Mezcla de House of Cards, Anatomía de Grey y Mentes criminales con una puesta en escena suntuosa, pésimas actuaciones, diálogos ridículos y un argumento poco creíble. Según esta serie, la Casa Blanca es un lugar donde todo el mundo ha asesinado, mandado asesinar o torturar a alguien mientras los protagonistas hacen un repetitivo (hasta potar) esfuerzo para que nos hagamos adictos al vino. La protagonista camina como una modelo cabreada por los pasillos de la Casa Blanca y pone morritos. El padre de la protagonista se cree mejor actor por gritar cada dos líneas de diálogo. La música funky suena cacofónicamente mientras conspiran para hacer explotar un avión o envenenar a alguien.Los diálogos amorosos, que los hay para amargar La casa de la pradera, son interminables y absurdos. Pocas citas literarias pero innumerables descripciones de la cosecha y forma de preservación de cada una de las botellas que se beben ( que son miles ). Toda una oda a la cultura vinícola. En fin, esta serie es una increible retahila de despropósitos a olvidar a menos que quieras dedicarte al vino.