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7,0
13.855
6
25 de octubre de 2024
25 de octubre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Me ha costado el revisionado, tanto que he tenido que dosificarla por capítulos. Y bueno, al margen de que para mí es normal dormirme viendo pelis por la noche en el sofá, pero esta se me hizo especialmente soporífera.
Pobre Edith Piaf, qué infancia tan jodida la suya, cierto, pero en que personaje tan insoportable se convierte. Una alcohólica gritona y chabacana que malvive en las calles de París. Con otra amiga insoportable que me hacía desear apagar la TV.
Menos mal, que ahí están los hombres para echarle un cable y explotarla a la vez que la encumbran. Primero su papá con ese “pues algo sabrás hacer”, luego el indeseable de Gérard Depardieu que la contrata para cantar en atroz de mala muerte, después se nos une el instructor cabrón, y bueno para acabar Marrrrggggceeeel, ¡qué romance más turras por favor!
La película es solo actuación, Marion Cotillard brilla y ganó el Óscar obviamente. Porque ¿qué le puede gustar más a Hollywood que una preciosidad afeada por el maquillaje? Pues pocas cositas. Y en este caso, es magnífico. La actriz no se parecerá ni en el blanco de los ojos a Marion Cotillard, pero sí no las puede recordar con su físico, empequeñeciéndose hasta casi desaparecer.
No me ha gustado tampoco su fotografía y ese color empastado, amigos no era la Belle Époque. El montaje tampoco, por favor cuanto mareo de flash forward, backward, tras una hora ya no sabía cuál época era la central en la película. Y bueno, qué decir de su banda sonora, fácil que sea buena, ¿no?
En resumen, este biopic muy bien para una abuelita un domingo por la tarde de invierno, que pueda hacerse su siestecita con manta, ir entre abriendo los ojos y que no se pierda nada.
Pobre Edith Piaf, qué infancia tan jodida la suya, cierto, pero en que personaje tan insoportable se convierte. Una alcohólica gritona y chabacana que malvive en las calles de París. Con otra amiga insoportable que me hacía desear apagar la TV.
Menos mal, que ahí están los hombres para echarle un cable y explotarla a la vez que la encumbran. Primero su papá con ese “pues algo sabrás hacer”, luego el indeseable de Gérard Depardieu que la contrata para cantar en atroz de mala muerte, después se nos une el instructor cabrón, y bueno para acabar Marrrrggggceeeel, ¡qué romance más turras por favor!
La película es solo actuación, Marion Cotillard brilla y ganó el Óscar obviamente. Porque ¿qué le puede gustar más a Hollywood que una preciosidad afeada por el maquillaje? Pues pocas cositas. Y en este caso, es magnífico. La actriz no se parecerá ni en el blanco de los ojos a Marion Cotillard, pero sí no las puede recordar con su físico, empequeñeciéndose hasta casi desaparecer.
No me ha gustado tampoco su fotografía y ese color empastado, amigos no era la Belle Époque. El montaje tampoco, por favor cuanto mareo de flash forward, backward, tras una hora ya no sabía cuál época era la central en la película. Y bueno, qué decir de su banda sonora, fácil que sea buena, ¿no?
En resumen, este biopic muy bien para una abuelita un domingo por la tarde de invierno, que pueda hacerse su siestecita con manta, ir entre abriendo los ojos y que no se pierda nada.

7,4
56.179
9
24 de marzo de 2025
24 de marzo de 2025
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Que Clerks fue una película de bajo presupuesto es un hecho, pero reducir su valor a eso sería un error. No la infravaloremos por ser una historia costumbrista, porque ahí radica precisamente su encanto.
Hacía mucho que no la revisaba y recuerdo haberla visto por primera vez después de Mallrats, su sucesora con presupuesto para actores y estrellas. Mirando atrás, su ópera prima me parece bastante mejor.
El guion es sencillo, pero está repleto de diálogos brillantes, especialmente para los amantes del cine y Star Wars, con esa icónica referencia a los obreros asalariados de la segunda Estrella de la Muerte. ¿Qué culpa tenían ellos?
Dante Hicks (Brian O’Halloran) es el protagonista a su pesar: un tipo atrapado en un trabajo que odia y en una vida que no sabe cómo cambiar, me cae gordo. Y luego está Randal Graves (Jeff Anderson), el empleado del videoclub de al lado, un maestro del escaqueo y del sarcasmo que, aunque parece vivir sin preocupaciones, es en realidad el amigo que Dante necesita, me tiene enamorada. Su química es brutal y sus conversaciones, llenas de cinismo y verdades incómodas, son el alma de la película.
Amo, amo y amo el dúo de Silent Bob( Kevin Smith) y Jay (Jason Mewes), esos gamberros de Quick Stop cuya esencia se explota aún más en la secuela. Si bien esta última es más irregular, tiene momentos memorables, como la icónica escena en la que Jay imita a Buffalo Bill en El silencio de los corderos.
La fotografía en blanco y negro me encanta. Tiene un aire muy MTV de los buenos tiempos, evocando la cultura skater, el espíritu rebelde y la vida de esos suburbios americanos donde habita la gente cool que no encaja en la rutina.
Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar su tremenda banda sonora. Con temas de Alice in Chains, The Jesus Lizard y Soul Asylum, entre otros, Clerks rezuma a 90's . Pero si hay una canción que se ha ganado su lugar en la cultura pop, y mi corazón, es Chewbacca, What a Wookiee! de Supernova, un himno punk absurdo y maravilloso que encaja perfectamente con el espíritu irreverente de la película.
En definitiva, Clerks es una ópera prima gamberra pero tremendamente tierna. Habla sobre el miedo a crecer, los primeros amores, la amistad y el placer de pasar tiempo con los colegas, mientras se observan las rarezas de la gente en un estudio sociológico disfrazado de comedia.
Y si encima me pones no uno, sino dos videoclubs… ya me tienes ganada.
Hacía mucho que no la revisaba y recuerdo haberla visto por primera vez después de Mallrats, su sucesora con presupuesto para actores y estrellas. Mirando atrás, su ópera prima me parece bastante mejor.
El guion es sencillo, pero está repleto de diálogos brillantes, especialmente para los amantes del cine y Star Wars, con esa icónica referencia a los obreros asalariados de la segunda Estrella de la Muerte. ¿Qué culpa tenían ellos?
Dante Hicks (Brian O’Halloran) es el protagonista a su pesar: un tipo atrapado en un trabajo que odia y en una vida que no sabe cómo cambiar, me cae gordo. Y luego está Randal Graves (Jeff Anderson), el empleado del videoclub de al lado, un maestro del escaqueo y del sarcasmo que, aunque parece vivir sin preocupaciones, es en realidad el amigo que Dante necesita, me tiene enamorada. Su química es brutal y sus conversaciones, llenas de cinismo y verdades incómodas, son el alma de la película.
Amo, amo y amo el dúo de Silent Bob( Kevin Smith) y Jay (Jason Mewes), esos gamberros de Quick Stop cuya esencia se explota aún más en la secuela. Si bien esta última es más irregular, tiene momentos memorables, como la icónica escena en la que Jay imita a Buffalo Bill en El silencio de los corderos.
La fotografía en blanco y negro me encanta. Tiene un aire muy MTV de los buenos tiempos, evocando la cultura skater, el espíritu rebelde y la vida de esos suburbios americanos donde habita la gente cool que no encaja en la rutina.
Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar su tremenda banda sonora. Con temas de Alice in Chains, The Jesus Lizard y Soul Asylum, entre otros, Clerks rezuma a 90's . Pero si hay una canción que se ha ganado su lugar en la cultura pop, y mi corazón, es Chewbacca, What a Wookiee! de Supernova, un himno punk absurdo y maravilloso que encaja perfectamente con el espíritu irreverente de la película.
En definitiva, Clerks es una ópera prima gamberra pero tremendamente tierna. Habla sobre el miedo a crecer, los primeros amores, la amistad y el placer de pasar tiempo con los colegas, mientras se observan las rarezas de la gente en un estudio sociológico disfrazado de comedia.
Y si encima me pones no uno, sino dos videoclubs… ya me tienes ganada.

7,6
18.014
8
20 de marzo de 2025
20 de marzo de 2025
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Tuve la suerte de descubrir The Handmaiden (Ah-ga-ssi) por primera vez en el Festival de Sitges 2016, y ayer por la tarde volví a rendirme ante su hechizo en la gran pantalla.
Si bien la carrera de Park Chan-wook sufrió cierta indiferencia tras I’m a Cyborg, But That’s OK y Thirst, con The Handmaiden recuperó su trono. Su cine, siempre a medio camino entre la elegancia y la transgresión, lo confirma como mi director coreano favorito, y la única comparación posible en maestría y sensibilidad sería con el desaparecido Kim Ki-duk.
En The Handmaiden, sus protagonistas juegan una partida de ingenio, deseo y poder en una relación que es puro fuego. Más allá del envoltorio de thriller erótico, la película es un canto a la autonomía femenina, a la astucia y a la pasión.
No sé si debería preocuparme por mi entusiasmo ante una película que, por la perversidad de algunos personajes que nada tiene que ver entre la relación entre sus protagonistas. Pero como en cualquier historia de Park Chan Wook, una historia se cuenta con esta belleza y maestría, los elementos oscuros no solo no molestan, sino que enriquecen la experiencia.
Porque The Handmaiden es una delicia visual. La fotografía de Chung Chung-hoon es un espectáculo, con una iluminación que juega con sombras y reflejos para envolverlo todo en un aura de misterio y sensualidad. El diseño artístico y el vestuario son puro placer para los sentidos: los kimonos, los hanboks, los elegantes trajes occidentales… todo en esta película respira exquisitez.
Y luego está esa casa. Qué casa! No es solo el escenario, es un personaje en sí misma. Ese híbrido entre mansión victoriana y casa tradicional coreana no es solo una cuestión estética; es el reflejo perfecto del choque cultural y de las dualidades que atraviesan la historia: lo lujoso y lo siniestro, lo que aprisiona y lo que libera, lo que se muestra y lo que se oculta. Cada rincón, cada pasillo, cada puerta corredera esconde secretos y deseos reprimidos.
Park Chan-wook vuelve a demostrar su genio en la composición, el color y el ritmo. The Handmaiden es una experiencia hipnótica, hermosa y brutal. Y yo no puedo más que rendirme a ella una y otra vez. Es, además, tremendamente sexy.
Si bien la carrera de Park Chan-wook sufrió cierta indiferencia tras I’m a Cyborg, But That’s OK y Thirst, con The Handmaiden recuperó su trono. Su cine, siempre a medio camino entre la elegancia y la transgresión, lo confirma como mi director coreano favorito, y la única comparación posible en maestría y sensibilidad sería con el desaparecido Kim Ki-duk.
En The Handmaiden, sus protagonistas juegan una partida de ingenio, deseo y poder en una relación que es puro fuego. Más allá del envoltorio de thriller erótico, la película es un canto a la autonomía femenina, a la astucia y a la pasión.
No sé si debería preocuparme por mi entusiasmo ante una película que, por la perversidad de algunos personajes que nada tiene que ver entre la relación entre sus protagonistas. Pero como en cualquier historia de Park Chan Wook, una historia se cuenta con esta belleza y maestría, los elementos oscuros no solo no molestan, sino que enriquecen la experiencia.
Porque The Handmaiden es una delicia visual. La fotografía de Chung Chung-hoon es un espectáculo, con una iluminación que juega con sombras y reflejos para envolverlo todo en un aura de misterio y sensualidad. El diseño artístico y el vestuario son puro placer para los sentidos: los kimonos, los hanboks, los elegantes trajes occidentales… todo en esta película respira exquisitez.
Y luego está esa casa. Qué casa! No es solo el escenario, es un personaje en sí misma. Ese híbrido entre mansión victoriana y casa tradicional coreana no es solo una cuestión estética; es el reflejo perfecto del choque cultural y de las dualidades que atraviesan la historia: lo lujoso y lo siniestro, lo que aprisiona y lo que libera, lo que se muestra y lo que se oculta. Cada rincón, cada pasillo, cada puerta corredera esconde secretos y deseos reprimidos.
Park Chan-wook vuelve a demostrar su genio en la composición, el color y el ritmo. The Handmaiden es una experiencia hipnótica, hermosa y brutal. Y yo no puedo más que rendirme a ella una y otra vez. Es, además, tremendamente sexy.

7,3
3.896
8
15 de enero de 2025
15 de enero de 2025
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Nos encontramos ante otra película incómoda del maestro iraní Asghar Farhadi. Como ya sucedió en "Una Separación", dirige con maestría una historia que refleja sin edulcorantes la realidad de la sociedad iraní, mostrando un entorno que no es precisamente amable con las mujeres.
Es gratificante ver cómo un hombre se atreve a retratar las presiones que pesan sobre nuestro género, especialmente en un país donde el papel fundamental de la mujer sigue siendo el de madre y cuidadora. Y lo más destacable es la naturalidad con la que aborda este retrato: desde la frustración de las mujeres, desacompañadas en conflictos de los que se les responsabiliza injustamente, hasta la manera en que los hombres enfrentan (o no) estas situaciones.
En este segundo visionado, conociendo ya la trama, se hace aún más evidente el acoso al que se enfrenta la pobre Elly. La empujan a un rol incómodo: la quieren emparejar con el soltero del grupo y la colocan en situaciones de celestineo adolescente, todo muy inocente… hasta que deja de serlo.
Queda flotando la pregunta de por qué la maestra aceptó ir a esa casa en la playa con tres familias de padres del colegio donde enseña a la hija de uno de ellos. Una decisión que parece inofensiva, pero que pronto desvela las tensiones subyacentes.
El guion, que en un principio podría parecer un relato costumbrista, da un giro brillante hacia el misterio y el thriller. Las tensiones comienzan a aflorar y mantienen al espectador en vilo hasta el desenlace.
Además del guion y la maestría del director, lo mejor de este filme es, sin duda, su elenco. Especial mención merecen la preciosas Golshifteh Farahani y Taraneh Alidoosti, quien da vida a la propia Elly con una interpretación inolvidable.
Personalmente, y aunque no sea necesaria la comparación, prefiero este film a su mayor éxito "Una separación" por la tensión que ejerce en todo el elenco, incluyendo los niños.
Es gratificante ver cómo un hombre se atreve a retratar las presiones que pesan sobre nuestro género, especialmente en un país donde el papel fundamental de la mujer sigue siendo el de madre y cuidadora. Y lo más destacable es la naturalidad con la que aborda este retrato: desde la frustración de las mujeres, desacompañadas en conflictos de los que se les responsabiliza injustamente, hasta la manera en que los hombres enfrentan (o no) estas situaciones.
En este segundo visionado, conociendo ya la trama, se hace aún más evidente el acoso al que se enfrenta la pobre Elly. La empujan a un rol incómodo: la quieren emparejar con el soltero del grupo y la colocan en situaciones de celestineo adolescente, todo muy inocente… hasta que deja de serlo.
Queda flotando la pregunta de por qué la maestra aceptó ir a esa casa en la playa con tres familias de padres del colegio donde enseña a la hija de uno de ellos. Una decisión que parece inofensiva, pero que pronto desvela las tensiones subyacentes.
El guion, que en un principio podría parecer un relato costumbrista, da un giro brillante hacia el misterio y el thriller. Las tensiones comienzan a aflorar y mantienen al espectador en vilo hasta el desenlace.
Además del guion y la maestría del director, lo mejor de este filme es, sin duda, su elenco. Especial mención merecen la preciosas Golshifteh Farahani y Taraneh Alidoosti, quien da vida a la propia Elly con una interpretación inolvidable.
Personalmente, y aunque no sea necesaria la comparación, prefiero este film a su mayor éxito "Una separación" por la tensión que ejerce en todo el elenco, incluyendo los niños.

7,0
23.121
8
13 de enero de 2025
13 de enero de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
He disfrutado mucho más de lo que esperaba viendo Carol de nuevo, y ya van unas cuantas.
El guion adapta de manera impecable la novela The Price of Salt de Patricia Highsmith, narrando una historia de amor prohibido que resulta universal. La tensión entre las protagonistas está bien construida desde el principio, con miradas y gestos que te mantienen en suspense. Ese momento en el que la mano de Carol se posa en el hombro de Therese es clave: un detalle simple pero cargado de significado, que encapsula la complejidad de sus sentimientos y la época en la que viven.
La fotografía es uno de los puntos fuertes de la película. Todd Haynes y su equipo logran un contraste espectacular entre los tonos fríos que transmiten melancolía y los rojos que evocan pasión, como si fueran un personaje más. Esto se complementa con una dirección artística que recrea de manera fiel la Nueva York de los años 50 y un diseño de vestuario que, además de ser visualmente impresionante, también funciona narrativamente, subrayando la evolución emocional de los personajes.
En cuanto a las interpretaciones, tanto Rooney Mara como Cate Blanchett están impecables. Mara, con su aire tímido, pero decidido, lleva el peso de la transformación de Therese a lo largo de la película. Blanchett, por su parte, interpreta a Carol con una mezcla perfecta de sofisticación y vulnerabilidad, destacando en las escenas más emotivas, como las del juicio por la custodia de su hija.
En resumen, Carol no es solo una historia de amor, es también un retrato de la opresión y las limitaciones impuestas por la sociedad de la época, todo ello narrado con una sensibilidad que evita el melodrama. Es cine de gran calidad, tanto en lo técnico como en lo emocional.
Ojalá más película como esta.
El guion adapta de manera impecable la novela The Price of Salt de Patricia Highsmith, narrando una historia de amor prohibido que resulta universal. La tensión entre las protagonistas está bien construida desde el principio, con miradas y gestos que te mantienen en suspense. Ese momento en el que la mano de Carol se posa en el hombro de Therese es clave: un detalle simple pero cargado de significado, que encapsula la complejidad de sus sentimientos y la época en la que viven.
La fotografía es uno de los puntos fuertes de la película. Todd Haynes y su equipo logran un contraste espectacular entre los tonos fríos que transmiten melancolía y los rojos que evocan pasión, como si fueran un personaje más. Esto se complementa con una dirección artística que recrea de manera fiel la Nueva York de los años 50 y un diseño de vestuario que, además de ser visualmente impresionante, también funciona narrativamente, subrayando la evolución emocional de los personajes.
En cuanto a las interpretaciones, tanto Rooney Mara como Cate Blanchett están impecables. Mara, con su aire tímido, pero decidido, lleva el peso de la transformación de Therese a lo largo de la película. Blanchett, por su parte, interpreta a Carol con una mezcla perfecta de sofisticación y vulnerabilidad, destacando en las escenas más emotivas, como las del juicio por la custodia de su hija.
En resumen, Carol no es solo una historia de amor, es también un retrato de la opresión y las limitaciones impuestas por la sociedad de la época, todo ello narrado con una sensibilidad que evita el melodrama. Es cine de gran calidad, tanto en lo técnico como en lo emocional.
Ojalá más película como esta.
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