionantes fotogramas como el que aparece en el póster de la película, pero aún así no me parece su mejor trabajo. En cuanto a la banda sonora.......que decir de la banda sonora que una vez más en el cine de Leone corre a cargo del maestro Ennio Morricone, pero esta vez llegando a la cumbre de su inmenso arte, creando una atmósfera de emotividad y nostalgia pocas veces vista en el cine. En relación con la banda sonora, si hay un músico que se ha portado bien con las mujeres en el cine ese ha sido Morricone, porque si nos emocionó aquel tema que le dedicó a Claudia Cardinale interpretado por una soprano en "Hasta que llegó su hora", el que aquí le dedica a Débora no se queda atrás.
En definitiva, estamos ante una absoluta obra de arte, que habría entusiasmado al mismísimo Shakespeare debido a la cantidad de sentimientos humanos que aparecen ( comentado en el spoiler) y que podría haber dado lugar a una obra suya. Recomiendo ver esta película sin prisas, relajado, sin sueño y con la conciencia de lo que se va a ver. Y ya para terminar, decir que esta fue la última película de Leone, un cineasta incomprendido que vió como su obra maestra fue criticada y maltratada por los americanos, y que por culpa de su mal cuidado físico, la muerte se cobró la vida de un genio que tenía en mente proyectos muy prometedores como " Los últimos días de Leningrado", un remake de ¨Lo que el viento se llevó", y la adaptación cinematográfica de "Cien años de soledad", su aliento se apagó, pero sus obras serán eternas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo más llamativo es la emotividad que desprende la película, impulsada por la música de Morricone, con secuencias muy conmovedoras que pueden sacarte alguna lágrima, como la llegada de Noodles al bar de su amigo, el pequeño flashback que hay en la conversación final entre Noodles y Max, el debate interno que tiene consigo mismo un niño por si debe comerse un pastel, o dárselo a una prostituta a cambio de tener sexo con ella y la última escena en la que Noodles va a al fumadero de opio para olvidarse de que ha delatado a sus amigos para salvarles la vida. Pocas películas reflejan los sentimientos humanos como ésta; nostalgia, arrepentimiento,soledad, violencia, ambición, deseo sexual, el paso del tiempo, amor y sobre todo amistad. El amor queda reflejado en 8 minutos, lo que dura la escena en la que Noodles lleva a cenar a Débora a solas a un lujoso hotel; ilusión, caballerosidad, romanticismo, desilusión y frustración. Y ya para colmo cuando suena "Yesterday", mientras Noodles se mira a un espejo y se siente viejo, cansado, deprimido por la soledad y con un cargo de conciencia que le acompañará eternamente y le impedirá ser feliz el resto de su existencia. Hay diálogos para el recuerdo, pero por encima de todos, éste:
-Se conoce a los ganadores y a los perdedores en la línea de salida, quién hubiera apostado por mi?
- Yo lo habría apostado todo por ti.
-Lo habrías perdido.
-Hasta mañana, que descanses, por cierto, qué has hecho estos últimos 35 años?
- Acostarme temprano.
-Se conoce a los ganadores y a los perdedores en la línea de salida, quién hubiera apostado por mi?
- Yo lo habría apostado todo por ti.
-Lo habrías perdido.
-Hasta mañana, que descanses, por cierto, qué has hecho estos últimos 35 años?
- Acostarme temprano.

7,4
14.698
8
18 de mayo de 2015
18 de mayo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sidney Lumet es uno de esos cineastas que más por desgracia que por fortuna pertenece a ese grupo no muy reducido que no recibe grandes premios y no han pasado a la historia como unos genios, aunque muchos soñarían con tener una mínima parte de su talento. Este señor siempre será recordado por haber hecho una absoluta obra maestra del cine jurídico y del que no es jurídico, "Doce hombres sin piedad", cuyo final con Henry Fonda abandonando el juzgado, incita a la exaltación y al aplauso, igual fenómeno se produce con "El gran dictador" de Chaplin y tras este resultado volvió a repetir en este subgénero un par de décadas después.
"Veredicto final" es ya declarativa literalmente en su primer plano, con Paul Newman refugiado entre dos amigos algo peligrosos al comienzo del día; una máquina de pinball y una jarra de cerveza. Con ese primer plano y conociendo el argumento de esta película, uno ya puede hacerse a la idea de la situación del protagonista, un abogado más bien maduro con un envidiable currículum, pero con una vida personal y profesional no tan envidiable lastrada por el alcohol, principal responsable de que haya pasado a ser un picapleitos. Aunque a este abogado a la deriva le surgirá un nuevo y polémico caso en el que tendrá que enfrentarse a las élites.
La película está envuelta en una atmósfera triste, grisácea, muy al estilo de Lumet, cuidando los detalles y haciendo unas escenas de juicios y unas interpretaciones perfectas. Aunque lo más perfecto de esta película se llama Paul Newman, que tras una mala racha hace una creación memorable, metiéndose en la piel de ese abogado en desgracia que se aferra al último tren para salvar su vida profesional, para mi si no es su mejor es una de sus más logradas interpretaciones, y con doble mérito porque aquí ya es todo un señor con canas bastante distanciado de aquel Paul Newman joven de mirada cristalina que solía lucir sus abdominales en cálidos paisajes
Una de las mejores películas jurídicas que se han hecho en la que todo es perfecto, en la que Lumet vuelve a demostrar sus destrezas en dramas como este, aunque bien es verdad que a algunos puede que les resulte demasiado lenta, pero creo que muchos estudiantes de derecho como es mi caso deberían ver cintas como esta.
"Veredicto final" es ya declarativa literalmente en su primer plano, con Paul Newman refugiado entre dos amigos algo peligrosos al comienzo del día; una máquina de pinball y una jarra de cerveza. Con ese primer plano y conociendo el argumento de esta película, uno ya puede hacerse a la idea de la situación del protagonista, un abogado más bien maduro con un envidiable currículum, pero con una vida personal y profesional no tan envidiable lastrada por el alcohol, principal responsable de que haya pasado a ser un picapleitos. Aunque a este abogado a la deriva le surgirá un nuevo y polémico caso en el que tendrá que enfrentarse a las élites.
La película está envuelta en una atmósfera triste, grisácea, muy al estilo de Lumet, cuidando los detalles y haciendo unas escenas de juicios y unas interpretaciones perfectas. Aunque lo más perfecto de esta película se llama Paul Newman, que tras una mala racha hace una creación memorable, metiéndose en la piel de ese abogado en desgracia que se aferra al último tren para salvar su vida profesional, para mi si no es su mejor es una de sus más logradas interpretaciones, y con doble mérito porque aquí ya es todo un señor con canas bastante distanciado de aquel Paul Newman joven de mirada cristalina que solía lucir sus abdominales en cálidos paisajes
Una de las mejores películas jurídicas que se han hecho en la que todo es perfecto, en la que Lumet vuelve a demostrar sus destrezas en dramas como este, aunque bien es verdad que a algunos puede que les resulte demasiado lenta, pero creo que muchos estudiantes de derecho como es mi caso deberían ver cintas como esta.

7,6
7.557
8
24 de mayo de 2015
24 de mayo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una tradición prácticamente milenaria el que se produzcan constantes enfrentamientos entre determinados sujetos, y los ahí de todos los colores; desde deportivos como puede ser un Madrid-Barcelona, o también un enfrentamiento de boxeo como el reciente entre los para mi desconocidos Mayweather y Pacquiao, hasta enfrentamientos comerciales y/o artísticos. En estos últimos, encuadrándolos en el mundo del cine, se producía un Madrid-Barça muy particular, y era el que protagonizaba Orson Welles con las productoras.
Al genio californiano no le bastó haber realizado "Ciudadano Kane", una de las películas más importantes de la historia para que Hollywood y en general las productoras le dejaran hacer las cosas a su manera en todos los aspectos, sino que seguían imponiéndoles criterios para que ninguna de sus cintas resultara un fiasco o no gustara al público por ser demasiado extraña o poco convencional, pero por fortuna no se salieron del todo con la suya.
"El cuarto mandamiento" es la película que realizó nada más triunfar con su ya antes mencionada ópera prima, y nada había desaparecido en él, no fue una casualidad aquella revolución cinematográfica que dejó boquiabierta a millones de críticos y espectadores, sin embargo esta cinta es otro ejemplo de mutilación realizada por las tiranas productoras que a pesar de esto no impidieron que Welles hiciera una de sus obras maestras.
Si hay algo en los que Welles ya impresiona es en los comienzos de sus películas, buena prueba de ello es el "primer" flahback de la historia del cine en "Ciudadano Kane", y más espectacular es todavía el eterno travelling que inaugura "Sed de mal", y aquí no se produce una excepción, porque utilizando prácticamente un escenario y una voz en off, en cinco minutos resume 18 años. Como he dicho antes, la filmografía de Welles destaca por estar repleta de películas cortadas/mutiladas, y esta es una de ellas, en la cual este defecto se manifiesta sobre todo en la duración, porque tratándose de una pequeña saga familiar, esto tendría que estar contado en más de dos horas y sin embrago hay sólo 87 minutos de metraje.
Sólo esta reducida duración es suficiente para desarrollar una trama shakespiriana repleta de celos, inmadurez, amor, deseos frustrados desarrollados por una familia que con el paso de los años ve como su poderío alcanza su fin llegando a ser catastrófico con la llegada de la Gran Depresión. Unos personajes muy bien construidos en los que se nota la pasión de Welles por el dramaturgo con mayúsculas, una puesta en escena sensacional con uso del blanco y negro que deja un juego de luces y sombras con impresionantes imágenes y sobre todo grandes planos se aprecian aquí, desde rostros bañados por claroscuros hasta los generales del interior de la mansión de los Amberson, que me recuerdan en cierta medida a los del palacio de Charles Foster Kane.
Una de las obras maestras de este grande del cine que podría haber sido muchísimo mejor si hubiese durado más y no hubiese tenido ese final tan esperanzador y edulcorado, pero eso le hace más grande todavía porque con poco supo hacer mucho ésta ya centenaria leyenda.
Al genio californiano no le bastó haber realizado "Ciudadano Kane", una de las películas más importantes de la historia para que Hollywood y en general las productoras le dejaran hacer las cosas a su manera en todos los aspectos, sino que seguían imponiéndoles criterios para que ninguna de sus cintas resultara un fiasco o no gustara al público por ser demasiado extraña o poco convencional, pero por fortuna no se salieron del todo con la suya.
"El cuarto mandamiento" es la película que realizó nada más triunfar con su ya antes mencionada ópera prima, y nada había desaparecido en él, no fue una casualidad aquella revolución cinematográfica que dejó boquiabierta a millones de críticos y espectadores, sin embargo esta cinta es otro ejemplo de mutilación realizada por las tiranas productoras que a pesar de esto no impidieron que Welles hiciera una de sus obras maestras.
Si hay algo en los que Welles ya impresiona es en los comienzos de sus películas, buena prueba de ello es el "primer" flahback de la historia del cine en "Ciudadano Kane", y más espectacular es todavía el eterno travelling que inaugura "Sed de mal", y aquí no se produce una excepción, porque utilizando prácticamente un escenario y una voz en off, en cinco minutos resume 18 años. Como he dicho antes, la filmografía de Welles destaca por estar repleta de películas cortadas/mutiladas, y esta es una de ellas, en la cual este defecto se manifiesta sobre todo en la duración, porque tratándose de una pequeña saga familiar, esto tendría que estar contado en más de dos horas y sin embrago hay sólo 87 minutos de metraje.
Sólo esta reducida duración es suficiente para desarrollar una trama shakespiriana repleta de celos, inmadurez, amor, deseos frustrados desarrollados por una familia que con el paso de los años ve como su poderío alcanza su fin llegando a ser catastrófico con la llegada de la Gran Depresión. Unos personajes muy bien construidos en los que se nota la pasión de Welles por el dramaturgo con mayúsculas, una puesta en escena sensacional con uso del blanco y negro que deja un juego de luces y sombras con impresionantes imágenes y sobre todo grandes planos se aprecian aquí, desde rostros bañados por claroscuros hasta los generales del interior de la mansión de los Amberson, que me recuerdan en cierta medida a los del palacio de Charles Foster Kane.
Una de las obras maestras de este grande del cine que podría haber sido muchísimo mejor si hubiese durado más y no hubiese tenido ese final tan esperanzador y edulcorado, pero eso le hace más grande todavía porque con poco supo hacer mucho ésta ya centenaria leyenda.

6,9
17.263
9
13 de febrero de 2015
13 de febrero de 2015
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevamos ya casi tres lustros de siglo xxi y todo sigue evolucionando, incluyendo por supuesto el séptimo arte que poco tiene que ver con el de épocas anteriores. Hubo un tiempo que encuadro sobre todo en la década de los 60, en la que el cine de autor vive su mayor apogeo en Europa debido a la culpa de cineastas como Fellini, Godard, Truffaut, Visconti, Berlanga y sobre todo Bergman. En nuestro tiempo este tipo de cine no ha desaparecido del todo, sólo que no mueve las masas de antaño, sin embargo para alegría de algunos entre los cuales me incluyo de vez en cuando aparece alguna película que recuerda a aquellos tiempos y en esta ocasión viene de Polonia.
"Ida" parece una película que nos ha llegado en una máquina del tiempo procedente del pasado, puesto que hasta el formato en el que está realizada no es ni mucho menos actual, y eso por no hablar de su temática y puesta en escena. En referencia a esto último, es fácil percibir que la película parece realizada por cineastas como Bergman, Dreyer e incluso Bresson ( del cual no he visto ninguna película, pero he visto fotogramas y se cosas de su estilo) que si siguieran con vida la hubieran aplaudido aunque sea sólo por su argumento; una joven monja poco antes de hacer sus votos para permanecer de por vida en un monasterio en Polonia, empieza a investigar con ayuda de su desgraciada tía el lugar en el que fueron enterrados sus padres durante la ocupación nazi.
Contradicción extrema entre personajes, problemas de fe, vacío y angustia son los temas que aborda la cinta que bajo un ritmo lento y pausado con gran uso del silencio nos envuelve en una atmósfera casi existencialista que absorbe y que impacta en su tramo final. Estos eran los temas fetiche de los cineastas antes mencionados y al igual que en sus películas ("Persona", "Dies irae", "Gritos y susurros", "El séptimo sello") en las que el silencio es clave, aparecen esporádicamente piezas de música clásica, y como no una bellísma fotografía en blanco y negro que en este caso me recuerda más a la de las películas de la Nouvelle Vague francesa con tonos más claros, que al extraordinario claroscuro de Bergman.
Una absoluta e impactante joya de gran profundidad que nos demuestra que el denso cine de autor de Europa del este que en su momento deslumbró no ha terminado todavía, aunque me temo que esto es un oasis en un desierto en el cine del desconocido Pawlikowski, pero del que habrá que beber sus aguas para continuar la travesía.
"Ida" parece una película que nos ha llegado en una máquina del tiempo procedente del pasado, puesto que hasta el formato en el que está realizada no es ni mucho menos actual, y eso por no hablar de su temática y puesta en escena. En referencia a esto último, es fácil percibir que la película parece realizada por cineastas como Bergman, Dreyer e incluso Bresson ( del cual no he visto ninguna película, pero he visto fotogramas y se cosas de su estilo) que si siguieran con vida la hubieran aplaudido aunque sea sólo por su argumento; una joven monja poco antes de hacer sus votos para permanecer de por vida en un monasterio en Polonia, empieza a investigar con ayuda de su desgraciada tía el lugar en el que fueron enterrados sus padres durante la ocupación nazi.
Contradicción extrema entre personajes, problemas de fe, vacío y angustia son los temas que aborda la cinta que bajo un ritmo lento y pausado con gran uso del silencio nos envuelve en una atmósfera casi existencialista que absorbe y que impacta en su tramo final. Estos eran los temas fetiche de los cineastas antes mencionados y al igual que en sus películas ("Persona", "Dies irae", "Gritos y susurros", "El séptimo sello") en las que el silencio es clave, aparecen esporádicamente piezas de música clásica, y como no una bellísma fotografía en blanco y negro que en este caso me recuerda más a la de las películas de la Nouvelle Vague francesa con tonos más claros, que al extraordinario claroscuro de Bergman.
Una absoluta e impactante joya de gran profundidad que nos demuestra que el denso cine de autor de Europa del este que en su momento deslumbró no ha terminado todavía, aunque me temo que esto es un oasis en un desierto en el cine del desconocido Pawlikowski, pero del que habrá que beber sus aguas para continuar la travesía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es de las películas que más me ha impactado en bastante tiempo, la escena en la que se suicida la tía de Ida con música clásica de fondo es impactante, al igual que las últimas secuencias en las que la protagonista experimenta por unos días todo aquello que le será prohibido una vez realizados los votos, sexo, alcohol, tabaco e incluso vestidos.
12 de marzo de 2015
12 de marzo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
París, la ciudad el amor, donde cientos de enamorados dan rienda suelta a su pasión por los Campos Elíseos a ser posible soleados, que ha servido de inspiración a muchos artistas para la creación de sus obras , cuna de escritores y segunda ciudad para otros que la adoraban, como Hemingway. A comienzos de la década de los 70, una de las jóvenes promesas del cine europeo rompió con esa imagen.
Esta historia se cuenta en un París triste, apagado, y lleno de nubes grises en el que un hombre llamado Paul (Brando), destrozado anímicamente por el reciente suicidio de su mujer, llega cruzando lentamente el puente Bir-Hekeim a una habitación de un hotel en donde conocerá y mantendrá clandestinas relaciones sexuales con Jeanne, una joven prometida con un estúpido cineasta, con la condición de no desvelar en ningún momento sus nombres.
Estos dos protagonistas son presos de la soledad, de una manipulación llena de engaños por parte de otras personas y de una falta de identificación con el mundo exterior ajeno a esa austera y sucia habitación, es decir, el universo de Bertolucci en el que también tiene mucha importancia otro de los elementos que tanto caracteriza a la temática de su cine:el sexo.
Gran cantidad de españoles viajaron a Perpiñán, en el sudeste de Francia, para ver algo prohibido por el retrógrado régimen Franquista. Famosa es esta película por la escena de la sodomización con mantequilla, pero también por mostrar el desnudo de una mujer de una manera tan explícita e incluso violenta a veces como nunca antes se había hecho, pero también para ver a un Brando ya metido en años, alejado de su escultural físico con el que tenía enamorado a todo el gremio femenino , aunque no es su belleza lo que brilla.
Bertolucci no dirigió a Brando en esta película, lo dejó libre para que interpretara con todo su talento y su alma a un destrozado y también autobiográfico personaje, un Brando que a partir de este punto comenzó su declive profesional hasta el final de sus días (su declive personal fue eterno) con dos inolvidables paréntesis llamados Vito Corleone y Coronel Kurtz, pero también un Brando que consiguió junto con "La ley del silencio" y "Un tranvía llamado deseo" la mejor interpretación de su carrera. Es difícil quedarse con un momento de este actor en la película, pero siempre será estremecedor el monólogo frente al cadáver de su mujer.
Todo ello al servicio de una magistral dirección de Bertolucci, algo muy habitual en el maestro italiano, una artística fotografía de Vittorio Storaro al que el reconocimiento internacional le llegaría unos años después y una fantástica banda sonora con el saxo como protagonista.
Dicho esto estaríamos ante una obra maestra, pero por desgracia la película es como un lujoso barco en una tempestad llena de un ritmo lento que perjudica la narración y de momentos/diálogos ridículos, aunque este adjetivo habría que ponérselo a Jean Pierre Leaud, ese actor que Truffaut tanto adoraba, aquí protagoniza bastantes de esos momentos.
Una película polémica, triste, dramática, a veces más sadomasoquista que romántica, que adolece de Brandodependencia, pero aún así una inolvidable historia y realización del director de "Novecento", en la que Marlon Brando da un recital interpretativo del que muchas caras bonitas actuales podrían aprender, sí, Maxi Iglesias y demás, va por vosotros.
Esta historia se cuenta en un París triste, apagado, y lleno de nubes grises en el que un hombre llamado Paul (Brando), destrozado anímicamente por el reciente suicidio de su mujer, llega cruzando lentamente el puente Bir-Hekeim a una habitación de un hotel en donde conocerá y mantendrá clandestinas relaciones sexuales con Jeanne, una joven prometida con un estúpido cineasta, con la condición de no desvelar en ningún momento sus nombres.
Estos dos protagonistas son presos de la soledad, de una manipulación llena de engaños por parte de otras personas y de una falta de identificación con el mundo exterior ajeno a esa austera y sucia habitación, es decir, el universo de Bertolucci en el que también tiene mucha importancia otro de los elementos que tanto caracteriza a la temática de su cine:el sexo.
Gran cantidad de españoles viajaron a Perpiñán, en el sudeste de Francia, para ver algo prohibido por el retrógrado régimen Franquista. Famosa es esta película por la escena de la sodomización con mantequilla, pero también por mostrar el desnudo de una mujer de una manera tan explícita e incluso violenta a veces como nunca antes se había hecho, pero también para ver a un Brando ya metido en años, alejado de su escultural físico con el que tenía enamorado a todo el gremio femenino , aunque no es su belleza lo que brilla.
Bertolucci no dirigió a Brando en esta película, lo dejó libre para que interpretara con todo su talento y su alma a un destrozado y también autobiográfico personaje, un Brando que a partir de este punto comenzó su declive profesional hasta el final de sus días (su declive personal fue eterno) con dos inolvidables paréntesis llamados Vito Corleone y Coronel Kurtz, pero también un Brando que consiguió junto con "La ley del silencio" y "Un tranvía llamado deseo" la mejor interpretación de su carrera. Es difícil quedarse con un momento de este actor en la película, pero siempre será estremecedor el monólogo frente al cadáver de su mujer.
Todo ello al servicio de una magistral dirección de Bertolucci, algo muy habitual en el maestro italiano, una artística fotografía de Vittorio Storaro al que el reconocimiento internacional le llegaría unos años después y una fantástica banda sonora con el saxo como protagonista.
Dicho esto estaríamos ante una obra maestra, pero por desgracia la película es como un lujoso barco en una tempestad llena de un ritmo lento que perjudica la narración y de momentos/diálogos ridículos, aunque este adjetivo habría que ponérselo a Jean Pierre Leaud, ese actor que Truffaut tanto adoraba, aquí protagoniza bastantes de esos momentos.
Una película polémica, triste, dramática, a veces más sadomasoquista que romántica, que adolece de Brandodependencia, pero aún así una inolvidable historia y realización del director de "Novecento", en la que Marlon Brando da un recital interpretativo del que muchas caras bonitas actuales podrían aprender, sí, Maxi Iglesias y demás, va por vosotros.
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