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Críticas ordenadas por utilidad
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5
19 de noviembre de 2010
19 de noviembre de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Johan (Erland Josephson) y Marianne (Liv Ullman) son un matrimonio aparentemente feliz, de clase media-alta y con dos niñas, Karin y Eva. Marianne trabaja como abogada familiar, y presta su ayuda a aquellas parejas que se están separando, de forma que puedan afrontar el divorcio de la manera menos dañina posible para ambos. Lo que no sospecha es que un día tendrá que ser ella la que actúe como paciente de sí misma, pues su relación con Johan empieza a empeorar.
En esta película tan abstracta de Ingmar Bergman, el autor explora los conflictos que se dan en toda relación sentimental, desde los celos hasta las infidelidades, pasando por el aburrimiento sexual. Decimos que se trata de una película abstracta porque está construida prácticamente en su totalidad a base de primeros planos, otorgando así mayor protagonismo al conflicto interno de los personajes, muy influido esto, seguramente, por el también director nórdico Carl Theodor Dreyer. El ser humano sabe mucha física y muchas matemáticas, pero no se conoce a sí mismo, no conoce su alma y su lado más sentimental y emocional, de ahí que las relaciones con nuestras parejas vengan tan cargadas de errores, malentendidos y discusiones. No obstante, una relación es algo más que un matrimonio y una firma en un papel, por lo que hay vida más allá de las rupturas y los divorcios.
La música es ausente, incluso en los títulos de crédito de fondo verde, y la fotografía vuelve a correr a cargo de Sven Nykvist. Muchos califican Secretos de un matrimonio como la obra maestra de Bergman, y sin duda nos encontramos ante un filme maduro y muy bien construido, pero su excesiva densidad la hace a veces un poco pesada.
En esta película tan abstracta de Ingmar Bergman, el autor explora los conflictos que se dan en toda relación sentimental, desde los celos hasta las infidelidades, pasando por el aburrimiento sexual. Decimos que se trata de una película abstracta porque está construida prácticamente en su totalidad a base de primeros planos, otorgando así mayor protagonismo al conflicto interno de los personajes, muy influido esto, seguramente, por el también director nórdico Carl Theodor Dreyer. El ser humano sabe mucha física y muchas matemáticas, pero no se conoce a sí mismo, no conoce su alma y su lado más sentimental y emocional, de ahí que las relaciones con nuestras parejas vengan tan cargadas de errores, malentendidos y discusiones. No obstante, una relación es algo más que un matrimonio y una firma en un papel, por lo que hay vida más allá de las rupturas y los divorcios.
La música es ausente, incluso en los títulos de crédito de fondo verde, y la fotografía vuelve a correr a cargo de Sven Nykvist. Muchos califican Secretos de un matrimonio como la obra maestra de Bergman, y sin duda nos encontramos ante un filme maduro y muy bien construido, pero su excesiva densidad la hace a veces un poco pesada.

6,8
391
8
1 de mayo de 2010
1 de mayo de 2010
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pueblo a las afueras de la Varsovia de 1942 vive Stach (Tadeusz Lomnicki), un aprendiz de carpintero que, gracias a su compañero Sekula (Janusz Paluszkiewicz), adquiere conciencia de clase obrera para enfrentarse a los opresores. Además, en la escuela otros compañeros revolucionarios le instan a alistarse en la Guardia Popular. Así lo hace, y será cuando conozca a Dorota (Urszula Modrszynska), de quien se enamora. Ésta le anima para que constituya un grupo de afinidad con sus compañeros (entre los que está un jovencísimo Polanski) mediante el cual cometer atentados. El grupo desarrollará así su actividad revolucionaria en una película en la que se nos muestra que luchar es vivir, y que quien no lucha está muerto.
En Generación de Wajda, la primera que hizo, se deja constancia de lo importante que es hacer la Revolución. Parece mentira que sea el mismo director que en 2007 hizo Katyn, acerca de los oficiales polacos asesinados por el Ejército Soviético. Es también interesante la “clase magistral” que Sekula le da a Stachu acerca de la forma en que el capitalista se apropia del trabajo del obrero, citando a Karl Marx.
Desde la panorámica descriptiva que abre el filme hasta el final, la película, con Alexander Ford como director de arte, nos engancha y no decae en ningún momento. Era la primera película que veía de Wajda, y ya tengo en mente ver las otras dos que completan su trilogía de la guerra.
En Generación de Wajda, la primera que hizo, se deja constancia de lo importante que es hacer la Revolución. Parece mentira que sea el mismo director que en 2007 hizo Katyn, acerca de los oficiales polacos asesinados por el Ejército Soviético. Es también interesante la “clase magistral” que Sekula le da a Stachu acerca de la forma en que el capitalista se apropia del trabajo del obrero, citando a Karl Marx.
Desde la panorámica descriptiva que abre el filme hasta el final, la película, con Alexander Ford como director de arte, nos engancha y no decae en ningún momento. Era la primera película que veía de Wajda, y ya tengo en mente ver las otras dos que completan su trilogía de la guerra.

7,7
8.128
6
3 de julio de 2010
3 de julio de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo un film de Godard, estamos ante una película en la que importa más el cómo se cuenta que lo que se cuenta. Si Al final de la escapada era rompedora en su forma, en Vivir su vida Godard vuelve a destrozar y a hacer pedazos las convenciones del cine, y mediante una serie de encuadres horribles y planos feísimos nos cuenta una historia dedicada a las películas de serie B. ¿Podríamos imaginarnos una conversación articulada con los personajes de espaldas? Pues Godard en esta película lo hace. ¿Y unos planos que capturan el cogote de los personajes desde un ángulo antiestético? Pues Godard en esta película lo hace. ¿Y unos movimientos de cámara injustificados? Pues Godard en Vivir su vida mueve la cámara cuando le da la gana y porque le da la gana. No obstante, hay que decir en beneficio del rey de la nueva ola, que salta a la vista que son errores de alguien que conoce las reglas del cine a la perfección. Decía Picasso que primero había que conocer las normas para después saltárselas. Pues bien, creo que en este sentido Godard es el Picasso del cine, puesto que él sabe cómo se debe hacer una película, qué normas hay que seguir y qué principios hay que aplicar, pero sencillamente no le da la gana aplicar ningún principio y seguir ninguna norma, haciendo en cine el equivalente de un Picasso en pintura. ¿Para qué vamos a respetar el raccord?
Uno de los mejores elementos del filme es, aparte de la triste música que entra de vez en cuando, la preciosidad de Anna Karina, que fue, por cierto, mujer del propio Godard. Si para la obra representativa de la nouvelle-vague veíamos a una bellísima Jean Seberg, en Vivir su vida Anna Karina es quien nos deja boquiabiertos al mirar a cámara con esos ojazos. No así con su gracia para bailar, por cierto.
Como no podía ser de otra forma en un cinéfilo empedernido como es Godard, los guiños al séptimo arte vuelven a estar presentes, y si en Al final de la escapada veíamos una cartelera que anunciaba la Hiroshima mon amour de Alain Resnais, en Vivir su vida vemos, aparte de una proyección de La Pasión de Juana de Arco de Dreyer (con la que el personaje de Nana guarda cierto paralelismo), la Jules et Jim de su compañero Truffaut. Pura nouvelle-vague.
Uno de los mejores elementos del filme es, aparte de la triste música que entra de vez en cuando, la preciosidad de Anna Karina, que fue, por cierto, mujer del propio Godard. Si para la obra representativa de la nouvelle-vague veíamos a una bellísima Jean Seberg, en Vivir su vida Anna Karina es quien nos deja boquiabiertos al mirar a cámara con esos ojazos. No así con su gracia para bailar, por cierto.
Como no podía ser de otra forma en un cinéfilo empedernido como es Godard, los guiños al séptimo arte vuelven a estar presentes, y si en Al final de la escapada veíamos una cartelera que anunciaba la Hiroshima mon amour de Alain Resnais, en Vivir su vida vemos, aparte de una proyección de La Pasión de Juana de Arco de Dreyer (con la que el personaje de Nana guarda cierto paralelismo), la Jules et Jim de su compañero Truffaut. Pura nouvelle-vague.
6
8 de mayo de 2010
8 de mayo de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Hoyuelos, un pueblo de la Segovia de 1941, llega una función de cine para proyectar Frankenstein, de James Whale. Ana (Ana Torrent) e Isabel (Isabel Tellería) son dos hermanas que acuden a la proyección, quedando Ana marcadísima por la historia. ¿Por qué el monstruo mata a la niña? ¿Por qué luego le matan a él? Isabel le cuenta a su hermana que en el pueblo hay un espíritu similar, que sólo sale por la noche, y que sólo se puede hablar con el “si eres su amiga”.
El espectador asiste a la historia a través de los ojos de Ana, quien se obsesiona con la existencia del monstruo del mismo modo que todos en nuestra infancia nos obsesionamos con algo que, mientras el resto del mundo no le prestaba la más mínima atención, a nosotros no se nos quitaba de la cabeza. Creo que es ahí donde está la belleza de El espíritu de la colmena, en que la infancia está retratada y reflejada de una forma magistral.
La primera vez que vi El espíritu de la colmena no me gustó nada. Me pareció aburrida, lenta y apenas la supe valorar. Ahora, tras haber visto más cine lento de autores como Tarkovski o Bergman, al ver por segunda vez la primera película de Erice, puedo decir que la realización del filme es impecable. Los encuadres son perfectos, y la fotografía es majestuosa (en realidad, la labor de don Luis Cuadrado ya me llamó poderosamente la atención la primera vez que la vi). No obstante, por no sé qué razón, la película no me termina de llegar, y no consigo ver algo que, por lo que parece, todo el mundo logra ver. Y es que cuando a Víctor Erice, con sólo tres largometrajes, se le tiene considerado como un director de culto de los más importantes de la Historia del Cine, por algo será. Presiento que El espíritu de la colmena, y probablemente toda la filmografía de Erice, es una de esas películas que uno va valorando más a medida que la va viendo repetidas veces, y a medida que uno ser forma más y adquiere más conocimientos sobre cine e imagen. Porque lo que está claro es que no nos encontramos con una obra cualquiera.
El espectador asiste a la historia a través de los ojos de Ana, quien se obsesiona con la existencia del monstruo del mismo modo que todos en nuestra infancia nos obsesionamos con algo que, mientras el resto del mundo no le prestaba la más mínima atención, a nosotros no se nos quitaba de la cabeza. Creo que es ahí donde está la belleza de El espíritu de la colmena, en que la infancia está retratada y reflejada de una forma magistral.
La primera vez que vi El espíritu de la colmena no me gustó nada. Me pareció aburrida, lenta y apenas la supe valorar. Ahora, tras haber visto más cine lento de autores como Tarkovski o Bergman, al ver por segunda vez la primera película de Erice, puedo decir que la realización del filme es impecable. Los encuadres son perfectos, y la fotografía es majestuosa (en realidad, la labor de don Luis Cuadrado ya me llamó poderosamente la atención la primera vez que la vi). No obstante, por no sé qué razón, la película no me termina de llegar, y no consigo ver algo que, por lo que parece, todo el mundo logra ver. Y es que cuando a Víctor Erice, con sólo tres largometrajes, se le tiene considerado como un director de culto de los más importantes de la Historia del Cine, por algo será. Presiento que El espíritu de la colmena, y probablemente toda la filmografía de Erice, es una de esas películas que uno va valorando más a medida que la va viendo repetidas veces, y a medida que uno ser forma más y adquiere más conocimientos sobre cine e imagen. Porque lo que está claro es que no nos encontramos con una obra cualquiera.

6,5
2.361
8
31 de diciembre de 2010
31 de diciembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los cineastas actuales que de forma más patente deja entrever sus ideales políticos en cada uno de sus filmes es el británico Ken Loach. De tendencia trotskista, Loach es conocido por sus filmes de temática social, cercanos a las clases bajas y no exentos de críticas al poder capitalista y neoliberal. En este sentido, películas como La cuadrilla entroncan con otras comentadas en este blog como Full Monty, donde también se retrata la vida de obreros golpeados por el capitalismo de la Dama de Hierro Margaret Tatcher.
Si en la película de Cattaneo veíamos a un grupo de desgraciados a los que Maggie dejaba en bolas, en La cuadrilla asistimos a las vivencias de unos trabajadores ferroviarios que ven cómo la compañía en la que trabajan es privatizada y han de amoldarse a las condiciones laborales exigidas por el nuevo jefe.
Con algunos actores traídos de hecho de la película de Cattaneo, como es el caso de Steve Huison, que si bien interpreta a dos personajes iguales en su situación económica son prácticamente antagónicos en su posición ante la vida; pienso que una de las mayores virtudes de La cuadrilla, y quizá de la práctica totalidad del cine de Ken Loach, es la inteligente combinación de comedia y tragedia para contarnos una historia que sin duda es triste, aportando graciosos momentos que nos arrancan una sonrisa. El realizador británico consigue así no sólo criticar el sistema económico liberal, sino además reírse de él y contar una tierna historia que a nadie deja indiferente y que invita a la reflexión.
En La cuadrilla, Ken Loach deja claro que, bajo el capitalismo, el obrero se convierte en su propio enemigo al asumir como propios los intereses de su explotador, lo cual le trae sin duda terribles consecuencias que es preciso tener en cuenta ante la posibilidad de quedarse sin trabajo.
Sumergidos en un triste paisaje nublado típico de Inglaterra, los personajes ven cómo su situación laboral les afecta no sólo en lo económico, sino también en lo personal, familiar y sentimental, hecho que, gracias a que parte del reparto está conformado por actores no profesionales, acerca al espectador las vivencias de cada una de esas personas para que las viva como propias, para que veamos en cada uno de los personajes de la pantalla esas mismas personas que vemos nosotros, espectadores, en nuestro día a día cuando vamos a nuestros centros de trabajo. Genial película de un más que interesante director.
Si en la película de Cattaneo veíamos a un grupo de desgraciados a los que Maggie dejaba en bolas, en La cuadrilla asistimos a las vivencias de unos trabajadores ferroviarios que ven cómo la compañía en la que trabajan es privatizada y han de amoldarse a las condiciones laborales exigidas por el nuevo jefe.
Con algunos actores traídos de hecho de la película de Cattaneo, como es el caso de Steve Huison, que si bien interpreta a dos personajes iguales en su situación económica son prácticamente antagónicos en su posición ante la vida; pienso que una de las mayores virtudes de La cuadrilla, y quizá de la práctica totalidad del cine de Ken Loach, es la inteligente combinación de comedia y tragedia para contarnos una historia que sin duda es triste, aportando graciosos momentos que nos arrancan una sonrisa. El realizador británico consigue así no sólo criticar el sistema económico liberal, sino además reírse de él y contar una tierna historia que a nadie deja indiferente y que invita a la reflexión.
En La cuadrilla, Ken Loach deja claro que, bajo el capitalismo, el obrero se convierte en su propio enemigo al asumir como propios los intereses de su explotador, lo cual le trae sin duda terribles consecuencias que es preciso tener en cuenta ante la posibilidad de quedarse sin trabajo.
Sumergidos en un triste paisaje nublado típico de Inglaterra, los personajes ven cómo su situación laboral les afecta no sólo en lo económico, sino también en lo personal, familiar y sentimental, hecho que, gracias a que parte del reparto está conformado por actores no profesionales, acerca al espectador las vivencias de cada una de esas personas para que las viva como propias, para que veamos en cada uno de los personajes de la pantalla esas mismas personas que vemos nosotros, espectadores, en nuestro día a día cuando vamos a nuestros centros de trabajo. Genial película de un más que interesante director.
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