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Críticas ordenadas por utilidad
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TV

5,9
1.563
7
5 de marzo de 2017
5 de marzo de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El otro día pasaron por la tele la versión de 1975 de “El conde de Montecristo”, que recordaba vagamente de mi infancia. El paso del tiempo la había magnificado y, evidentemente, no es tan buena como yo recordaba, pero se ve con agrado. Se trata de una producción para televisión, como otra que vi hace poco con Depardieu como Dantes y Ornella Muti como Mercedes. En el recuerdo también está la serie de Pedro Amalio López con Pepe Martín y Emma Cohen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En esta, Dantes es Richard Chamberlain, que se mete muy bien en el papel (vaya bien que le queda ese pelucón blanco del tramo final) y también salen Trevor Howard como su compañero de prisión, el gran Donald Pleasence como el banquero al que arruina en su venganza o Tony Curtis como su rival Mondego, quién le arrebata a su amor. Todos ellos están muy convincentes y el novelón de Dumas sale bien parado de la adaptación, aunque quizá le falte algo de metraje, ya que algunos pasajes son tratados de manera muy somera.
6
21 de febrero de 2017
21 de febrero de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin he podido ver una peli por la que tenía bastante curiosidad, dada su condición de extravagancia dentro de la producción nacional. Se trata de “La hora incógnita” (1963), con el desastre nuclear como asunto, a punto de asolar una pequeña ciudad española. Cuando la mayoría de habitantes han sido evacuados, poniéndose a salvo, un pequeño grupo de personas ha quedado condenado a una muerte casi segura (en algunos casos por motivos bastante peregrinos, como la búsqueda de un gato). A partir de aquí asistimos a sus pequeñas historias personales, hasta coincidir todos ellos en una iglesia donde buscarán soluciones para que al menos algunos de ellos logren salvarse in extremis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo más llamativo del caso es que el director es Mariano Ozores, totalmente alejado de las temáticas que le convirtieron en uno de los realizadores más taquilleros de España. Aquí logra pergeñar un drama muy digno, apoyado en una atractiva galería de personajes interpretados por muy buenos actores. Se nota la influencia de la Guerra Fría y la creciente tensión atómica del momento histórico en el argumento y también está el inevitable guiño nacional católico de la redención a través de la religión, pero tratado de una manera poco chirriante. No es un peliculón, quizá le sobre minutaje, pero su condición de rareza, junto con otras virtudes la convierte en una obra estimable, que marcó la carrera de Mariano Ozores, ya que su estrepitoso fracaso comercial le abocó a tomar los derroteros que todos sabemos (y algunos apreciamos).
El reparto es, sencillamente, espectacular, con muchas conexiones familiares: El clan Ozores, con el director a la cabeza, lo completan sus hermanos José Luis (componiendo un muy logrado borrachín) y Antonio (como un ladronzuelo de poca monta), Elisa Montés (esposa de Antonio) hace de empleada de unos grandes almacenes, su hermana Emma Penella de puta bondadosa, Fernando Rey hace de cura, su esposa Mabel Karr de adúltera amante de Carlos Ballesteros (el Pepe Carvalho de “Tatuaje”), Mercedes Muñoz Sampedro (hermana de Matilde y Guadalupe y tía de Juan Antonio Bardem) y Mari Carmen Prendes componen un peculiar dúo, Rafael Arcos (cuñado de Mariano Ozores) da vida al malhumorado director de los grandes almacenes, Luis Prendes (hermano de Mari Carmen) y Carlos Estrada están unidos por su respectiva condición de policía y delincuente y Julita Martínez y Jesús Puente son un matrimonio que pone la nota sensiblera de la peli. Resumiendo, buena parte de los mejores actores de la época se dan cita en esta película.
El reparto es, sencillamente, espectacular, con muchas conexiones familiares: El clan Ozores, con el director a la cabeza, lo completan sus hermanos José Luis (componiendo un muy logrado borrachín) y Antonio (como un ladronzuelo de poca monta), Elisa Montés (esposa de Antonio) hace de empleada de unos grandes almacenes, su hermana Emma Penella de puta bondadosa, Fernando Rey hace de cura, su esposa Mabel Karr de adúltera amante de Carlos Ballesteros (el Pepe Carvalho de “Tatuaje”), Mercedes Muñoz Sampedro (hermana de Matilde y Guadalupe y tía de Juan Antonio Bardem) y Mari Carmen Prendes componen un peculiar dúo, Rafael Arcos (cuñado de Mariano Ozores) da vida al malhumorado director de los grandes almacenes, Luis Prendes (hermano de Mari Carmen) y Carlos Estrada están unidos por su respectiva condición de policía y delincuente y Julita Martínez y Jesús Puente son un matrimonio que pone la nota sensiblera de la peli. Resumiendo, buena parte de los mejores actores de la época se dan cita en esta película.

4,8
633
6
20 de junio de 2016
20 de junio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La esfinge” (1981), de Franklin J. Schaffner, hacía un porrón de años que no la veía (creo que desde 1990) y la recordaba como una peli mucho más dinámica y casi de terror. Grave fallo de memoria. Es bastante arrítmica y de aventuras y acción, sin nada de terror. Afortunadamente, va de menos a más y te acaba dejando un aceptable sabor de boca. Las imágenes de Egipto merecen la pena, pero la trama y el guion están muy traídos por los pelos, con una Lesley Anne Down (muy guapa, pero con el pelo corto) que unas veces parece una reputada egiptóloga y otras veces una turista marisabidilla. Frank Langella está muy bien como el egipcio de pedigrí y rehén de la historia familiar (bueno, Frank Langella está bien siempre). Y John Gielgud y Rhiys-Davies tienen papeles más secundarios. Los decorados, muy resultones, son de nuestro Gil Parrondo. Para un domingo por la tarde (como fue el caso) tiene un pase, pero hay que reconocer que es de lo más flojo de su director.
Documental

7,0
2.958
9
1 de abril de 2016
1 de abril de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se cumple medio siglo de la primera edición del más celebérrimo libro sobre cine jamás escrito, el justamente mítico “El cine según Hitchcock”, de François Truffaut, basado en la larga entrevista mantenida entre los dos directores en 1962, a lo largo de varios días y con un hilo conductor en forma de cuestionario de 500 preguntas. Y nada mejor para conmemorar tan ilustre efeméride que el estreno en salas del documental de Kent Jones Hitchcock / Truffaut, que analiza profusamente los entresijos conversacionales entre el consolidado maestro británico y un descollante autor francés que ya cargaba en su mochila con una obra del porte de Los 400 golpes.
Uno de los grandes méritos de la película de Jones es su ausencia de vocación totalizadora, tarea que hubiera resultado ímproba por inabarcable, tantos son los aspectos de la obra de Hitchcock dignos de ser abordados. Acierta, por tanto, el director al centrarse en elementos parciales y concretos de la vasta creatividad hitchcockiana, apoyándose para ello en las voces de directores de varias generaciones que explican lo que supuso el cine del genio en sus vidas y trayectorias, cómo les influyó y la valoración que les merece el libro de Truffaut. A este menester se aplican con empeño Wes Anderson, Olivier Assayas, Peter Bogdanovich, Arnaud Desplechin, David Fincher, James Gray, Kiyoshi Kurosawa, Richard Linklater, Paul Schrader y Martin Scorsese, siendo este último quien, a mi juicio, nos ofrece las apreciaciones más brillantes.
Gracias al documental averiguamos que Hitchcock aceptó rápidamente el ofrecimiento de Truffaut para mantener el encuentro, que este acudió acompañado de una asistente que hizo las veces de traductora e intérprete y que la sintonía entre ambos fue absoluta desde el primer momento. Escuchamos, además, cortes de la conversación mantenida, que Hitchcock en ocasiones cortaba abruptamente si no quería que algo saliera a la luz. También vemos planos de las sesiones fotográficas tomadas durante la cumbre, en algunos de los cuales los directores posan fumando enormes puros.
Toda la copiosa obra de Hitchcock impregna el documental, ya que siempre hay algún aspecto técnico brillante o novedoso que reseñar, aunque Jones se detiene especialmente en Psicosis y Vértigo, poseedoras de algunas de las escenas más memorables de la historia del cine. Por boca de los protagonistas corroboramos algunos datos conocidos, como la escasa consideración en que Hitchcock tenía al gremio actoral, por más que acostumbrara a trabajar con grandes estrellas.
En resumen, un documental que hace justicia a dos genios del Séptimo Arte y al fruto salido de sus conversaciones en forma de libro al que el propio Truffaut dio tratamiento de obra fílmica, corrigiéndolo, revisándolo y puliéndolo hasta el punto de ser editado cuatro años después. Un libro capital para que el estatus de Hitchcock pasara de ser el de “mago del suspense” que llenaba las salas con sus intrigas y tramas alambicadas al de auteur reverenciado por la crítica y estudiado en las escuelas, gracias a la reivindicación realizada por un grupo de jovenzuelos apostados como francotiradores en la revista Cahiers du Cinéma.
Sirvan como muestra del afecto y admiración profesados por Truffaut las palabras que le dedicó al maestro cuando este fue homenajeado por el American Film Institute en 1979: “Aquí en América ustedes le llaman Hitch, nosotros en Francia le llamamos Monsieur Hitchcock”. Pocos meses después el genio británico moría. Posiblemente no exista mejor involuntario epitafio, de leyenda a leyenda.
Uno de los grandes méritos de la película de Jones es su ausencia de vocación totalizadora, tarea que hubiera resultado ímproba por inabarcable, tantos son los aspectos de la obra de Hitchcock dignos de ser abordados. Acierta, por tanto, el director al centrarse en elementos parciales y concretos de la vasta creatividad hitchcockiana, apoyándose para ello en las voces de directores de varias generaciones que explican lo que supuso el cine del genio en sus vidas y trayectorias, cómo les influyó y la valoración que les merece el libro de Truffaut. A este menester se aplican con empeño Wes Anderson, Olivier Assayas, Peter Bogdanovich, Arnaud Desplechin, David Fincher, James Gray, Kiyoshi Kurosawa, Richard Linklater, Paul Schrader y Martin Scorsese, siendo este último quien, a mi juicio, nos ofrece las apreciaciones más brillantes.
Gracias al documental averiguamos que Hitchcock aceptó rápidamente el ofrecimiento de Truffaut para mantener el encuentro, que este acudió acompañado de una asistente que hizo las veces de traductora e intérprete y que la sintonía entre ambos fue absoluta desde el primer momento. Escuchamos, además, cortes de la conversación mantenida, que Hitchcock en ocasiones cortaba abruptamente si no quería que algo saliera a la luz. También vemos planos de las sesiones fotográficas tomadas durante la cumbre, en algunos de los cuales los directores posan fumando enormes puros.
Toda la copiosa obra de Hitchcock impregna el documental, ya que siempre hay algún aspecto técnico brillante o novedoso que reseñar, aunque Jones se detiene especialmente en Psicosis y Vértigo, poseedoras de algunas de las escenas más memorables de la historia del cine. Por boca de los protagonistas corroboramos algunos datos conocidos, como la escasa consideración en que Hitchcock tenía al gremio actoral, por más que acostumbrara a trabajar con grandes estrellas.
En resumen, un documental que hace justicia a dos genios del Séptimo Arte y al fruto salido de sus conversaciones en forma de libro al que el propio Truffaut dio tratamiento de obra fílmica, corrigiéndolo, revisándolo y puliéndolo hasta el punto de ser editado cuatro años después. Un libro capital para que el estatus de Hitchcock pasara de ser el de “mago del suspense” que llenaba las salas con sus intrigas y tramas alambicadas al de auteur reverenciado por la crítica y estudiado en las escuelas, gracias a la reivindicación realizada por un grupo de jovenzuelos apostados como francotiradores en la revista Cahiers du Cinéma.
Sirvan como muestra del afecto y admiración profesados por Truffaut las palabras que le dedicó al maestro cuando este fue homenajeado por el American Film Institute en 1979: “Aquí en América ustedes le llaman Hitch, nosotros en Francia le llamamos Monsieur Hitchcock”. Pocos meses después el genio británico moría. Posiblemente no exista mejor involuntario epitafio, de leyenda a leyenda.
9
23 de febrero de 2016
23 de febrero de 2016
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un título de resonancias tan shakesperianas, el director catalán Ramón Térmens traslada a la gran pantalla una poliédrica historia donde casi nada resulta ser lo que las apariencias indican, comenzando por el propio proceso creativo e industrial de la película. ¿Por qué digo esto? Pues porque un reducido elenco donde conviven intérpretes de hasta cuatro nacionalidades invita a pensar que nos hallamos ante una coproducción, cuando el producto es netamente nacional. O porque la película, atmosférica como pocas, nos proyecta a lejanas localizaciones tex-mex, cuando el grueso del rodaje se realizó en una nave de las afueras de Barcelona. Pero, principalmente, como en todos los buenos thrillers psicológicos (y este lo es), porque la trama te lleva a extraer erróneas conclusiones que el devenir fílmico acabará echando por tierra.
El mal que hacen los hombres es descarnada, dura, seca, un pelín escabrosa y a ratos tramposilla, pero se mueve bien en esa sutil frontera que separa el sugerir del mostrar. La historia es sencilla: Santiago y Benny son dos sicarios a sueldo del gran capo Lucho, uno de los narcos que lucha por el control de la zona. Mientras Santiago se ocupa de los aspectos logísticos y de intendencia de trazo más grueso, Benny se encarga de la resolución médica y el trabajo fino (permítaseme la licencia eufemística), acostumbrados a esperar instrucciones, ejecutarlas (literalmente) y retornar a su habitual modorra en el almacén cárnico que utilizan como tapadera. Pero un mal día, de la mano de un ambiguo correo humano, recibirán un paquete más inusual que de costumbre, lo que les hará plantearse moralmente cuestiones que nunca habían ponderado, elevando la tensión hasta límites insoportables en un nuevo y desconocido escenario donde han perdido el monopolio del control.
Son muchas las virtudes de El mal que hacen los hombres, comenzando por un metraje ajustado a las necesidades de la historia a contar, sin caer en la tentación de estirarlo artificialmente. Su ambientación y atrezzo minimalista permite que nos centremos en el desarrollo psicológico de los personajes, con perfiles esmeradamente trabajados. Además, la banda sonora de La Malinche se imbrica perfectamente en la historia y su evolución. Mención aparte merece el trabajo actoral, solvente por parte de todo el elenco, pero con tres miembros que brillan con luz propia: la joven Priscilla Delgado encarnando a la rehén que desata el conflicto, Sergio Peris-Mencheta como misterioso elemento intrusivo (en el que probablemente sea el mejor papel de su carrera) y un portentoso Daniel Faraldo (a su vez guionista y productor) que se come la cámara en cada plano y capta la atención del espectador desde el minuto uno.
En algunos (escasos) pasajes del tramo final la película amenaza con deslizarse por el siempre peligroso tobogán del efectismo, logrando mantener el equilibrio suficiente para evitar un indeseado e injusto mal sabor de boca en una propuesta gozosamente inusual a la que deseamos una próspera carrera comercial que haga justicia a un proyecto arriesgado que se aventura en territorios no demasiado explorados por nuestro cine, huyendo de la habitual zona de confort temática y estilística a la que estamos acostumbrados. Semejante empeño bien lo merece.
El mal que hacen los hombres es descarnada, dura, seca, un pelín escabrosa y a ratos tramposilla, pero se mueve bien en esa sutil frontera que separa el sugerir del mostrar. La historia es sencilla: Santiago y Benny son dos sicarios a sueldo del gran capo Lucho, uno de los narcos que lucha por el control de la zona. Mientras Santiago se ocupa de los aspectos logísticos y de intendencia de trazo más grueso, Benny se encarga de la resolución médica y el trabajo fino (permítaseme la licencia eufemística), acostumbrados a esperar instrucciones, ejecutarlas (literalmente) y retornar a su habitual modorra en el almacén cárnico que utilizan como tapadera. Pero un mal día, de la mano de un ambiguo correo humano, recibirán un paquete más inusual que de costumbre, lo que les hará plantearse moralmente cuestiones que nunca habían ponderado, elevando la tensión hasta límites insoportables en un nuevo y desconocido escenario donde han perdido el monopolio del control.
Son muchas las virtudes de El mal que hacen los hombres, comenzando por un metraje ajustado a las necesidades de la historia a contar, sin caer en la tentación de estirarlo artificialmente. Su ambientación y atrezzo minimalista permite que nos centremos en el desarrollo psicológico de los personajes, con perfiles esmeradamente trabajados. Además, la banda sonora de La Malinche se imbrica perfectamente en la historia y su evolución. Mención aparte merece el trabajo actoral, solvente por parte de todo el elenco, pero con tres miembros que brillan con luz propia: la joven Priscilla Delgado encarnando a la rehén que desata el conflicto, Sergio Peris-Mencheta como misterioso elemento intrusivo (en el que probablemente sea el mejor papel de su carrera) y un portentoso Daniel Faraldo (a su vez guionista y productor) que se come la cámara en cada plano y capta la atención del espectador desde el minuto uno.
En algunos (escasos) pasajes del tramo final la película amenaza con deslizarse por el siempre peligroso tobogán del efectismo, logrando mantener el equilibrio suficiente para evitar un indeseado e injusto mal sabor de boca en una propuesta gozosamente inusual a la que deseamos una próspera carrera comercial que haga justicia a un proyecto arriesgado que se aventura en territorios no demasiado explorados por nuestro cine, huyendo de la habitual zona de confort temática y estilística a la que estamos acostumbrados. Semejante empeño bien lo merece.
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