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Críticas de Revista Contraste
Críticas 1.476
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de octubre de 2021
66 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de veinte años después, Ben Affleck y Matt Damon se reúnen para volver a escribir un guion tras El indomable Will Hunting, que les abrió las puertas en Hollywood. Esta vez, les acompaña Nicole Holofcener, especialmente conocida por su libreto ¿Podrás perdonarme algún día?, que llegó a finalista en los Óscar de 2019.

Los tres se suman a la revisión histórico-social de las agresiones sexuales a la mujer que el movimiento #MeToo ha desencadenado en los últimos años. Y a partir del ensayo de Eric Jager, construyen una historia narrada desde tres puntos de vista.

Por su parte, Ridley Scott tiene ocasión de sacar partido a uno de sus contextos favoritos, la Edad Media (siempre a su medida) para hacer lucir no solamente sus decorados, sino también su vigorosa capacidad para rodar secuencias de acción. En este sentido, la inclinación de Scott a detallar la violencia en sus encuadres y montajes sirve para manifestar la dureza de las luchas cuerpo a cuerpo, mientras tampoco se contiene en la brutalidad de la violación.

Sin embargo, los cuatro cineastas prefieren ser menos minuciosos con algunos clichés. La intención grandilocuente del armazón dramático y su dilatado metraje, así como la triple perspectiva, provocan una primera impresión de superproducción compleja e impregnada de gravedad. No obstante, a medida que avanza y, especialmente, cuando acaba, esa sensación muta y se atisba una falta de densidad argumental y un estancamiento y reiteración de pasajes que impiden que progrese la acción.

En la era de la posverdad, Damon, Holofcener y Affleck hacen de la estructura Rashomon (que también se denomina efecto Rashomon) una trampa de corte, precisamente, más bien efectista y al servicio de un discurso algo tramposo y simplificador. Aunque cada espectador puede valorar esa experiencia, a El último duelo le falta profundidad; no sirve coger un tema donde las posturas morales en la actualidad son obvias para hacer un discurso obvio.

Por eso, ante un tema tan esencial como la dignidad humana, el consentimiento en las relaciones y la verdad no basta con hacer un discurso de masas, adornado con unos vistosos efectos especiales. De Ridley Scott y su equipo se espera algo más, con un presupuesto como el que manejan.

Al final, además de la garra de las escenas bélicas, y la excusa de la denuncia social, la trama se construye sobre algunas de las pulsiones básicas: la ira y el ego y, también, la lujuria y el afán de dominar. Lo que en otros dramaturgos, como un Shakespeare, se convierte en un relato trascendente y capaz de hacer reflexionar con amplio recorrido, aquí todo eso conduce a consideraciones evidentes y que, en la mayoría de casos, ya se conocían previamente.

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7
12 de agosto de 2021
52 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inspirado en el caso de la estadounidense Amanda Knox –aunque responde más a la ficción que a los hechos reales–, Tom McCarthy, junto a Thomas Bidegain, Noé Debré y Marcus Hinchey, han sabido escribir un relato duro pero que enternece, que cuenta con un gran trabajo a nivel de dirección (McCarthy) y un gran elenco.

Antes que nada, advertir que, a pesar de estar clasificada como thriller, si lo que se busca es el más puro suspense, la película no cumple esas expectativas. Tiene momentos de intriga y misterio, pero no es lo que protagoniza la trama.

Sin embargo, el secreto del film no reside en su género, sino en su historia y, sobre todo, en su figura principal, Bill: tan interesante y complejo que atrapa. Hay una crónica y quieres saber cómo termina, pero sobre todo importa cómo la vive él. Ahí se aprecia el trabajo de Matt Damon, quien consigue convencer con su papel y le da ese punto de conexión con el público.

La banda sonora, además, aporta la intensidad que le podría faltar; si algo no va bien, lo sabes por la música. Es usada como recurso narrativo de forma inteligente.

Es cierto que el metraje de la cinta es un tanto extenso, y se puede hacer largo y pesado si no se llega a simpatizar con el argumento o se espera otra cosa. Es una producción para ver sin prisas ni impaciencias, para disfrutar y desentrañar su potencial.

De este modo, Cuestión de sangre es una cinta para almas empáticas, calmadas, que sepan deleitarse y leer a los personajes, sin necesidad de muchas palabras. Si se accede a ella esperando un gran thriller, por el contrario, sus expectativas no van a cumplirse.

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1
23 de septiembre de 2022
80 de 116 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rainbow se anuncia como una versión de El Mago de Oz, pero acaba pareciendo una simple excusa para reunir a mucha gente y montar una fiesta. Sí que hay alguna alusión a la película, pero todo se queda en un experimento bastante bizarro.

Hacia la mitad del metraje, el público podría preguntarse si se encuentra en una gala de drag queens en vez de ante un film, puesto que el contenido visual es impactante. Pero la historia es muy pobre. De este modo, la sala se ve invadida de luces, purpurina, colores, música a todo volumen, brillos, tintes, trajes extravagantes, alcohol y nada que contar.

Paco León ha querido ser muy libre, transgredir las normas y probar demasiado. El problema es que todo ello no ha llevado a ningún puerto más que, quizá, el de la alucinación.

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2
11 de abril de 2019
67 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un “Hay momentos en la vida que nos definen” se abre el primer film de la tetralogía para adolescentes After. Esta futura saga, basada en las novelas de Anna Todd, recoge relatos inspirados por el amor de la escritora a Harry Styles (cantante de One Direction). Los libros ya han sido descritos como las Cincuenta sombras de Grey para jóvenes. Y, pese a haber suavizado la primera entrega en la gran pantalla (ya que el texto original es mucho más escabroso), alguien con criterio no deja de estar inquieto ante el eminente triunfo de esta fórmula comercial y sexual.

Para analizarla, empezaremos con la frase inicial mencionada, puesto que describe muy bien lo que el espectador va a ver: “Hay momentos en la vida que nos definen”. La película parte de la premisa del cambio de identidad de una joven ante su primera relación sexual. No dice “hay etapas que te definen”, sino que son instantes que, como el de un trauma, van a marcar quién seas hasta el fin de los tiempos. Y el largometraje termina diciendo: “Pasado esto, ya solo queda after (después)”.

Así que, en esa vaguedad cronológica, la cinta agarra un hecho sexual, bajo un pretexto muy visto de “chico malote, guapo y con dinero consigue a chica buena e insegura”. El resultado es una historia que busca ser transcendental y que, no obstante, carece de trasfondo alguno.

Cuando las réplicas vuelan sin razón, las caricias parecen tener sonido, las respiraciones profundas acompañan los eternos giros de cámara ralentizada y en primer plano de las caras de los protagonistas mientras se besan… algo sucede. Cuando todo se entrelaza con música a ritmo de videoclip, lesbianas guapísimas de infarto, profesores portadores de la moral, grandes citas de novelas clásicas y universidad muy americana; se huele que han creado un embalaje edulcorado para captar al público joven y venderles algo que buscan.

¿Qué buscan? Que alguien les hable sobre sus intereses; los cuales, en esas edades, muchas veces van guiados por el despertar sexual. Si encima la protagonista tiene “todas” las características en las que una adolescente se puede ver reflejada (además de ser guapísima y tener siempre suerte), el mensaje cala más hondo. Y cuando le sumamos que la figura masculina es un hombre con un “gran trauma”, cuya voz aterciopelada y cara de esfinge busca poseerla: ella cae en sus garras.

Bajo todo eso, el film juega dos bazas: la de chica que salva a chico y la de “tómate el tiempo que necesites”. Sin embargo, olvida resaltar que él se sale con la suya durante el proceso de conquista y en el final. También ignora el hecho que ella salga impune y de rositas ante una infidelidad, o que los problemas no tienen consecuencias (ni los pasos morales que damos ni los pasos físicos).

Y pese a poder ser una caricatura de la realidad, After solo da argumentos para seguir apoyando unos esquemas machistas y deshumanizadores en los que el amor y la persona no importan.

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6
23 de septiembre de 2020
66 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las catástrofes de todo tipo –especialmente las naturales, que no tienen un culpable político/ideológico concreto que hiera sensibilidades– son una fuente inagotable de ideas para el cine de acción.

Situaciones al límite, heroicidades sin cuento de los buenos y ladinas mezquindades de los malos, efectos especiales espectaculares, decesos dramáticos de parientes o amigos secundarios y jerga pseudocientífica para rellenar huecos son algunas de las líneas maestras que definen este subgénero y que le proporcionan una base de solvencia suficiente para sacar adelante el producto.

Greenland: el último refugio –la última apuesta del tándem Butler/Roman Waugh (después de la saga presidencial que comenzó con Objetivo: la Casa Blanca)– sigue religiosamente estas normas del estilo apocalíptico y ofrece un título bastante digno, sobre todo en el páramo de estrenos provocado por esta, ahora sí, catástrofe real de la pandemia del 2020.

La trama es sencilla y el protagonismo de la familia garantiza los momentos emotivos necesarios para los descansos entre las escenas de acción. Los efectos especiales son bastante sobrios pero eficaces y, entre todos estos elementos, se rellenan, sin cansar, sus dos horas de metraje.

Hay muy poco de original en Greenland: el último refugio. Algún giro de guion inesperado, como los que suceden tras las recogidas en la carretera, o la tensión generada entre parientes y amigos por haber sido elegidos para salvarse en los refugios. Sin embargo, es precisamente su falta de pretensiones, salvo la de entretener y distraernos, la que hace de este film una buena película. Cumple las (bajas) expectativas que propone y lo hace con profesionalidad. Desde luego para mí, suficiente.

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