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Críticas ordenadas por utilidad
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3
7 de julio de 2010
7 de julio de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Espíritu del bosque” es una historia ultra conocida, con personajes demasiado estereotipados, con una problemática que ya se ha planteado en infinidad de películas y que no aporta nada nuevo, y con un ritmo poco digerible, donde todo lo que ocurre se presenta con una simplicidad extrema. No está de más decir que es una película estrictamente infantil, y que se ajusta bien a su público. Pero si uno se aparta del infantilismo no puede dejar de pensar que a ese universo le falta magia, complejidad, más escenarios y más acción que requiere la propia narración.
El trabajo técnico es en ocasiones un tanto presuntuoso, sin llegar a evitar que salten a la vista los defectos de dinámica, fluidez, ritmo y expresividad en las escenas de más acción. Tampoco se trata de desprestigiar el esfuerzo y empeño de los animadores, su oficio no es fácil, pero sería de agradecer que hubiera un trabajo más esmerado en cuanto a iluminación y a la integración de figura y fondo. Pues en muchas ocasiones se nos presta una sensación de atomización de elementos que impide que tengamos una noción de imagen unificada. A pesar de esto, hay una buena planificación de las secuencias y del uso de la cámara subjetiva, que salva los momentos más flojos impidiendo que nos centremos en un punto de imperfección, como determinadas texturas de un árbol talado o un hueco en una pared que no acaban de dar el pego.
El trabajo técnico es en ocasiones un tanto presuntuoso, sin llegar a evitar que salten a la vista los defectos de dinámica, fluidez, ritmo y expresividad en las escenas de más acción. Tampoco se trata de desprestigiar el esfuerzo y empeño de los animadores, su oficio no es fácil, pero sería de agradecer que hubiera un trabajo más esmerado en cuanto a iluminación y a la integración de figura y fondo. Pues en muchas ocasiones se nos presta una sensación de atomización de elementos que impide que tengamos una noción de imagen unificada. A pesar de esto, hay una buena planificación de las secuencias y del uso de la cámara subjetiva, que salva los momentos más flojos impidiendo que nos centremos en un punto de imperfección, como determinadas texturas de un árbol talado o un hueco en una pared que no acaban de dar el pego.

5,4
1.424
7
7 de julio de 2010
7 de julio de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un universo propio repleto de amenazas. Un grupo de cazadores de dragones que tendrán que superar, en un ambiente volátil, desquebrajado, y sumergido en el medievo, una serie de obstáculos. El argumento de la película no es sorprendente y tampoco se escapa de algunos tópicos argumentales recurrentes en los cuentos de hadas. Pero si hay algo diferencial es el hecho de que la maldad no está personificada, sino que son los dragones y el ambiente hostil por sí mismos. La dinámica de acción y de aventura gráfica logra sumergirnos en un mundo lleno de elementos fantásticos y decorados irreales, a la vez que mágicos, que son más que gratificantes.
Los personajes están dotados de una personalidad propia y entrañable. Cada individuo está modelado de acuerdo a su carácter, y los rasgos físicos y expresiones otorgadas se corresponden totalmente con su rol dentro del filme. Lo que más destaca por encima de todo son los escenarios, pues la mayor complejidad técnica y de lo que sin duda han salido victoriosos, es la concepción y creación de las montañas derruidas y flotantes, los caminos a medio hacer y el aspecto de suspensión espacio-temporal o ingravidez... Esta definición de ambiente es un elemento crucial para entender los acontecimientos y lo que impulsa a los personajes a actuar de un modo determinado.
Por proximidad en el tiempo de estreno en España (marzo de 2010) “Cazadores de dragones” ha sido injustamente desplazada por la superproducción de Dreamworks: “Cómo entrenar a tu dragón”, por aparente conexión temática y de público objetivo. Si existe algún vínculo entre estas dos películas es simplemente la terminología dragón, pues quien haya visto ambos filmes comprobará que no tienen nada que ver ni con el registro, ni con la temática, ni tampoco con la técnica, pues son dos líneas de estilos de modelaje, de diseño y efectos gráficos totalmente distintas. Y pese a que “Cazadores de dragones” no llegue al nivel de la película de Dreamworks, resulta ser una agradable sorpresa prometedora para todos aquellos que creen que la animación europea está a años luz de las producciones americanas.
Los personajes están dotados de una personalidad propia y entrañable. Cada individuo está modelado de acuerdo a su carácter, y los rasgos físicos y expresiones otorgadas se corresponden totalmente con su rol dentro del filme. Lo que más destaca por encima de todo son los escenarios, pues la mayor complejidad técnica y de lo que sin duda han salido victoriosos, es la concepción y creación de las montañas derruidas y flotantes, los caminos a medio hacer y el aspecto de suspensión espacio-temporal o ingravidez... Esta definición de ambiente es un elemento crucial para entender los acontecimientos y lo que impulsa a los personajes a actuar de un modo determinado.
Por proximidad en el tiempo de estreno en España (marzo de 2010) “Cazadores de dragones” ha sido injustamente desplazada por la superproducción de Dreamworks: “Cómo entrenar a tu dragón”, por aparente conexión temática y de público objetivo. Si existe algún vínculo entre estas dos películas es simplemente la terminología dragón, pues quien haya visto ambos filmes comprobará que no tienen nada que ver ni con el registro, ni con la temática, ni tampoco con la técnica, pues son dos líneas de estilos de modelaje, de diseño y efectos gráficos totalmente distintas. Y pese a que “Cazadores de dragones” no llegue al nivel de la película de Dreamworks, resulta ser una agradable sorpresa prometedora para todos aquellos que creen que la animación europea está a años luz de las producciones americanas.

7,4
56.906
9
24 de diciembre de 2009
24 de diciembre de 2009
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gente suele decir que David Lynch es un cineasta que va muy a la suya y hace cosas incomprensibles, pero aun así todavía hay mucha gente que se siente fascinada por el mundo onírico que presenta. Es ese mundo que nosotros mismos imaginamos situados en un punto intermedio entre una situación que no sabemos cómo definir: ¿es verdad? ¿es un sueño?
En Blue Velvet, Lynch retrata al protagonista como un joven que se encuentra en este portal hacia dos mundos, hasta que un día recibe una pista para adentrarse a un estilo de vida muy diferente al que él está acostumbrado. Es un universo sutil con un toque lírico donde en ningún momento se explicita verbalmente la decisión y la duda de Jeffrey, todo queda representado por la puesta en escena, un conjunto que dice y a la vez oculta. En definitiva, nos adentra en un mundo místico y desagradable, pero existente; aquello que se ve pero que no queremos ver.
Lynch jamás trata al espectador como alguien incapaz de entender lo que quiere expresar, nunca tiene miedo de que no lo comprendan porque al fin y al cabo se acaba aceptando que el mundo es incomprensible y como consecuencia, los seres que habitamos en él también lo somos.
Los personajes de la película están muy bien caracterizados y las atmósferas de los espacios se recrean intensamente tal y como lo deben hacer en la mente de su creador, que parece ser que no tiene fronteras. De hecho, hay una cita de Michel Chion que creo que va muy bien con lo que pienso: “Blue Velvet es la primera película donde Lynch muestra su habilidad para hacer que la vida parezca extraña”.
En Blue Velvet, Lynch retrata al protagonista como un joven que se encuentra en este portal hacia dos mundos, hasta que un día recibe una pista para adentrarse a un estilo de vida muy diferente al que él está acostumbrado. Es un universo sutil con un toque lírico donde en ningún momento se explicita verbalmente la decisión y la duda de Jeffrey, todo queda representado por la puesta en escena, un conjunto que dice y a la vez oculta. En definitiva, nos adentra en un mundo místico y desagradable, pero existente; aquello que se ve pero que no queremos ver.
Lynch jamás trata al espectador como alguien incapaz de entender lo que quiere expresar, nunca tiene miedo de que no lo comprendan porque al fin y al cabo se acaba aceptando que el mundo es incomprensible y como consecuencia, los seres que habitamos en él también lo somos.
Los personajes de la película están muy bien caracterizados y las atmósferas de los espacios se recrean intensamente tal y como lo deben hacer en la mente de su creador, que parece ser que no tiene fronteras. De hecho, hay una cita de Michel Chion que creo que va muy bien con lo que pienso: “Blue Velvet es la primera película donde Lynch muestra su habilidad para hacer que la vida parezca extraña”.
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